"LA HUELGA DE OBREROS EN VIZCAYA",
UN CUADRO DE VICENTE CUTANDA
Hace unos años, a raíz de una visita al museo de Bellas Artes de Asturias, en Oviedo, dediqué un blog a “Felicidad”, cuadro de Dionís Baixeras, pintor costumbrista de mi tierra. (https://charlievedella.blogspot.com/2017/04/felicidad-un-cuadro-de-dionis-baixeras.html?m=0)
Si tal como decía en aquel artículo Baixeras nunca retrató temas y personajes escabrosos, el protagonista de esta nueva entrega, Vicente Cutanda (Madrid 1850-1925), autor descubierto en el libro que Kirmen Uribe dedicó al museo de Bellas Artes de Bilbao en su 110 aniversario, sí lo hizo. En concreto abundantes obras que mostraban los avatares de la industrialización, principalmente en los dos márgenes de la ría del Nervión en Bizkaia, mi tierra de adopción.
Me ha parecido adecuado comparar ambos cuadros, porque desde el punto de vista formal comparten una pintura clásica, ajena a las vanguardias que avanzaban imparables en Europa, pero son antagónicos en la forma de afrontar la realidad que retratan. Mientras Baixeras se acerca a la vida de la gente sencilla con una mirada complaciente, Cutanda, que ha empezado a pintar en Toledo, ocupando durante años la plaza de dibujo en la Sociedad Cooperativa de Obreros, opta, por lo menos durante un largo intervalo de su vida, por reflejar momentos críticos de la clase obrera industrial. Hablo de “intervalo”, porque parte de su obra, principalmente de encargo, está orientada a la imaginería religiosa, de alta demanda en Toledo.
Miembro de una familia acomodada e intelectual – su padre fue catedrático de Organografía y Fisiología vegetal en el Jardín Botánico de Madrid y de Fitografía y Geografía botánica en la Universidad de Madrid - Cutanda, persona conservadora y religiosa, da un giro a su obra a partir de la publicación de la encíclica papal “Rerum Novarum”, que en 1891 muestra un nuevo interés de la iglesia católica por las condiciones de trabajo de las clases populares.
Lo curioso, quizás lo que le empareja a Baixeras, cosecha personal, es que ambos pintan como espectadores. Todo pintor lo es, pero en este caso se manifiesta claramente en ese Baixeras que acude a las playas barcelonesas a contemplar el descanso de las familias, pero también en esta especie de cronista de los avatares de la clase obrera en los altos hornos de Sestao. Si observamos el punto de vista del pintor en el cuadro que encabeza este blog, éste se sitúa por detrás y a cierta distancia del tumulto generado por la arenga de un líder sindical. Una óptica, la de observador, que le aisló del compromiso político directo, pese a haber colaborado puntualmente con el periódico socialista “La lucha de clases”.
En cualquier caso la obra de Cutanda tiene un alto interés histórico, porque es insólita en un momento en el que los pintores se inclinaban hacia el post-impresionismo, el fauvismo y los primeros atisbos del cubismo.
El prejuicio vanguardista, a menudo injusto cuando no hablamos solo de arte en un sentido abstracto, sino también del entorno en el que nace, hizo que “La huelga de obreros en Vizcaya”, hoy considerado el cuadro más representativo del realismo social de la época, estuviera a punto de perecer en los sótanos del Ministerio de Trabajo, primero olvidado y luego proscrito durante el franquismo.
Solo a primeros de este siglo XXI, más de cien años después de su creación, de ser premiado en la Exposición Internacional de Madrid de 1892 y adquirido por el Museo del Prado, fue redescubierto y restaurado, volviendo al lugar que sin duda le corresponde.
Nota: hay un elemento del cuadro que a mi modo de ver desvirtúa su indudable calidad, la dos figuras, adolescente e infantil, que aparecen por detrás de la vagoneta, no solo extrañas, sino desproporcionadas respecto del conjunto. Nadie es perfecto...
Hemos tenido una entrada de año familiar un poco complicada pero estoy seguro de que acabaremos ganando "la champions y el mundial", como dice esta animosa y bella canción de Love of lesbian acompañado de Leiva.
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