martes, 10 de mayo de 2016

Autocares

PARADA DE AUTOCARES

Frente al centro en el que he trabajado los últimos diecisiete años en la Gran Vía de Bilbao suelen hacer parada autocares de última generación que dan servicio a algunos de los colegios privados con más pedigrí de la comarca. No hay que olvidar que la Gran Vía es una de las cinco calles más caras del reino y esos autocares no se cortan un pelo e invaden la parada de autobús de los mortales.

He solido coincidir con sus horarios matinales y a veces con los vespertinos, y nunca he llegado a acostumbrarme. A la entrega o espera de los alumnos, un grupo de latinas, varias madres de aspecto juvenil y elegante, y uno o dos padres, nunca más. Veo a los niños de un uniforme clásico de americana azul luciendo el escudo del colegio, corbata haciendo juego y pantalón gris corto. En uno de ellos niños y niñas de corta edad gastan una gorra de jinete un tanto estrafalaria, pero no sé por qué extraña genética son generalmente rubi@s y guap@s. No creo que canten “carrascales” ni otro tipo de piezas chuscas o subidas de tono mientras viajan a colegios situados en lugares lejanos, normalmente bellos parajes alejados del bullicio urbano; quizás canciones o himnos en lenguas extranjeras…

Algunas mañanas he observado a los más díscolos sentados en el bordillo de la acera fumando. Se han desabotonado  la camisa y aligerado el nudo de la corbata. Cuando se acerca el verano, a mediodía, las adolescentes se arremangan las faldas y la camisa del uniforme y lucen como “lolitas” en las campas del parque cercano. Imagino a estos chicos y chicas rebeldes dilapidando patrimonio en las discotecas de Eivissa, mientras la mayoría del alumnado, siempre formal, crea offshores en Panamá y dirige los centros del poder industrial, financiero y político del país en años venideros. 

La parada es una metáfora, el punto de partida de un viaje diario que conduce a un determinado proyecto de futuro. Como decían Los Secretos: “Todo sigue igual”.