miércoles, 26 de julio de 2017

Kings Of Convenience

TRES CANCIONES DE KINGS OF CONVENIENCE 
PARA ACOMPAÑAR EL VERANO

Estaban destinados a ser los nuevos Simon y Garfunkel, y en 2009, cuando sacaron “Declaration of dependence”  estaban a punto de conseguirlo. Durante ese año les escuché mucho porque me hacían feliz. Sus canciones hablan de cosas simples y simple es su factura musical, pero en sus pocos discos consiguieron casi un 100 por 100 de aciertos, lo que está al alcance de muy pocos. No he conseguido saber por qué se separaron ni cual fue el motivo de la desaparición de Eirik Glambek, que finalmente ha vuelto recuperando la marca de su primer grupo, Kommode. Erlend Oye, el otro 50%, no abandonó. Lleva ya dos discos en solitario, y si bien no alcanza la calidad de los Kings se mantiene en un estado de forma aceptable. Sería estupendo volver a verlos juntos

He seleccionado dos videos de sus canciones más o menos conocidas y una candorosa versión callejera de “Una ragazza in due”, un éxito de I Giganti, grupo italiano de los años sesenta, en la piazza Duomo de Siracusa.

Sed felices





jueves, 13 de julio de 2017

VERANO 2

VERANO 2
ELS ESTIUS QUE NO VAN DEIXAR VOTAR 
(LOS VERANOS QUE NO DEJARON VOTAR)

Pertenezco a una generación de barceloneses para los que el verano empezaba la verbena de Sant Joan y terminaba poco después de las fiestas de la Mercè, patrona de la ciudad. La primera tuvo siempre un carácter popular, a pesar de los obstáculos de la autoridad, un hecho que daba, además, un toque de rebeldía muy atractivo a los jóvenes de los barrios, dedicados a pedir y almacenar leña, muebles en desuso y todo lo que ardiera, durante los días de víspera. El día de autos se podía llegar al cuerpo a cuerpo con los “munipas” más celosos en su trabajo, pero al final, tras varias escaramuzas, en cada cruce de calles de Barcelona había una hoguera dispuesta a deshacer los rótulos de plástico de los alrededores y dejar el adoquinado hecho unos zorros.

Salomé y Raimon, vencedores en 1963
Las fiestas de la Mercè eran otra cosa. Sabíamos de sus cenas de gala, recepciones y juegos florales, con gente encopetada, por los periódicos, la radio y la televisión. Pero sí había un evento más o menos popular, aunque fuera a distancia: el Festival de la Canción del Mediterráneo.

Nació este  en 1959 como una réplica del que se celebraba en San Remo, y ambos compartían cantantes y compositores. Los premios se otorgaban por votación de los asistentes al festival, una asistencia también minoritaria, pero en las casas se seguía con expectación el resultado, se hacían cábalas y discutía sobre la modernidad y nacionalidad de los intérpretes, ya que participaban todos los países mediterráneos, incluidos los del norte de África.

En la quinta edición del festival el público decidió que la canción ganadora fuera “Se´n va anar”, interpretada en lengua catalana por Salomé, que había debutado el año anterior, y Raimon, cantautor de la Nova Cançó. Las malas lenguas dicen que el patio de butacas estaba lleno de universitarios y curas progres que se habían organizado para la ocasión. Lo cierto es que el cabreo de Fraga, por entonces ministro de información y turismo, fue más que importante. Al año siguiente, 1964, los organizadores (ayuntamiento, radio nacional, TVE y desde luego que el ministro) modificaron el sistema de votación, que pasó a manos de un grupo de 55 “notables” de las provincias mediterráneas. La decisión de abrirla a otras provincias podría tener su lógica, pero lo de los notables no colaba. La decisión tenía además su complemento: desde esa edición hasta la de 1967, última del festival, tampoco se pudieron presentar canciones interpretadas en catalán…


Portada del disco de Parera Fons 
El palmarés del Festival de la Canción del Mediterráneo forma parte de mi memoria sentimental y me hace recordar el ocaso del verano en el Passeig de Sant Joan de Barcelona. Mi favorita de 1967 era “T´estim i t´estimaré”. No ganó, pero aparte de su belleza me llamó la atención la personalidad de su compositor e intérprete, Antoni Parera Fons, distante del perfil de los cantantes de la época. Currándome el blog me entero de que ha sido Premio Nacional de Música 2016 (para más información ver su página web: http://antoniparerafons.com/).


La canción, pese a una orquestación que ahora suena excesiva, tenía ritmo y letra de bolero. En la web está la versión del propio Parera Fons y otra de Josep Carreras. Yo la rememoré en un CD doble que Serrat publicó en 1996, “Banda sonora d´un temps, d´un país”, itinerario recopilatorio de la cançó catalana y alguna ajena (hay una muy digna interpretación de “Suzanne”, de Leonard Cohen). He encontrado esta versión en directo. 



martes, 4 de julio de 2017

VERANO 1

VERANO 1
“LOS P.P. Y EL VERANO”, UN POEMA 
DE CARLOS BARRAL SOBRE EL IDEM

Carlos Barral (Barcelona 1928-1989) incluyó este poema autobiográfico (puede decirse que toda su obra lo es) en “Diecinueve figuras de la historia civil”, libro publicado en 1961.

Los P.P. eran los padres jesuitas que regentaban el colegio d
Carlos Barral
e la calle Caspe de Barcelona, un centro de enseñanza de cierta categoría, por el que han pasado numerosos personajes de la ciencia (Ignasi Barraquer) política (Jordi  Portabella), cultura (Josep  M. de Sagarra, Jaume Cabré…), y cómo no, de la delincuencia (Javier de la Rosa, Iñaki Urdangarín…).

Barral estudió seis cursos en ese colegio, al que describe en “Años de penitencia”  como “imponente y lúgubre”. Yo pasé once en el de los Maristas de la calle Valencia, no muy lejos de allí, y aunque nunca viví la imagen inicial de ese cura de cuerpo presente, por delante del que pasan los alumnos en hilera, me siento identificado con la contraposición del escenario lúgubre y carcelario del colegio con la luz y la sensación de libertad de las vacaciones de verano, con “el timbre alegre de las bicicletas” y esa leyenda de que “en las noches azules, en la playa, se oyen crecer de cerca los cabellos”. Pues eso, a disfrutarlo…

LOS P.P. Y EL VERANO
Todos temblamos al entrar.
Hedía
a monda de naranja y a recreo,
delante de la puerta en que ordenaron
la hilera.
Lámparas amarillas,
aceite musitado por el techo,
sudor de voz…, y vivimos
la deseada aparición horrible.
Era una cosa triste, algo muy viejo
y ya sin importancia. Como un mueble
antiguo en el desván o el interior
de los armarios condenados.
Unas manos
como de tierra y cirio, inexpresivas
o demasiado suplicantes…
Mas luego en las palabras
vino la muerte auténtica, nos tuvo
sujetos. El no vivir
ya más, el ser invierno
y estar por siempre dentro
esperando que vengan a sacarnos.

Nos hicieron la cuenta
de los amaneceres imposibles:
el aire, pasajero,
era un regalo entre dos penas
capitales.
El agua libre,
aquel color, cada deseo…
¡Qué riesgo la blancura
en la cama regada de lágrimas!
Y lo peor: los días del verano
tan peligrosos junto al árbol
solar, y aquellos juegos sin excusa.

Me puse a meditar:
las ramas, en efecto,
tan blancas hacia el sol,
a mediodía,
que pudieran no verse, que pudiera caer.
Y entonces no sería
la tarde verde, abierta,
y la excursión al bosque con mis primas.
Y nunca más, entonces,
vería entre las franjas
de su vestido almidonado.
-          ¿recuerdas, en la fuente
solos, que tú bebías
colgando tu cintura de mis brazos?
Oh, nunca más, ya nunca
más las hojas
abarquilladas y brillantes, turba
de espejos que nos ahorraban las palabras…
Las cosas que quedaron
a medio hacer,
pendientes de volver a repetirse:
saber si tú venías por costumbre
o era con amistad. O si era cierto
que en las noches azules, en la playa,
se oyen crecer de cerca los cabellos.

Pensé en el cuerpo exangüe,
en aspa al pie del árbol poderoso,
y alrededor las voces, los silbidos
y el timbre alegre de las bicicletas
que parten tarde adentro, a la aventura.

Entonces como un fuego súbito,
como el sol de repente en aquel patio
de pelotas de trapo, parecieron
altas, blancas las tapias, que encerrasen
lo triste con nosotros, porque afuera
un verano sin límites, abierto,
de riesgos esperados, sin peligro,
nos aguardaba para todo el tiempo.
Comprendí que era grave,
gravísimo estar muerto, estar presente
de aquel extraño modo
(el aire es diferente,
ligero, como si hubiese huido)
o ya no estar. Pero hasta entonces
nos queda tanto para hacer. En cada día
de libertad, en cada hora
libre. Por ejemplo,
subir el monte fatigoso
con un perro, imaginando
que cumplimos con un difícil deber.
O estar tendidos de espaldas,
en serio, sin mirar,
cuando la muchacha que se mojó jugando con nosotros
ha puesto su ropa al sol y le contamos
exageradas historias del invierno,
mientras las nubes se deshacen…

No recuerdo a Barral como un poeta habituado a las referencias musicales, y le hago más bien amante de la canción francesa de la época, pero en el año de la creación de “Los P.P. y el verano" seguro que escuchó alguna vez “Moon river”, que cantada por Audrey Hepburn en “Desayuno con diamantes”, película de ese mismo año, sería con el tiempo uno de los standars más interpretados de la historia.