miércoles, 16 de agosto de 2017

Ciclistas

CICLISTAS

El ciclismo no es lo mío. Quiero decir como practicante, porque siempre ha sido uno de mis deportes favoritos como espectador. Ello no impidió que recién treintañero hiciera mis pinitos como cicloturista, y que durante bastantes años siguiera usando el vehículo de dos ruedas durante los veranos para ir a pintar al monte o hacer algo de deporte. Todavía no era obligatorio el uso del casco, y el cicloturista era eso, un tipo con aspecto de tal y no de ciclista profesional (verme en http://charlievedella.blogspot.com.es/2015/11/francesco-de-gregori-il-bandito-e-il.html) como es ahora. La bicicleta aún se usaba para pasear o ir a buscar el pan, como también era mi caso. Me empecé a mosquear cuando los ciclistas me miraban con cierto desprecio por mi torpe desaliño indumentario, pero la verdad es que ese no fue el motivo de mi deserción. Dejé la bicicleta como dejé de fumar, por miedo. Ir por una carretera era ya entonces un deporte de alto riesgo. Ahora, pese a campañas de sensibilización y medidas protectoras, los ciclistas caen como moscas por las carreteras y creo sinceramente que el tema tiene poco remedio.

Pero los cicloturistas no son siempre víctimas inocentes. A fin de cuentas un ciclista no es un unicornio. Puede ser un hombre bondadoso, un ser iracundo, incluso un asesino en serie. La mayoría son más conductores de coche que rodadores, y estoy seguro de que sobre cuatro ruedas olvidan a menudo su otra y más débil condición.

Aunque Bilbao no es una ciudad especialmente amable para las bicicletas el cambio climático viene favoreciendo su implantación. La ciudad tiene un irregular despliegue de carriles bici, pero ello no debería ser coartada para que los ciclistas invadan las aceras de cualquier manera y sus bicis sean vehículo o no según el semáforo se ponga rojo o haya dirección prohibida.

Esta primavera casi fui atropellado por un ciclista que iba a toda hostia por la acera del puente del Arenal. Al echarle en cara que ese no era su medio se volvió con gesto y palabras de burla. Era un ciclista capullo, una especie que, aunque no quiero generalizar, parece en expansión. Barcelona es ya un lugar peligroso para los peatones por el mal uso de las bicicletas, y ello entristece a quienes abogamos por ciudades amables, tranquilas, “paseables”, descontaminadas...

Nunca supe el verdadero destino de la segunda bicicleta de mi vida, pero supe poco después que el compañero de trabajo al que se la “robaron” mientras yo estaba de vacaciones había empezado a tontear con la heroína. Tampoco tardé mucho en no saber más de él. Está canción de Sergio Makaroff parece escrita para ambos.