jueves, 2 de junio de 2016

Jubilación

JUBILACIÓN

El pasado día 15 de mayo me jubilé y la gente me viene preguntando que qué se siente, como si la jubilación llevara incorporado un cambio físico, no sé, que te crecen alas, pierdes la voz, cambias de sexo… En mi caso la sensación predominante es de liberación del personaje profesional, como volver al camerino, despojarte del vestuario y ser de nuevo uno mismo. Al fin y al cabo nos pasamos la vida interpretando papeles de distinta intensidad.

Imagino que hay actores a los que cuesta desprenderse de ese personaje. Claro, los magino siendo protagonistas, actuando en los mejores escenarios, viajando de aquí para allá, con directores punteros de cine y teatro, chupando primeros planos, salvando escalofriantes situaciones de riesgo, enamorando a primeras actrices. No es mi caso. Profesionalmente he sido siempre un actor secundario, supongo que un actor seguro, con el que los directores veteranos no arriesgaban, pero en definitiva un actor de reparto con un papel, el de funcionario, que no permitía la improvisación, atado como está al principio de legalidad.

Jubilado fiscalizando obra en mi zona de influencia
Pues mira por dónde, también hay en esa profesión actores que se aferran a su personaje. A finales de los años ochenta fui destinado por concurso al puesto singular de cajero en una agencia del extrarradio de Bilbao. Yo era, por seguir con los símiles, un personaje falaz, porque por entonces ya no se hacían pagos por ventanilla y apenas disponía de un exiguo fondo de maniobra. Vamos, es como si en “Casablanca” te dan el papel de Rick y acabas tocando el piano.

El caso es que al poco tiempo le aprobaron al jefe del centro una pensión de invalidez. Tenía una enfermedad crónica que le hacía estar de baja cada dos por tres. Pero este actor se había aferrado a aquel protagonismo de película de serie B y siguió acudiendo al centro y ocupando un puesto de trabajo que ya no le correspondía. Durante unas semanas soportamos una situación kafkiana. 

El antiguo jefe permanecía en su despacho, como atado al sillón, esperando a que le sacaran con las piernas por delante, mientras la nueva responsable debía permanecer en una butaca y los subordinados esperar a que aquel se ausentara para pasar a la firma oficios y resoluciones. Solo tras unas semanas de desconcierto, la dirección provincial tuvo la idea feliz y decisiva de hacerle una despedida, algo así como darle un óscar honorífico por el conjunto de su obra. El tipo se dio por fin por aludido y no volvió a pisar el centro.

Tengo que confesar que repetir esa situación, hacerme pasar por loco y seguir yendo durante unos días después de jubilado a ocupar mi puesto de trabajo es una de mis fantasías incumplidas. Es más, sigo pensando que es una buena idea para un cortometraje. La otra está ligada al espacio físico en el que he pasado los últimos 17 años, un espacio diáfano con una largo pasillo central: mi fantasía consistía en recorrerlo dando volteretas. Para ambas sandeces todavía hay tiempo y, además, ahora ya no me pueden echar. El que avisa no es traidor…   

Y bien, la verdad es que nunca me habían ofrecido tantos primeros papeles, controlador de obra pública o privada, anciano ocioso, montañero, nadador nocturno, yayo de nieto por venir… Así que de esta como mínimo me dan un “goya”.


Para amenizar la jubilación, “El secundario” de Julio Bustamante,: https://open.spotify.com/track/3apX4NbshyUvBPrpxjKyIo