domingo, 22 de octubre de 2017

L´Estany de Banyoles

NADANDO EN 
L´ESTANY DE BANYOLES

Debo a Rafael Argullol (Barcelona 1949) dos de esos hechos a los que uno acaba dando relevancia vital. Del primero hace ya la friolera de 47 años y forma parte de esas batallitas que los abueletes compartimos entre vinos. Se celebraba un acto en el aula Magna de la universidad de Barcelona en homenaje a Bertrand Russell, referente ético de la izquierda no dogmática y del pacifismo militante, que acababa de fallecer (febrero de 1970). El ponente era Jesús Mosterín (Bilbao 1941- Barcelona 2017), entonces un joven profesor que también nos ha dejado el pasado 4 de octubre. Cuando la disertación había acabado, Rafael Argullol, creo que delegado del recién creado sindicato democrático de estudiantes, se levantó e invitó a Mosterín y a los dos centenares de asistentes, entre los que me encontraba, a homenajear a Russell de la mejor manera, saliendo en manifestación a la plaza Universidad. Supongo que era una complicidad pactada, dado el carácter heterodoxo y siempre atrevido de Mosterín, porque éste se avino. Como es evidente mi bautizo de fuego manifestante duró los dos minutos que tardaron los grises en empezar a repartir hostias.

yo mismo al fondo entre 1.200 locos
En 2003 reencontré a Argullol en un curioso libro de debate entre culturas  con un sabio indio, Vidya Nivas Mishra (“Del Ganges al Mediterráneo”). Gracias a esa suculenta controversia de ideas descubrí el concepto de “interdependencia”, que el sabio hindú enfrentaba al más occidental de igualdad, un principio que, según él, generaba uniformidad, es decir, anulaba la diversidad.

Viene esto de la interdependencia a cuento de mi reciente viaje a Catalunya con un fin “menor”, atravesar a nado l’Estany de Banyoles  el 15 de setiembre, rodeado de un clamor épico y “mayor”, la reivindicación de su independencia como República por una parte importante de su ciudadanía.


L´Estany de Banyoles es para mí una cita nostálgica. Mi padre nos había llevado más de una vez cuando yo era un crío y los Maristas, que tenían un colegio macizo en las afueras de Girona, nos acercaban a comer el bocata de tortilla en sus riberas cada dos o tres años. La última vez que lo había visitado nos subimos a un barco turístico que se hundió al año siguiente dejando varios muertos.

La travesía en sí (2.150 metros) me duró 48 minutos y 4 segundos, una eternidad para recapacitar mientras se bracea en una suerte de placenta algaida, porque el viaje, mi pequeña odisea, con sus cíclopes, sus hechiceros y sus cantos de sirena duró una semana llena de anécdotas, acontecimientos y convulsiones.

Veamos: los días 6 y 7 de setiembre, en dos sesiones que para ser indulgente solo calificaré de peculiares, el Parlament de Catalunya había aprobado las leyes que pretendían culminar el procés hacia la independencia, de modo que una semana después mi mujer y yo nos tomamos el recorrido hacia l´estany como una crónica periodística. Durante el viaje enviábamos guasap graciosos a nuestros amigos/as indepes, equidistantes y unionistas en la creencia de que la sangre no llegaría al río.

Pintada en la parte vieja de Huesca
Antes de llegar dos paradas:

Huesca: una de esas ciudades que injustamente, como Soria o Ciudad Real, nadie conoce ni sabe situar en el mapa. Es coqueta y se ve en una tarde. Me llamó la atención que a algunos maños también les hubiera dado cierto hervor identitario y reivindicaran la fabla aragonesa, así que foto.

Y Vic: hervor multiplicado. La plaza mayor estaba llena de esteladas y propaganda por el sí. El dueño del restaurante era francés. Nos dijo que tanto él como su mujer habían sido ejecutivos de una empresa del pueblo  con más de doscientos trabajadores. Ahora se ganan la vida preparando escudella amb carn d´olla, butifarras caseras y unos pasteles al ron que están de muerte.
El antiguo Cine Rosa de Cornellá de Terri

El destino: la casualidad nos llevó a pernoctar en Cornellá de Terri, a apenas unos kilómetros del lago. Sí, el pueblo en el que solo una semana después votaría Carles Puigdemont, tras intentarlo sin éxito en el pueblo en el que está empadronado. Su única notoriedad turística es el edificio que albergó el cine Rosa, actualmente un bar restaurante. Así que foto.


El día 20, ya en Barcelona, detienen a varios responsables de la consellería de Economía y Hacienda y nos joden la visita Castelldefels. Pues sí, en cualquier momento me pueden detener y enviar a Soto del Real, porque soy uno de los miles de manifestantes que rodearon “pacíficamente” la conselleria de la Rambla de  Catalunya. Como interdependentista, es decir, equidistante según unionistas e indepes, me mosqueaba cada vez que oía que el “votarem” estaba indisolublemente ligado al “inde, independencia”, pero me sigue pareciendo increíble que se detenga a la gente porque defienda poder votar un divorcio colectivo. Así que había que estar.

De vuelta a Bilbao solo tres días antes del “referéndum” enviábamos guasap absolutamente acojonados, porque no parábamos de cruzarnos con convoys de tocineras de la policía nacional.

En fin, mientras cruzaba a nado L´Estany de Banyoles desconocía que las cosas aún iban a ir a peor. Ya he hablado del nadar, (¿vendrá de ahí lo de nadar y guardar la ropa?) como una especie de Nirvana, como si ese mundo acuático te pudiera aislar de un mundo exterior incómodo, pero no es así.  Lo que me había dado era un baño de realidad y lo que me esperaba fuera era solo un jarro de agua fría.

Postdata: Tras un singular cruce epistolar entre dos pirómanos, el sábado el señor Rajoy decidió restaurar la democracia en Catalunya aboliendo la democracia representativa. Olé sus güevos…


Para rebajar la tensión un tema en directo de Camera Obscura que habla de nadar en una piscina. Que la música nos consuele una vez más…