miércoles, 22 de marzo de 2017

La mesa

LA MESA


Creo que la mesa es equiparable a la rueda como motor de la evolución de nuestro mundo, y que desde que alguien nos aúpa para acercarnos a una mesa o nos cuela en una trona, su sucedáneo para bebés, nos incorpora de algún modo a lo que se entiende por civilización.

He tenido y compartido mesas de materiales, calidades y usos diversos. Mesas de estudio, de comedor, de trabajo, y la que genera mis mejores recuerdos, la mesa camilla familiar cuando era niño y adolescente. Bajo sus faldones, coronados cada cuatro o cinco años con una nueva  filigrana de ganchillo, estaba otro de los grandes inventos de la civilización: el brasero. La mesa camilla daba continuidad a esa imagen de la tribu alrededor del fuego y agrupaba a la familia, aunque fuera para pelearse.
55 euros en la web de Segunda Mano

Otro sucedáneo de la mesa, tengo entendido que hoy casi en desuso, era en el siglo pasado el pupitre. Se trataba de un mueble macizo de una o dos plazas, y dado el número de horas que pasabas en él (yo lo hice 10 horas diarias durante seis años) era una segunda casa, con sus heridas, desperfectos, despensa, grafitis, rincones secretos…; allá donde se sufría, gozaba, temía, trampeaba, incluso donde se forjaban amistades que perduran a lo largo de la vida.

A propósito del pupitre rescato esta  reciente lectura de uno de los relatos breves de Lucia Berlin en el que habla de otra de sus características peculiares, su sorprendente sonido interior: Cuando sonaba una sirena en la calle, cerca o lejos, sor Cecilia nos pedía que interrumpiéramos los que estábamos haciendo y apoyáramos la cabeza en el pupitre para rezar un avemaría. Aún lo hago. Rezar un avemaría quiero decir. Bueno, también suelo apoyar la cabeza en los escritorios de madera y los escucho, porque hacen ruidos, similares a las ramas mecidas por el viento, como si todavía fueran árboles. La verdad es que en aquellos tiempos me inquietaban muchas cosas, como qué insuflaba vida a las velas y de dónde procedían los sonidos de los pupitres.” (Estrellas y santos – Lucia Berlin)

En la administración pública la mesa es la cancha, el campo de juego del empleado, el lugar en el que defiende, construye, ataca o especula, según su posición, características, capacidades…

Cuando yo entré en la administración, la tipología de las mesas era tan variada como la de los personajes que las ocupábamos, destinados a tareas con capacidades muy diversas, inmersos en una escala jerárquica casi infinita. El tamaño, material y ubicación de la mesa estaba acorde al lugar en la escala jerárquica del ocupante, y había codazos, traiciones y peloteo vario para pillar una mejor. Con el tiempo las mesas, como las tareas, se socializaron, y priorizaron su funcionalidad, adaptándose a las nuevas tecnologías, teléfonos, pantallas planas, reposamuñecas, escaners...

Pero lo que nunca pensé es que después de jubilado, es decir, cuando uno puede por fin pasar de todo, me enteraría, incluso de primera mano, que hay tipos y tipas mezquinas que siguen disputándose una puta mesa en voluntariados de diverso pelaje como si ello les salvara de la grisura de la que huyen o de la pompa que ya perdieron, porque son incapaces de ser felices siendo simplemente lo que son, sin una mesa más o menos grande de por medio. Lo que hay que ver…



Mi amigo “Trespa”, con un oído privilegiado para captar excelencias, me aconsejó hace unas semanas que oyera el último disco de los Rolling Stones, en el que volvían a sus primeros vinilos con versiones de clásicos del blues.  He aquí unos de sus cortes.

lunes, 6 de marzo de 2017

Hettie Jones

UN POEMA DE HETTIE JONES 
PARA EL 8 DE MARZO

Hettie Jones
La historia de los apellidos de Hettie, poeta de la generación beat nacida en 1934, es la historia de una identidad complicada, algo que muestra en su obra autobiográfica, “Cómo me convertí en Hettie Jones” (Grove Press -1990).  Su apellido original es Cohen, de ascendencia judía, pero casada en 1958 con el poeta afroamericano Leroi Jones, asumió un apellido que ha seguido manteniendo tras su divorcio en 1966. Ello se debe a que el propio Leroi cambió a su vez nombre y apellido por el de Amiri Baraka, al convertirse al islam en 1965.

La obra de Hettie Jones, referente editorial de la generación beat a través de la legendaria revista Yugen (1957-1963), destila ternura y melancolía en un entorno de mujeres poetas generalmente beligerantes. El poema escogido creo que representa muy bien esos dos aspectos y me parece un ejemplo de empatía con otra mujer.

PORQUE HE SIDO ELLA
En el bus
de Newark a Nueva York
el bebé vomita
en el cuello de zorro
de su único abrigo.

Ella limpia el cuello
y el rostro suave del bebé
luego coge al crío
de la mano
y se dirige al metro

donde el crío
duerme
sobre su rodilla
y ella
ella misma
posa su mirada perdida
a través de la ventana
por encima de la cabeza
del bebé que duerme

Tiene veintisiete años
y está muy cansada
Permíteme
ayudarla siempre
porque he sido ella, permíteme
ser su amiga


En 2004 Hettie Jones dio brillo literario a la autobiografía de Rita Marley. Así que enlazo con una actuación de la cantante versionando “Guava Jelly” y “No woman, no cry”.