UN POEMA DE ALFONSO PASCAL

Alfonso Pascual Ros (Iruña 1965) ganó en 2014 el XXX Premio Jaén de Poesía con un poemario dedicado al segundo de sus hijos, Pedro (“Cuaderno para Pedro – Un día de estos se nos va a morir Juan Gelman”). Ya lo había hecho con el primero de ellos, Miguel, en 2008 (“Cuaderno para Miguel – Oteizas”). Ambos son, pues, libros complementarios con segundas referencias, el poeta argentino Juan Gelman y el arquitecto vasco, Jorge de Oteiza.
Lo he leído con cierto retraso alentado por
una crítica bondadosa y la verdad es que, pese a que o quizás porque se trata
de una poesía que me es formalmente lejana, me ha sorprendido, lo que ya es…
Con
una temática pelín endogámica a mi gusto, centrada en el oficio propio,
el de poeta, Pascal hace uso del anacronismo para conversar o apelar al citado
Gelman, Cernuda, Labordeta, Carver o Bukowski, entre otros…con un estilo
sarcástico que come de todos ellos.
Recurro a este poema porque, además de bueno,
me parece representativo de un punto de vista sobre la poesía, evidentemente
terrenal, que comparto. Para interesados, el libro está publicado por Hiperión y es baratito.
..........................................................................................................
Poeta de provincias con paisaje de constable al
fondo
sigue las instrucciones de un manual del buen
poeta
Mira
que no hay manera, Pedro, de entusiasmarme con amaneceres,
puedes testificarlo, hijo,
que llevo una semana como liebre
saltando de la cama hacia las cuatro
armado con el lápiz y el cuaderno,
llegar de noche al campo y esperar
que salga el sol. Hasta he probado
sentarme junto a un río como dicen
con rumor de fontanas, escuchar
el canto de los pájaros,
mover los cangilones,
desnudarme y tumbarme boca arriba
para entrar en contacto con la tierra,
ver pasar las ovejas por el fondo
soñando mientras tanto en amoríos,
en tu madre también, que no hay manera
de entrar en comunión con el paisaje.
He probado a cambiarme de cuaderno
y de marca de lápiz, la tonsura,
a recoger frambuesas, nomeolvides,
contar versos de once con los dedos,
recitar poesía pastoril
mientras escucho a Mozart
y las Cuatro Estaciones de Vivaldi,
doblarme en las posturas y ejercicios
de las respiraciones básicas,
el loto y las flexiones espinales.
Desisto, hijo, lo dejo, ser poeta
se escapa de mi alcance. No he ganado
más que para pinchazos, pulmonías
y para que tu madre
me espere en el salón más que enfadada,
que a ver qué explicación y que a estas horas,
y padre de familia, tú de dónde,
con la ropa empapada y sin zapatos,
qué ejemplo tú para tus hijos,
abierta la bragueta, oliendo a flores.