¿QUÉ HICISTE EL 23 DE FEBRERO DE 1981?
Parece el título de una película
y una pregunta pasada de moda pero se debe a mi lectura, también con retraso, de
“Anatomía de un instante” de Javier
Cercas, un relato más o menos novelado del golpe del 23-F.
El libro me ha parecido
apasionante, pueda uno estar o no de acuerdo con sus juicios de valor, pero
imagino que su contenido sonará a antigualla a mucha gente. Hay que pensar que
ya han pasado 34 años desde que aconteció, y a los nacidos después de aquel desatino este les sonará como me sonaba a mi
la guerra de Cuba o la dictadura de Primo de Rivera.
La pregunta de la entradilla
tiene en mi caso una respuesta que apa rece en el libro y transcribo más
adelante: el 23 de febrero de 1981 me metí
en casa a esperar a que amainara. Formaba parte de la masa de
desencantados que había abandonado toda militancia y estábamos a otra cosa.

“Apenas hubo un gesto de rechazo público al golpe en toda España hasta
que ya de madrugada el Rey compareció en televisión condenando el asalto al
Congreso y se dio por fracasada la intentona: salvo el jefe del gobierno
provisional nombrado por el rey, Francisco Laína, o el presidente del gobierno
autonómico catalán, Jordi Pujol, en la tarde del 23 de febrero todos o casi
todos los responsables políticos que no habían sido secuestrados por Tejero -
dirigentes de partidos, senadores, presidentes y diputados autonómicos,
gobernadores civiles, alcaldes y concejales – se limitaron a aguardar el
desenlace de los acontecimientos, y algunos se escondieron o escaparon o
intentaron escapar al extranjero; salvo el diario El País – que sacó una
edición especial a las diez de la noche – y Diario16 – que lo sacó a las doce
-, apenas hubo un solo medio de comunicación que saliera en defensa de la
democracia; salvo la Unión Sindical de Policía y el PSUC, el partido comunista
catalán, apenas hubo una sola organización política o social que emitiera una
nota de protesta y, cuando algún sindicato discutió la posibilidad de movilizar
a sus afiliados, fue de inmediato disuadido de hacerlo con el argumento de que
cualquier manifestación podía provocar nuevos movimientos militares. Por lo
demás, aquella tarde la memoria de la guerra encerró a la gente en su casa, paralizó
el país, lo silenció: nadie ofreció la menor resistencia al golpe y todo el
mundo acogió el secuestro del Congreso y la toma de Valencia por los tanques
con humores que variaban desde el terror a la euforia pasando por la apatía,
pero con idéntica pasividad. Esa fue la respuesta popular al golpe: ninguna.”
He vuelto a oír la parodia que La Trinca dedicó por entonces al evento y hay qué ver cómo acertaron...
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