Creo
que ya es la tercera vez que recurro a León de Aranoa, pero cuanto
más leo su libro de micro relatos más cosas me sugiere. En este
caso me sirve parte de su cuento “Posturas” porque me parece que
describe la tendencia al cainismo ancestral de la izquierda.
Como
estamos en el largo periodo de reflexión electoral, que cada cual
saque sus conclusiones y vote, vote, vote!!!
qué buenas eran las portadas de Hermano Lobo
“Los
partidarios del No aparecieron en grupos pequeños. Silenciosos,
enfadados, tan seguros de sí mismo como suelen. Los seguidores del
Tampoco llegaron después, respaldando a los anteriores con su
presencia redundante. Los del Nunca adoptaron las actitudes más
radicales. Desplegaron pancartas y convicciones ante la perpleja
mirada de los que postulan el Puede, con su amplio margen de duda y
su puerta siempre abierta. Cerca, los del Depende, reciente escisión
causalista de los anteriores, obtuvieron, como tantas veces antes, el
beneficio de la duda. Mientras, los partidarios de Tal vez, antes
Quién Sabe, hacían gala de su tradicional indecisión a la hora de
posicionarse.”
(de
“Posturas” relato incluido en “Aquí yacen dragones” de León
de Aranoa)
No
sé por qué razón he asociado el blog a la canción que da nombre
al último y más maldito disco de Veneno, “El pueblo guapeao”,
con ese final un tanto caótico que rompe su cadencia de himno, pero
me sigue pareciendo estupendo el casamiento que anuncia a su mitad: ¡
Salud y libertad !
De
vez en cuando, principalmente los domingos, siguen recorriendo el
barrio los Testigos de Jehová, normalmente en parejas, a veces en
grupo. Se les identifica con facilidad porque visten como en las
películas de los años setenta. Ellos con trajes de factura
sencilla, con pinta de haberlos heredado de padre o hermano mayor;
ellas con falda por debajo de la rodilla y gabardinas de colores
pardos.
A
veces les sorprendes merodeando los porteros automáticos con gesto
semi clandestino, intentando aprovechar la entrada de un vecino para
colarse en el inmueble a distribuir el “Atalaya”. No siempre fue
así, porque antes era algo, solo algo más fácil acceder a los
pisos.
Pues
bien, en mi familia había una testigo de jehová. Vivía en uno de
los “Nou barris” de Barcelona, y allí íbamos de cuando en
cuando de “visita” siendo yo niño, una costumbre que se ha ido
perdiendo. En al ambiente supremacista del nacional-catolicismo, ser
testigo de jehová era ser una apestada, pero principalmente, hoy
más, una ignorante. De modo que lo normal era cumplir la “visita”
y burlarnos el resto del día de las “majaderías” que argüía.
Muchos
años después volví a toparme con ellos. Había dejado de jugar a
fútbol y el partido semanal de futbito no me llenaba, de modo que
cuando Joan C. me invitó a compartir “pachanguitas” los fines de
semana le dije que sí.
Tenía
y tengo un gran aprecio por Joan C., no solo porque había sido mi
primer compañero de pupitre, sino porque frecuentaba como yo el
formidable chaflán del bar Oller. Por aquel entonces, primeros años
ochenta del pasado siglo, sabía que trabajaba de ayudante de cámara
con los mejores directores catalanes y creo que se ganaba bien la
vida.
la maravillosa terraza del bar Oller en la actualidad
Ya
en el primer partido noté que el grupo de amiguetes de Joan era un
tanto peculiares. Además de ser de edades muy diferentes, pero
principalmente jóvenes, únicamente jugaban entre ellos, rechazaban cualquier tipo de choque físico,
no protestaban, algo difícil en el fútbol, y apenas celebraban los
goles, fueran hacia uno u otro lado. A las dos citas ya supe que se
trataba de un grupo de testigos de jehová y Joan, sin ningún tipo
de proselitismo, me confesó que había dejado el cine porque solo le
proponían películas eróticas contrarias a su moral. En el tiempo
que duró mi relación con el grupo, más o menos un año, ni Joan ni
nadie me habló o invitó a acto alguno relacionado con sus
creencias, de modo que tengo un recuerdo positivo de aquellos
chavales que hacían del fútbol un deporte de salón lleno de
actitudes respetuosas, casi afectivas.
Vi a
Joan por última vez a inicio de los años noventa. Yo ya vivía en
Bilbao y me lo encontré casualmente cerca del Arco del Triunfo en
una visita a Barcelona. No había vuelto al cine. Por entonces se
dedicaba a vender telefonía móvil como se hacía entonces, pateando
calles y dando el coñazo por las casas. Era evidente que andaba mal
económicamente pero parecía seguir firme en sus creencias.
Por
razones profesionales volví a saber de los testigos de jehová
resolviendo jubilaciones de personas afectadas por la amnistía de
1977. Mucho antes de que la objeción de conciencia se propagara, los
testigos de jehová se comían un montón de años de cárcel porque
se negaban a empuñar un arma, así que nadie podía ni puede darles lecciones
de pacifismo...
También
he leído hace unas semanas que una chica joven pero mayor de edad
rechazaba una transfusión de sangre por ser testigo de jehová, una
cuestión, la del “fanatismo religioso”, que desarrolla mi
admirado Ian McEwan en uno de los últimos libros, “La ley del
menor”, pero al revisar mi relación con esa gente que se pasa los
domingos intentando colarse en los inmuebles para ganar adeptos a
cambio de la vida eterna, he de decir que no me parece ni peor ni
mejor que la que haya podido tener con maoístas, católicos o
ultraliberales, cada uno con su fanatismo a cuestas, pero sobre todo,
con su incoherencia, algo que nunca pude reprochar a mi amigo Joan C. ni a aquella banda de extraños futbolistas en todo el tiempo que les
traté.
Como quería compartir a la maravillosa Bettye Lavette desde hace tiempo y no se me ocurría nada sobre testigos, he aquí esta versión de una canción que Robert Plant (Leed Zepelin) dedicó a un hijo que falleció a los cinco años de edad, "All my love", que ella revaloriza significativamente.
Alentado por el calentón que la curia parece haber cogido con el tema de los abusos en la iglesia católica, incluida la congregación de la que fui alumno, los hermanos maristas, estos días he estado repasando “archivos” y memoria para ver si podía poner mi granito de arena en el pifostio (aprovecho para reivindicar esta palabra para que la RAE la incluya en su diccionario).
Pues bien, tenía interés en localizar al fraile del que hablaba allí, ya que en su momento recurrí a unas siglas supuestas porque no conseguía recordar su nombre exacto, de modo que, tras repasar el libro de escolaridad, que conservo entre otras antiguallas, y comprobar que allí aparece el nombre y apellidos de directores y similares pero no de los tutores, recurrí al recurso de darme un paseo por internet.
Es este un medio a veces temerario, ya que te enfrenta al inexorable paso del tiempo, léase, a comprobar que parte de tu pasado yace ya bajo tierra. También, de vez en cuando a que ese pasado ha perdido todo interés, si es que lo tuvo alguna vez.
La navegación no me condujo al acosador pero sí a múltiples fotos del patio principal del colegio, de la iglesia a la que otro fraile calificaba de “mamarracho” arquitectónico, aunque parece que en su edificación participó Gaudí de un modo subalterno y la wiki habla de “bello ejemplar neogótico”.
También estaban allílas instantáneas que se nos hacía del grupo una vez al año, en una especie de escalera de cuatro o cinco filas y obviamente en blanco y negro.
Curso 1960-61
Me llevé un susto cuando comprobé que en lasdos primeras fotos aparecían compañeros con los que había compartido clase más de una vez en los once años que fui alumno del colegio. Me busqué sobresaltado pensando que en una de ellas debía estar yo, pero no. Teniendo en cuenta que cada curso solía contar con tres grupos, A, B y C, y creo recordar que alguna vez hasta cuatro, las instantáneas correspondían a otra letra del mismo curso. Pinché de nuevo pensando en la posibilidad remota de haber saltado a la tercera fila (por mi estatura nunca logré pasar de la segunda), pero no era así. Fue entonces, sorprendido, cuando vi que la correspondiente al curso 1960-61 se ofrecía en una web de compra y venta por diez euros.
Supongo que quienes no creemos en otra vida conservamos objetos e imágenes de nuestros antepasados pensando en una especie de extraña trascendencia, quizás con la vaga esperanza de perdurar nosotros mismos. Pero no siempre es así. Imagino esas fotos del grupo de los maristas en manos de alguien que abre un álbum y contempla un pasado incomprensible, una imagen obsoleta, un objeto inservible, algo de lo que simple y llanamente puede sacar diez euros, el pasado.
Como dice Rodrigo Rato: es el mercado, amigo, es el mercado…
Aunque
leo en la wiki que la canción de 1961 fue ”Toosing and turnin”,
que no conocía, me quedo con “Please Mr. Postman” de las
Marvelettes, también número 1 en diciembre del mismo año y poco
más tarde versionada por los Beatles.
El
éxito clamoroso del blog dedicado a la gramola, batiendo el récord
de visitas (850 en menos de una semana), más o menos las que reciben
muchas blogueras en apenas 5 minutos, pero para mí un auténtico
bombazo, me anima a reincidir en lo musical.
Como
erudito que es, mi amigo dice coincidir en un 90% con la elección.
Yo tengo que confesar que había cinco canciones que no conocía y otras tantas
que tenía olvidadas, entre ellas “Savoy truffle”, nada menos que
de los Beatles, una herejía para alguien de mi edad y de mi cultura
sentimental que solo excuso porque pertenece al disco blanco, el más
desconocido y hace poco recuperado del grupo.
El
riff, también llamado “ostinato”, es un recurso musical que la
wikipedia considera término derivado de “rhythmic
figure”, consistente
en una especie de estribillo instrumental, es decir, de
un motivo que se repite a lo largo de la canción.De
los “solos” no creo que haga faltar decir nada.
Y
bien. Un vez he rellenado mis lagunas acudiendo estos días al
consejo de Gay Mercader, tengo que decir que la selección me parece
francamente buena, aunque siempre se podrían incluir otros tantos
solos y riffs sublimes. Yo he echado a faltar uno especialmente,
“Jessica” de The Allman Brothers Band, que acompaño en una
interpretación
de 1982. Por
cierto, hace
unos años escuché una apabullante versión
de Raimundo Amador en las fiestas de Areatza.
También
me he atrevido a incluir una cosa algo más moderna, que espero le
guste a mi amigo Trespa, si es que no la conoce, que casi seguro que
sí, porque para mí incluye uno de los solos más bellos de los
últimos tiempos: “Imposible germany”, de Wilco.
Como
agradecimiento a su apoyo al blog y por merecimiento propio introduzco también la que más le ilusionó de la selección de Gay, “Shakin all
over”, de Johny Kid and the Pirates, y “All
right now', de
Free, por recordármela.
El
Kubrick, en la esquina del muelle de Ripa con la calle Villarías, es
uno de mis bares favoritos de Bilbao. En los días soleados de
invierno la orientación de su terraza, junto a la ría, frente al
Arenal y con el teatro Arriaga al fondo, es un chute de vida
difícilmente comparable. Si a ello le añades que a una de sus
camareras jóvenes le encanta preparar marianitos dándole a la
coctelera y a la imaginación, no hay lugar mejor para abandonarse a
la contemplación o a la lectura.
Pero
tras lo que parece un anuncio turístico iré al grano. En el interior del Kubrick, engalanado con referencias al director de cine,
principalmente a “El resplandor”, sobrevive una gramola o jukebox,
a saber, una reliquia cultural y sentimental para gente de mi edad.
Repasando las canciones que contiene, parece varada en algún
anochecer de 1982, pues creo que el single de “Thriller” (https://youtu.be/sOnqjkJTMaA), lanzado
ese año, es el más cercano a nuestros días.
En
la adolescencia urbana, quizás también rural, porque recuerdo a una
prima mía bailando “El continental” (óscar a la mejor canción de 1934 - https://youtu.be/uh5u5dmeABI) en un bar de Malagón, los
jukebox eran auténticos altares mediáticos. A falta de Spotify, qué
digo!!, en muchos casos de tocadiscos, las gramolas, como las
televisiones de los teleclubs, eran una ventana por la que asomarse a
una modernidad que en la España de los cincuenta y sesenta del
pasado siglo parecía lejana. Recuerdo que hubo incluso serios intentos de renovación. En una bar de mi barrio había una especie de gramola/televisión que permitía ver la interpretación a todo color. Hablo de una época en la que la única TVE era en blanco y negro, así que se trataba de algo impactante.
Como
con muchos de los objetos que han pasado por nuestras vidas podríamos
recrear un itinerario; también, y en este caso con más razón, eso
que ahora se llama playlist, la lista de las canciones que nos han
acompañado, aliviado, alegrado o entristecido. Si retrocedo me
descubro en otro bar de esquina gastándome la mayor parte de la
paga, cinco pesetas, para oír “Oh lord why lord” de los Pop Tops (https://youtu.be/9mx1Ah9dTuY) o “Wath a wondeful world” del gran Satchmo (https://youtu.be/CWzrABouyeE), seguramente enamorado; o la ultima vez, ya casi treintañero, en el lago di
Garda, me gustaría decir que escuchando a Fabrizio de André, pero
si la memoria no me falla “Year of the cat”, de Al Stewart (https://youtu.be/wJl5z1dt5d0), que
las gramolas no están para la rebelión/reflexión sino, como
cualquier altar, para el consuelo y la transustanciación. Tan cierto como que los Buggles no acertaron con aquello de "el video mató a la estrella de la radio", lo es que los nuevos formatos, principalmente la aparición del CD (precisamente en 1982) y su reproductor, el walkman, pero sobre todo la socialización de las cadenas de música a buen precio, acabó definitivamente con las gramolas.
Para coleccionistas irredentos, en internet aún se pueden adquirir jukebox por entre 500 y 2.000 euros según su estado. Así que si alguien se anima...
Yo me conformo con
asomarme a mi pasado, meter cinco pesetas en la ranura y escoger a
Carlitos Santana entre la selección de letra más bien torpe del jukebox del Kubrick interpretando “Europa” en 1982.
Siempre que un concurso atlético me pilla con la tarde libre por
delante, agarro el mando y no lo suelto hasta que veo la pista casi
abandonada con los últimos momentos de alguna prueba de salto o
lanzamiento.
Así que para alguien que ha visto volar a Bob Beamon más allá de
los 8,90 metros en aquel milagroso 1968 en el que pasó de todo,
vivido las grandes reyertas entre Ovett, Coe y Cram en el 1.500 a
principios de los años ochenta del pasado siglo, o a Aouita o
Gebrselassie dominar todas las carreras de fondo entre los 800 y el maratón en décadas sucesivas, difícil es que algo le sorprenda.
No vi correr a Zatopek, al que en su tiempo llamaban “la locomotora
humana”, pero he leído el libro que hace unos años le dedicó
Jean Echenoz, demasiado triste, pero seguramente la mejor metáfora
sobre la rapiña patriótica con que el poder se jama a sus héroes
deportivos.
Pues bien, hace dos fines de semana tuve la fortuna de presenciar el
campeonato de España de atletismo en pista cubierta. Alejado del
tonillo machista y todavía casposo de los comentaristas futboleros,
el de los que se dedican al atletismo tiene un aire familiar, a veces
incluso excesivo, porque conocen el estado físico pero también el
anímico de l@s
atletas y sus entrenador@s.
Así que no hay problema. Aunque
estés desvinculado algún tiempo de la actualidad atlética, que
esto no es como el fútbol deporte de lunes a domingo,
es relativamente fácil ponerte al día, saber la evolución, las
marcas, el estado de forma, el futuro inmediato de sus protagonistas,
y en este caso,
emocionarte, ya que esas
protagonistas han sido mujeres y además de color negro, es decir,
hijas de los migrantes que los macho alfa del panorama político
estatal parecen
empeñados en echar a
palazos, salvo que lo evitemos.
De color negro es Jaël-Sakura
Bestué, paisana mía pero de padre guineano, campeona de 60
metros lisos en pista de cubierta y de 4x100 y 200 metros al aire
libre con solo 18 años.
Otra que parece no tener límites
es María Vicente. También catalana, pero hija
María Vicente ganando 60 metros vallas
de emigrante cubano
es, con 18 años, campeona y récord del mundo de pentatlón sub-20,
prueba que, como es natural, dominó en el campeonato.
Negra y también hija de
guineana es Salama Celeste Paralluelo, que con 15 años ya ha sido
medalla de bronce en 400 metros. En los tres días que duró el
campeonato batió su propia marca otras tantas veces, pero lo más
sorprendente de esta chica es que también es campeona del mundo de
fútbol sub-17. Una pasada para alguien que es solo una niña.
Ana Peleteiro
La más veterana es Ana
Peleteiro aunque solo con 23 años. Gallega adoptada, fue campeona
del mundo junior de triple salto con 16 años y está empeñada en
serlo en categoría absoluta. Ya fue tercera en pista cubierta el
pasado año.
La irrupción de semejante
negritud, con el rasgo añadido de que no se trata como otras veces
de mercenarias sino de hijas de migrantes, es ilusionante y espero que imparable, por más muros y concertinas que
se inventen. Sirva esto como anticipo de los campeonatos de Europa de Glasgow del próximo fin de semana (preparad el mando para conectar con Teledeporte) y de la celebración del próximo 8 de marzo.
Daymé Arocena pertenece a una nueva generación de cantantes cubanas que como ella misma afirma no puede considerarse integrante de una cultura nativa que no existe. "No tenemos un pueblo indígena como el Maya o el Quechua. Hicimos un país con un gente de todos lados, eso es lo que distingue a la cultura cubana", afirma. Para muestra una rumba.
Hay quien dice que no le gustaría vivir 500 años porque considera que acabaría siendo aburrido, y es evidente que Roberto, y en eso coincido con él, no pertenece a
esa gama de personas.
Artesano y
artista, actor, rapsoda, escritor multidisciplinario, le imagino
dispuesto a nacer una y otra vez para reencarnarse en algo creativo,
si se pudiese, por qué no, en una canción de Brel, un cuadro de
Gauguin o un poema de Verlaine, porque le sé, y también lo comparto,
afrancesado y pagano. Lo del simbolismo ya es cosecha suya.
Y bien, como no he leído esta su primera publicación, que no su
primer libro, no puedo enjuiciarlo con objetividad, de modo que como
se dice ahora: ahí lo dejo…
Tras
ya diez años de andadura profesional, la página web de
audio/literatura ETXEGIROAN, que alumbran nestr@s
amig@sMaría Uriarte y Tomás Juanes, ha cambiado de piel. Ya
son, si no me equivoco, 160 audios de literatura infantil y para
adultos, tanto en euskera como en castellano, que ahora visten con una
página espaciosa, clara y muy bien ordenada, así como con más
información sobre los
elementos de la producción y
sus autor@s.
Exponen
en la web que siguen combinando su actividad principal, la grabación,
edición y masterización de diversos formatos, con aspectos
educativos
y la creación de atmósferas y voces, además de su participación
en eventos públicos.
En
fin, como no soy ni puedo
ser imparcial, porque son
buen@s
amig@s
y han colaborado en
algunos de mis humildes proyectos, a los que han dado realce de un
modo generoso, solo puedo desearles que sigan
expandiendo belleza y
buen rollo. El éxito es siempre una consecuencia.
Enseñé
a nadar a mis dos hijas en el Polideportivo de Begoña, así que, aunque dejé de frecuentarlo hace tiempo, tiene para mí un gran
valor sentimental. Dejé de hacerlo porque pese a su magnitud está
absolutamente petado, ya que abastece de ocio deportivo a unos
cincuenta mil habitantes de los barrios bilbaínos de Txurdínaga y
Santutxu. Al ser este último uno de los más densos de Europa, en
los días calurosos del verano sus piscinas descubiertas parecen
ubicadas en una metrópoli oriental.
La piscina de Atxuri, con la iglesia de la Encarnación al fondo
En
la actualidad frecuento las de Atxuri y
La Peña, también barrios
populares a las
que acuden diversas especies de
nadadores, solitarios o en grupo, a veces
singulares y hasta exóticos...
hace poco
un setentón que combinaba bermudas
con chaleco y corbata mientras escuchaba reggae a todo volumen.
Y
es que las
piscinas, como cualquier espacio público, tienen su idiosincrasia,
sus peculiaridades,
su historia colectiva y personal, y aunque la natación es un deporte
individual y siempre defiendo
que introspectivo, también proporciona
historias, anécdotas, reflexiones.
Podría hasta decirse que los
vestuarios son reductos con una doble
desnudez, la
física y
la moral.
A
mí me encanta coincidir con grupos de
chavalotes de alguno de los colegios “pobres” del entorno,
casi en su totalidad negros o latinos.
Un día felicité al “profe” por lo bien que llevaba a aquel
rebaño de ovejas negras, nunca mejor dicho, consiguiendo que su
adolescencia resultara amable. También por su tenacidad al seguir
dirigiéndose a
ellos en euskera. A menudo yo también hablo con ellos. Me explican
sus cosas y me doy cuenta de que
si hay algo
que nunca cambia
es la inocencia salvaje (pedazo
de oxímoron) de los jóvenes, una
virtud que caracteriza una a una y una
tras otra a las generaciones que nos han precedido e,
imagino, que nos sucederán.
La Piscine de Roubaix en la actualidad
En
los vestuarios también se habla de religión, de política,
generalmente local, y cómo no, de deporte. Los nadadores somos, como
cualquier deportista, mentirosos. Los más veteranos exageran sus
largos y los más jóvenes sus marcas, pero hay también momentos de
solidaridad, y hasta de ternura. En Atxuri suelen chapotear grupos de
personas con problemas cognitivos y psicomotores que parecen mejorar
su humor y su autoestima ante la perspectiva de flotar, pienso que lo
más parecido a volar. Esta
última piscina, construida en 2008, me parece de una gran dignidad
arquitectónica, especialmente su bello techo de láminas de madera,
que invita a nadar espalda. Pero
si hablamos de arquitectura hay que hacerlo de dos piletas francesas
de parecida época, La Piscine de Roubaix y la Molitor, en
París.
En
cuanto a la Molitor fue fundada en 1929, y en ella se bañó Boris
Vian pocas antes de morir, historia recogida en un cómic que hace
años publicó Editorial Impedimenta
(http://impedimenta.es/libros.php/piscina-molitor).
La piscina fue recobrada recientemente como hotel de semilujo y
sirvió de escenario en “La vida de Pi” ( https://youtu.be/nxuWOzJ_Vn4).
Piscina Molitor
En
fin, donde hay una piscina o un océano que echarme a la espalda allí
estoy para recrearme en sus muros y en sus fondos, Poznan, Hammamet,
Neiva o Ziguinchor, mientras pueda. Al fin y al cabo nadie sabe
cuándo ni dónde va a dar su última brazada…
En
estos tiempos de fervor patriótico parece apropiado escuchar a Boris
Vian, escritor, ingeniero, trompetista y cantante, además de nadador
frecuente, interpretando “Le deserteur” (El desertor), canción
dirigida al presidente de la república francesa en el contexto de la
guerra de Indochina.
No
hace tanto que usé un montaje audiovisual de “El nadador”,
swining movie a la mayor gloria de un Burt Lancaster que se recorría
todas las piscinas de su localidad, lo que me ha animado a calmar mi
pasión por el medio con mi propia travesía histórico-virtual.
También para una cierta revisión arqueológica de la Barcelona
desaparecida.
Vestíbulo de la antigua piscina del CNC en la Travassera de Gracia
La
primera pileta (palabra en franco desuso) en la que me bañé casi
niño era una cesión de Baños Populares de Barcelona al Club
Natació Catalunya (CNC). Ubicada junto al cine Delicias, exhalaba un
penetrante olor a cloro que alcanzaba la acera de la Travessera de
Gracia de Barcelona. Recuerdo el vestíbulo y la zona de acceso como
un decorado con cierto empaque arquitectónico,
pero los vestuarios, con el suelo
permanentemente mojado,
eran más
bien cuarteleros. Teniendo en cuenta que
ahora busco piscinas poco concurridas, en las que hacer decenas de
largos sin compartir calle, no recuerdo que éstas
estuvieran separadas por corcheras, de
modo queen
aquel caos espacial los bañistas se
dedicaban más a jugar que a hacer deporte. Tengo que confesar que
eso era precisamente lo que buscábamos.
La
piscina fue cerrada y convertida en un local de baile llamado
Trocadero, muy conocido en su
época y también desaparecido.
Entré contadas veces en esa discoteca, pero recuerdo haber visto
allí a un grupo de rock progresivo llamado OM, que lideraba Toti
Soler, y a Donna Hightower cantando
jazz con bastante dignidad.
“Piscinas
y Deportes”, en la otra punta de la ciudad y hoy día una de sus
zonas más caras, era, con los baños de playa de la Barceloneta, el
espacio lúdico del verano. Se trataba de un complejo de tres
piscinas, campos de fútbol y amplias zonas ajardinadas que absorbía
a bañistas venidos de los barrios populares,
en los que no había este tipo de servicios.
Nadar,
lo que se dice nadar, era prácticamente imposible entre cientos de
jóvenes y niños que gamberreamos
sin descanso. Sí recuerdo que en una de las piscinas había un
trampolín con varias palancas desde el que, con peligro evidente, se
tiraban los atletas más
aguerridos.
Piscinas y Deportes
Ya
más mayor jugué a menudo a fútbol en uno de sus campos de tierra,
normalmente bastante bien cuidados en comparación con los cercanos
del Remedios o San Juan de Dios. Este
último no solía usarse habitualmente. Recuerdo que en una ocasión
uno de los extremos se tropezó en una internada con un objeto duro.
Se trataba de una bicicleta abandonada entre hierbajos. Tal
era la conservación del campo de juego.
El CNC (https://www.cncatalunya.cat/cat/seccio/veure/7),
que con anterioridad había residido en la Barceloneta, consiguió
sobrevivir a partir de los años ochenta
junto al Parc
Güell, y allí sigue.
Fue entonces, cuando
empezaba su
momento de mayor gloria gracias a
varios campeonatos y
subcampeonatos de
Europa de waterpolo,
cuando me hice socio. Por entonces aún
se podía correr por los caminos del parque con cierto desahogo y
luego ir a nadar rodeado de tíos como torres que hacían centenas de largos sin descanso.
Seguirá...
La
casualidad ha hecho que hace unos días viera “Cegados por el sol”,
versión moderna de “La piscina”, en
la que un desatado Ralph Fiennes ofrece una de sus mejores
interpretaciones. He aquí su
bailoteo a cuenta del “Emotional rescue” de los Rolling. BUFFF!!!
De las palabras sobreutilizadas en el vocabulario político más de
moda hay dos que detesto sobremanera: empoderar y transversal. Como
la primera pertenece más bien a cierto ámbito político, me
dedicaré a la transversal, es decir, a “transversal”, valga la
redundancia.
No deja de ser sospechoso que todo movimiento que se pretende masivo
proclame su transversalidad. Así lo hacen feministas, pensionistas,
secesionistas y unionistas, pro abortistas y pro vida, taurinos,
cazadores y animalistas, en fin, todo quisque que quiera superar los
límites que se le asignan o imaginan.
Ahora lo hace el propio Pablo Casado para que su acólito andaluz
alcance la presidencia de la Junta banalizando la violencia de
género, al convertirla en un elemento más de una más transversal y
más amplia “violencia doméstica”, parte del tributo que le
exige la extrema derecha sin careta.
Para cierta parte de mi generación la palabra transversal es
pseudónimo de interclasismo, y ello requiere considerar que hay
cuestiones que trascienden, no me gustaría decir “superan”, para
no citar a Fernández de la Mora, inefable ideólogo del franquismo,
el enfrentamiento o los intereses de clase. Ahí el gran “pero”,
porque en todos esos movimientos, y cuantos transversales se nos
ocurran, hay contradicciones en el momento en que funcionan en
positivo, es decir, cuando tienen que dar solución a sus
reivindicaciones.
Por ello la ambigüedad casi siempre medida de la transversalidad, o
usemos otra palabra de moda, su equidistancia social a derecha o
izquierda, un lenguaje simple y muy genérico (“pensiones dignas”,
“la España de las banderas en los balcones”, “defensa de la
vida”, “violencia doméstica”…) que sirve de cajón de sastre
para problemas complejos y grupos que en otro terreno estarían
enfrentados.
De modo, que pese a pecar de anticuado, a mí me sigue pareciendo más
adecuada la palabra “unitario” al hablar de un movimiento social
(a mí solo me interesan los progresistas), porque alude a un acuerdo
coyuntural y parcial, un pacto en el que las partes se dejan pelos en
la gatera en torno a un objetivo común y obvian o demoran conflictos
que en ese momento consideran secundarios, pero ojito, no los
olvidan. En términos pseudo médicos la “unidad” sería algo así
como una anestesia local y la “transversalidad” una amnesia casi
definitiva.
Así que a darle al sudoku y al crucigrama blanco, no vaya a ser que
perdamos la memoria antes de tiempo…
La música más transversal es esa que se escucha en la sala de
espera del dentista, la peluquería o el ascensor, una música que te
mantiene en un extraño estado de letargo y nunca molesta. Brian Eno
creó una obra peculiar en esa línea, “Música para aeropuertos”,
que inició el camino de lo que vino a denominarse “música de
ambiente”.
The Milk Carton Kids es uno de mis últimos descubrimientos. Sus
juegos vocales, que recuerdan a Simon y Garfunkel, (también se les
compara con los más melosos Everly Brothers), parecen acercarse a
esa tonalidad transversal de la “simpleza”, pero hay en sus
letras más profundidad de lo aparente. Yo he elegido ésta que habla de pelea inconformista.
Cuando
era joven pude cumplir uno de mis deseos transgresores: no celebrar
de navidad.
Lo
conseguí entonces, incluso sin la necesidad de irme a otro país,
por una mezcla de azar y el deporte de riesgo de la "insociabilidad".
Cerrado
ese objetivo, he de decir que he conseguido sobrevivir a su creciente
degradación gracias a la ilusión que siempre ha despertado en mis
menores. Para ayudar a tal supervivencia suelo escoger algún poema
dedicado a la natividad o similar. Este año el que Eduardo Chirinos
(Lima 1960 – 2016) ofreció a “La casa del Señor” en su libro
“Escrito en Missoula”, que adquirí cuando lo publicó en 2003.
Fallecido
prematuramente, Chirinos nunca renunció a su educación religiosa en
el colegio La Inmaculada y la Universidad Pontificia de Perú, pero
siempre tamizada por un humanismo tierno y una ironía sutil (“Si
hubo algún Dios en estas tierras/debió tener cara de bisonte”).
Pues
eso, ¡sobrevivid!
LA CASA DEL SEÑOR*
La casa del Señor
no tiene baños.
Solo una gran sala,
con suerte un comedor
y bancas donde es
menester arrodillarse.
Son altos los techos
en la casa del Señor.
Allí vuelan ángeles
entre nubes de cristal
y hay nidos de
gorriones
(el Señor ama los
gorriones)
y manchas que nunca
se limpian.
La casa del Señor
no tiene cuartos.
Sólo retratos de
familia y algunos parientes
que lloran y se
exhiben tras las velas.
Los mercaderes no
entran en la casa del Señor
(Él nunca los
recibe). Tampoco los gatos
(que se comen los
gorriones).
Los demás
son siempre
bienvenidos a la casa del Señor.
Todos cantan en la
casa del Señor.
Y miran hacia abajo
en busca de consuelo.
*
poema perteneciente al libro “Escrito en Missoula” (Pre-Textos
2003)
Susana Baca (Lima - 1944), cantante, compositora,
investigadora de música y educadora de profesión, ha
recuperado y renovado la tradición musical afroperuana;
considerada
sucesora de Chabuca Granda, la gran dama de la canción peruana, ha
ganado dos
veces el
Grammy latino.
Descubierta
a escala mundial por David Byrne, ex líder de los Talking Heads,
pasó a grabar en su sello Luaka Bop a partir de 1995. Mujer
comprometida, fue ministra
de cultura y
presidenta
de la Comisión Interamericana de Cultura de la OEA.
He elegido esta grabación de estudio de "María Landó", que el poeta César Calvo compuso para Chabuca Granda.