lunes, 14 de septiembre de 2020

Murales de Orduña

 ORDUÑA: UNA CAPILLA SIXTINA LAICA EN LOS HASTIALES

Creo que es algo común. Has pasado mil veces por esa calle del centro de tu ciudad, elevas la mirada y das con un bello detalle arquitectónico, un mirador, una gárgola, el tirador de una puerta, una cornisa…

Sentado ociosamente en los arcos de la plaza de Orduña he comprobado que es un suceso repetido. Una turista que no ha pasado, o sí, por la oficina de turismo, levanta la vista y se pasma de que sobre su cabeza están algunos de los cómicos de los que oyó hablar a sus antepasados, Charlot, por descontado, pero también Cantinflas o Charlie River, así que agarra la cámara o el móvil y hace una foto. Ahí empieza la capilla sixtina laica que, variada en estilo y contenido, techa los hastiales de la plaza.

Orduña, vista general

Inauguradas a finales de 2012 (https://charlievedella.blogspot.com/2012/10/13-artistas-vascos-plasman-la-historia_29.html) y anunciadas como las pinturas murales de mayor superficie de Europa, catorce obras de trece artistas (uno de ellos, Porrilló, repite con dos) dignifican la techumbre arqueada de la plaza de los Fueros, el centro histórico y comercial de la villa. Algun@s de ell@s, no sé si tod@s, está ligados de alguna manera a Orduña, sea porque son vecin@s o han sido premiad@s en el concurso anual de pintura al aire libre. Por cierto, un tipo de concurso practicado por un modelo de artista admirable y en extinción, el/la pintor@ de caballete, alguien con cualidades hoy en desuso: el olfato para elegir la composición, es decir, el paisaje a interpretar; y la precisión plástica en tiempo récord. Y es que, por lo que he visto al indagar en la obra del autor de mi mural preferido, el dedicado al Salto de agua del Nervión, los concursos de pintura rápida son un buen medio de subsistencia. Claro está, si uno es capaz de ganar alguno de los premios en liza, pues tal es el caso de José Reyes Ramos (Bilbao – 1963).

Mi preferido, Salto de agua del Nervión
de José Reyes Ramos

Los cinéfilos de mi juventud decían que había que ver cine en las primeras filas, algo a lo que desistí pronto por su evidente incomodidad y definitivamente tras descubrir a cineastas como Tati, o películas como ”El guateque”, en las que en cada fotograma coincidían varios gags visuales imposibles de captar a un tiempo desde tan cerca.

Ese problema, además de la postura obligada, hace difícil contemplar los 460 metros cuadrados de bóveda que Miguel Ángel pintó en la llamada Capilla Sixtina sin acabar con torticolis, y pese a medida y motivos más terrenales, la techumbre orduñesa también requiere una mirada sosegada y a poder ser reiterada. Nos ayudará a conocer diversos estilos, desde un realismo onírico o costumbrista hasta el abstracto, pasando por el expresionismo y el collage, con temática igualmente variada, pero en su mayor parte dedicada a la historia de la ciudad y a la singularidad y privilegio de ver nacer el Nervión, eje del desarrollo industrial del territorio de Bizkaia. Así que ya sabéis, solo está a apenas 40 kilómetros de Bilbao y Vitoria.

Ah! me olvidaba. Hay nuevos murales en Orduña pero los dejamos para otro día...





He aquí el pequeño documental elaborado en su día para la presentación de la obra.





jueves, 27 de agosto de 2020

Blog sobre el blog

 BLOG SOBRE EL BLOG

El blog cumplió 8 años en junio. Aquel 29 de junio publiqué “Aitor no para de llorar” (https://charlievedella.blogspot.com/2012/09/aitor-no-para-de-llorar-ese-dia-aitor.html), una especie de crónica personal de la final de la Copa del Rey de fútbol de ese año. Aunque releyéndola me parece la mar de digna solo tuvo 13 visitas, y pese a que se trataba de un canto al orgullo athlético, un amigo me dijo que se me veía el plumero culé. Vaya debut...

Pitada al emérito en la final de copa de 2012
262 entradas y 8 años más tarde, el número total de visitas al blog acaba de alcanzar la cifra de 45.000, con una media de algo más de 170 por entrada. Para mí, que nunca he publicado un libro con más de 1.000 ejemplares de tirada, un auténtico exitazo.


Recuerdo que cuando empecé se hacían múltiples bromas sobre los blogs. Una de ellas venía a decir que entre las cosas que uno tenía que hacer en la vida, las clásicas de plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro, se colaba la de publicar un blog. En mi caso, además de completar el cuarteto, suelo presumir de haber modificado una ley de presupuestos a cuenta de la equiparación de derechos y deberes de ambos padres en los casos de adopción internacional, obviamente con la ayuda de dos compas sindicales y la proposición de ley presentada por grupo de Izquierda Unida de la época.

Creo que la fiebre del blog ha pasado de moda y ahora solo quedamos unas centenas, quizás millares de irreductibles, incapaces de sintetizar una idea en el espacio corto de twitter. De hecho, los twitteros que no se conforman con acertar con dos o tres frases ingeniosas y quieren argumentarlas, acaban recurriendo a hilos interminables de incómoda@ lectura. Así que sigo pensando que el formato del blog es muy adecuado para la manifestación de opiniones.

Hace ya tiempo que otro amigo me dijo que mi blog parecía un diario personal: así es. El blog, como toda escritura de periodicidad corta, tiene mucho de descarga emocional, de desahogo. Una amiga opina que escribo muy duro. Otras, contrariamente, me suelen caracterizar por la tendencia a la nostalgia y a una cierta ternura retrospectiva. Hay quien se sorprende de la aparición del ferretero, el frutero, el artista o el asesino del barrio, pero siempre he sido muy chauvinista de barriada, sea esta Santutxu o el Camp del Grassot. Poco antes del confinamiento otro amigo me confesó que creía que yo era un erudito musical. Cuando le dije que no tenía ni idea de solfeo y que mi pasión por la música no impedía que tuviera que dedicar bastante tiempo a completar la información de las piezas que elegía, casi le extrañó. Y es que hasta algo tan humilde como un blog de unas decenas de líneas requiere un esfuerzo de documentación, y aún así, la cagas más a menudo de lo que cabría desear. Pero para mí eso tiene una doble perspectiva muy gratificante: aprendes y compartes conocimiento.

Suelo tener pocos comentarios en el mismo blog, siempre solidariamente positivos, y bastantes más a través del correo electrónico, el guasap o personalmente. Hay quien demuestra su afecto no faltando nunca a la cita, y aunque sea en dos líneas, comenta la última entrada y algún detalle que alienta a seguir. L@s hay que, generos@s, lo comparten inmediatamente en Facebook. Especialistas en música, deportivos o económicos que me asesoran de cuando en cuando. También recurro a amig@s que me ayudan a traducir canciones o poemas del francés, el inglés o el italiano. No l@s nombro para no olvidar a nadie pero tod@s saben quienes son: l@s amig@s, es decir, la gente por la que vale la pena vivir. De este modo y a través de los años el blog es para mí un lugar de encuentro y ha servido, también, para el reencuentro.

En el terreno de lo efectivo, pocos éxitos. No he conseguido que Ciriaco Párraga cuelgue por fin en el Museo de Bellas Artes de Bilbao (https://charlievedella.blogspot.com/2014/02/reivindicacion-de-ciriaco-parraga-el.html); ni que hayan quitado el nombre de Gabriel Aresti a las calles que traicioneramente le han dedicado, como él pidió (https://charlievedella.blogspot.com/2013/12/el-nombre-de-lascalles-hay-quien.html); ni siquiera parece que la tragedia de Zaldíbar haya afectado electoralmente al señor Urkullu (https://charlievedella.blogspot.com/2020/02/urkullu.html); incluso desterraron la gramola del Kubrick poco después de haberle dedicado una entrada (https://charlievedella.blogspot.com/2019/03/la-gramola-elkubrick-en-la-esquina-del.html). Pero nada se consigue si no se intenta.

Un abrazo colectivo, que esto no acaba aquí.


Para esta especie de balance con agradecimiento colectivo he elegido una maravilla clásica de alegría, también múltiple, que encontré casualmente: “Forêts paisibles”, pasaje de Indes Galantes de Jean-Philippe Rameau (1683-1764), interpretado por Les Arts Florissants, grupo sinfónico y vocal fundado en Caen (Francia), en su cuarenta aniversario. Todo ello buscado, aprendido y compartido...




sábado, 15 de agosto de 2020

Richie Havens

RICHIE HAVENS, EL TIPO QUE ABRIÓ 

EL FESTIVAL DE WOODSTOCK


Siguiendo la costumbre de acercarme a mi vieja colección de vinilos durante los veranos orduñeses, he elegido una vez más un ejemplar casi olvidado, el doble recopilatorio dedicado a Richie Havens (1941-2013) que Polydor lanzó en España con el rimbombante nombre de POP HISTORY Vol. 11.

Por delante de número tan aciago la colección había editado antologías de Jimi Hendrix, Cream, John Mayall, The Who y otros grupos menos conocidos como Taste o The Spotnicks.

Pop History Vol.11
Se trata de una grabación no muy conseguida, Richie Havens no era ni un buen intérprete – la mayor parte de su repertorio eran versiones – ni desde un luego un creador avanzado, así que el disco contiene, principalmente y como tantas otras cosas, un buen puñado de nostalgia.

Eso sí, Richie Havens tuvo sus minutos de gloria. Tal día como hoy, 15 de agosto pero de hace la friolera de 51 años, el músico se subió al escenario e inauguró el mítico festival de Woodstock. Aunque tenía que salir en quinta posición el retraso de la mayoría de músicos, porque las autopistas estaban colapsadas, le llevó a presentarlo y a tocar durante tres horas seguidas, incluso agotando su todavía corto catálogo.

Esa actuación inicial, recogida en el documental estrenado al año siguiente, le convirtió en leyenda y permitió vivir de esas rentas artísticas y un característico rasgueo de guitarra hasta su fallecimiento en 2013.


He elegido una canción de la que no he encontrado vídeo en directo pero me parece una de las más conseguidas de las que conozco, “Shouldn't all the world be dancing” (https://youtu.be/8JJO0KLUR5A), de la banda sonora del film underground “Ciao Manhattan”, y “Freedom” (https://youtu.be/SQ0I0SRW9_U), incorporada al documental del festival.

Solo la primera está en el POP HISTORY VOL.11.




miércoles, 29 de julio de 2020

Pelis de tele

PELIS DE TELE

Solo a mediados de los años setenta, después de ver “La trama” y tras una conversación absorta con un cinéfilo, descubrí que esa no era la primera película en color de Alfred Hitchock.

Era la consecuencia de conocer la obra de los clásicos en las viejas y pesadas televisiones de las décadas anteriores, con una tecnología que solo permitía su reproducción en blanco y negro. Pero no todo fue malo. Eso ocurría porque, pese a ser tiempos de censura, la televisión única ofrecía ciclos de directores y actores de épocas anteriores.

La calidad de las pelis que dan en la tele ha decaído en paralelo a la de sus programas y protagonistas. Solo algunos canales de pago nos permiten ver paquetes de interés, aunque casi siempre incompletos y repetitivos, obviando gran parte de la filmografía del homenajeado.

También muy de cuando en cuando, zapeando y por pura casualidad, descubres alguna pequeña joya. Hace poco “Mother”, una obra del oscarizado Bong Joon-ho antes de saber quién era y degustar la espléndida “Parásitos”.

Como todo peliculero me gusta saber que tal director o actor, de los que me ha parecido descubrir aspectos positivos, acaban siendo figuras reconocidas por los críticos. También coincidir con un erudito. Hace unos meses me dio un enorme subidón oír decir al compositor Fernando Velázquez, con varios Goyas en sus vitrinas, que la mejor banda sonora que conocía era el plano secuencia de la llegada a Dunquerque de “Expiación”(Oscar a la mejor banda sonora 2007), algo que, con la venia de Tarantino y desde luego que Stanley Donen, vengo defendiendo desde hace años.


Entre la morralla, que a veces sirve apara adormecerte, para confirmar lo fantasmas que son los yanquis cuando se les va la mano, la cantidad de mierda que se filma y proyecta, puede haber sorpresas, un acierto, un apunte, simplemente un detalle que te hace atender las imágenes que surgen de la caja tonta. Así que voy a hablar de dos pelis de tele, esos productos de segunda fila que tienen ese “noséqué”.

Aunque no sea una obra maestra solo la escena inicial de “Tres fugitivos” (Francis Veber – 1989) merece reconocimiento. Versión norteamericana de “Los fugitivos”, del mismo director, repite con exactitud sus escenas más hilarantes, aunque con un nuevo personaje, la hija del frustrado ladrón, interpretado por un notable secundario, Martin Short. El actor principal es mi venerado Nick Nolte, a quien sus diversas adicciones han impedido darnos más alegrías.


La otra peli que me descubrió la tele entre zapeos es otra comedia, en este caso negra, “Un funeral de muerte” (2007). Dirigida por el actor y director Franck Oz, es una gamberrada que pone patas arriba la corrección británica. El reventador principal de un funeral que se prometía dentro de los cánones es Peter Dinklage, el Lannister de “Juego de tronos”. Me hubiera gustado encontrar alguna de las escenas más graciosas pero debo conformarme con el trailer oficial.




Así que nunca es tarde para descubrirlas. Creo que no es difícil encontrarlas husmeando en las redes o, en el peor de los casos, estar al loro para cazarla entre la aburrida programación de alguna cadena. No prometo exclamaciones pero sí divertimento.

martes, 14 de julio de 2020

Viajes...

DE VIAJES...

Aunque puede que no guste a quienes me han acompañado en ocasiones diversas siempre he defendido que mis mejores experiencias viajeras se han dado cuando me he quedado o las he vivido solo, o casi…

Estoy leyendo la primera parte de la autobiografía de Joan Margarit, habitual del blog, y cuenta una experiencia que, unida a emociones recientes, ha estimulado meterme en estas harinas.
Arenys de Mar, años sesenta


En plena adolescencia un grupo de boy scouts, entre los que se encuentra el poeta, decide hacer una excursión a un molino de Montmeló, entonces un pueblo de apenas mil habitantes. Pese a que sus compañeros no han llegado al punto de cita, Margarit piensa que cogerán el próximo tren y embarca solo. No sabe que la excursión se ha suspendido y que él es el único que no se ha enterado porque sus padres no tienen teléfono y nadie ha podido avisarle. Sin embargo el viaje, resuelto de un modo favorable gracias a la hospitalidad de un lugareño, se convierte en una experiencia que recordará toda su vida.

Con catorce años hice algo parecido pero de forma voluntaria. Apañé unos ahorros, les conté alguna media verdad a mis padres y me fui solo a Arenys de Mar, entonces una bella localidad de la costa pero en invierno bastante desabrida. Ahora recuerdo aquella aventurilla con cierta ternura, pero en aquel momento, sin otra perspectiva que vagar por un pueblo casi desértico, fue tan aburrido que acabé pasando la tarde en un cine de sesión continua.

Y ahora el paréntesis emocional y luego sigo. En las últimas semanas he gozado de dos de esas sorpresas que te hacen disfrutar de la vida. Hace unos días recibí por guasap la imagen que acompaño, un collage con fecha de 1980 que no recordaba haber regalado a Fabrizio, un amigo romano con el que mantengo un contacto virtual reconfortante y me ha ayudado alguna vez a traducir expresiones coloquiales del italiano en este blog. El hecho de conservar ese recuerdo “artístico” demuestra que la amistad no sabe de distancias.

Y bien, este envío inesperado y entrañable me devuelve a Margarit, porque conocí a Fabrizio en mi primera visita a Roma, setiembre de 1979, tras un episodio semejante al que él hace mención.

El collage, tal como me lo ha enviado Fabrizio
Al llegar a Roma tras un interminable viaje en barco y ferrocarril descubro que mi contacto, un periodista iraní que colaboraba en Interviu, se había cruzado conmigo. Mientras yo llegaba a Roma, él lo hacía a Barcelona y yo no tenía donde ir. Tras una noche en una cochambrosa y cara pensión cercana a la estación pude contactar con su pareja, y ella y una amiga me dieron cobijo en el pasillo del piso que tenían alquilado. Durante toda la semana camino hasta once horas diarias, sin coger ni un solo medio de transporte, perdido por sus barrios, fueran estos turísticos o no. Solo al atardecer, cuando las chicas volvían de sus trabajos, tenían la hospitalidad de enseñarme la Roma más escondida y nocturna y presentarme a algunos de sus amigos, entre ellos a Fabrizio. Entre todos los recuerdos uno muy especial: ver “Nashville” al aire libre en las termas de Caracalla.

Creo que viajar en soledad te permite degustar, saborear lo que te pasa, aunque sea anodino, y muchas imágenes o conversaciones, sean interesantes o triviales, te acompañarán como si se trataran de algo determinante a lo largo de la vida. Así que además de la imagen nocturna de las termas de Caracalla me quedo con la lectura de un relato de Tom Wolfe en el tren que me lleva a Roma, la de un barrendero que luce una larga cola de caballo en Trastevere, y, desde luego, la de Fabrizio y sus amigas cenando una enorme pizza al aire libre en una cálida noche de setiembre. Triviales o no, ahí siguen, ahí están.

La segunda sorpresa emocional me la ha dado Enric, músico, compañero y amigo del colegio que me ha localizado a través del blog. Sin comunicarnos durante más de treinta años ambos hemos descubierto que nos seguíamos a distancia, en un largo viaje solitario y paralelo que ahora se cruza. En mi caso husmeando en su carrera musical o acercándome a la puerta de su casa familiar en los cada vez más espaciados viajes a Barcelona, como si fuera posible que la casualidad nos hiciera encontrarnos. Durante este mes ambos nos hemos puesto más al día de nuestras cosas, y si salimos de una vez de esta odisea vírica sé que nos daremos un abrazo y “recuperaremos” el tiempo que nos queda.

Como es evidente uso un par de canciones en las que participa para cerrar este recorrido emocional: “Cristall”, del grupo Naïf, que él compuso, y la deliciosa “Silvye”, con Les Anciens, un homenaje a la Vartan, en mi caso al menos, y tras la Hardy, amor platónico de nuestros años mozos. Por cierto, la música de Enric ya estuvo con anterioridad en estas páginas (https://charlievedella.blogspot.com/2018/03/facebok-2.html).






jueves, 2 de julio de 2020

Islas

ISLAS
La Joven Dolores hizo el trayecto
Ibiza-Formentera hasta el 2000

Como tantos ingenuos en los años setenta del pasado siglo, la primera vez que visité la isla de Formentera pensé que era el lugar ideal para vivir. Se llegaba al port de la Savina con una barcaza para no más de treinta pasajeros que temblaba cada vez que un ola de tamaño medio alcanzaba su estribor, pero una vez en la lengua de arena que casi alcanza el islote de S´Espalmador era como si entraras a vivir en una canción de Pink Floyd. Leo ahora que la isla llega a albergar hasta 60.000 habitantes en verano, cuatro veces su población habitual, cuando en ninguna de las cuatro veces que la visité en aquellos tiempos llegué a dormir bajo techo, entre otras cosas porque no había apenas plazas turísticas donde hacerlo.
Frente al aroma a pachuli y hachís de los archipiélagos mediterráneos de los años setenta, las islas de Índico, Pacífico y Caribe tienen una extensa tradición literaria y fílmica, normalmente en el género de aventuras. Desde “La Isla del tesoro” hasta “El señor de las moscas”, pasando por “Robinson Crusoe”, las islas han generado un espacio imaginario muy atractivo para alguien que siempre quiera ser niño. De esa época recuerdo una película familiar muy “disney” que exaltaba mi deseo de que se hiciera realidad, “Los robinsones de los mares del sur”, que descubro fue el film de acción real más caro hasta aquella fecha (1960). Entre las más actuales reivindicó “Náufrago”, que vi por primera vez con mi hija pequeña y ambos consideramos una de las mejores interpretaciones de Tom Hanks.

Allá donde el Ibaizabal-Nervión cambia de nombre y género y se convierte en ría acostumbra a crecer un islote. Lentamente, durante meses, va apareciendo un pedregal, más adelante arbustos y finalmente un pequeño arbolado. Supongo que el islote busca pertinaz su sitio primigenio y acostumbro a enseñar esa pugna de la naturaleza por recobrar su espacio a los foráneos. Ya adentrados en la curva del barrio de La Peña el cicerone enseña al forastero que la isla que allí hubo es el parque que ahora pisa, así que crucemos los dedos para que el agua no se vengue y recobre su cauce.

Resulta curioso que al otro lado de la villa ésta haya recuperado una isla, un pretendido Manhattan bochero (1) de más de dos kilómetros de largo, Zorrozaurre. Hace unos días la rodeé en cayac, nueva y gratificante afición deportiva, y observé que de momento las obras solo allanan terrenos que en un futuro serán ocupados por nuevas edificaciones. Según el proyecto, y menos mal, con un amplio porcentaje de vivienda protegida.

Durante el confinamiento las islas han salido mejor paradas que los continentes. A fin de cuentas el “aislamiento” es consustancial a su condición geográfica y eso sufren o disfrutan sus vecinos según deseo o simple resignación. No sé si las estadísticas siguen confirmando que en las islas se dan más suicidios y enfermedades psíquicas como causa de la sensación de encierro y de la consanguinidad. Imagino que no. De sus puertos y aeropuertos arrancan puentes, autopistas marinas o entre nubes que las unen permanentemente a tierra firme, y en su mayor parte son ya destinos masivos prestos al mestizaje.

Tal parece que ocurre en la Formentera paradisíaca de mi juventud, dicen que convertida en un vertedero turístico de ruido y drogas sintéticas. Siempre nos quedará Pink Floyd…

(1) Bocho es una de las denominaciones que los bilbaínos dan a la villa, a la que asimilan a los hoyos que los críos hacían para jugar a las canicas.



"More" (1969), ópera prima de Barbet Schroeder, se desarrolla entre Ibiza y Formentera. Su música fue compuesta mayoritariamente por el incombustible Roger Waters o por los cuatro Pink Floyd. Esta pieza corta, "A spanish piece", es la única compuesta e interpretada en solitario por David Gilmour.
La portada "lisérgica" del LP es una foto del Molí Vell de La Mola (Formentera).




martes, 16 de junio de 2020

Luis Claramunt y Helios Gómez

VEROSÍMILES, HETERÓNIMOS Y 

OTRAS RAREZAS ( y 2)


Claramunt en su primera etapa gitana a la derecha de la foto
Claramunt en su primera etapa gitana
a la derecha de la foto

El pintor Luis Claramunt (Barcelona 1951 – Zarautz 2000) decidió convertirse en el heterónimo gitano de sí mismo. Coincidí con él en el viejo claustro de la universidad de Barcelona, aunque desapareció en segundo curso, cuando los aprendices de filósofos tuvimos que trasladar los bártulos a la escuela de Estudios Mercantiles. Creo que nunca llegué a cruzar una palabra con él. Casi siempre solo y con la leyenda parece que falsa de haber participado en una reyerta entre facciones radicales, acostumbraba a dar vueltas a la columnata a paso largo, y en pleno invierno vestía un polo de manga corta de color azul. Una mañana coincidí con él en los wáteres y descubrí que combatía el frío dando tragos de algún licor, seguramente coñac, de una petaca de metal.

En dos o tres años Claramunt mutó su vestimenta progre por traje con chaleco oscuro, y aunque siguió llevando el pelo largo, lo engominó hacia atrás y se elevó sobre botines puncha como el gitano heterónimo que quería ser. Su prima Silvia Martínez Palou (file:///C:/Users/charl/Downloads/SMP_TESIS%20(4).pdf), que le dedicó su tesis doctoral , parafrasea palabras de Michel Foucault para decir que quiso “hacer de su cuerpo un fragmento de espacio imaginario”. Solo su apellido catalán le traicionaba. De saberlo, yo le hubiera podido prestar cualquiera de mis dos Cortés.

Claramunt dejó atrás los escarceos filosóficos y se dedicó a pintar a lo bestia, autodidacta en los recursos pero consciente en los objetivos: arte bruto, expresionismo de colores y formas agrestes, como el paisaje de la Barcelona canalla, lumpen y marginal a la que pertenecía por vocación.


Estación del Norte de Barcelona
Abandoné su recuerdo cuando yo mismo dejé nuestra ciudad natal, y ahora que repaso su biografía para escribir el blog  descubro que vivió en Bilbao, imagino que en alguno de las zonas gitanas de la villa, y murió en Zarautz, sin llegar a los cincuenta años de edad. Lo cierto es que, pese a esa coincidencia geo-biográfica, nunca le volví a ver.


Observo su obra y me parece sobrevalorada, quizás porque la genialidad, y en este caso la autenticidad, se mide más por la actitud que por la aptitud. Juana de Aizpuru, avispada galerista, lo pescó pronto e imagino que supo venderle como enfant terrible hasta que los problemas con el alcohol, la enfermedad y la crisis le llevaron a la decadencia.

Leo que murió en casa de su hermana Victoria, ayudado económicamente por esta y el benjamín de la familia. También se dice que el pintor inspiró al personaje central de la novela “El amante bilingüe”, de Juan Marsé.





Autorretrato
Helios Gómez (Sevilla 1905- Barcelona 1956) no necesitaba ir de gitano porque lo era. Di con él mientras yo mismo preparaba una novela fallida e inédita, “El retorno de la Columna Durutti”, título basado expresamente en un equívoco: el de la mítica publicación de la Internacional Situacionista y del primer disco del grupo de Manchester, “The Durutti Column”. Creía que el error fonético atraería los cazadores de gazapos, sabedores de que el líder anarquista se apellidaba Durruti y no Durutti, que más parece una marca de fetuccini.

Pero vayamos al grano. Reconozco que incitado por un prejuicio racista me llamó la atención la biografía de Helios Gómez, así que localicé y compré uno de los libros publicados sobre su obra, “La revolución gráfica”, en 2010. Ahora he repasado el libro y buscado si la Associació Cultural que fundara su hijo, seguía en pie. Así es, tiene una estupenda página web (http://www.heliosgomez.org/associacio.htm) y veo que ha seguido publicando.

Helios Gómez fue un excelente y muy reconocido dibujante y cartelista republicano. Republicano en sentido amplio, porque a lo largo de su vida transitó por toda su escala ideológica: de la CNT a una desconocida Liberación Nacional Republicana que él mismo creara en la posguerra, pasando por el BOC, el PCE o la UGT, además de colaboraciones, en este caso profesionales en distintos órganos de otras organizaciones, el POUM, o la milicia cultural que pergeñó Durruti, para la que creo la revista “El frente”.

Además de su acercamiento a Durruti, otros dos hechos enlazan con la primera parte de este blog sobre “Verosímiles...”: que el gurú crítico Jean Cassou fuera prologuista de sus libros y que coincidiera con Max Aub en el campo de concentración de Vernet D`Ariége.

La obra gráfica de Gómez es un compendio de las vanguardias del primer tercio del siglo XX. Su obra, casi siempre en tinta china negra, tiene rasgos cubistas, futuristas, constructivistas, pero si hay algo que la caracteriza es un expresionismo agrio fruto de un espíritu más rebelde que revolucionario.

Bombardeo de una escuela 1938


De lo que conozco me quedo con su última época (“Viva octubre”, “La columna en marcha” y “Horrores de la guerra”) que le acercan al mundo del cómic, con imágenes colectivas muy detalladas.

Tras su paso por varios campos de concentración, entre ellos el citado Vernet D`Ariége, vuelve a Barcelona en 1942 y se aparta de la ilustración por motivos evidentes de autocensura, pasándose a la pintura surrealista y al muralismo (Jazz Colón y Residencia Sant Jaume, ambos desaparecidos). 

Mención aparte merece la llamada Capilla Gitana, mural realizado por Gómez durante su “estancia” en la cárcel Modelo de Barcelona por propaganda y asociación ilegal entre 1948 y 1954. Actualmente está tapado por una capa de pintura en una celda de la cuarta galería y es reivindicado por numerosas asociaciones en el marco de la recuperación de la cárcel como museo. 

Interesados meteos en la página web de la asociación.






Después de dos “bichos raros” como Claramunt y Gómez, permanentemente rebelados contra los estereotipos sociales, habrá que reincidir en lo musical.

Hace unas semanas vi una de la primeras películas del reciente nonagenario Clint Eastwood, “Escalofrío en la noche” (1971), un thriller vulgar y anticuado que solo salva un Clint en plena forma física. Pues bien, en la película suena “First time ever i saw your face”, la canción que dio su primer Grammy a Roberta Flack.

El compositor es el cantante folk Ewan MacColl (1915-1989), otro outsider por su militancia izquierdista. MacColl había compuesto la canción para Peggy Seeger y detestaba la versión lenta y edulcorada de Roberta Flack.

Para los que suene el apellido MacColl, efectivamente, se trata del padre de Kirsty (1959-2000), muy conocida por la maravillosa Fairytale of New York”, que interpretó junto a los Pogues y creo haber incluido en el blog hace tiempo.




lunes, 1 de junio de 2020

Pérez Andújar y Max Aub


VEROSÍMILES, HETERÓNIMOS 

Y OTRAS RAREZAS (1)


Cuando la construcción del personaje de una novela te hace dudar de su existencia es que el autor ha hecho bingo. Recuerdo que en mis tiempos de estudiante estuvo de moda un texto del filósofo Della Volpe sobre el concepto de verosimilitud en el cine, que él, cuestionando el dogmatismo neorrealista, ampliaba al terreno de lo poético.

La actualidad, si bien no adornada precisamente por la lírica, parece darle la razón. ¿Alguien en su sano juicio hubiera creído verosímil hace un año que los ciudadanos de todo el mundo paseáramos protegidos por una mascarilla porque un virus maligno se había extendido por los confines de la tierra? ¿Alguna persona minímamente cuerda hubiera considerado verosímil que la primera potencia mundial fuera gobernada durante cuatro años por un ignorante atrevido y temerario como Donald Trump? Pues ahí lo tenéis. La realidad siempre supera a la ficción.

No es el caso de la entrañable “Todo lo que se llevó el diablo”, de Pérez Andújar (San Adriá del Besós 1965), en la que la construcción prolija del ficticio Arcos Paulín, pertrechada de excelentes y bien documentados trampantojos históricos, me llevó a buscar su existencia real por internet. No podía ser que ese dibujante de cómics, que posó junto al mítico Hervé, autor de Tintín, al que no consideraba amigo sino competidor, fuera solo un fantasma de papel tintado. 

el auténtico piloto sin rostro
Pero P. Andújar es un equilibrista del homenaje y la verosimilitud. Así que veamos el laberinto extenuante de nombres fingidos y robados, lo que llamamos heterónimos, que fragua para acreditar al personaje: “El piloto sin rostro”, la obra más famosa de Paulín, que en Bélgica adopta el nombre de Paul D`Arc, existe, pero su autoría le corresponde a un autor real secundario, Jean Graton. P. Andújar convierte al piloto de coches Michel Vaillant, el personaje original, en un piloto de aviones que, como aquel, esconde su rostro en la visera opaca del casco. Para rizar el rizo Paul D`Arc, instalado en París y afiliado al PCF, pasa a colaborar asiduamente en una editorial comunista que, y esto también es verdad, se llamaba curiosamente Vaillant. En la ficción coincide con otro dibujante, José Cabrero, también real, que como Paulín en la novela sobrevivió al campo de concentración de Mauthausen dibujando viñetas pornográficas para los guardianes del campo. 

Como puede apreciarse la mejor forma de hacer caer al lector es acompañar al personaje de un cierto número de trampas reales que finjan veracidad. ¿No os suena? Está de moda. Es lo que actualmente llamamos bulos o, en algunos casos, investigación judicial.




Max Aub: No es extraño que Pérez Andújar recoja la figura de Arcos Paulín de un

Foto de los "padres" y de
Torres Campalans con Picasso
curioso relato de Max Aub, “Manuscrito Cuervo”,memoria sobre su estancia en el campo de concentración de Vernet D`Ariége. 

Max Aub (París 1903 . México 1972) es el bromista por antonomasia del heterónimo. He sabido preparando este blog que, además de sus dos conocidos autores imaginarios, el escritor Luis Petreña y el pintor cubista Jusep Torres Campalans, tuvo la osadía de inventarse una antología de poetas de diversas lenguas y nacionalidades, hasta 69, adornándolos con pequeñas notas biográficas. Habrá que conseguirla como sea porque seguro que da de sí.

Mientras, me ceñiré al caso de Torres Campalans, que es el que conozco porque compré el libro cuando Destino publicó una extraordinaria edición en 1999, pero sobre todo por lo redondo del resultado. 

Ya en las primeras páginas coloca Aub el señuelo que acompañará el resto de la historia: un poeta mejicano le presenta a un “hombre, alto de color, seco”, José Torres, que se dedica a no hacer nada y vive “en el monte, con los chamulas”. El escritor tiene dos conversaciones con el pintor, y tiempo después, de vuelta a París, le habla de él a Jean Cassou, en aquellos tiempos el hispanista y crítico de arte de moda, que se sorprende y le enseña catálogos y notas propias. Ya está. Max Aub se mete “de hocico en su vida”, es decir, se ve empujado a escribir su biografía. 

No soy un erudito bibliográfico, pero de lo que conozco y he tenido noticia, la biografía imaginaria de Jusep Torres Campalans es el más completo fake new de la literatura, en palabras suyas una historia que tuvo que reconstruir como un rompecabezas. Por el libro pasan multitud de críticos, escritores y artistas reales (además de Cassou, Gris, Picasso, Renau y Malraux, a quien dedica el libro, entre otros). Algunos de ellos le facilitan documentos, incluso catálogos. 

Pero los elementos que apuntalan la ficción, los que hicieron dudar de la existencia real del pintor son dos: 1) el hecho de que tanto Cassou como otros críticos y artistas que aparecen en la trama no la desmintieran y 2) la reproducción de cuadros, dibujos, bocetos e incluso fotos de Torres Campalans, así como un catálogo detallado de la obra conservada (58 trabajos), con medidas, material empleado, pequeña descripción y hasta supuesto propietario. Para enredar más la cosa Aub pone en duda la autoría de alguno de los cuadros, lo cual es ya la repera: poner en cuestión la autenticidad de la obra que uno mismo ha inventado.

El cuadro "La venganza será terrible"
obra de...
obra"
La duda sobre la existencia real del pintor duró dos años, y ello pese a que Max Aub, bromista hasta la sepultura, dejó huellas del engaño, como esos asesinos en serie que buscan reconocimiento retando y dejando rastros a sus perseguidores, principalmente en fechas o con la recreación de artículos periodísticos reales.

Para un mayor divertimento se puede curiosear el trampeo literario en el siguiente trabajo analítico: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-broma-literaria-en-nuestros-das—max-aub-francisco-de-ayala-ricardo-gulln-carlos-ripoll-csar-tiempo-0/html/ff121e92-82b1-11df-acc7-002185ce6064_5.htm

Continuará…







Le he dado muchas vueltas al coco para recordar algún caso musical que pudiera servir para la ocasión y he corroborado algo que creía recordar del último LP de Cream, en el que aparecía entre los créditos un desconocido “angelo misterioso”, identidad que por problemas legales ocultaba al beatle George Harrison. El video juega con la querella amorosa por Pattie Boyd, un tanto de revista rosa, pero es el único en el que, aunque en foto, aparece l´angelo.



viernes, 15 de mayo de 2020

Cebras


CEBRAS

He descubierto que podría pertenecer a la tribu de los cebras hace muy poco, en concreto en el último film de François Ozon, un cineasta que sigo por su capacidad analítica y de creación de dilemas morales.

En “Gracias a Dios”, aconsejable incursión en el universo de los abusos sexuales en el seno de la iglesia católica, uno de las víctimas es un cebra. Tengo que subrayar que una de las mejores virtudes de la película es la gama de “abusados”, que van desde un ultracatólico, precisamente el que inicia el proceso de denuncia, a un medio anarquista ateo, pasando por el cebra, curiosamente el personaje más marginal y fracasado.

Pues bien, la tribu de los cebras la forman las personas con coeficiente intelectual superior a 130. La verdad es que nunca me había puesto a pensar en ello, seguramente porque tampoco he logrado mostrar esas supuestas capacidades. De hecho mi familia se ríe sospechosamente cuando hablamos de ello. Me considero, eso sí, un mediocre excelente (qué oxímoron…) y ha sido a raíz de conocer el palabro que me ha dado por bucear en él y también, por qué no, en ver si algunas cosas de mi vida pudieran tener explicación en esa hipótesis.

Mientras cursaba cuarto curso de bachillerato fui valorado por un departamento de psicometría con un coeficiente intelectual de 145. Con independencia de la más que discutible  validez de ese tipo de test, y a la vista de mi curriculum, he pensado más de una vez que se trató de un traspapele que me adjudicó la inteligencia de J.Q o M.C, los más brillantes de mis compas de colegio. Pero si no fue así, mi evolución posterior es un caso evidente de desescalada cognitiva, en la línea del título de un libro de Rafael Alberti: "Yo era un  tonto y todo lo que he visto me han hecho dos tontos".

En cualquier caso, aquella valoración excelsa y discutible no impidió que al año siguiente batiera el récord del centro, al ser expulsado de clase por todos los profesores excepto el de gimnasia, la única disciplina en la que aspiraba a sacar matrícula (tengo entendido que una década después lo batió un tal Laporta, que llegó y quiere volver a ser presidente del Barça). Especialmente duro fue el castigo del fraile tutor: una semana desterrado y un cero en religión por comer maíces tostados durante el rosario, un “terrible” pecado del que, como es obvio, ni me arrepentí ni me arrepiento. Creo que el hecho de tener retentiva, que no memoria, sí me sirvió para salir airoso del reto, porque saqué un 10 en el examen trimestral y me libré de volver en setiembre.

Ni hasta entonces ni en el tiempo que siguió fui un estudiante excepcional. Solo obtuve dos matrículas en todo el bachillerato y mi puesto entre la media de 42 alumnos que embutíamos las aulas del colegio marista era un diente de sierra que me llevaba de ser el primero de la clase al veintitantos de una quincena a otra. No quiero pasar por alto que yo, como una buena parte de mis compañeros, también sufrí abusos: en segundo de bachillerato, con solo once años de edad, un cura salvaje me apalizó por “hacer gestos”, en ese caso encoger los hombros, otra terrible herejía. Recuerdo como una de las mayores heroicidades de mi vida haber conseguido mantener el tipo y las lágrimas en tan sórdida ocasión.

Se dice de los cebras que son “hiper” casi todo, hipersensibles, hiperestimulados, hiperestesiados, hiperidealistas, hiperjustos…, pero también es habitual que no acaben por conseguir su sitio en el mundo. No sé en cuál de esos “hiper” podría llegar a ubicarme, pero sí me reconozco en dos de sus características: la dificultad de compaginar una cierta capacidad de concentración, o de abstra/distracción, con la necesidad de frenar la cabeza, algo que siempre me ha impedido centrarme en algo definitivo, y el miedo al fracaso. Es como si desde muy joven te pudiera la sensación de que no vas a tener tiempo ni capacidad para hacer todo lo que quieres hacer, que no puedes perder mucho tiempo en “esto” porque también quieres hacer “aquello”, y encima no vas a ser capaz, y así indefinidamente. Algo que te rebela contra el paso de tiempo, que es tanto como tener siempre presente que te acabarás muriendo. Si esto es lo de ser cebra y “no tener sitio en el mundo”, me apunto: detesto la manía de morir que tenemos los humanos.


Creo que esta escena de “Blade runner” refleja como ninguna otra la ira contra un dios creador que te coloca un chip de obsolescencia. No sé si la secuencia está bien traída, pero creo que el asunto planea a lo largo del blog y no deja de ser un buen desahogo.