REIVINDICACIÓN DE CIRIACO PÁRRAGA
LOS RETRATOS DE ERCORECA,
AZKUE Y MARCOS ANA (II)
El retrato de Franco fue una
penosa anécdota que Párraga purgó pintando y dibujando a numerosos personajes
del bando republicano. Así, entre
los retratos de la sucesión de alcaldes de Bilbao que hay en uno de los
pasillos de la primera planta del viejo ayuntamiento de Bilbao, hoy en pleno
debate sobre la oportunidad de su mantenimiento, figura el que dedicó a Ernesto
Ercoreca, último regidor republicano.
Delineante de profesión, Ercoreca fue elegido alcalde en las elecciones de
1931, a las que acudió en las filas de Izquierda Republicana. Tenía ya sesenta
y cinco años pero aún le quedaban un montón de experiencias por vivir.
Participó en la asamblea de ayuntamientos que aprobó el Estatuto de
Autonomía de 1933, por lo que fue
detenido y encarcelado en la cárcel de Larrínaga por el gobierno de la
Confederación Española de Derechas Autónomas
(CEDA) hasta la victoria del Frente Popular en febrero de 1936. Repuesto por
éste en la alcaldía, vuelve a ser
detenido en Miranda de Ebro por las fuerzas fascistas que sustentan el golpe de
estado y condenado a muerte junto a
otros 65 presos republicanos, ejecutados en el monte de Valdecalderas. Ercoreca salva la vida, al ser canjeado por
el líder carlista Esteban Bilbao, que más tarde sería ministro y presidente de
las cortes franquistas, pero vuelve a la cárcel al ser entregado poco después
por el gobierno colaboracionista de Vichy. Tras cuatro años de cárcel y
destierro vuelve a Bilbao, donde fallecería en 1957.
Ercoreca era amigo de Párraga, ambos compartían ideas y vivencias, y éste,
que pintó el retrato en 1948, quiso y supo envolver la figura del alcalde, su
rostro sereno, las manos apoyadas plácidamente en una butaca aterciopelada, en
una atmósfera que es la prolongación de un personaje en el que destaca el
humanismo y la dignidad de su figura histórica.
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El retrato de Azkue |
A Resurrección María de Azkue, primer director de Euskaltzaindia (Academia
de la Lengua Vasca) lo pinta solo dos años después. Lo hace por voluntad
propia, movido únicamente por la personalidad del filólogo, en el despacho que
éste ocupa en la antigua sede de la academia, primera planta de la calle
Ribera. Allí trabaja durante varios
meses con una pincelada cuidada y concisa que acaba dotando de movimiento al
gesto serio y la mirada atenta del académico.
Para la mayoría de críticos de la obra de Párraga se trata de su mejor
retrato, incluso de su obra cumbre, pero Camón Aznar va más allá y lo califica
como uno de los mejores retratos de todos los tiempos. Como en la mayoría de
ellos, en un porcentaje altísimo pintados del natural, el pintor exalta la
personalidad del personaje, que parece que en cualquier momento va a poder
levantarse o simplemente cambiar de postura, en una ademán que le hace
partícipe activo del trabajo del artista.
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El poeta Marcos Ana |
Continuará...
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