VANDALISMO
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La portada de El Correo del pasado martes día 4 de marzo se abría con un
titular que anunciaba que los vándalos habían pasado por Bilbao. La mañana
anterior una compañera que acababa de recorrer la Gran Vía desde el juzgado me
describía una calle arrasada, con las lunas de bancos y comercios destrozadas. Por
motivos familiares y laborales no pude participar en ninguna de las
manifestaciones que sindicatos y movimientos sociales habían convocado domingo
y lunes, y desde mi puesto de trabajo, por encima del Parque de Doña Casilda,
solo pude ver el dispositivo policial desplegado como un cinturón alrededor de
la zona del Guggenheim, los cristales rotos de la Renault y algunas carreras de
jóvenes airados. Un grupo organizado había discurrido en paralelo a la marcha ensañándose
con todo lo que oliera a multinacional o capital financiero, también, es
cierto, con algún que otro mobiliario urbano. Cuando le dije que ni me
molestaba ni me extrañaba se avino a reconocer que, teniendo en cuenta la fauna
que estaba reunida en el museo, tampoco era para escandalizarse demasiado.
Efectivamente, el día 3 de marzo Bilbao acogió al que de forma
grandilocuente se anunció como Foro Global España, una de esas reuniones
“turísticas” para empresarios y banqueros VIP, dirigentes de la OCDE, comisarios europeos, a las que no suele
faltar esa señora elegante y permanentemente morena que responde al nombre de Christine
Lagarde. Como es obvio tampoco faltó el monarca, patético, y alguien que parece
imitar su forma de hablar, el actual lehendakari del gobierno vasco. Carezco de
datos estadísticos, pero me atrevo a afirmar que el sentir mayoritario de los
bilbaínos era que los bárbaros del norte eran quienes estaban reunidos en el
Museo Guggenheim hablando de sus cosas, “La competitividad europea en un mundo
global”, “Reformas en Europa; avances y desafíos” u “Oportunidades de la
globalización para las empresas europeas”, en fin, estrategias para seguir
haciendo caja a nuestra costa.

Sin cauces democráticos ni alternativas, con la gente cada vez más
empobrecida y desesperada, el desahogo vandálico de los maltratados seguirá
creciendo, sea en el Gamonal, Bilbao o Alcázar de San Juan, por no hablar de
los países y pueblos del tercer mundo, secularmente desposeídos, donde la ira
se desata con una crueldad similar a la de las mafias que gobiernan el mundo.
No es una amenaza, es un diagnóstico.
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