REIVINDICACIÓN DE CIRIACO PÁRRAGA
PAISAJE Y PINTURA INTIMISTA (y III)
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Viejo sol de la Ribera |
Aunque su habilidad de dibujante le hizo destacar como retratista, Ciriaco
Párraga dejó también numerosos paisajes de buena calidad. Los más reconocidos
por la crítica son paisajes con contenido humano, de imágenes de pueblos como
Ondarroa, Bermeo, Areatza, Elantxobe, o urbanos, de París, a donde viajó en
varias ocasiones, y principalmente del entorno de Bilbao, en La Peña, Buya, El
Bolinchu, Miraflores, Bolueta, Santo Domingo, Galdakao, Monte Abril, la Ribera.
Uno de los más conocidos y valorados es “Viejo sol de la Ribera”, un cuadro que
muestra una luminosidad especial, tan propia de un Bilbao todavía reconocible. Entre los de ambiente
puramente natural cabe citar los que realizó durante una larga y provechosa
estancia en Mallorca, con un toque Cezanne muy mediterráneo. Hay que repetir
que Párraga amaba pintar al aire libre, y si incluso en los retratos huía del
trabajo de estudio, qué mejor que buscar la luz y el aire en espacios abiertos.
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Perdimos la guerra |
He dejado para el final una referencia a su obra intimista, la que dedica a
los lugares más cercanos, su barrio, la
casas en las que vive, los retratos de Amaya, su compañera. Hay tres obras en
este apartado que han sido destacadas en el libro que le dedicó Goyo, su hijo.
Se trata de “Perdimos la guerra”, una
obra que Blas de Otero usó para homenajear a Párraga tras su muerte, “Maternidad
1940” e “Interior”. Los dos primeros tienen a Amaya como protagonista única y
en ambos es una mujer melancólica, quizás triste, con la mirada ajena. Párraga
pretendía que esa pintura intimista transmitiera el estado de ánimo de las
mujeres que habían perdido la guerra, plasmando su desánimo y abatimiento. “Interior”,
pintado ya en los años cincuenta, es una obra curiosa por su contenido y
composición, una estampa serena de la vida cotidiana.
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Ciriaco Párraga |
En fin, pese a sus formas clasicistas, apartadas de los movimientos de vanguardia
estética, Ciriaco Párraga es desde luego un
artista representativo y un hombre comprometido con la época que le tocó vivir,
“nuestro Velázquez encendido”, que decía Blas de Otero, alguien merecedor de
que alguna de sus mejores obras cuelgue en las paredes del Museo de Bellas
Artes de Bilbao. Lo dicho.
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