EL NOMBRE DE LAS
CALLES
Hay quien dice
que los nombres de las personas crean maneras. También se dice que los perros
acaban pareciéndose a los dueños y viceversa. Mi calle se llama Santa Lucía
(patrona de los ciegos) y con solo dos tramos tiene al menos una invidente. No
sé si la calle Santa Cecilia, patrona de los músicos, la siguiente camino de Bolueta,
tiene al suyo, pero, por si acaso, en la nuestra se oye el piano de una
profesora de ídem en la acera de enfrente. Por si la calle Pintor Losada se
quedó sin seguidores, en la casa de al lado vive el tipo que ganó el concurso
de carteles de la semana grande, y si en Médico Eguiluz no hay galeno, nosotros
tenemos a mi tocayo Carlos por si una gripe,
de modo, que nadie podrá decir que en tan poco trayecto no hay cantera…De
todos modos lo más apropiado es que nuestra calle se hubiera llamado San José,
porque llegó a alojar hasta cinco carpinterías.
Con los cambios de régimen o gobierno el nombre de las
calles suele modificarse, y personajes secundarios, odiados o queridos,
pasan a glosar las esquinas en un rótulo más o menos hermoso. Pero la
ciudadanía, sea por motivos ideológicos o pura inercia, se rebela. En
Barcelona, mi pueblo, el paseo de San Juan nunca fue General Mola, y ni la
Diagonal ni la Gran Vía, a lo mejor hasta por ahorro vocal, obtuvieron el
beneplácito popular para pasar a ser
avenidas del Generalísimo Franco y José
Antonio Primo de Rivera. Ejemplos similares podrán contarse en capitales y
pueblos del Estado, un trabajillo que dejo a blogueros de otras latitudes.
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la campa del muerto |
A solo dos
cuadras de casa, como dicen los sudamericanos, está la campa de Basarrate, desde
luego que para los viejos del lugar y una parte del vecindario: la campa del
muerto.
Sobre el origen
de tal denominación hay al menos dos teorías. La primera hace mención a la
aparición de un vecino ahorcado en uno de los plátanos del lugar y es la más
reconocida. La otra es, sin embargo, más verosímil, ya que hace referencia a la
costumbre de descansar en la campa que tenían las comitivas mortuorias que iban
desde Bolueta hasta el camposanto de Begoña, un remanso al final de la cuesta
pronunciada de la hoy calle del Pintor Losada.
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el poeta Gabriel Aresti |
Hay aspirantes a desclasarse que anhelan cambiar de domicilio
porque tiene más caché vivir en la Gran Vía de Don Diego López de Haro que en
Particular de Arsuaga, y famosetes,
incluidos políticos y gentes del mundo cultural o del deporte, que venderían su
alma por aparecer como ilustres en el rotulado callejero.
Muy otra fue la
voluntad del poeta Gabriel Aresti, que en este poema pidió a Dios que no le
pusieran calle, un deseo que ha sido traicionado hasta cuatro veces, en Bilbao,
Barakaldo, Santurtzi y Vitoria, que yo sepa…
“Jainkoak etezala
ni Bilboko karrika bati
nire izenik eman
dezaiotela.
Eztut nahi
bizargile hordi batek esan dezala:
Ni Arestin bizi
naiz, anaiaren
koinata nagusiarekin.
Badakizu. Maingua.”
“No quiera Dios
que pongan mi nombre a una calle de Bilbao.
No quiero que un
barbero borracho pueda decir:
Yo vivo en Aresti
con la cuñada
vieja de mi
hermano. Ya sabes. La coja.”
(del poema “Nire
izena” – “Mi nombre” )