Creo que oí por primera vez a Víctor Jara en el invierno de 1971. Con 19 años y todo el ansia de la vida encima, reunirnos los sábados por la noche con lo que quedaba de la pandilla del barrio a oír discos prohibidos, asediados, censurados, nos proporcionaba, como la asiduidad a los cine-fórum del Clot, la vitamina necesaria para sobrevivir a la grisura del último franquismo.
Los discos de Jara los traía un compañero jienense de mi hermano, al que recuerdo acompañado de la muleta que aliviaba una cojera más que evidente, seguramente producto de la poliomielitis, otro de los daños colaterales del franquismo.
En aquellos tiempos un tocadiscos tenía un valor totémico, alrededor del que éramos capaces de permanecer en un silencio eclesial, y si el disco era prohibido o perseguido el ritual tenía algo de catarsis colectiva. Solo de vez en cuando alguien hacía un comentario sobre la letra u osaba tararearla con voz queda.
A Víctor Jara solo le quedaban 2 años para ser acribillado, después de que un grupo de torturadores le quebraran los dedos de ambas manos.
Leo emocionado que 45 años después han sido condenados sus asesinos, ahora quizás ancianitos candorosos, a los mejor incluso arrepentidos. Así de lenta es la justicia...tanto, que varios de quienes escuchábamos a Víctor jara en el setenta y uno ya no están entre nosotros, entre ellos mi propio hermano.
En estas mismas fechas se conmemora el asesinato de Germán Rodríguez en los safermines de 1978. Los responsables directos e indirectos de su muerte siguen sin pagar por ello, aunque solo sea de forma declarativa. Solo puedo decir que me gustaría verlo.
"Te recuerdo Amanda" es una de las canciones de amor más bellas de todos los tiempos. Hay decenas, probablemente cientos de versiones de un poema que convierte lo íntimo en épico y viceversa. No he querido pasar por alto la original, ni la última que he oído, solo instrumental, a cargo de un asiduo del blog, Paolo Fresu, acompañado de Daniele Di Bonaventura.
Soy por lo menos tan analfabeto en fotografía como devoto de su
poder de evocación y su capacidad de captar instantes mágicos. Pues
bien, ya hace tres años que Eugeni Gay Marín (Barcelona - 1978),
amigo e hijo de amigos, apareció en estas páginas porque
presentaba en el FNAC de Bilbao parte de la obra que había sido
premiada en el certamen de Arles (Francia) de 2014. En aquella
exposición aparecían algunas de las fotos de “DESDE LA ISLA
CUÁNTICA”, el trabajo al que ha dedicado casi seis años en la
Isla del Sol del lago Titicaca, que ahora recopila en un libro de
cuidada edición.
Lo primero que llama la atención de la publicación es que no hay
ningún texto que acompañe las instantáneas, supongo que como una
invitación a que las imágenes funcionen por sí mismas, es decir,
demuestren que no necesitan palabras que las expliquen. El libro
tiene, además, un ritmo secuencial que intercala imágenes de la
naturaleza con las de sus pobladores, siempre integrados, nunca con
un protagonismo superior a la lluvia, las nubes, la superficie del
agua del lago, árboles, rocas, animales…con luces y colores que
transmiten la magia de una isla a 3.800 metros de altitud.
Bueno, mi analfabetismo fotográfico me impide seguir: es mi lectura,
pero seguro que hay más.
Supongo que por la veteranía que se presupone a gente de mi edad,
pero sobre todo por razones de amistad, soy miembro del jurado de un
concurso literario en los dos últimos años. Se trata de un certamen
humilde en la cuantía y valor de sus premios, pero generoso en el
ámbito y cantidad de los que concede, dado que uno de sus objetivos
es motivar la escritura en las nuevas generaciones. Así que además
del concurso de relato corto y poesía para adultos, tanto en euskera
como en castellano, las entidades que lo promueven auspician otros
cuatro premios infantiles y juveniles.
Aunque no se trata de decidir la inocencia o culpabilidad de alguien,
ni por tanto de asumir el papel de un Henry Fonda enfrentado a once
hombres sin piedad (https://www.filmaffinity.com/es/film695552.html),
hacerlo de la bondad o no de una obra creativa también tiene su
exigencia. Como he sido circunstancialmente premiado y finalista en
certámenes, en general también humildes, sé que, cualquier éxito,
por sencillo que sea, el mero reconocimiento de una obra que te ha
llegado a quitar el sueño, recompensa la pelea contra el papel en
blanco y el reto de la expresión de ideas, de emociones, de la
memoria y sus demonios.
Una votación del jurado en "Doce hombres sin piedad"
Tengo que decir que es seguramente en estos premios en los que el
jurado más en serio se lo toma, ya que es sabido, y ni se oculta,
que muchos de los grandes certámenes literarios se resuelven por
encargo al prefijado ganador o ganadora. Hace unos años, por cierto,
me enteré con gran decepción que un poeta muy reconocido, cercano
ideológicamente a mí, participaba de ese pasteleo en concursos de
mediana cuantía. También sé, porque he sido bendecido por alguna
de sus decisiones, que los hay profesionales del oficio, lo que les
supone una fuente complementaria de ingresos e invitaciones.
El jurado del que hablo está compuesto por voluntarios y
voluntariosos aficionados a la escritura, profesores, algún o alguna
periodista, dispuestos a tirarnos tres o cuatro semanas leyendo todo
tipo de escritura. En estos dos años cosas interesantes, gente con
oficio, alumnos de talleres; también, todo hay que decirlo, bisoñez,
porque algunas/os de sus autores no han traspasado la barrera que separa un diario
privado de un relato y, además, aún no han vivido lo suficiente
para que sus vidas tenga demasiado interés, pero como he dicho más
de una vez, el solo hecho de superar el vértigo del papel en blanco
tiene su mérito.
Yo creo, por lo menos para mí, que el veredicto más difícil es el
correspondiente a los apartados juvenil e infantil. Decía con ironía
uno de los miembros del jurado que las chicas no sólo están
permanentemente enamoradas, sino que además lo cuentan. Es cierto
que abunda ese desamor tan propio de la adolescencia, pero no falta
la crítica social y el despecho intergeneracional. Sin embargo, ¿qué
cabe valorar en esos casos? Porque en los adultos hay menos dudas. No
se puede pasar por alto una escritura pesada, en la que se adivina la
figura literaria forzada, mucho menos los anacronismos, las faltas
sintácticas u ortográficas, pero tampoco los lugares comunes, ese
déjà vu que calca algo ya leído. Ahora bien, a un niño o niña de
diez o doce años, ¿qué le puedes exigir? Detrás de un poema lleno
de ripios, corto en vocabulario, puede haber una inocencia que
fascina, y ante un relato que discurre por espacios y tiempos
lejanos el esfuerzo de una imaginación que se descontrola. Uff! Qué
responsabilidad cuando lo que se juega esa muchacha o chico que ha
empezado a escribir es ver publicado el relato después de subir a un
escenario a recoger un premio, algo que quizás le aliente a seguir
por ese camino. Tengo entendido que anteriores ganadores/as juveniles
ya son periodistas profesionales y han publicado su primer libro.
Así que menos mal que el equilibrio que dan seis jurados no precisa
de un Henry Fonda dispuesto a jugarse el tipo por una decisión
justa…
Uno de los casos más populares de jurado injusto fue el que, formado
por doce blancos, condenó al boxeador Rubin “Hurricane” Carter a
cadena perpetua en 1967, una decisión que fue anulada 18 años
después tras un calvario de apelaciones. Bob Dylan le dedicó una de
mis canciones preferidas en 1975.
En
2015 falleció Gloria Van Aerssen, la última superviviente de
Vainica Doble (Carmen Santoja nos había abandonado quince años
antes). En apenas una docena de discos ambas nos dejaron un reguero
de canciones repletas de un vitalismo crítico y contagioso que
rescato hoy, empujado por una espléndida versión de “Déjame
vivir con alegría” por el “Grupo de expertos sol y nieve”
(estos ya se pasearon hace tiempo por el blog http://charlievedella.blogspot.com/2014/05/las-nuevasprofesiones-callejeras-el.html). Como no hay dos sin
tres he encontrado otra curiosa interpretación a cargo de treinta
músicos de El Prat de Llobregat. Bon cap de setmana!!!
Déjame
que descanse un rato al sol,
déjame vivir con alegría,
si
he pescado bastante para hoy,
mañana será otro día,
no
faltará un caracol.
Yo no cambio tu ananás por mi
limón,
yo no cambio tu salmón por mi salmonete,
mete la
"Rolley-Flex" en un cajón,
agarra la puerta y
vete,
no te quiero en mi rincón.
Y un higo chumbo y
una aceituna,
tu nuevo mundo yo descubrí con Colón.
Y una
aceituna y un higo chumbo,
vete a tu luna y déjame en mi
rincón.
Oscurita es mi pigmentación,
y mi cuerpo es
enjuto y resistente,
rubias gentes me tienen compasión
porque
me falta algún diente
y entre dientes me río yo.
Con
un dátil por alimentación,
con un dátil yo inventé la
democracia,
con un dátil yo te gano el maratón,
no me
hace ninguna gracia
que me tengas compasión.
Y un
higo chumbo y una aceituna,
tu nuevo mundo yo descubrí con
Colón.
Y una aceituna y un higo chumbo,
vete a tu luna y
déjame en mi rincón.
Al
ir a ubicar “Los últimos mohicanos” en las baldas de la librería, me di cuenta de que Manuel Vicent (Villavieja 1936)
es el autor del que tengo más libros. No es de extrañar, dada mi
predilección por quienes hacen mix con la literatura de alcance
medio, el columnismo y el periodismo de estampa, pero sobre todo por
los biógrafos párvulos ( ver
http://charlievedella.blogspot.com.es/2016/11/eugenio-baronchelli-biografo-breve.html),
capaces de diseccionar a un personaje con la precisión de un forense
con apenas unos cientos de palabras; diez páginas en el caso que nos
ocupa.
En
este, además, el maestro Vicent dedica la pluma a una serie de
colegas ya desaparecidos, los últimos mohicanos de un periodismo en
extinción, gente que hacía literatura en los grandes diarios de
papel, la mayoría también desaparecidos o en trance de hacerlo,
acompañando sus retratos con caricaturas de Fernando Vicente.
Así
que he aquí una pequeña selección para animar al personal a
adquirir el volumen.
“Bagaría
nunca renunció a ejercer de sí mismo, su mejor obra personal.
Desayunaba a las nueve de la noche, almorzaba a las tres de la
madrugada, cenaba a las doce del mediodía y en medio hacía
insomnios de alcohol y póquer, cafés con leche, bocadillos al pie
de las barras, hasta deshacerse hablando de la nada y de todo, contra
esto y aquello, en las tertulias bajo el humo del tabaco que se
confundía con la niebla de todas las madrugadas” ( de Luis Bagaría
– El lápiz del dibujante revolucionario)
“Con
este autor se ha dado un hecho curioso: fue en su tiempo uno de los
grandes; puso su afilada inteligencia y un estilo literario sin
ninguna veta de tocino al servicio de la historia; contó de primera
mano las cosas que pasaban en la calle; estaba donde había que
estar, en los acontecimientos políticos, en los homenajes
literarios; era citado, admirado y seguido por una legión de
lectores y, de repente, terminada la guerra civil, se lo tragó la
tierra y ni siquiera fue recordado como un exiliado famoso.” ( de
Manuel Chaves Nogales – Disparar a la distancia precisa)
“Ortega
había dado siempre la espalda a la iglesia, pero alrededor de su
lecho de muerte revoloteó el agustino Félix García, experto en
descabellar con la extremaunción a agnósticos de renombre. El
fraile entró en la alcoba del moribundo. ¿Ortega confesó sus
pecados, besó el crucifijo? El fraile dejó el interrogante en el
aire”. ( de José Ortega y Gasset – Naufragio en la palangana de
Pilatos)
“En
los últimos años de su oficio llegaba por la mañana, cuando el
local aún olía a serrín mojado, se sentaba junto al ventanal del
fondo, el camarero de turno depositaba sobre el velador un café con
leche en vaso, el tintero y la pluma; César ponía la pitillera
dorada y comenzaba a llenar cuartillas sobre todo y sobre nada, sobre
cosas de la vida que no le comprometieran, organillos, farolas,
muchachas en flor, castañeras, anuncios y máscaras.” ( de César
González Ruano – La máquina de fabricar calderilla)
“Tenía
de España una visión de chiringuito, de corrala o sacristía, con
una deriva natural hacia ese lado menor de la vida, de los sucesos,
de los personajes. Así construyó un mundo propio, asentado en un
costumbrismo esperpéntico, de lápida funeraria, de refranes de
calendario zaragozano, coplillas de ciego, sermones de cura
trabucaire, apocalipsis de hoja parroquial, con una galería de
progresistas de pana rayada, de ejecutivos de Agua Brava y verga de
búfalo bajo el loden, de políticos de solomillo al punto o
sangrante”. ( de Luis Carandell – La historia es una anécdota)
“En
1945, en el corazón de la más dura posguerra, un hombre que había
sido policía durante la república, afiliado al PSUC, detenido y
condenado, volvía a casa después de haber cumplido varios años de
prisión. Vivía en la calle Botella, en el Raval de Barcelona. El
hombre subía muy abatido esa mañana con una maleta de cartón a su
piso, donde le esperaba su mujer, una humilde modista, y en mitad de
la escalera se cruzó con un niño gordito de cinco años. Los dos se
miraron muy sorprendidos al verse por primera vez. Así cuenta Manuel
Vázquez Montalbán el momento y el lugar en que conoció a su padre”
(Manuel Vázquez Montalbán – El marxismo pop y la gente derrotada)
En
el año 2000 Vázquez Montalbán escribió “Cancionero general del
franquismo”, una recopilación de 455 canciones surgidas durante
ese periodo entre gris y eastmancolor del siglo XX. Entre ellas, su
preferida, “Tatuaje”, en la interpretación más esencial, la de
doña Concha Piquer.
Además
de servir de música de fondo a la publicidad de una cerveza, “Dulce
introducción al caos”, de Extremoduro, está considerada una de
las mejores canciones de la historia de la música española. He
llegado a leer que la segunda, siempre detrás de la intocable
“Mediterráneo”, aunque como hay para todos los gustos en alguna
lista la intocable es “Ni tú ni nadie”, de Alaska y Dinarama
(???) y en la misma aparecen otras tres canciones de Extremoduro pero
no ésta. Pues eso, contra gustos…
Primer
corte de “La ley innata”, noveno disco de Extremoduro, obra
conceptual que marca una frontera entre la primera época del grupo,
caracterizada por lo que ellos llamaban rock transgresivo, y la
posterior, con composiciones y letras mucho más complejas que
derivan hacia el rock progresivo, cuasi sinfónico, ya la traje al
blog en su momento hablando de bondades, porque hacia su mitad
incluye un fragmento de la bellísima “Jesús, alegría de los
hombres”, de Juan S. Bach
(https://charlievedella.blogspot.com/2016/06/buenismo-para-la-gente-de-mi-generacion.html).
Y no me cuesta mojarme, esta canción está entre las mejores.
Como aficionado a
la arqueología urbana llevaba tiempo pensando en fotografiar una
cabina telefónica que sobrevive cerca de casa, cuando se ha cruzado la noticia de
la muerte de Antonio Mercero, seguramente, y a su pesar, su mejor
propagador.
cabina a apenas 100 metros de mi casa
La cabina, medio
destartalada, con el logo del antiguo monopolio en el frontispicio,
permanece en una plazoleta próxima, frente a la terraza de dos bares
habitualmente concurridos. Llama la atención su estatura y amplitud,
que en su momento, antes de perder la puerta de acceso, era un
espacio habitable que permitía cierta intimidad. No recuerdo si
podían cerrarse por dentro, aunque ese fue el componente decisivo de
“La cabina”, el corto televisivo que dio fama a Mercero.
La película, con un tono eminentemente kafkiano, pretendía hacer
crítica de una modernidad que asaltaba plazas y aceras. El encierro
involuntario de López Vázquez era una metáfora del poder injusto y
arbitrario; también de la creciente despersonalización. Ahora, su final, en un
aparcamiento de cabinas rellenas de humanos, es casi naif.
El móvil, con sus distintas capacidades (twitter, guasap, etc.) es un cepo virtual que nos confina a un espacio aún más reducido y
a una aparente comunicación, impulsiva y obsesiva, carente
normalmente de reflexión, en la que todo quisque pone lo primero que se le ocurre. Ahí
tenemos al “nou honorable” con sus twitters xenófobos; al otro
lado del espectro a Iglesias conquistando los cielos desde un chalet
de Galapagar; y a la mafia de la Gürtel, perdón, del PP, dejando un
sendero de conversaciones grabadas que pondrían rojo a Capone. ¿Solo se
libra Rivera, comodín ideológico, socialdemócrata y ultraliberal,
español y europeísta? Vaya joya… Si no te valen sus firmes
principios, no hay por qué preocuparse, como decía Groucho, tiene
más.
Con semejante
panorama, hasta dan ganas de comprar “Matildes” (*)…
(*) Precisamente
por anuncios de López Vázquez en televisión, las acciones de Telefónica eran
popularmente conocidas como Matildes.
En esta ocasión
qué mejor homenaje a Mercero y a la arqueología urbana y televisiva
que revisar “La cabina”.
Cuando
leí hablar a Modiano de las fronteras invisibles que separan los
barrios, me di cuenta, rebobinando, de que el barrio de mi infancia
acababa a apenas 400 metros de casa. Si cerraba los ojos era capaz de
recordar las porterías, los comercios, bares, quioscos, de un
espacio físico de unas doce manzanas, pero mi memoria se perdía al
atravesar su limite virtual. Apenas era capaz de recordar algún
itinerario ajeno, el que llevaba al colegio o a algún lugar de
encuentro.
Gracias
a mi pequeño nieto he traspasado recientemente una de las fronteras
invisibles de mi barrio actual con el fin de acercarle al nuevo
parque infantil de la Mina del Morro, en una de las plazoletas de sus
viviendas de protección oficial. En la primera visita me di cuenta
de que mi nieto era, con Alba e Isaac y sus primos de etnia
gitana, el único autóctono entre una veintena de niños que jugaban
felices en aquel nuevo espacio lúdico. Entre ellos María Ángeles y
Hansel, nicaragüenses con apenas un mes en nuestro país, o el grupo
de africanos de cuerpos esbeltos y sonrisa amplia que amparaban a mi
nieto, uno de los niños más pequeños del parque. La experiencia
demuestra que las peores fronteras, las de los prejuicios, no existen
para los niños que apenas conocen todavía las palabras mío, tuyo,
nosotros y vosotros.
Les
supongo clientes de la escuela cercana de la Mina del Morro y no de
la que, trasladada desde la otra punta del barrio, conserva su nombre
primigenio de ikastola, que intuyo, alberga a niños del centro de
Santutxu, porque los veo transcurrir en procesión por las calles que
ascienden hacia el centro del barrio. Cuando sean mayores imagino que
recordarán ese itinerario y sus detalles, pero quizás desconozcan
la existencia de ese parque cercano y la desolación de las calles
laterales, con decenas de lonjas vacías que vanamente se venden o
alquilan desde hace años.
Yendo
al otro lado del barrio por la calle Fika, también abatida por
locales en alquiler o venta, hacia allí donde antes se ubicaba la
ikastola, transcurre la calle Zabalbide, dicen y creo que la más
larga de Bilbao, porque une el casco viejo con la ladera del monte
Artxanda. Hace años la parte que une Santutxu con el casco viejo era
una vía medianamente comercial con bares y tiendas. Yo mismo trabajé
en en un centro hoy cerrado en el cruce entre ambas. Pues bien, hoy
es una calle desangelada, con los bajos en estado de abandono.
el grupo Garamendi, con el cerrado centro del INSS al fondo, en el cruce de las calles Fika y Zabalbide
Los
construccionistas sociales insistían en la importancia de las vías
de paso como elementos de desarrollo que, ya obsoletos, carecen de su
sentido primigenio. Ya hablé en un blog anterior de algunos puentes
de Bilbao (http://charlievedella.blogspot.com.es/search?q=puentes)
como medios de enlace entre conventos de uno u otro lado de la ría,
algo que hoy no tendría sentido. El caso más claro se da en la
economía de pueblos que, por culpa de circunvalaciones, perdieron su
condición de zonas de paso. Recuerdo el caso de Arenys de Mar, en
la costa del Maresme, donde vendedores ambulantes de peladillas y
garrapiñadas hacían el agosto gracias a un par de semáforos. Por
contra, el poyecto de Zorrozaure, en Bilbao, con amplia oferta de
nuevo terreno urbanizable y puentes reales y metafóricos, va a
condicionar el desarrollo de las zonas o barrios colindantes y
servirá, sirve, para una creciente especulación.
No
me gustaría acabar sin hablar de otro fenómeno novedoso: el rechazo
a la peatonalización en algunas zonas de Bilbao. Hace unas decenios
los vecinos reivindicábamos lo que suponíamos dulcificación de los
barrios mediante el desalojo del automóvil, hoy hay manifestaciones
y recogidas de firmas para que el ayuntamiento no convierta
determinadas calles en un inmenso bar sin fronteras. Ah!, perdón,
con la frontera invisible que separa a clientes y turistas de
habitantes y ciudadanos.
Hace unos meses, revisando papeles, trastos, desechos, encontré la
última agenda de mi padre, que falleció hace más de dos años.
Cada dos o tres, también cuando alguien le regalaba una nueva,
quizás haciendo juego con una cartera de bolsillo, mi padre dedicaba
una o varias jornadas a actualizarla con curiosa dedicación
artesana. Quitaba las grapas que cosían el abecedario, extraía cada
una de sus letras, y después de mecanografiar nombres apellidos,
teléfonos y direcciones con una vieja, pesada y panzuda Lexycon 80,
volvía a zurcirla con una paciencia que nunca fue su fuerte.
Al ojearla me di cuenta de que estaba, como la elegante Porky
francesa de la que hablaba Eduardo Galeano en “Días y noches de
amor y de guerra”, “llena de muertos”. Ahí figuraban sus
mejores amigos, sus hermanos, sus cuñados, algunos compañeros de
trabajo y profesión...números de teléfono fijo, por supuesto, y
domicilios que dejaron de serlo hace ya muchos años. Leyendo
nombres y direcciones podía recomponer la mayor parte de la vida de
mi padre y recordar los rostros y las voces de quienes la poblaban.
Ya no había anotaciones con citas o tareas pendientes, porque
imagino que fue la última agenda que rellenó, ya definitivamente
jubilado.
La vieja fábrica Hispano Olivetti de Barcelona
Cuando yo lo hice, hace ya dos años, eché de menos la función
recordatoria de la agenda de trabajo. Durante meses me perdía entre
los días de la semana, los horarios de mañana y tarde, y el cambio
de rutinas. No habituado a hacerlo en mi portátil, estuve a punto de
agenciarme una moleskine, pero antes descubrí que el móvil no solo
contiene un espléndido almacén de contactos, sino un
calendario/notificador con imágenes coloridas y alarmas de signo
diverso. El de los tiempos...
En cuanto a la Lexycon 80 forma parte del progreso de la segunda
mitad del pasado siglo. En su momento fue, junto a otra histórica,
la Lettera 22 (conservo una), la máquina de escribir más vendida de
Hispano Olivetti, empresa que contó con una impresionante fábrica
cerca de la plaza de las Glorias de Barcelona. Una fábrica que llegó
a dar trabajo a más de 3.000 obreros. En la época de las históricas huelgas
que compartió con Motor Ibérica, Roca, La Seda, Seat etcétera...me
tocó hacer alguna pintada por la zona, todo un honor, aunque tengo
entendido que actualmente, vencida por el tsunami de las nuevas
tecnologías y replegada Olivetti, la empresa matriz, el edificio es
hoy un Centro Comercial. Otro signo de los tiempos...
Apoyo el texto con “Life´s work”, de The Weather Station, alias de
la cantante canadiense Tamara Lindeman, uno de mis últimos
descubrimientos. Aunque ésta sea una canción de su penúltimo
disco tiene un toque nostálgico sobre la avatares de la vida y el trabajo que acompañan bien a lo anterior.
Cuando
adquirimos la vivienda en la que vivimos teníamos treinta y seis
años, y esa era más o menos la edad media de sus inquilinos. Como
el inmueble era nuevo, durante algunas semanas solo estuvieron
habitados dos pisos, un primero y el nuestro, en lo más alto del
edificio. Recuerdo que a los pocos días me quedé encerrado en el
ascensor. Pulsé el botón de emergencia, pero no me oyó nadie, ni
nadie supo interpretar el sentido de una alarma desconocida. De
repente me di cuenta de que llevaba un destornillador. Creo que
durante esos días el taladro, un metro, escarpias, el martillo,
aquel destornillador, eran extensiones naturales de mi propio cuerpo,
de modo que, no sé muy bien cómo, conseguí salir valiéndome de la
herramienta.
La
casa fue llenándose poco a poco de gente joven que ya vivía en
general en el barrio. Nos encontrábamos en la escalera y nos
saludábamos y dábamos ánimo con la alegría que da empezar una
nueva vida. Nos invitábamos mutuamente a ver los pisos, e íbamos
sabiendo del perfil de unos y otros a través del mobiliario, el
color de las paredes, la calidad de los cuadros, el número de
libros, el olor de las cocinas… Pero había entonces una
característica casi común, algo que acabó perdiéndose con los
años: el llanto de los niños. También nosotros, o mejor, nuestra
hija mayor, aportaba entonces su granito de arena a un sonido que en
ese momento solo cabe asociar al descubrimiento de la enfermedad, el
daño físico, la adversidad, pero que cuando desaparece del todo,
como así ocurrió hace ya bastantes años, es el rasgo inequívoco
de que la casa ha envejecido al ritmo de quienes la habitan. Ya ha
sufrido varias operaciones quirúrgicas, y a menudo renquea víctima
de una artrosis progresiva. También se ha paseado la parca por la
escalera y se ha llevado por delante a algunas vecinas y vecinos
queridos, a mis padres en los últimos tres años, pero el edificio
ha enraizado profundamente y es ya tan del barrio como las cercanas
casas de La Tabacalera, la escuela de la Mina del Morro o la iglesia
de San Francisquito.
Esas
raíces, las de los vecinos que persistimos, aferrados los unos a los
otros, solidarios, creando memoria, son la fuerza que rebrota: vuelve
a oírse llorar. Oigo por las mañanas el llanto de esa niña que
lleva mal lo de levantarse para ir al colegio y el nocturno de la
nieta de la vecina que tiene pesadillas, y algunas veces, cuando mi
hija nos trae a nuestro primer nieto, él se añade al llanto coral y
colma la casa de savia nueva.
Lou
Reed sacó su tercer disco, “Berlin”, en 1973, una obra
conceptual que incluía “The kids”. La canción está dedicada a
una joven yonqui a la que los servicios sociales quitan a sus hijos
porque es incapaz de cuidarlos. Aunque Jack Bruce era el bajo oficial
del LP, Toni Levin le sustituyó para protagonizar uno de los, para
mí, mejores momentos del disco, cuando hacia el minuto 5´11”
acompaña el llanto desolado de un niño. Sirva de contrapunto…
La posibilidad de husmear en la vida de los demás que te da facebook
satisface otra de mis vocaciones, la de detective, o será voyeur?
Dejémoslo en un mix de ambas facetas.
Así que, lejos de la patria de la infancia y el espacio geográfico
del colegio que cubrió once años de mi vida, facebook me permite
saber qué fue de algunos de los compas a los que no he vuelto a ver.
J.S. está entre los triunfadores. Siempre he pensado que la
psicología es un campo abonado para gente con problemas que la
estudia para sanarlos. J.S. tenía ese perfil. Su tartamudez y una
cierta dificultad con el castellano le abocaban a ser de esos alumnos
que procuran esconderse y pasar desapercibidos, pero eso no solo no
le impidió ser siempre un alumno aventajado, sino que según
facebook debió curar esas carencias llegando a ser un profesional
muy valorado, incluso internacionalmente.
El colegio en nuestra época de alumnos
En
la red solo aparecen cuatro fotos. En una, con el pelo largo y
bigotón, figura tal como le recuerdo, sentado en una terraza de la
calle Mallorca de
Barcelona a
finales de los años setenta del pasado siglo. En otra, ya mayor,
algo sobrado de peso, aparece bañándose en una piscina. Curiosa
estampa…
La
mayor parte de comentarios, una necrológica firmada por otro
compañero del reducido grupo de “letras” del bachillerato
superior, le bendicen como hombre bueno y comprometido, pero una
vieja novia despechada le lanza un puyazo post mortem: “gran
profesional pero a algunas de sus parejas nos malogró”. Una frase
que rompe la tesis de que siempre hablan bien de uno cuando te
mueres, pero también confirma lo cruel e
indiscreto que
puede ser facebook.
Aprovecho
conocer que J.S. estuvo exiliado y encarcelado durante el franquismo
para enlazar con J.L., de quien, intermediado por un personaje
ficticio, conté una anécdota en mi único relato semi
largo,
“Para después de la nada”.
J.L.
era el nazi de
la
clase. No digo nazi ideológico únicamente. Creo
que incluso
antes de terminar nuestro periodo colegial militaba
en un grupo, ya
desaparecido, que realizaba acciones contra militantes
antifranquistas, librerías progres, etc. y
editaba una revista con cierta difusión en aquella época.
En
los estertores del franquismo me tocó sacar de casa una
multicopista por razones de seguridad. Se trataba de un artefacto
grande y pesado que conseguí embutir a duras penas en una bolsa de
deportes. Yo la tenía que acercar a un parque cercano a casa y allí
se encargaba un compañero de llevarlo en coche (yo no tenía) a otro
lugar seguro. Pues bien, la última persona a la que hubiera querido
encontrar mientras esperaba en un banco con
el artilugio
a mis pies era
a
J.L.,
y
éste
fue el que apareció saludándome efusivamente.
No recuerdo de qué hablamos mientras
acariciaba seguramente nervioso la bolsa con el aparato clandestino,
pero imagino que por algún momento se me pasó por la cabeza que
aquel pedazo de nazi abriera la bolsa y me denunciara a la policía.
Golpearme no, porque creo recordar que no tenía ni media hostia…Pero
el caso es que J.L. no debió sospechar que el bulto contuviera parte
del “aparato de propaganda” de una de los cientos de grupúsculos
obstinados en acabar con el franquismo, porque terminó despidiéndose
sin más.
Y bien, hace poco, recordando aquel episodio,
busqué a J.L. en facebook y vi que había evolucionado. Abandonada
la cruz gamada se asoma a las redes con una rara mezcla de esoterismo
y nacionalismo post convergente. Eso sí, parece que la izquierda se
le sigue atragantando, aunque no creo que a día de hoy la
multicopista peligrara.
PD: Mientras corregía esta entrada se suscita
internacionalmente la polémica por el uso indebido de datos y
noticias falsas teledirigidas en la red social de Facebook. En este
momento me planteo seriamente desaparecer de semejante mundillo. La
pega: de ser así, estos dos últimos blogs no hubieran existido...
Otro “compa” y en este caso amigo que sigue
dedicándose a la música, publicó con varios colegas esta maravilla
de disco en 1979, hoy día una joya buscada y cotizada en las
subastas. El título de tres de sus canciones, “Rendits a vostres
plantes”, “Las misiones” y “Amílcar Barca”, rememoran el
ambiente épico-religioso del colegio.
Desde que me inicié siempre he pensado que las redes sociales son
como la vida misma pero a lo bestia, con un inconveniente, dejan acta
notarial de éxitos y bondades, pero también de errores y ruindades.
Recién alumbrado al mundo de Facebook me lleve un par de sorpresas
sucesivas. A una de ellas hice alusión en una entrada anterior, así
que no me extiendo. A la otra me pongo porque tiene su cosa
nostálgica.
Creo que corría 2008 cuando A.M., con el que había perdido
contacto veinte años antes, me solicitó que le añadiera a su lista
de amigos de Facebook. Cómo no…!! A.M. no solo había sido compañero
de trabajo, sino de sueños. Acabábamos de pasar la oposición tras
un periodo combativo como contratados eventuales y ya estábamos
anhelando dedicarnos a lo que nos gustaba de verdad, escribir, a
poder ser poesía.
las tertulias pasaron por Casa Isidro, El Raval, locales con dueños que escribían poesía y participaban en la tertulia, y el mítico Els quatre gats, con el espléndido cuadro de Ramón Casas
En poco tiempo congregamos a un grupo de aspirantes a escritores, y
entre tertulia y tertulia literaria y vino, mucho vino, creímos
llegado el momento de montar nuestra propia editorial. Sin llegar a
los veinticinco años de edad y con un equipaje casi vacío
conseguimos una entrevista con Enrique Badosa, poeta reconocido y aún
en activo. Creo recordar que en un despacho del desaparecido El
Noticiero Universal de Barcelona. Nos atendió con una amabilidad y
respeto envidiables, porque nosotros le veíamos entonces como un
poeta más o menos pasado de moda y él, imagino, como dos gilipollas
que se creían capaces de comerse el parnaso. Recuerdo que se echó
las manos a la cabeza cuando le anunciamos el nombre que augurábamos
a la colección, ”Moco de pavo”. Todo entre underground y
populachero... Como es evidente el sueño, perdón, el proyecto, no
se materializó, aunque ambos publicamos poco después nuestros
primeros libros.
A.M. era un tipo raro, creo que marcado por determinados aspectos
trágicos de su infancia y adolescencia, así que no me extrañó que
tras veinte años de desconexión volviera a desaparecer de Facebook
después de media docena de pequeñas y algo peculiares
conversaciones. En el intervalo le pregunté si había seguido
escribiendo pero no llegó a contestarme. No me choca. Poco tiempo
después una amiga común me comunicó que había fallecido. Las
fechas coincidían con su desaparición en la red.
He buscado en los registros si hay alguna publicación más que su
primer y único libro y no es así. Es una pena. Tenía una
imaginación desbordante, capaz de escribir un relato de un tirón
sin corregirlo, y con algo de disciplina creo que hubiera llegado a
crear algo sonado.
Hace unas semanas busqué a otro de aquellos escritores noveles en el
mismo facebook. Fue el primero en publicar y pronto se hizo una
tarjeta de visita que bajo los apellidos señalaba con petulancia la
profesión que le adornaba: poeta. Tampoco ha vuelto a publicar y
ahora, casi cuarenta años después, supongo que abandonado por la
inspiración, se presenta en su perfil como actor figurante.
Sueños…
Canté muchas veces a viva voz este “Rosa rosae” de José Antonio
Labordeta con A.M., cuya letra resume muy bien parte de nuestra
infancia.
Mi
madre falleció el pasado 28 de febrero. Tenía 95 años, así que
presenció y vivió en primera persona los grandes desastres del
siglo XX, principalmente la guerra civil. No hizo grandes cosas, si
entendemos que no hacer grandes cosas es haber sido una buena madre y
abuela, además de ser una “manitas” en todo tipo de bricolaje, y
moderna a su manera, se sacó el carnet de conducir en
los años sesenta, cosa nada habitual entre las mujeres de su época.
En los últimos años ambos pudimos disfrutar de una cercanía que
pienso que nos hizo felices. Como no creo en el más allá me quedo
con el más acá, que son los buenos recuerdos que uno se lleva de
por vida.
Y como hablar de la muerte de una madre es lo más difícil, aprovecho unos versos que le dediqué en vida y un retrato que le hice hace unos pocos años:
ROSELLÓN
– VILADOMAT ( BARCELONA )
Yo
nunca estuve allí, quiero decir,
en
aquel tiempo, porque no había nacido,
pero
a veces, cuando el otoño empuña
su
bandera granate
parece
que te incitara a volver
donde
nunca estuviste,
posar
frente al portal que fue nuevo entonces
esperando
quizás que una señal remota
te
muestre los orígenes,
la
que será mi madre algún tiempo después,
mientras
oye en la radio
que
el Sabaté volvió a fugarse,
y
prepara la mesa con afán diligente,
colmando
la vivienda de olor a bechamel.
He
pensado mucho qué música dedicarle. Entre sus preferidos estaba
Jorge Sepúlveda, que imagino la hizo bailar en su juventud; en los
últimos tiempos, cuando aún tenía bien la cabecita, descubrí que
se sabía muchas letras, un don que yo no he heredado. Pero si me voy
al cajón de su casa en el que guardaba los cassettes descubro que
conservaba tres discografías bastante copiosas: la de María
Dolores Pradera, a la que no se perdía cuando actuaba en Barcelona,
y las de Chavela Vargas y Cecilia. Cuando a los 25 años de su muerte
le dedicaron a esta última un curioso disco de duetos le grabé una copia.
Creo que esta canción era una de sus preferidas y de las de mis dos hijas,
que la cantaban durante los viajes que hacíamos para ir a verla.
De
entre los analgésicos que aliviaron el periodo de mili que sufrí en
Alcoi hace ya cuarenta años hay dos que suelo destacar porque además
tienen mucho que ver entre sí. Un concierto de Ovidi Montllor en
aquel, su pueblo natal, y el recital de poesía de uno de sus
“letristas” habituales, Vincent Andrés Estellés.
curiosa foto de Montllor con Estellés y una desconocida
A
Estellés (Burjassot 1924-1993) ya le he paseado por el blog porque
es uno de de mis poetas preferidos
Escritor
y periodista, es autor de una poesía sumamente personal, casi
siempre autobiográfica, crítica, desgarrada, hay quien dice que
vulgar. Como dije en aquella ocasión, algunos de sus poemas son la
vida misma y esa es su grandeza: convertir lo vulgar en una belleza
que te hace reír, llorar, siempre emocionar.
Como
su obra está rociada de sexo, me ha parecido el autor ideal para
celebrar como debe ser el día de los enamorados con dos poemas que
se complementan y tienen unos mismos vocablos iniciales: “Els amants” (“Los amantes”) y “No escric
èglogues” (“No escribo églogas”). El segundo en una versión
musicada en la voz de Juli Mira que aconsejo escuchar y leer a un tiempo porque contagia
alegría a ritmo de pasodoble.
ELS
AMANTS
No
hi havia a València dos amants com nosaltres.
Feroçment ens
amàvem des del matí a la nit.
Tot ho recorde mentre vas
estenent la roba.
Han passat anys, molts anys; han passat
moltes coses.
De sobta encara em pren aquell vent o l'amor
i
rodolem per terra entre abraços i besos.
No comprenem l'amor
com un costum amable,
com un costum pacífic de compliment i
teles.
Es desperta, de sobta, com un vell huracà,
i ens
tomba en terra els dos, ens ajunta, ens empeny.
Jo desitjava,
a voltes, un amor educat
i en marxa el tocadiscos,
negligentment besant-te,
ara un muscle i després el peçó
d'una orella.
El nostre amor és un amor brusc i salvatge,
i
tenim l'enyorança amarga de la terra,
d'anar a rebolcons
entre besos i arraps.
Què voleu que hi faça! Elemental, ja
ho sé.
Ignorem el Petrarca i ignorem moltes coses.
Les
Estances de Riba i les "Rimas" de Bécquer.
Després,
tombats en terra de qualsevol manera,
comprenem que som
bàrbars, i que això no deu ser,
que no estem en l'edat, i
tot això i allò.
No hi havia a València dos amants
com nosaltres,
car d'amants com nosaltres en són parits ben
pocs.
LOS
AMANTES
"No
había en Valencia dos amantes como nosotros.
Ferozmente
nos amábamos de la mañana a la noche.
Lo recuerdo todo
mientras tiendes la ropa.
Han pasado años, muchos años; han
pasado muchas cosas.
De pronto aún me atrapa aquel viento o
el amor
y rodamos por el suelo entre abrazos y besos.
No
comprendemos el amor como una costumbre amable,
como una
costumbre pacífica de cumplidos y telas.
Se despierta, de
pronto, como un viejo huracán,
y nos tumba a los dos en el
suelo, nos junta, nos empuja.
Yo deseaba, a veces, un amor
educado
y el tocadiscos en marcha, negligentemente
besándote,
ahora un hombro y después el lóbulo de una
oreja.
Nuestro amor es un amor brusco y salvaje,
y
tenemos la añoranza amarga de la tierra,
de andar a
revolcones entre besos y arañazos.
¡Qué queréis que haga!
Elemental, ya lo sé.
Ignoramos a Petrarca e ignoramos muchas
cosas.
Las Estancias de Riba y las Rimas de
Bécquer.
Después, tumbados en el suelo de cualquier
manera,
comprendemos que somos unos bárbaros, y que esto no
puede ser,
que no estamos en la edad, y todo esto y aquello.
No
había en Valencia dos amantes como nosotros,
porque amantes
como nosotros se han parido muy pocos."
NO
ESCRIBO ÉGLOGAS
No
había en Valencia dos piernas como las tuyas.
Dulcemente
las recuerdo, con los ojos llenos de lágrimas,
con
una telaraña de lágrimas en los ojos.
¿Dónde
estás? ¿Dónde tus piernas tan adorables?
Recorro
la Alameda, aquellos lugares familiares.
Cruzo
las noches. Evoco los pretiles del río.
Un
cadáver verdoso. Un cadáver fosfórico.
El
espectro de Francisco de la Torre, quizás.
No
había en Valencia dos piernas como las tuyas.
Largamente
escribiría sobre tus piernas.
Como
si anduvieses por el agua, entre un agua invisible,
entre
un agua clarísima, venías por la calle.
La
carne graciosa y fresca como un cántaro de Serra.
Y
yo te evoco erguida sobre tus piernas.
Cargaban
los hombres los ventrudos camiones.
Venían
autobuses de Gandía y Paterna.
Salían
voces de los bares, olor de aceite frito.
Tú
venías solemne sobre tus piernas.
¡Oh
la solemnidad de tu carne tierna,
de
tu cuerpo adorable sobre tus largas piernas!
Calle
abajo, venías entre los solares, los gritos,
los
niños que jugaban al salir de la escuela,
la
mujer recogía la ropa en la azotea,
el
hombre recomponía lentamente un reloj
mientras
un amigo hablaba de sus años de prisión
por
cosas de la guerra, tú venías solemne,
con
más solemnidad que el crepúsculo, o con una
dignidad
que el crepúsculo recibía solamente de tí.
Toda
la majestad amada del crepúsculo.
No
había en Valencia dos piernas como las tuyas,
con
la viva alegría de la virginidad.
Siempre
venías, nunca llegabas del todo,
y
yo te quería así, y yo lo quería así:
Nací
para esperarte, para ver cómo venías.
Inútilmente
recorro los crepúsculos, las noches.
Veo
los hombres que cargan lentamente camiones.
Veo
los bares, el aceite frito, las parejas de amantes.