Gracias a Pedro Torrijos, twittero al que sigo y autor de un libro tan curioso como recomendable, “La pirámide del fin del mundo”, he conocido un tipo de arte que ignoraba, el Thomasson.
El nombre está tomado de un jugador de beisbol, Gary Thomasson, que considerado uno de los mejores del mundo fue fichado por un club japonés, convirtiéndose en el mejor pagado de la liga de ese país. La putada es que el rendimiento deportivo de Thomasson no solo fue descendente durante los dos años de su estancia en Japón, sino que acabó en el banquillo y estuvo a punto de batir el récord de strickhouse (eliminación por fallos de bateo) de la liga.
Un conocido artista de vanguardia, Genpei Akasegawa (Yokohama- 1937-2014), se basó en esa experiencia para inventarse un movimiento artístico y darle el nombre del bateador fallido. Partiendo del principio de que el arte es una “disciplina” inútil, que no tiene función ni posibilidad de uso, y tras una investigación que nació como una broma, la recopilación de elementos arquitectónicos también fallidos, Akasegawa creó con varios artistas contemporáneos la Sociedad de Observación de la Calle, dedicada a descubrir ese tipo de arte cotidiano, del que acompaño un par de ejemplos curiosos.
Otro de los miembros más destacados del grupo, tanto por lo prolífico como por la excentricidad de su obra, de tono humorístico y transgresor, es Terunobu Fujimori (Miyakawa-Mura – 1946).
Instigador del grupo de Detectives de la Arquitectura, precedente de la sociedad antes citada, Fujimori reinvierte tanto materiales, normalmente naturales, como modos tradicionales. El ejemplo más conocido es su famosa Casa de Té Takasugi-an (Casa de té demasiado alta), que subvierte la costumbre nipona de agacharse al entrar, ubicándola a una altura de seis metros y acceso casi imposible.
Sin esa pretensión artística, pero también crítica, tanto del despilfarro de recursos como de la banalidad de profesionales o simples usuarios, corren por las redes ejemplos diversos que recuerdan al Arte Thomasson.
Boniatobill, twittero con más de 40.000 seguidores, suele usar la expresión “esto pa qué…” para dar a conocer barbaridades arquitectónicas, de diseño absurdo, o simplemente de uso estúpido o temerario de objetos varios.
También habituales son los concursos, normalmente informales, sobre incumplimientos graves en la protección de riesgos laborales, pero husmeando en las redes he sabido que una federación empresarial incluso convocó un certamen real, con premio incluido, para la foto de actividad temeraria que consiguiera más twits. Acompaño un ejemplo espectacular de andamio que me parece pura creatividad thomassiana…
Como artistas reconocidos, tanto la de Akasegawa como la de Fujimori son obras muy cotizadas, algo que puede asombrar a primera vista, pero comprensible si nos acercamos a lo que el estudioso de urbanismo y colaborador de “El Intermedio”, Erik Harley, denomina “Pormihuevismo”, un tipo de “arte” muy extendido en el reino de España y mucho más caro e inservible que el de los artistas japoneses.
La obra más importante del “pormihuevismo” patrio es la “Ciudad de la Justicia” de la Comunidad de Madrid, un proyecto iniciado en 2004 y abandonado el 2009, tras dejar un reguero de mierda de 355 millones y un solo edificio de los catorce planteados. El único uso conocido en estos casi veinte años fue servir de morgue durante la pandemia.
Ayer mismo se supo que uno de los entonces consejeros de la comunidad ha sido condenado a siete años de cárcel por la Audiencia Nacional, pero no, por lo menos por ahora, la principal mentora de la “ciudad”, Esperanza Aguirre que, pese a ser por entonces presidenta, ha declarado poco más o menos que “ella solo pasaba por allí”. Isabel Ayuso, su alumna aplicada, ha renovado el proyecto, que ahora prevé costará 680 millones (que venga dios y lo vea…) y, según la artillería mediático-económica normalmente a su servicio, ahorrará el coste del mantenimiento de la dispersión de inmuebles actual (hojalá…).
Si la ciudad se lleva finalmente a término, el único edificio existente pasará milagrosamente de “obra de arte Thomasson” a simple “edificio funcional”.
Para acompañar el festín/festejo he elegido esta actuación de la "Balkan Paradise Orchestra" con Miki Florensa, guitarrista de La Pegatina, grupo que ya estuvo en el blog no hace mucho (https://charlievedella.blogspot.com/2024/02/botones.html). Por cierto, hace solo dos semanas la fanfarria catalano/balkánica ofreció un concierto de la leche en el el Urdu Folk de Orduña.
La búsqueda de hiperrentabilidad del espacio mengua e incluso está acabando en muchos casos con los vestíbulos, superficies de supuesta holganza que surgieron seguramente como una forma de ostentación, pero también, sobre todo en el siglo XX, de una cierta socialización de lo funcional, superficie dedicada a la distribución del personal a modo de rotondas avant la lettre y una suerte de trailer comercial.
el Windsor Palace
El de los maristas de Barcelona, revestido de madera, con los "cuadros de honor" de los alumnos aplicados colgando en sus paredes olía a la pegadolça (extracto de regaliz en catalán) que, se decía, el hermano administrador usaba para engatusar a las víctimas que magreaba tras los cristales opacos de su despacho. Por la mañana era un tránsito rápido, pero a la hora de salir, después de casi diez horas de clase, comida y permanencia, era el lugar de espera de las madres, que venían a rescatarnos de un mundo que solo se fue alumbrando a medida que se acercaba la adolescencia.
De esa misma época data alguna visita al vestíbulo de cine más lujoso del momento, el del Windsor Palace de Barcelona, entonces en la zona intermedia de la Diagonal. Como solo he encontrado la bellísima foto exterior que acompaño he tenido que tirar de memoria y creo recordar un juego de espejos con los marcos dorados y un alfombrado por el que pasearon Louis Amstrong y Lionel Hampton, porque el Windsor, además de tener bar, restaurante e incluso night club, alternaba el cine con actuaciones de jazz.
Se dice que en el poco tiempo que duró era, quizás con el Coliseum, el cine más espectacular de la ciudad, pero todas las salas, fuera más grande o más pequeño, tenían un vestíbulo al que podías acceder a ver los cartones con fotogramas de las películas en cartel, también los de próximos estrenos y reestrenos. En las tardes lluviosas pasear por el vestíbulo de las numerosos cines de barrio era una alternativa socorrida, algo que François Truffaut inmortalizó en una bella secuencia de "Los 400 golpes", un retrato/homenaje a la patria de la infancia que surtió de debate social a los cineclubs en las décadas de los sesenta y setenta del pasado siglo.
Algunas casas pudientes también albergaban entradas pomposas, que el portero o portera cuidaba luciendo latones y terrazos. Pero eso sí que está en franca decadencia, porque los pudientes ya no viven en inmuebles de pisos, y estos se dedican cada vez más a oficinas que han cambiado la portería manual por la automática y, en todo caso, por un vigilante de seguridad. En los pisos existía el recibidor, normalmente una pequeña entradita con mueble de estilo que, según el humorista Gila, servía para saludar y oler a las visitas.
Estación de Francia de BCN
Quiero acabar con dos de mis vestíbulos preferidos. Uno que creo haber nombrado alguna vez, el vestíbulo de la Estación de Francia de Barcelona, que conserva en buen estado una majestuosidad casi versallesca. Diseñado por el arquitecto Durán i Reynals, también famoso por desgraciar una obra de Domènech i Montaner (no es versalles todo lo que reluce), tiene además el valor sentimental de haberlo frecuentado esperando la llegada en tren de dos de mis abuelos.
Vestíbulo del Euskalduna
El segundo es relativamente reciente, como desmintiendo su desaparición, y aunque como distribuidor es un tanto confuso me encanta su aspecto de palmeral, y en los recibidores superiores las incrustaciones acristaladas del suelo que dibujan figuras rupestres: me refiero al vestíbulo del palacio Euskalduna de Bilbao, obra de los arquitectos Soriano y Palacios, dos desconocidos cuando ganaron el concurso para su construcción, en un momento, además, en el que Bilbao solo se revestía de firmas consagradas.
Como llevamos unos blogs con antiguallas musicales, un grupo tan solo veterano que ha estado hace poco por la península, Kasabian, con pop de estribillo pegadizo, ideal para canción del verano: "Coming back to my good".
Aunque nacido en un pueblo cercano a Manchester, el John Mayall (1933-2024) de los dos vinilos que conservo, ambos de 1970, parece un forajido de western de Sam Peckinpah e incluso un serio aspirante a hacer de Búfalo Bill.
Por aquel entonces, Mayall, al que dedico este blog como reconocimiento a su prolongada carrera y a su lealtad a esa “expresión honesta” de la vida que él pensaba que era el blues, ya llevaba tocando en garitos desde 1955. Como los grupos y músicos que me gustaban eran unos diez años más jóvenes que él, Mayall ya me parecía un abuelito venerable, eso sí, el abuelo del que hay que aprender y siempre respetar.
Quizás porque el rock se ha identificado con lo juvenil, le preguntaron a un Keith Richards cuarentón si se veía tocando con sesenta años – sigue haciéndolo con ochenta y uno – y él puso como ejemplo a los grandes del blues negro, que ya lo hacían. El tiempo nos ha demostrado que Mayall era todavía un chaval cuando grabó “Empty rooms” y “USA unión”. También que se puede seguir tocando blues y rock mientras el cuerpo aguante. Así que el “padrino del blues británico” todavía lo hizo en los conciertos “Legends” de Bilbao de 2019.
Yo solo conservo estos dos viejos discos de Mayall, aunque recuerdo haber tenido una cinta de cassette de éste con los míticos “Bluesbreakers”, que supongo destrozada en aparatos de dudosa calidad.
Tanto “Empty rooms” como “USA Union”, corresponden a una época en la que el músico ha perdido a los “Bluesbreakers”, desperdigados en bandas no menos míticas. Clapton y Bruce fundan los Cream; Mc Vie los Fleetwood Mac; y Mick Taylor ficha por The Rolling Stones, recomendado por el propio Mayall, de modo que éste se desplaza a California, donde entrará en contacto con el mundo hippie y músicas de tono folk y psicodélico.
“Empty rooms” está considerado como una continuación en estudio de su anterior disco, “The turning point”, un directo en el Filmore East de Nueva York. Dispuesto a experimentar nuevos sonidos, Mayall renuncia a la batería y activa un cuarteto acústico formado por Steve Thompson al bajo y dos viejos conocidos del blog (https://charlievedella.blogspot.com/2021_08_04_archive.html), Jon Mark y Johnny Almond.
Nancy y John
Aunque empieza con un danzarín “Don´t waste my time” y contiene alguna otra pieza rítmica, se trata de un disco intimista, dedicado enteramente a la fotógrafa Nancy Throckmorton de la que, por cierto, apenas he encontrado nada en internet. Sin casi reflejo de su época de blues británico, que prefiero, Mayall deja que Almond se explaye a menudo, sea con la flauta o los saxofones, consiguiendo una alternancia entre lo psicodélico y el jazz. La muestra más que evidente es “Counting the days”. Algunos críticos hablan con algo de ironía de disco flower power y es verdad que con una docena de canciones entre las que apenas se puede hablar de blues en un sentido clásico, el vinilo se ve demasiado lastrado por el momento sentimental de Mayall y la influencia, a mi modo de ver algo perniciosa en este caso, del hippismo imperante en la California de la época. De ahí ese final de más de cuatro minutos con el músico recitándole a su chica y el monótono acompañamiento de guitarra y base moog:
“Son aproximadamente las 5 de la mañana.
Estoy acostado en mi cama, mirando a mi linda chica de ojos soñolientos.
Supongo que ahora está dormida; Dios, es tan hermosa.
Puede que no signifique nada para ti porque la gente no la conoce como yo,
pero si tienes a alguien a quien amas mucho, sabrás a qué me refiero.”
Mayall graba “USA Union” ese mismo año, pero cambia a los futuros Mark&Almond por dos ex miembros de Canned Heat, Larry Taylor y Harvey Mandel, por los que sentía gran admiración, y un violinista, Don “sugarcane” Harris. También es novedad que el mismo Mayall se anime a ponerse al piano, lo que es de apreciar en alguno de los cortes. Se trata de una continuación del disco anterior, principalmente por el contenido intimista de las letras, con alguna nota medioambientalista, y la ausencia de percusión, dando al violín de Harris el papel que Almond tenía con saxo y flauta en “Empty rooms”. Ahora lo contemplo como un elepé más homogéneo, también más blues, quizás también más aburrido, pero, seguramente por mi ignorancia, en aquel momento me sorprendió y asombró la incorporación del violín, con la espléndida “Crying” como botón de muestra.
La selección musical intenta reflejar lo más característico de ambos vinilos y recuperar la totalidad del ya mítico “Bluesbeakers, John Mayall and Eric Clapton”, un momento en el que tocar con Mayall era como hacer un máster, generaba currículo.
Además de ser un guapo de calendario y tener una voz de terciopelo, Brian Ferry fue tocado por la varita mágica de la inspiración cuando se metió en el otoño de 1981 en un estudio de Nassau con apenas 4 bocetos de canción. Es cierto que tenía tras de sí un pasado más o menos experimental acompañado de un tipo con el olfato musical y comercial de Brian Eno pero se dice que perdía más tiempo persiguiendo modelos a las que seducir que delante de una partitura. Sea como sea unos meses después salía al mercado "Avalon", una joya que consiguió permanecer tres semanas en el número 1 y varios meses en las listas de éxitos del Reino Unido.
En el pasado blog hablaba del concierto que King Crimson y el grupo de Ferry ofrecieron en Sant Andreu el verano de 1982 como parte de una gira europea, pues bien, tal fue el impacto comercial del disco que los reyes carmesíes tuvieron que aceptar ir de teloneros.
"Avalon" reincide en la línea iniciada por sus dos discos anteriores, la de la música bailable de ritmo medio, lo que la crítica definió como "dance". Pero la experiencia de Eno, que abandonado el grupo seguía siendo su productor, la inspiración y elegancia de Ferry y la perfección interpretativa de Manzanera y Mckay, además de otros ingredientes de los que iré hablando, hacen del disco un punto álgido de la música pop de los ochenta que influyó y sigue influyendo en grupos de esa honda musical. Estos días me sorprendía oyendo atmósferas muy similares en discos actuales, nada menos que 42 años después.
Y es que desde el inicial “More than this”, single de lanzamiento, con una base rítmica muy simple y los destellos guitarrísticos de Manzanera, el disco transmite ese tono atmosférico amable y elegante, incluso con algún que otro himno neo-romántico, un apelativo que hoy puede hasta sonar hortera pero que sin duda tuvo su momento musical.
No es sino hasta la tercera pista, “Avalon”, el nombre de la isla de la mitología celta que da nombre al elepé, que aparece uno de los ingredientes sorpresa, la voz de Yanick Etienne, una chica haitiana a la que habían conocido en el propio estudio, una muestra del nivel de improvisación de un álbum que algunos críticos llegaron a comparar paradójicamente con la de unos obsesos del control musical como eran los Steely Dan (https://charlievedella.blogspot.com/2019/06/gaucho.html). Etienne participará en otras dos piezas y a partir de ese momento en la carrera en solitario de Ferry.
Tras el minimalismo de “India” y “While my heart is still beating”, en las que se distingue otro de los aliños del disco, la caja de ritmos Linn 2, un artilugio recién inventado que sustituía a la inexistente batería, se abre la segunda cara, con la curiosa y muy elogiada “The main thing”, una pieza soul que Ferry aprovecha para hacer falsetes.
Ferry todavía un guaperas en 2017
Aunque muchos fans consideran “Take a chance with me” como la canción más característica de ese momento yo me quedo con la melancólica “True to life”, con el sonido ralentizado y la mejor voz del guaperas Ferry, un cantante de los de antes y los de siempre anhelando que “pronto estará en casa”.
No quiero dejar de citar al último ingrediente, en este caso importantísimo de “Avalon”, algo que he reconocido investigando y reoyendo el disco una y otra vez: el excelso trabajo del ingeniero de mezclas Bob Clearmountain, que supongo se lo pasó “teta” tratando unas canciones apenas esbozadas con una mezcla mágica de sonidos e instrumentos, si bien con la presión de un presupuesto que el grupo se había jamado en 40 días. Para conocer mejor el historial profesional de Bob solo destacar que a lo largo de su vida ha mezclado cuatro discos de los Rolling y seis de Bruce Springsteen. Todo un monstruo y quizás el verdadero autor, con mayúsculas, de esta muestra impecable de la música pop de los ochenta del pasado siglo.
Posdata: el mes de julio el blog ha batido todos sus récords, al recibir más de 3.000 visitas
Como compañía musical he seleccionado la versión original de "True to life" con la letra en castellano.
https://youtu.be/2t6WQbDYGEE
Y una actuación del trío haciendo lo que puede en setiembre de 2022, lo que demuestra que el paso del tiempo, pese al apoyo de coro y músicos varios, es francamente cruel, interpretando "Same old scene", de "Flesh and blood", y "More than this" y "Avalon", del álbum del mismo nombre.
https://youtu.be/WIN4JiU8rh4
Así que lo mejor es oír la grabación original completa y remasterizada.
El 25 de agosto de 1982 asistí con mi amigo Pepe a uno de los mejores conciertos que se podían dar en aquel momento, el protagonizado por unos Roxy Music y King Crimson en estado de gracia. He recordado ese momento al iniciar mi revisión veraniega de vinilos, mejorada con la puesta a punto que Vanesa, la técnica que regenta el taller Musique Bilbao en nuestro barrio, ha hecho de mi viejo NEC durante el invierno.
Para ser sincero hasta aquel momento King Crimson (rey carmesí) era un grupo del que solo conocía el nombre y alguna portada, pero al que no había prestado atención. Entre quienes representaban el llamado rock progresivo yo prefería a Pink Floyd y sobre todo a los primeros Génesis.
La aparición de “Discipline” no solo me acercó a escucharlos, sino a adquirir la trilogía que la extraordinaria combinación de Fripp, Levin, Bruford y Belew grabaron y lanzaron entre 1980 y 1984.
A mi modo de ver, la trilogía empieza con tal obra maestra que era difícil mantener el nivel, pero aún así se trata de tres elepés magníficos, con temas que, dentro de un esquema de guitarreos, ritmos variados y la voz de Bellew, marcaron una época que yo asocio a otros dos grupos de la familia, el mismo Roxy Music y los Talking Heads, a los que dedicaré otros dos espacios durante este verano.
DISCIPLINE
los 3 vinilos
Al parecer Fripp, el líder histórico del combo, había decidido acabar con los Crimson y llamar Discipline a la nueva formación, algo que descartaron por el inmediato acoplamiento de los nuevos, un Levin feliz de incorporar su stick, una mezcla electrónica de guitarra y piano de entre 8 y 12 cuerdas, a los ritmos repetitivos, cada vez más africanos de los veteranos, y a un Bellew que había madurado con los Talking Heads tras su colaboración con dos leyendas: Frank Zappa y David Bowie. Del primer disco, a mi gusto el mejor, que acabaron titulando con el nombre del grupo imaginario, me quedo con la cara A. “Elephant talk” es como una carta de presentación de la propuesta del nuevo King Crimson, una propuesta que se desarrolla con su antónimo titular, “Indiscipline”, el cuarto corte, ya con Levin a toda marcha incitando al grupo a desmadrarse. En medio, la reposada y melancólica “Matte Kudasai”, que habla de una chica japonesa que “aguanta o espera sentada” en la “triste América”.
No querría que quien se acerque al disco, ahora que es fácil recurrir a Youtube o Spotify, prescinda de la cara B, con las hipnóticas y africanas “Thela hun Ginjeet”, Bruford genial, y “Discipline”, o el minimalismo atmosférico de “The Sheltering sky”.
Me gustaría destacar que a lo largo de todo el disco se aprecia un protagonismo compartido, algo que refuerza la calidad de las piezas.
BEAT
“Beat” apareció solo un año después y está dedicado a la generación literaria conocida con ese nombre. Mantiene un orden estructural muy similar al de “Discipline”, con Bellew de introductor con un tema, “Neal and Jack and me”, que dedican a Neal Cassady y Jack Kerouac, muy en la línea del “Elephant talk” del disco anterior. De la primera cara yo me quedo con la espectacular “Sartori in Tangier”, una referencia indudable a Paul Bowles, que vivió, popularizó y murió en esa ciudad, otra vez con Levin pero sobre todo Fripp luciéndose al máximo.
La cara B contiene la parte más experimental del disco, con el grupo a rienda suelta y apenas una pausa con “Two hands”, canción escrita por la mujer de Bellew. La joya más apreciada por los críticos, porque expande las distintas personalidades del grupo, es su cierre, “Requiem”, una pieza de casi siete minutos que contiene momentos de rock progresivo y jazz free.
“Beat” no tuvo la repercusión mediática del disco anterior pero para muchos críticos es una joya a rescatar. Por cierto, leo a última hora que en 2023 Levin y Bellew iniciaron una gira con el nombre del disco junto al guitarrista Steve Mai y el batería Danny Carey.
THREE OF A PERFECT PAIR
la formación de la trilogía
Es el último álbum de la trilogía (1984) y la despedida de King Crimson hasta los noventa del pasado siglo. Disco más desigual, con una parte izquierda, así la clasifican, que suena muy new wave, en algunos momentos a Talking Heads, y en otros, como en “Sleepless” a Roxy Music, con Bellew, letrista único del elepé, compartiendo voz con Tony Levin. En cuanto a la cara derecha muestra la desorientación en la que parece haberse sumido el grupo, ya que compagina proyectos anteriores, en concreto la parte tercera de “Larks´tongues in aspic”, con tres experimentos e improvisaciones sonoras que, abriendo con “Industry”, plantean un camino caótico y sin retorno, algo que el propio Bellew reflejaba en una de sus letras: “Estoy listo para irme, quiero salir de aquí, estoy listo para irme, no quiero morir aquí, estoy listo para viajar”.
Aunque sigue teniendo buenos momentos es el disco que menos me gusta y el que me alejó de una banda que, pese a todo, incluidos pleitos económicos, resucitó varias veces más.
He hecho una pequeña selección de versiones en directo, la mayoría de un concierto en Le Fréjus dos días después del de Barcelona y por tanto muy similar al que Pepe y yo disfrutamos en el campo del Sant Andreu, con la excepción de “Requiem”, en versión original, que no quería dejar fuera. Destacaría la interpretación de “The Sheltering sky”, que dura más de diez minutos y muestra el virtuosismo de los integrantes del grupo. Espero que os guste y os rindáis a esta época dorada del “rey carmesí”.
A última hora leo en internet que se acaba de sacar un doble elepé en vinilo y CD con el concierto en vivo de Le Fréjus bajo el nombre de "Sheltering Skies (Live in Fréjus, August 27th 1982)".
Pocos años antes de jubilarse definitivamente ofrecieron a mi padre ingresar en la carrera judicial como magistrado por el cuarto turno, un procedimiento reservado a juristas, en su caso abogado, de reconocido prestigio. Pese a la ilusión que le hizo, renunció porque ya estaba por encima de los 65 de edad. Esta opción de acceso a la judicatura, pertrechada en 1985, supongo que se planteaba con una pretensión democratizadora y como alternativa a la vía normal de acceso, una oposición durísima, con la criba de memorizar 328 temas y dos años de curso teórico práctico en la Escuela Judicial.
Como es obvio ninguna de las dos alternativas ha servido para socializar la judicatura. Puede que la primera haya aportado a lo largo de este tiempo mayor experiencia práctica, pero solo incorporado a un porcentaje mínimo de jueces "chusqueros", ya que, si no me equivoco, es un procedimiento solo destinado a 1/4 de las plazas convocadas. En cuanto a la segunda, ¿Qué joven de condición humilde puede salvar una carrera de cuatro años, un máster de acceso a la abogacía y varios años de preparación y consolidación de oposición tan endiablada?
Pese a haber trabajado durante casi 20 años en terrenos muy cercanos al mundo del derecho, solo he asistido a dos juicios, uno de carácter civil, acompañando a una de mis hijas, y otro contencioso administrativo defendiendo un derecho entonces no reconocido, el de paternidad en los casos de adopción internacional.
Mi experiencia es casi contradictoria pero en ambos casos me pareció curiosa. El juez civil, un chico muy joven, sentenció mirando al tendido, en ningún momento al "público" asistente o personas juzgadas, recitando, como si aún lo hiciera a un juez preparador, una retahíla de preceptos y normas con el lenguaje entre decimonónico y críptico que caracteriza a la profesión. Pese a su tono educado, su distanciamiento me recordó a la prevención de mi padre con algunos magistrados que, según contaba, menospreciaban, se burlaban, e incluso insultaban a los abogados novatos, algo que, ahora que hay juicios/espectáculo, hemos podido ver de primera mano. Un paréntesis: la actividad preparatoria proporciona pingües ingresos a los jueces, unos 4.000 euros al mes, además de un poder de tutelaje que luego utilizan para maniobrar profesionalmente.
En mi caso se trató de una jueza de mediana de edad y una apariencia de despiste que confirmó cuando semanas después de dejar el juicio visto para sentencia redactó un fallo que a una vez me denegaba el derecho y me invitaba a recurrir. De esa experiencia saqué la conclusión de que muchos jueces saben más de procedimiento que de cuestiones de fondo, y que si quieres ganar se lo tienes que dar todo bien mascado. Por cierto, dos años después conseguimos el derecho por vía político sindical. Hay que batallar en todos los frentes...
Volviendo al principio. Por razón de la dificultad de acceso, la judicatura no sólo es un mundo tan endogámico como el del resto de los aparatos del Estado. En sus jerarquías superiores sus protagonistas son jueces muy ideologizados porque "proceden de" y "viven en" un entorno de poder que alterna en comedores, palcos y eventos varios. Ideologizados hacia el mantenimiento de un status que conserva en las formas una parafernalia viejuna y prepotente.
En 2021 La Maravillosa Orquesta del Alcohol" (La MODA) publicó un estupendo disco llamado "Nuevo cancionero burgalés", con letras rescatadas de recopilaciones efectuadas a principios del pasado siglo por los músicos y folcloristas Federico Olmeda (1868-1902) y Antonio José Martínez Palacios (1902-1936), fusilado este último por los fascistas recién iniciada la sublevación. "Miraflores", el corte elegido, no habla de sentencias judiciales pero no me parece mal traída.
Mi nieto mayor y yo estamos convencidos, sin demasiada base científica, todo hay que decirlo, de que la mosca es el animal doméstico más tonto. Le abres la ventana para que escape por la bocana libre y acaba chocando una y otra vez con el muro de cristal. Al hilo de esa reflexión le mostré a mi nieto la técnica que la gente de campo tiene para acabar con las moscas “inevitables golosas”, que cantara Machado: esperar con la mano a pillarlas en su inconsciente huida hacia delante.
Esta pequeña introducción sirva para decir que a mi nieto no le gustó la idea de capturarla. “Tendrá ama y aita y la echarán de menos”, me dijo, algo que me recordó a mi padre reprendiéndonos a mi hermano y a mí por pisar o incordiar a una hilera de hormigas cuando éramos niños.
Las moscas nunca han estado de moda. Forman parte de la tradición e incluso de la cultura peninsular, pero en su calidad de seres vulgares, pertinaces, revoltosos, “que ni labráis como abejas, ni brilláis cual mariposas”. De nuevo Machado.
Mejor imagen tiene el toro bravo, sea como imagen de Osborne o res para la lidia, algo que una parte de la sociedad considera un arte, el de Cúchares, apodo de Francisco Arjona Herrera. Este torero desarrolló el pase de muleta y alargó la faena, un eufemismo que define el periodo de sangría que media entre la entrada del toro en el coso y su muerte por estocada y/o descabello.
Grupo de jóvenes y niños en la escuela "El Yiyo"
Si Cúchares, niño huérfano en la Sevilla de primeros del siglo XIX, fue alumno aventajado de la Escuela de Tauromaquia fundada por el inefable Fernando VII, el arrebato de los taurinos a que el Ministerio de Cultura les quite privilegios reabre escuelas, como la del “Yiyo”, en Madrid, bajo la divisa de “escuela de valores y de vida”, y alienta nuevas subvenciones en las comunidades gobernadas por las derechas. Siempre en vanguardia de la España cañí, la misma Comunidad de Madrid ha creado una Dirección General de Asuntos Taurinos, con matador de jefe y una pasta de ingresos fijos.
Y es que los estudiosos del tema hablan de hasta 500 millones en ayudas indirectas a las ganaderías a través, ¡sorpresa!, del Plan Agrario Común (PAC) europeo, y directas a la tauromaquia de más de 10 kilos. Hay que subrayar que uno de los ex responsables del PAC, el ex ministro de Agricultura Arias Cañete, está casado con una Domecq, familia de raigambre taurina.
En lo que respecta al debate cultural hay que aceptar que la tauromaquia sí tiene un itinerario más o menos ligado a la cultura, incluso un lenguaje atractivo a la literatura y el periodismo: suerte de varas, chicuelina, rejón, montera, monosabio... Muchos intelectuales de signo y épocas diversas han sentido fascinación por ese léxico y un universo conceptual de bravura, valentía, temeridad, sacando chispas artísticas y literarias a la peculiariedad de una “fiesta” que ahora leo se remonta a la era del bronce, cuando jóvenes gimnastas de Creta y Tesalia hacían acrobacias apoyándose en los cuernos de toros bravos.
Picasso taurino
Goya o Picasso han dejado numerosos grabados sobre el asunto, y en el caso del primero hasta un modelo de vestimenta, la goyesca, que aún se utiliza en los festejos de la corte. Con un par de capotazos mirando al tendido los taurinos de derechas se han hecho lorquianos de repente, al recordar el “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” que Lorca dedicó al mecenas de la Generación del 27. Y es que el torero, él mismo escritor aficionado, auspició el homenaje a Góngora que forjó la existencia del grupo literario. Omiten, eso sí, que el poeta no era demasiado aficionado al arte de Cúchares y que fue asesinado junto a dos banderilleros anarquistas, Arcollas y Galadí.
Creo que este hecho, quizás también el contenido popular y de clase de la torería hasta casi finales del siglo XX, fomentó el acercamiento de intelectuales de izquierdas al fenómeno taurino. A la fascinación que produce el animal se une el hecho de que las cuadrillas estaban compuestas de jóvenes que huían de la miseria rural y se dirigían a las plazas ciudadanas en busca de fama y modus vivendi, algo que empieza a torcerse cuando el papel cuché da portadas a la boda de toreros con cantantes, actrices, incluso aristócratas, y la tauromaquia, salvo excepciones, pasa a ser un mundo endogámico, de sagas de señoritos que torean cuadrúpedos afeitados. Esta doble realidad, la de chavales que torean furtivamente en las dehesas y llegan a la ciudad con un hatillo y una muleta de avellano, y la de los toreros que triunfan y casan con tonadilleras, ha sido ampliamente reflejada en el cine, pudiéndose hablar incluso de género taurino: desde “Los golfos” o “Jamón, jamón” a “Manolete” o “Aprendiendo a morir”, pasando por “El último cuplé” o la maravillosa serie “Juncal”, con un Rabal en estado de gracia.
La gente de mi edad no es ajena al mundo de la tauromaquia. Asocio algunos veranos de infancia y adolescencia a la conexión que la única televisión del régimen establecía con las plazas de Pamplona o San Sebastián a las “cinco de la tarde”, como repite el poema lorquiano, quien sabe si porque la primera era un coso ligado al “alzamiento”, y el segundo el de la ciudad donde el dictador pasaba parte de los veranos. Tenía unos trece años cuando asistí por dos únicas veces a una corrida de toros. Un familiar que trabajaba en el ayuntamiento de Barcelona había conseguido varias entradas, ni más ni menos que para ver al torero del momento, Manuel Benítez, “El Cordobés”. El caso es que, pese a lo mayúsculo del cartel, apenas hubo media entrada, en gran parte de guiris que llegaban en autocares de destinos playeros. Sirva este ejemplo sesentero para destacar la indiferencia de la ciudad hacia la fiesta nacional, algo que se ha ido extendiendo a lo largo de la “piel de toro” hasta nuestros días. Creo que sin subvenciones y premios onerosos la tauromaquia tendría los días contados.
Vuelvo a la inocencia de mi nieto, que ve en cualquier ser con vida a alguien que merece conservarla, aún inconsciente de que gran parte de cuanto comemos es sacrificado para que seamos nosotros quienes sobrevivamos. Pero no es un mal principio. Seguramente quienes no tienen ese impulso primario de empatía disfruten con el salpicadero de sangre que es la llamada “fiesta nacional” y deseen que haya jóvenes, mejor si son de las castas inferiores, que aprendan a jugarse la vida ante un morlaco de 500 kilos a beneficio de un espectáculo lleno de sadismo.
Hay mucha música y canción dedicada al “arte de Cúchares”, pero entre que es un tanto casposa y que por el camino se me ha cruzado este pedazo de versión del “Sultans of swing” de Dire Straits con Pedro Javier González (habitual con El último de la fila, Manolo García, Serrat y tantos otrísimos, además de una decena de proyectos propios) y un grupo de colegas (Tommy Emmanuel y Jhon Jorgenson), me he dejado llevar…
Hace unas semanas me he bautizado en el turismo social que anualmente patrocina el IMSERSO. Ya sé que pasar ocho días en Benidorm no es comparable con ir al Ártico o al desierto del Gobi, pero sí hace más difícil crear un texto que lo haga atractivo. Así que a por ello.
EL IMSERSO
A mediados de los años ochenta del pasado siglo el entonces alcalde de Calviá (Illes Balears), acompañado de un pequeño grupo de empresarios turísticos, se reunió con Joaquín Almunia, entonces ministro de Trabajo y Seguridad Social, para hablarle de una idea que pretendía dar contenido al todavía joven INSERSO (actual IMSERSO).
Esa primera reunión daría lugar a una de las ideas más luminosas desde el punto de vista económico de los gobiernos de Felipe González: el mantenimiento de la estructura hotelera del Estado durante las estaciones de otoño e invierno, con el consiguiente alivio en el desempleo y la movilización del ahorro congelado de millones de pensionistas.
¿Cómo? Creando un programa que ofertaba plazas turísticas a precios módicos fuera de temporada. En el año 1985 solo 16.000, 19 hoteles y dos únicos destinos, Benidorm y Palma de Mallorca.
PEDRO ZARAGOZA, EL HOMBRE QUE EMBOTELLÓ EL SOL
Para entonces Benidorm ya llevaba dos décadas en el mapa turístico internacional. Un tal Pedro Zaragoza (Benidorm 1922-2008), alcalde de la villa desde 1950, impulsaba el que, según algunos, sería primer PGOU (Plan General de Ordenación Urbana) del Estado en 1956.
Ese plan inicial, que ideaba convertir un pueblo dedicado a la agricultura y la almadraba en una ciudad cuadriculada, al estilo Cerdá, propició una primera línea de costa con pequeñas casas unifamiliares y edificios no muy altos, pero sobre todo empezó a poner de moda un lugar hasta entonces desconocido, también al propio alcalde, “el hombre que embotelló el sol”.
Pedro Zaragoza con Franco
Hijo de marino, él mismo estudiante frustrado de náutica, minero y mozo de maletas, salta a la política desde la Caja de Ahorros del Sur como miembro del partido único y aunque se le llegó a calificar de visionario, pienso que inicialmente solo adaptó experiencias adquiridas en su estancia en Barcelona a un paisaje natural paradisíaco, el que conforman las seis playas de Benidorm, principalmente las de Levante y Poniente, de más de 5 kilómetros de largo y 300.000 metros cuadrados de arenales.
Sí se le puede acusar de osado, e incluso de nadar contracorriente en una España gris y autárquica, algo que parece contrario a una ideología a la que nunca renunció. De ello se habla en un curioso documental (https://youtu.be/gezaKkAu5Tw ) que también descubre que parte de su mitología es, como mínimo, exagerada. Ciertas parecen sus disputas con el clero por la permisividad del bikini y ciertas son sus campañas de marketing, algunas estrafalarias pero exitosas: desde anunciar Benidorm en señales de tráfico de toda Europa, hasta invitar a una familia de lapones, pasando por la creación del vino embotellado como “sol de España”. Pero por lo menos no hay constancia registral de su famoso viaje en vespa al palacio del Pardo (sede del dictador), ni de la amenaza de excomunión por los obispos de Orihuela y Valencia. Sí, evidentemente, de la creación del Festival de Benidorm, en el que se foguearon y dieron a conocer algunos de los cantantes de éxito de la época.
LA CAJETILLA VERTICAL
Dice la leyenda que cuando el éxito turístico de la ciudad provocó mayor demanda de plazas a principio de los años sesenta del pasado siglo, uno de los arquitectos que trabajaban en el plan de ordenación, Juan Guardiola Gaya (Reus – 1927-2005), colocó una cajetilla de tabaco en tres posiciones: plana, horizontal y vertical. Con ese ejemplo aludía a las opciones de edificación que se podían contemplar. Por lo que he leído, tanto el nuevo concepto de modernidad, entonces más decantado por los rascacielos que por las ciudades jardín de primeros de siglo, como la idea de un mayor aprovechamiento del suelo, dieron paso al Plan de Ordenación de 1963, que respetando el trazado urbano, con dos grandes y avenidas y una red de amplias manzanas, liberalizaba la construcción vertical.
El nuevo modelo urbanístico, unido a la aparición de los grandes operadores, modificó la silueta de la ciudad y el tipo de turista. Hasta entonces el visitante de Benidorm era un ciudadano de clase media/alta que podía comprar o alquilar un chalet o un apartamento. A partir de ese momento se pasa a un turismo masificado que abarca todas las clases sociales, cuya sola pretensión es tomar el sol y pasar una semanita en un hotel a mesa puesta.
Con ese modelo Benidorm presume actualmente de eficiencia energética y de mínima ocupación del territorio, así como de un aprovechamiento del agua de un 95%, al parecer tercera ciudad mundial en ese ránking.
EL ADEFESIO QUE GUSTA A LA MAYORÍA
Llevaba tantos años oyendo hablar de las bondades de Benidorm a gentes de tipología, intereses y aficiones tan variadas que tenía una curiosidad malsana por comprobarlas.
Lo cierto es que si te limitas a comparar una foto del Benidorm pre-turístico, un enclave salvaje de arenales con cuatro casitas de pescadores, y la comparas con la ciudad actual, poblada de edificios altos, estrechos y en general nada bellos, te entra una inmensa melancolía. Pero la melancolía puede ser una sensación la mar de poética pero nunca útil.
Por otra parte, si viajas por la zona costera, urbanizada hasta límites perversos, o por los aledaños del interior, con laderas repletas de chalets, piensas que ojalá 4 benidorms a cambio de una costa libre de cemento.
Pero además su principal característica, la que la define, juega a su favor: ciudad de vacaciones. Es decir, sus visitantes – luego hablaremos de los indígenas – vamos allí a solazarnos, nunca mejor dicho, porque otra de sus virtudes es un clima privilegiado que te permite bañarte en el mes de marzo. Si a ello unes una oferta de diversión que conjuga el ocio sin más con la triple corona del sexo, las drogas y el rock and roll a precio asequible, bingo!!!. Qué más se puede pedir…
FAUNAS VARIAS
En una villa de algo menos de 70.000 habitantes censados, que se multiplica por cuatro en temporada baja y alcanza el medio millón en verano, las especies son tan variadas y polícromas que me río yo de un safari en el Serengueti. En el mes de abril, fecha de mi estudio antropológico, predomina el Jubilatus Ociosus, pero no a mucho distancia del Britannico Alcoholicus, sin olvidar a los Latinnae y Eslava Currantis. Todos con hábitos, itinerarios, edades e incluso género distinto. Me centraré ahora en estas últimas y en los indígenas de toda la vida, los y las benidormenses.
Latinas y eslavas, también magrebíes en menor escala, son en general las capas más bajas de este microcosmos. Te puedes cruzar con ellas en el pasillo del hotel mientras acarrean la lencería que cambian a diario, algo absurdo, o pedirles que te preparen un mojito en la cafetería de la planta baja. No hay casi comercio o negocio hostelero que no sea atendido por esta casta tan parecida a “los intocables”, que, por lo que pude comprobar, habitan los edificios avejentados de la parte vieja, seguramente compartiendo pisos o habitaciones.
En un crisol con 30 nacionalidades y un 30% extranjero de la población estable se puede hablar de otras castas intermedias, la compuesta principalmente por chinos y pakistaníes, con pequeños negocios más bien cutres, y la más alta, de pensionistas europeos, con predominio inglés. Por encima están los dueños de las compañías hoteleras y negocios inmobiliarios, pero esos ni viven en Benidorm ni se les espera.
En cuanto a la población indígena, la nacida en la misma ciudad, solo llega al 19%. Esta distribución genera su punto débil, sea por la variedad de intereses y culturas de la población estable, que de algún modo se siente de paso, o por la disfunción que provoca gestionar una ciudad como producto de “usar y tirar”, y no como un asentamiento real. Algo que ya viene dándose en los principales núcleos poblacionales del estado, como Madrid, Barcelona, Málaga o, cada vez más, el mismo Bilbao. El gestor no se preocupa tanto del vecino, que forma parte del producto, como del visitante, su consumidor.
Benidorm gozó desde su eclosión turística de un urbanismo moderno, pero el “hombre que embotelló el sol” no pensó en que una ciudad creciente requiere de servicios, guarderías, escuelas, centros de salud, un hospital, una de las quejas principales de las benidormenses con los que hablamos. Ni más ni menos que la consecuencia de dar servicios solo a una población de 70.000 habitantes cuando supera en todo momento los 250.000.
EPÍLOGO
Presentación de la obra de Calatayud
Gracias a la librera que nos descubrió la existencia de un tejido cultural resistente, asistimos a la inauguración de una exposición artística. Se daba en el Museo Boca del Calvari, ubicado en lo que fue antiguo ayuntamiento y entrada al barrio del mismo nombre.
La exposición estaba dedicada a Miguel Calatayud (Aspe – Alacant – 1942),
reconocido ilustrador, representativo de la línea clara valenciana y tres veces premio nacional, y al acto inaugural acudía un centenar de gente encopetada, muy en contraste con la vestimenta común de la ciudad, más de bermuda y camisero florido que de vestido largo.
La introducción corrió a cargo de la concejala de cultura, y tras una breve intervención del artista, mayor y en silla de ruedas por alguna circunstancia que se me escapa, pasó a hablar el actual alcalde de la ciudad, un tal Toni Pérez.
Si alguien repasa la historia consistorial de la ciudad lo puede hacer por dos vías de la hemeroteca: la puramente institucional y la de sucesos. Y es que desde el cese del “hombre que embotelló el sol”, que imagino podía escapar de la justicia en su calidad de jefe provincial del movimiento, no hay alcalde de Benidorm de todo signo que no haya sido imputado por causas diversas: prevaricación, financiación irregular, delito electoral, blanqueo de capitales, acoso laboral… Entre los más conocidos, Eduardo Zaplana, que llegó a ser hombre fuerte de los gobiernos de Aznar, y entre los más cercanos en el tiempo el propio Toni Pérez.
Viéndole y escuchándole allí, presentando a Calatayud, alguien que ilustró durante años las portadas de la muy roja “Cartelera Turia”, con el empaque, desenfado dialéctico, paternalismo, autobombo y campechanía “molt de la terra” que tan bien retrató en sus últimas novelas Rafael Chirbes, pensé que hay cosas que no tienen remedio, en algunos casos, quizás, como este Benidorm multicolor, capaz de transmitir sensaciones encontradas, y volví a pensar en la melancolía. Inútil, ya sé, pero siempre poética…
Como durante esa corta pero apasionante estancia me dediqué a hacer algunas fotos más o menos representativas, me atrevo a exponerlas en youtube y en el blog acompañadas de la canción ganadora de su primer festival de la canción: “Un telegrama”, interpretada por Monna Bell.
Dada la afortunada actualidad del tema sobre abusos en el seno de la iglesia católica, ya que el gobierno de coalición parece dispuesto a reparar el daño causado, incluso con recursos propios, he recordado este blog de nada menos que 13 de mayo de 2013, que me atrevo a republicar con un añadido musical ad hoc. En él rememoro la experiencia que viví en mi adolescencia en uno de los dos Colegios de los Hermanos Maristas de Barcelona. Las iniciales de los protagonistas están modificadas por razones obvias. En cuanto a las del hermano abusador tampoco responden a la realidad, ya que, desgraciadamente y pese a que lo he intentado por medios y contactos diversos, no he conseguido recordar ni identificar su nombre compuesto, una desmemoria que imagino nació inconscientemente con sus amenazas.
______
ABUSOS
Durante varios meses de un curso de principios de los años sesenta del pasado siglo, el hermano L.A., uno de los frailes más jóvenes de la congregación, se metía con C.M. y M.T., dos alumnos especialmente brillantes, en un aula del colegio de los Maristas de Barcelona durante la hora posterior a la comida. El hermano L.A. cerraba el aula a cal y canto y allí pasaba un tiempo secreto con dos alumnos que tenían entonces once o doce años de edad.
Entre los compañeros, principalmente entre los más mayores, se corrió pronto que se “metían mano”. Era sabido que el hermano L.A. era un sobón. Quien más quien menos había sufrido sus toqueteos el día de su cumpleaños, fecha que aprovechaba para hacerlos pasar como muestras de cariño.
Pese a una inocencia mayoritaria que ignoraba casi todo sobre sexo, abusos, pederastia, entre los alumnos de curso se pensaba que M.T. sentía alguna inclinación “malsana” por C.M., y que ambos mantenían una relación “extraña” que el hermano L.A. convertía en un triángulo aparentemente “perverso”.Con el rumor bastante extendido, el hermano L.A. convocó a una decena de alumnos en la misma aula que les servía de lugar de encuentro furtivo. Cerró la puerta con el pasador y tras una introducción sobre el pecado de la maledicencia empezó un incisivo interrogatorio.
Creo recordar que yo fui el primer interpelado. El hermano L.A. quería saber el contenido y la extensión de los rumores que habíamos propagado, pero no lo consiguió. En aquel tiempo era difícil que su presión pudiera vencer al miedo a aparecer como chivatos ante los ojos de nuestros compañeros. De modo que uno tras otro lo negamos todo. Al acabar el interrogatorio sin ningún resultado, el hermano L.A., con una voz especialmente severa, nos amenazó con tener que tomar medidas, que incluían la expulsión del colegio, si no dejábamos de hablar de su relación con C.M. y M.T.
Nunca volví a tratar el tema con los compañeros con los que compartí el episodio. Ni siquiera cuando el fraile desapareció al año siguiente. Creo que, o bien fue trasladado porque el asunto llegó a trascender entre sus superiores, o él mismo pensó que lo mejor era poner tierra de por medio antes de que las cosas se complicaran. El caso es que nunca más volvimos a saber de él.
Hace más o menos un año El País Semanal publicó un artículo sobre directivos de las grandes empresas del Estado. Entre esos grandes ejecutivos figuraba M.T., uno de los dos alumnos que habían protagonizado aquel lejano y lúgubre incidente, lo que lo reavivó en mi memoria. Durante algunos días pensé en la posibilidad de localizarle y preguntarle directamente qué es lo que realmente ocurría en aquel aula. Lo consulté con personas allegadas y me hicieron desistir.
En la foto del semanario, M.T. aparecía elegantemente vestido y rodeado de flamantes ejecutivos, y de acuerdo con los parámetros estándar del periodista era uno más entre un colectivo de triunfadores, pero supongo que en más de una ocasión habrá repasado lo sucedido en aquel tiempo y deseado borrarlo de su currículo íntimo y personal.
No sé absolutamente nada de su evolución, ni de la de C.M., ni mucho menos de la del hermano L.A. Si sus superiores no le apartaron de la profesión religiosa o él mismo se dio cuenta de que aquel no era el mejor camino, seguiría toqueteando y abusando de decenas o cientos de niños durante años.
Mientras en Irlanda, Australia, Estado Unidos o Alemania se han abierto cientos de procedimientos judiciales e investigaciones parlamentarias sobre abusos continuados en establecimientos religiosos a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, en el estado español solo hay un pequeño goteo de denuncias personales. Por alguna razón que se me escapa, parece un tema que no se quiere afrontar de forma colectiva.
Acompaño este viejo texto con otra vieja canción, la que Fabrizio de André dedicó en parte a los dioses codiciosos, infelices, sin aliento: Coda di lupo (Cola de lobo).
Para mejor conocimiento de su contenido y de la obra global del cantante este enlace: http://www.animesalve.com/Discografia/Estudio/Rimini/CodaLupo.htm