lunes, 10 de febrero de 2025

Trump

EL TONTO MALO

Un pariente de mi mujer definió con acierto a un perfil de persona que parece abundar, cuando no estar de moda, el "tonto malo". Al tonto malo, nos aconsejaba, no hay que despreciarlo ni ningunearlo, hay que temerlo, porque es tremendamente peligroso. 

Donald Trump responde sin duda a ese modelo de persona, y también de él nos burlamos antes de ser presidente en su primera y esta segunda etapa pensando que sus estupideces nunca llegarían a producirse. No quiere decir esto que, como muchos defienden a toro pasado, no sea tonto. Sí lo es, de baba. Tampoco lo desmiente que haya "triunfado" en la vida, ni que haya llegado a presidente - la última elección entre un abuelito gagá, Kamala solo era suplente, y este anuncio viviente de maquillaje naranja no es que diera mucho margen - ni mucho menos la leyenda de que en los Estados Unidos cualquiera puede serlo con esfuerzo y capacidad. Mentira. Todos los presidentes eran multimillonarios antes de ser elegidos. El primero en el ranking el propio Trump, el segundo el mismísimo George Washington, el fundador. Tampoco es cierto que se hayan hecho a sí mismos. Tan falso como la falacia de la "cultura del esfuerzo" que predican algunos lideres de la España cañí, un país en el que, según un estudio del Peterson Institute for Internacional Economics, el 54% de los mil millonarios lo son por herencia directa, un 19% por inversiones financieras, normalmente herencia indirecta, y solo el 23% por esfuerzo emprendedor.

Según he leído en un artículo de la BBC Trump ganaba 200.000 dólares a los 3 años y ya era millonario a los 8, herencia de su abuelo y padre, migrantes bávaros, y de su madre, de origen escocés.

Como buen tonto malo con poder ejecutivo, legislativo, militar y económico sin casi contrapeso, el negociante acostumbrado a humillar al débil, el niño arrogante al que nunca le dieron un par de tortas a tiempo, se puede permitir disimular su imbecilidad y destapar al tiempo una perversión sin límites morales. Ahí están sus proyectos genocidas, el de la desokupación de los gazaties y la conversión de su tierra en una gran Marina d'Or para jubilados yanquis, también el desprecio de la legalidad internacional y el abandono de toda institución científica, de salud y cooperación.

Defiendo hace años la existencia de dos capitalismos: uno inteligente, consciente de las limitaciones físicas del sistema del que se lucra, porque si no hay planeta no hay riqueza; y otro suicida, el de los tontos malos, los tan bien reflejados en la película "No mires arriba", quienes creen que en último caso siempre podrán huir a Marte, como Elon Musk, otro malcriado del que el también maligno Steve Bannon dice que tiene la madurez de un niño.

Viene de lejos. En el S. III de nuestra era el emperador Constantino optó por la Biblia, se cepilló a los filósofos neoplatónicos contemporáneos y dejó en manos de Teodosio la fundación del primer estado teocrático. Ambos prefirieron la creencia a la razón y retrasaron la evolución de la civilización varios siglos, persiguiendo y asesinando a quienes siguieron defendiendo la ciencia y la tolerancia frente al fanatismo y la superchería. De aquellos barros vienen estos tontos.

Que los siete sabios de Grecia nos protejan...

Creo que nunca había traído a Lucio Dalla al blog y aunque sea con calzador introduzco aquí uno de sus himnos, "Piazza Grande". 

Quienes como Francesco De Gregori, que le acompaña, fueron sus amigos, dicen que Lucio era un mentiroso compulsivo y un hombre contradictorio, pero sobre todo un "listo bueno" y un espíritu realmente libre.