Hasta que he empezado a redactar este blog, la broma sobre el obispo de Colofón era un clásico personal sustentado en un supuesto equívoco. El caso es que el obispo visitaba todos los años el colegio marista en el que me educaron a tiempo parcial para “confirmar” la pertenencia a la iglesia católica de sus alumnos con una media hostia, una función que yo consideraba un tanto baldía. Pero lo más resaltable es que me parecía insólito que el ilustrísimo viniera de tan remotas tierras, que yo, por analogía fonética con su capital (Colombo), ubicaba en Ceilán, la actual Sri Lanka, y en ese equívoco, que confundía un lugar con la función del religioso, ser colofón, cierre y epílogo de un ritual, residía la anécdota.
Pues bien, ahora he sabido que el obispo Maties Solà i Farell (1884-1973), que así se llamaba, no era obispo de Ceilán, pero tampoco de cierre o colofón con minúscula inicial, sino de Colofón con mayúscula, localidad cercana a Esmirna y a la costa turca. Así fue consagrado en 1930.
La mágica Wikipedia me ha conducido a saber algo de la vida azarosa del “obispo de las confirmaciones”, como también era conocido en Barcelona, pero principalmente a desentrañar el error. Capuchino, misionero en México y Nicaragua, vuelve a Catalunya en 1942 y desarrolla una actividad ferviente entre la que destacará su apoyo a la mítica “capuchinada”, encierro de más de 500 estudiantes, profesores e intelectuales convocado por el ilegal Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona en marzo de 1966.
Eso sí, también me han quedado dudas que no he podido despejar: sigo sin saber qué pintaba en Barcelona el obispo de una lejana localidad ubicada cerca del Egeo y me produce extrañeza que su carácter evangélico, parece que heterodoxo, conviviera con el de su “jefe” superior, el titular Modrego, vicario general castrense y procurador en Cortes en la dictadura. Otra curiosidad: el primer destino del tal Modrego fue Azenai, otra ciudad turca. Según parece, en asunto de obispados Turquía debía ser como Panamá o Liberia para los barcos, bandera de conveniencia.
A fuer de lo anterior queda desmentido el equívoco arrastrado durante sesenta años y confirmada la entidad del obispo de Colofón, pero el oficio secundario de Modrego, “procurador” me viene de madre para entrar en un extraño oficio que también considero un tanto inane: me refiero a “procurador de los tribunales”, porque lo de procurador franquista creo que queda claro.
La función teórica de los procuradores (de “procurar”, verbo de significado ambiguo y poco ejecutivo) es servir de multi - intermediario, advertencia de plazos, etcétera, algo que pienso, y pese a la inmensa burocracia de los procedimientos judiciales, debería estar obsoleto en un mundo digitalizado. Mi experiencia es que los/as procuradoras/es son acompañantes, casi utilleros en lenguaje deportivo, licenciados en derecho, porque así se les exige, que llevan los útiles, es decir, carpetas con papeles y notificaciones que el abogado, el centrocampista, debe desplegar en el campo de juego. Leo que la figura está descendiendo, ya que no es preceptiva en muchos procedimientos, algo que me consuela y sin duda aliviará los gastos de los litigantes.
Para redondear lo de los colofones y procuradores traigo otra figura en descenso, valga el conato de oxímoron, la de ascensorista. La última vez que vi un ascensorista fue en un hotel de Colombia hace ya más de veinte años. Tenía un pequeño asiento en el interior, del que se levantaba para darnos paso y preguntar el piso al que nos dirigíamos. Su trabajo consistía en darle al botón correcto y repetir muy cortésmente “con mucho gusto”, mientras subía, bajaba o esperaba aburrido en el banquito. Su estampa me recordó que antaño en los edificios de postín, principalmente en los administrativos, había ascensoristas uniformados, como en las películas americanas. De uniforme recuerdo a Cantinflas en una de las películas que tuvieron más éxito por aquí, “Sube y baja”, y a la candorosa, bellísima Shirley MacLaine en la que para muchos es la mejor película de la historia del cine, “El apartamento”. Como mi abuelo materno solía decir que cuando yo era niño tenía trazas de obispo, me dan ganas de ponerme el traje de luces y dar la “confirmación” honorífica a Billy Wilder, eso sí, sin la media hostia que nos daba el de Colofón. Amén.
Luis Pastor,
compañero de generación y habitual del blog, sacó el año pasado un disco
crepuscular pero nada baldío con varias colaboraciones, entre ellas
esta de Javier Ruibal sobre un poema de Mario Benedetti: “No te
salves”.
Celebro haber
rebasado las 50.000 visitas al blog con nueva recopilación de la
música y canciones que lo han acompañado entre los años 2018 y
2019, justito justito antes de que empezara esta especie de pesadilla
llamada pandemia. Veo en esos años mucha rumbita y flamenquito, yo
que suelo decir que no me va demasiado (menos mal…), algunos
descubrimientos, como los excelentes y reconfortantes Milk Carton
Kids, a los que sigo desde entonces, The Weather Station o Moonligth
Benjamin; mucho veterano, Bettye Lavette, el inevitable Dylan, Luis
Pastor; los ilustres desaparecidos, como Labordeta, Cecilia o Víctor
Jara; los en estado de gracia, como Silvia Pérez Cruz, creo que la única que repite, el Grupo de
Expertos Solynieve o Paolo Fresu; y la obligación de los homenajes y
revisiones, Kinks, Lou Reed, Steely Dan, Extremoduro, Los
Rodríguez... Bon profit a tothom!!!
Creo que todavía existe una grosera realidad que divide el verano entre quienes van al pueblo y quienes que no. Cierto es que el “pueblo” ya no es un espacio árido, pedregoso, con las casas avanzando hacia su derribo año a tras año, y un riachuelo, una alberca, una era, pájaros y un monte culebrero para pasar el tiempo. A veces es un apartamento en zona de playa, lo que se llama eufemísticamente segunda vivienda, generalmente en un lugar que en el típico periodo vacacional está poblado por muchos vecinos y vecinas del urbe de la que se huye. Otras es la auténtica casa del pueblo, eso sí, con la piedra y las maderas puestas de nuevo a la intemperie, conexión televisiva y si es posible a alguna G que dé vidilla al guasap y al resto de redes, si un@ es duch@ en ello. Ahora en los pueblos suele haber piscina y, dependiendo del tamaño, un polideportivo que incluso ha copiado las formas de algún arquitecto de postín.
Los baños San Sebastián en 1963
A los pueblos de antaño llegaban l@s veraneantes, generalmente hij@s o niet@s del lugar. Habían prosperado y venían en seiscientos, llevaban pantalones tejanos, polos de colores, gafas de sol y tarareaban canciones en inglés. L@s veraneantes eran envidiad@s y odiad@s por l@s lugareñ@s, que l@s llevaban a cazar gamusinos y l@s emborrachaban en las bodegas para hacerles burla. En las zonas playeras l@s veraneantes, gente de pueblos del norte, alta, rubia traía, además, una moral desenfadada que incluía la desnudez, es decir, el sexo, despertando la necesidad de quitarnos de una puta vez la caspa y el sentimiento de culpa de ser el único país de Europa en el que la guerra la habían ganado los liberticidas.
Aunque durante mi infancia y adolescencia tuve la suerte o el infortunio de ser veraneante fijo discontinuo, normalmente durante quince días en agosto, pertenezco a la casta de los veraneantes ciudadanos. Tampoco se crea nadie que Barcelona era una maravilla en la canícula. Además del calor pegajoso que la caracteriza, las playas mínimamente salubres, Los Orientales, baños San Sebastián, eran privadas, es decir, había que pagar entrada. Cuando digo salubres hablo de las instalaciones, vestuarios, piscinas y demás servicios, pero no del agua de mar, siempre de un color sospechosamente turbio. Así que recuerdo haber ido más, tampoco mucho, a las instalaciones de Piscinas y Deportes, en la parte alta de la ciudad, con piletas rodeadas de jardines y varios campos de fútbol. Creo que tenían un precio más o menos asequible y si te llevabas el bocata podías pasar el día haciendo el gamberrete.
sa PLATJA 2017 (Enric Cervera)
Las otras cotas de diversión eran la preparación de las fogatas en las verbenas de Sant Joan y Sant Pere, que abrían el periodo vacacional, y las fiestas de los barrios, muy populares en la zona donde yo vivía. La de mi barrio, el Camp d´en Grassot, era precisamente el día de Sant Pere. El resto de mi memoria es una imagen de mañanas muy largas y de calles desiertas, imagino que porque una parte de l@s vecin@s se iba a los pueblos. También de sonidos y olores peculiares, el que entraba por las ventanas, abiertas cuando el sol decaía. Disputas familiares, llantos infantiles, coplas, el diario hablado, las primeras canciones de los Beatles, el desconocido sonido del placer…
El o la veraneante “en pueblo” siempre se quiso integrar. Amoldad@ a la crudeza del mundo rural acababa siendo medianamente potable manejando el tirachinas, lanzándose desde lo alto de la cascada, esa a la que tenía prohibido acercarse, o simplemente organizando la fiesta del santo del villorrio. Cuando llegaba un novato, el veraneante veterano ocultaba o falseaba su origen y puteaba al pimpollo como si fuera un lugareñ@ más.
El veraneante no tiene nada que ver con el turista, ese personaje que hoy se orienta, observa y retrata el mundo con un artefacto rectangular. Cuando nos convertimos en turistas, afortunadamente accidentales, somos depredadores de espacios ajenos y, dejémonos de puñetas, mal recibid@s. Como debe ser...
Mi amigo Enric, que vive en un bello y pequeño pueblo del L´Alt Ampurdà, me decía en uno de sus últimos correos que ya había empezado la invasión, de modo que le he pedido prestado este contundente y muy significativo collage con el Port de la Selva al fondo, una imagen que para mí tiene un valor sentimental porque era una de las preferidas de mi padre.
LA MÚSICA: Es tan consustancial a mis veraneos ciudadanos que creía haberla incluido en el blog con anterioridad, fuera en su original o en la muy buena versión de Los Mustang que tengo en EP, pero va ser que no…así que ha llegado su hora: “Summer in the city” (“Verano en la ciudad”) de Lovin´ Spoonful.
La
obligación de todo adolescente es creer que la suya es una
experiencia irrepetible y que la vida empieza en la esquina de su
barrio y termina en la explanada del parque en el que caen las
cervezas, los porros y los calimochos; creer que se comerá el mundo
y que las bromas, los amores, las gamberradas, los estudios, la
música que le acompaña es la enciclopedia única que da sentido a
la realidad. El destino de esa etapa corta de su vida, que más
adelante recordará como la más prolongada, es cagarla sin remedio.
Así
que creo que si la pandemia me hubiera pillado con quince años yo
también me hubiera rebelado a joderme la mejor edad detrás de una
mascarilla, encerrado y distante, ahora que una especie de ímpetu
brota desde el pecho y uno se siente eterno. No creo que me hubiera
sacrificado, sacrificado?, por los mayores, aunque fuera capaz de
enternecerme unos minutos por la hecatombe de las residencias, las
imágenes del caos hospitalario, el sufrimiento imparable, la
incertidumbre, el temor, el miedo de las primeras semanas...
Madrid "liberándose" la noche del 27/3/2021: ese día murieron 13 personas por Covid
Con un olfato envidiable para captar los anhelos de los adolescentes, quizás porque ella misma vive una adolescencia pertinaz que la lleva a pronunciar frases inmaduras, a veces tan estúpidas como las que nosotros mismos pronunciábamos a aquella edad, la presidenta de la comunidad de Madrid se ha erigido en abanderada de la libertad de los jóvenes. Se trata de un nuevo concepto de libertad sustentado en eslogans peregrinos pero atractivos, como ese “vivir a la madrileña” de cervecita de terraza combinado con la adicción al humo y a la contaminación acústica de los atascos, un desenfado naif que se encoge de hombros cuando le dicen que el Zendal ha costado tres veces lo presupuestado, como cuando nuestra madre nos pillaba sisándole las vueltas de la frutería. Esta nueva concepción de la libertad es tolerante con el racismo, la exaltación del macho alfa, pone en un mismo nivel la tauromaquia y el derecho a la eutanasia, y se extiende en muchas capas de la población como la canción del verano, una dicha insustancial y efímera que, como a nosotros cuando éramos jóvenes, parece abstraerlas de un futuro incierto rodeado de fondos buitre. Comete, eso sí, un error que cualquier educador maduro no debe cometer nunca: hacerse pasar por colega del educando adolescente. Algo que la sociedad acaba pagando caro.
Y es
que la libertad republicana, la que conciliaba con igualdad y
fraternidad, nunca ha tenido buena prensa en la españa cañí,
centralista, con esa mezcla perversa de misa y discoteca, familia
tradicional y puterío, que ahora se viste de adolescencia rebelde
modelo Jeanette. Pero es lo que hay...
Paul
Eluard (1895-1952), vanguardista y transgresor, poeta de la
resistencia contra el nazismo, publicó “Liberté” en 1942, un
poema de amor a la libertad que eleva anhelos sencillos a la
categoría de belleza. El poema fue musicado por el cantante y actor
Marc Lavoine y hace un par de años la cantante Madeleine Peyroux, a
la que tenía medio castigada desde que la padecimos en un confuso
concierto en la Sociedad Filarmónica, lo bordó en esta versión.
Libertad
En
mis cuadernos de escolar
en mi pupitre en los árboles
en
la arena y en la nieve
escribo tu nombre.
En las páginas
leídas
en las páginas vírgenes
en la piedra la sangre y
las cenizas
escribo tu nombre.
En
las imágenes doradas
en las armas del soldado
en la corona
de los reyes
escribo tu nombre.
En
la selva y el desierto
en los nidos en las emboscadas
en el
eco de mi infancia
escribo tu nombre.
En
las maravillas nocturnas
en el pan blanco cotidiano
en las
estaciones enamoradas
escribo tu nombre.
En
mis trapos azules
en el estanque de sol enmohecido
en el
lago de viviente lunas
escribo tu nombre.
En
los campos en el horizonte
en las alas de los pájaros
en
el molino de las sombras
escribo tu nombre.
En
cada suspiro de la aurora
en el mar en los barcos
en la
montaña desafiante
escribo tu nombre.
En
la espuma de las nubes
en el sudor de las tempestades
en la
lluvia menuda y fatigante
escribo tu nombre.
En
las formas resplandecientes
en las campanas de colores
en
la verdad física.
escribo tu nombre.
En
los senderos despiertos
en los caminos desplegados
en las
plazas desbordantes
escribo tu nombre.
En
la lámpara que se enciende
en la lámpara que se extingue
en
la casa de mis hermanos
escribo tu nombre.
En
el fruto en dos cortado
en el espejo de mi cuarto
en la
concha vacía de mi lecho
escribo tu nombre.
En
mi perro glotón y tierno
en sus orejas levantadas
en su
patita coja
escribo tu nombre.
En
el quicio de mi puerta
en los objetos familiares
en la
llama de fuego bendecida
escribo tu nombre.
En
la carne que me es dada
en la frente de mis amigos
en cada
mano que se tiende
escribo tu nombre.
En
la vitrina de las sorpresas
en los labios displicentes
más
allá del silencio
escribo tu nombre.
En
mis refugios destruidos
en mis faros sin luz
en el muro de
mi tedio
escribo tu nombre.
En
la ausencia sin deseo
en la soledad desnuda
en las
escalinatas de la muerte
escribo tu nombre.
En
la salud reencontrada
en el riesgo desaparecido
en la
esperanza sin recuerdo
escribo tu nombre.
Y
por el poder de una palabra
vuelvo a vivir
nací para
conocerte
para cantarte
Libertad
La primera vez que vi una esquela pegada en la puerta de un casa fue en Umbría, región del centro de Italia, en los inicios de los ochenta del pasado siglo. Pensé que era más propia de la imagen que teníamos del sur, con el tópico peliculero de sus mujeres vestidas de negro, los tendederos repletos de ropa en calles estrechas y una juventud en camiseta imperio y cara de pocos amigos.
Esquelas en un muro de Santutxu
No recuerdo que esa costumbre se diera en Barcelona, por lo menos en la zona de Gracia y derecha del ensanche, donde yo viví, trabajé y trasnoché en mis primeros 30 años de vida. Por eso me llamó la atención que fuera algo usual en mi barrio de adopción, y en general en todo Bilbao, Bizkaia y el País Vasco…
Al principio pensé que se trataba de un fleco más de un cierto ritual mortuorio que asociaba erróneamente al culto a las víctimas de la guerra sucia (hay guerras limpias?) entre ETA y el Estado. Digo erróneamente porque su insistencia me han hecho comprender que es una costumbre muy arraigada entre el pueblo llano.
La esquela tiene un formato muy tradicional. En la cabecera está la foto del/la fallecida/o, seguramente el mejor retrato que sus sobrevivientes hayan encontrado, incluso con la trampa de alguno demasiado joven que hace irreconocible a una persona fallecida con más de ochenta años de edad. Lo más adecuado es incluir una foto reciente, porque así podrán reconocerla los vecinos y saber dónde, cuándo y en qué circunstancias se hará la despedida.
La esquela habrá podido definir si el/la fallecida/o recibió los últimos sacramentos, algo que habitualmente es falso, y en los renglones siguientes el abrazo de l@s allegad@s o la confirmación de rupturas familiares por presencias o ausencias de ex, denostad@s o simplemente olvidad@s. También alguna despedida desairada o un tanto estrafalaria como la que acompaño.
Además de en la portería o tienda de la esquina los vecinos de Santutxu colocan las esquelas de sus familiares en sitios estratégicos del barrio; la sucursal más céntrica de la BBK, el muro que separa la plaza y calle del Karmelo, campa de Basarrate, de un modo más o menos ordenado y siempre a la intemperie del clima lluvioso de la villa.
Hace unas semanas el ayuntamiento denegó a una de las asociaciones de vecinos del barrio la solicitud de instalación de carteleras para esquelas que tenía el simple objetivo de dar dignidad a costumbre tan arraigada. El escrito de denegación, que para más coña remitían a una persona desconocida en la asociación, parecía redactado por algún funcionario perezoso o en horas bajas, ya que argumentaba que “el mantenimiento de esos tablones llevaría un coste que consumiría recursos municipales que no suponen un beneficio para la ciudadanía y que, además, ese coste se multiplicaría si otros barrios lo solicitasen” (joder con el adivino). Hay que decir que solo el presupuesto de ese área, subtitulada ampulosamente como de “servicios y calidad de vida”, asciende a 87 millones y que hay carteleras en muchos pueblos pequeños de Bizkaia con dotaciones presupuestarias muy inferiores. Simplificando, que los tablones no iban a hacerla quebrar.
Así que valga el hecho como una muestra del desprecio con que algunas áreas de la administración contestan a la ciudadanía, determinando qué supone o no su beneficio, en este caso una demanda tan fácil de entender y atender como es dar valor a una costumbre popular con cuatro perras. En fin...
Afortunadamente las esquelas se adaptan cada vez más a la modernidad. Se evaden símbolos religiosos, se normalizan las nuevas relaciones familiares, se introducen epitafios o despedidas cada vez menos tópicas, más personales, es decir, responden menos a los arquetipos y más al mundo que vivimos, o mejor, que morimos…
Ya hace unos meses supe que un famosillo al que no conocía solía recurrir en horas más o menos bajas a un disco de NRBQ (New Rhythm and Blues Quartet), un veterano y un tanto ecléctico grupo yanqui. Del álbum recomendado por el colega, “Grooves in orbit” (1983), con 13 canciones de estilos diversos (blues, pop, rockabilly…) yo me quedo hoy con “How can i make you love me”, una baladita sesentera y no precisamente la más característica del grupo pero que, es verdad, refresca el ánimo en los momentos de bajón.
Según
estudios más o menos atrevidos el número de personas que han pasado
por el mundo asciende a unos 107 mil millones. Como es obvio de la
mayoría no sabemos absolutamente nada, salvo que forman parte de un
dato estadístico. De hecho, y esta vez según análisis
pormenorizados, hay constancia de 2 millones y medio de biografías
más o menos desarrolladas, lo que nos permite saber de personas
concretas y no únicamente de restos corpóreos, útiles,
herramientas, fotos de desconocidos u otros legados anónimos.
Hace unos días me acordé de Abel Capellán. Me lo presentó una compañera de trabajo, pintora como él, el día que se jubilaba con 66 años, hace ahora otros 28. Me pareció un tipo simpático, y ante mi curiosidad me invitó a visitar su estudio/taller. No lo hice, no sé porqué razón, y al recordarle ahora pensaba que lo tenía en Barakaldo y no a apenas cincuenta metros de casa, como he podido confirmar. Este hecho me hace pensar en la capacidad selectiva y consoladora de la memoria, porque creo que no haber hablado más con él y conocer de cerca la técnica que usaba para elaborar cartelones de hasta ocho metros metros de altura, que él asociaba al travelling cinematográfico, fue un gran error.
Bueno,
me he puesto a escribir y no he advertido que Abel Capellán fue uno
de los artistas que decoraba con murales los cines de Bilbao,
principalmente los del desaparecido Capitol. En el momento de su
jubilación Capellán era todo un personaje, principalmente en
nuestro barrio, y pinturas con escenas costumbristas adornaban las
paredes de algunos de sus bares, el más conocido el desaparecido
Mesón de La Rioja, de modo que al pensar en dedicarle este blog
creía que me sería fácil encontrar detalles de su vida y obra en
internet. No es así.
cartel del cine Capitol
Supongo
que eso de tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol ( no
sé si es ese el orden) tiene que ver con la necesidad de trascender,
de dejar huella y pensar que algunos de nuestros tejidos e ideas
permanecen entre los vivos. A esos vestigios de trascendencia habría
que añadir, cómo no, pintar un cuadro, y en nuestros días figurar
en la wikipedia, o aparecer por lo menos en la nube, aunque sea en un
humilde blog como este. Pues bien, mientras su primer compañero
artístico, un consagrado Agustín Ibarrola exponía cuando escribía estas líneas en la sala Recalde con una especie de retrospectiva, el
fantasma de Capellán, fallecido en diciembre de 2001, se repliega en
internet con un único artículo del periódico mensual que el
ayuntamiento dedica a la cultura, un breve reconocimiento del barrio
de Otxarkoaga y algunas, pocas referencias a cuadros subastados con
bajo precio de salida. Nada más.
No
he tenido mejor suerte buscando fotos de las fachadas de los cines
para los
Cuadro del Bikarregi
que trabajó, con la esperanza de captar unos cartelones que
a la gente de edad nos devuelve a un mundo de imágenes colosales,
hoy día casi naif. Tampoco de los decorados que hizo para el teatro
Arriaga o los retratos de los primeros Lehendakaris, quien sabe si
arrumbados en la sede del partido nacionalista. Las fotos que he
conseguido ni siquiera parecen hechas con la intención de captar el
trabajo del artista y son de pésima calidad. Desaparecido el Mesón
La Rioja, solo queda un cuadro del pintor en el barrio, el que cuelga
al fondo del Bikarregi rodeado de txapelas y cajas de patatas fritas, que he ido a
fotografiar un día de estos antes de que también desaparezca.
Según he leído, su maestro, Rodríguez Ortigado, consiguió que dos de sus carteles de pequeño tamaño fueran adquiridos por el Museo de Bellas Artes, pero los grandes murales, obras efímeras que duraban apenas una semana son, como los de Abel Capellán y él mismo, un legado que se diluye lentamente con el paso del tiempo.
decorado en el cine Tivoli de Barcelona
El
cine Tívoli de Barcelona iba un paso por delante. Sus grandes
estrenos se acompañaban con grandes carteles y otros elementos
visuales. Creo recordar las siluetas del séptimo de caballería en
su vestíbulo para algún western y la estructura de cartón del
puente sobre el río Kwai en la película del mismo nombre. La escena
de su silbido colectivo, basado en una canción popular de 1914, “La
marcha del Coronel Bogey”, demuestra la maestría de David Lean, y
cuando te enteras de que su letra, adaptada a la época, se burlaba
de Hitler diciendo que solo tenía un huevo te acuerdas de Franco, nuestro
dictador de bolsillo, del que en un lugar común se decía otro
tanto.
Entre mi pequeña colección de libros curiosos está una singular edición de Poemas de Mao Tse Tung (1893 - 1976). No sería nada raro si el “gran timonel”, que dirigió con mano férrea el destino de China desde 1949 hasta su muerte, no fuera considerado un ser demoníaco para el franquismo, además de/o por ser “marca registrada” de algunos de los movimientos rebeldes de la España de los años setenta.
Pues bien, el libro, encuadernado en pasta dura de color rojo, solo faltaría, fue publicado por la Editorial Mateu, y de aquí su singularidad, nada menos que el año 1970, inicio de esa década y del llamado juicio de Burgos, es decir de la fase crepuscular pero especialmente cruenta de la dictadura.
La editorial Mateu era “rara avis” dentro del abigarrado y extenso mundo editorial barcelonés. Fundada por Francisco Fernández Mateu en 1944, simplemente porque no encontró editor para sus tres primeras novelas, no estaba situada en el ámbito editorial progresista ni de pedigrí intelectual, como Anagrama, Tusquets, Seix y Barral o Edicions 62, pero tuvo un gran papel en la divulgación de la lectura entre los jóvenes de la época a través de diversas colecciones. La etiqueta de editorial divulgativa no le libró de tener que vérselas con los tribunales del momento, siempre atentos a no dejar pasar algo subversivo; tampoco de publicar a escritores de primera fila como Joseph Roth, Vladimir Nabokov, Ilyá Ehrenburg, Stefan Zweig, Sinclair Lewis, Somerset Maugham, Oriana Fallaci o Camilo José Cela. Lo de editar a Mao Tse Tung supongo que coló porque se trataba de poemas de contenido lírico y paisajístico, aunque algunos hablaran en ese tono de la epopeya de la “gran marcha” que unificó al ejército rojo.
Además de dictador y poeta, Mao Tse Tung era, como yo, aficionado a las travesías a nado. Si hace dos años hubiéramos leído que atravesó el río Yangtsé en Wuhang, olvidaríamos el nombre de la ciudad de inmediato, pero ahora, tras más de un año de una pandemia que al parecer nació allí, es un lugar que las generaciones que la hemos vivido no olvidaremos.
En sus últimos años de vida no era raro ver a Mao nadando plácidamente en aguas del Yangtsé. Si Franco pescaba grandes atunes y salmones y jugaba al golf para demostrar que, pese a su paso cada vez más vacilante y voz gangosa, estaba en forma, el dirigente chino atravesaba el río con un estilo un tanto extraño que, según propagandistas fanáticos, le permitía recorrer quince kilómetros en poco más de una hora, un récord mundial estratosférico en aguas abiertas. Lo cierto es que en la mayoría de fotos solo aparece haciendo el muerto o con un estilo de braza lateral lento y en desuso, siempre rodeado de guardaespaldas.
Así que, entre distintas travesías, el 16 de julio de 1966 Mao se lanzó al Yangtsé rodeado de miles de jóvenes agresivos y dio por inaugurada la revolución cultural. El poema premonitorio que transcribo había sido escrito exactamente diez años antes y termina avisando a la diosa de la montaña que “su mundo ha cambiado”. Y de qué manera...
El poema se apoya musicalmente en la melodía “Shuǐdiào Gētóu” (melodía de agua), que según he leído es una cajón de sastre para todo poeta dispuesto a dotarla de nuevas palabras. En ese tono que suele acompañar al chop suey o el arroz tres delicias en cualquier restaurante chino que se precie, la cantante Teresa Teng (1953-1995) se marca esta versión de letra indescifrable en 1983.
Entre abundante
miseria sintáctica, ironía inteligente o simple gracieta,
buscadores impulsivos de seguidores a bajo precio, provocadores,
héroes del insulto y la agresión verbal, todavía
subsiste en las redes
sociales gente misericorde, feliz con el hecho simple de compartir
conocimiento.
Hace
días una de esas personas simpáticas
(me gusta más que empáticas)
compartió el video de un grupo que
yo ignoraba, Stone the crowes. No me voy a autoflagelar. Uno no puede
estar en todo, pero en este caso la
ignorancia me ha parecido de tal envergadura que veo preciso
corregir.
El
video en cuestión era la interpretación en
directo de “Penicillin
blues”, por lo que me
he informado a posteriori quizás
su canción más
conocida. Lo primero que llama la atención es la fuerza de la
cantante, Maggie Bell, nada que envidiar a la entonces
ya fallecida
Janis Joplin (el video es
de 1973), pero también la juventud y sin embargo calidad de sus
integrantes.
Leo,
y parece
que debería saber y
recordar, que su
guitarrista inicial, Les Harvey, murió
electrocutado en plena actuación. Lo cierto es que su fallecimiento
me lleva al protagonista del titular del blog, Jimmy Mc Culloch, su
sustituto.
Si
hubiera sobrevivido al tarro de medicinas y llegado lo lejos que
muchos de sus guitarristas contemporáneos, Jimmy estaría
hoy día grabando duetos,
haciendo colaboraciones
y demostrando el virtuosismo que le convirtió en músico prodigio a
los 11 años de edad, al
participar en el primer disco de la banda psicodélica “On in a
million”, pero también
murió joven.
En
la interpretación de “Penicillin blues” McCulloch solo tiene 19
años. Es un tipo barbilampiño y cara de chico bueno que pasa
por el grupo cuando ya está a punto de extinguirse. Posiblemente
ha empezado a meter mano en el tarro de medicinas, pero
nada grave de momento. El caso es que, pese a las buenas críticas y
el
reconocimiento del
talento de Maggie, “Stone
the crowes” se deshace
el mismo año de la grabación.
El
ex beatle Paul McCartney, que había creado el grupo Wings en 1971,
demostró su buen olfato y fichó a McCulloch inmediatamente, donde
siguió su carrera musical hasta 1977, momento en el que salta
a otro grupo histórico,
Small Faces, ya en su
etapa crepuscular. En
algunas actuaciones McCartney deja que Jimmy lleve la voz cantante en
alegatos anti droga, quizás como una especie de catarsis. Allí
repite estribillos como “no
llegarás lejos si sigues metiendo mano en
el frasco de medicinas.”
(de “Medicine jar”) o
“hasta que vuelvas a
decaer otra vez” (de
“Wino Junko”), mantras
que no le alejan de un final trágico víctima de una sobredosis de
heroína con solo 26 años
de edad.
He
elegido videos de esas tres épocas, en las que se puede apreciar su
calidad y la de sus compañer@s
de viaje, y una
espléndida propina, interpretación de Fool on the hill por los Stones the Crowes previos a la incorporación de Mc Culloch. Qué atracón!!!
Sigo recopilando las músicas expuestas en el blog y hay
en esos dos años un itinerario que a menudo tira a la nostalgia,
quizás porque en mayo de 2016 dejé los bártulos en la Gran Vía de
Bilbao y me jubilé. Parece que entrara uno en una especie de limbo
que dura unos meses en los que descubre un nuevo punto de vista de la
ciudad y las personas. También veo a algún músico o cantante que
apenas conozco, seguramente buscados con denuedo para equilibrar los
textos, como esos raros Oyku y Berk o Angelique Ionatos, a la que
tras volver a oír su versión de “Cette blessure” me he visto
impulsado a rebuscar y….... claro, las debilidades personales, como
Vincent Delerm, Paolo Fresu, Kings of Convenience, Julio Bustamante,
Leo Ferré o el omnipresente Bob Dylan. Volveremos...
El día y la
situación piden algo de juerga y pelea pero con cautela pandémica, que la cosa aún no está para brometas. Roba Estesa, grupo
folk de mujeres del Camp de Tarragona fundado en 2013, le pega a una
y otra vertiente de la vida: “Una altra ronda” y “Les Criades”.
UNA
ALTRA RONDA
Després
d'un mal dia al carrer em trobo la Jordina Que
avui fa l'aniversari, vol que l'acompanyi al bar Ens
mirem amb simpatia, amb un gest mutu d'empatia I
ja a la primera taula que comenci el festival... Que
comenci el festival!
Posa'm
un got de moscatell, una cassalla Ratafia,
un burret o una pomada! Una
mamadeta, un masclet, un rom cremat, un
got d'aigua de València o aromes de Montserrat!
Ja
havent agafat el "puntillo" amb una barreja mortal de
begudes de la terra, ens disposem a fer mal Doncs
m'agafa la mà esquerra, a l'atenció de la cambrera Ens
demanem una altra ronda i després ja veurem què tal... Després
ja veurem què tal!
Posa'm
un got de moscatell, una cassalla Ratafia,
un burret o una pomada! Una
mamadeta, un masclet, un rom cremat Un
got d'aigua de València o aromes de Montserrat!
I
aguantant la compostura, intentant fer-me la madura "què,
carai!" diu la Jordina "una altra no et farà pas mal!"
¡La
nit és jove, la nit és festa, demà ja en patirem la resta!
Però
avui fins que el cos aguanti traurà fum aquest local... Traurà
fum aquest local!
Posa'm
un got de moscatell, una cassalla Ratafia,
un burret o una pomada! Una
mamadeta, un masclet, un rom cremat Un
got d'aigua de València o aromes de Montserrat!
LES CRIADES
Tenim
l'alegria de viure
Tenim la sort de ser aquí
Volem
arribar més enllà
Sabem que no serà fàcil camí
Reservem
totes les forces
Perquè quan el dia arribi
Tinguem les
armes preparades i esmolades per lluitar
No
cosirem mai més els vostres botons
Ni la vora de baix dels
pantalons
Però atenció, no desarem mai les agulles
Que
ens han fet les mans tant dures, per ofegar tots els nostres
malsons
I per punxar-los els collons
Tenim
la dissort de ser valentes
Tenim les mans, tenim els
pits
Volem que per tot lloc ressoni
El que ha sigut
sempre el nostre crit
I
reservem l'afany de riure
Perquè el plor no ens
entristeixi
Tinguem les armes preparades i esmolades per
lluitar
No
cosirem mai més els vostres botons
Ni la vora de baix dels
pantalons
Però atenció, no desarem mai les agulles
Que
ens han fet les mans tant dures, per ofegar tots els nostres
malsons
I per punxar-los els collons
OTRA
RONDA
Después de una mal día en la calle me encuentro a Jordinaque hoy está de cumpleaños, quiere que la acompañe al bar. Nos miramos con simpatía, con gesto mutuo de empatía y ya en la primera mesa que empiece el festival...
¡Que empiece el festival!¡Ponme un vaso de moscatel, una cazalla, ratafia, un burrito o una pomada! ¡Una mamadita, un masclet, un ron quemado, un vaso de agua de Valencia o aromas de Montserrat!
Ya habiendo cogido el puntillo con una mezcla mortal de bebidas de la tierra, nos disponemos a hacer el mal. Pues me coge la mano izquierda, a la atención de la camarera, nos pedimos otra ronda y después ya veremos qué tal...
¡Después ya veremos qué tal!
¡Ponme un vaso de moscatel, una cazalla, ratafia, un burrito o una pomada! ¡Una mamadita, un masclet, un ron quemado, un vaso de agua de Valencia o aromas de Montserrat!
Y aguantando la compostura, intentando hacerme la madura "¡qué, caray!" dice Jordina "¡otra no te hará daño!"
¡La noche es joven, la noche es fiesta, mañana ya sufriremos el resto!
Pero hoy hasta que el cuerpo aguante echará humo este local...
¡Echará humo este local!
¡Ponme un vaso de moscatel, una cazalla, ratafia, un burrito o una pomada! ¡Una mamadita, una perilla, un ron quemado, un vaso de agua de Valencia o aromas de Montserrat!
LAS
CRIADAS
Tenemos la alegría de vivir Tenemos la suerte de estar aquí Queremos llegar más allá Sabemos que el camino no será fácil
Reservamos todas las fuerzas para que cuando llegue el día tengamos las armas preparadas y afiladas para luchar
No coseremos nunca más vuestros botones ni la vuelta del bajo de los pantalones, pero atención, no guardaremos las agujas que han endurecido nuestras manos, para ahogar nuestras pesadillas y pincharles los cojones
Tenemos la desdicha de ser valientes Tenemos las manos, los pechos, queremos que resuene por doquier el que ha siempre nuestro grito
Y reservamos el afán de reír porque el llanto nos entristece tenemos las armas preparadas y afiladas para luchar
No coseremos nunca más vuestros botones ni la vuelta del bajo de los pantalones, pero atención, no guardaremos las agujas que han endurecido nuestras manos, para ahogar nuestras pesadillas y pincharles los cojones