sábado, 18 de octubre de 2025

Moussa

MOUSSA, EL DEMBELE QUE NO ERA BALÓN DE ORO

Moussa Dembele
La muerte del maliense Moussa Dembele (nada que ver con el balón de oro 2025) en el derrumbe de un edificio de Madrid es el final cruel de un itinerario que retrata una parte importante de nuestra realidad.

La primera etapa empieza en Mali, un país en guerra desde 2012, y acaba en las Islas Canarias, donde Moussa llega como uno más de los 46.843 emigrantes que lo hicieron en cayuco en 2024. 

Tras algo más de un año en una situación irregular que la extrema derecha asocia a la delincuencia y a una invasión delirante, Moussa tuvo un golpe de suerte. Consiguió el status de asilado de guerra y obtuvo una tarjeta de residencia de larga duración, algo inusual, no solo porque a finales de ese año había 242.000 personas esperando que se resolviera su solicitud, sino porque la mitad tuvieron respuesta negativa. 

En el caso de los malienses, uno de los contingentes de emigración que más ha crecido en los últimos años, hasta convertirse en mayoritario, está más que motivado, porque Mali es un avispero con tres fuerzas beligerantes y un cruce de intereses políticos y económicos ajenos: rusos, turcos, noruegos, británicos, principalmente franceses…  

Moussa pasa por dos centros para inmigrantes y de protección internacional de asilados en Carabanchel y Almería y, ya con papeles, se instala en Madrid y encuentra trabajo con la ayuda de varios compatriotas. ¿Dónde? En una empresa de construcción, sector con cerca de un 25% de trabajadores extranjeros y dificultad en encontrar a profesionales especialistas.

En este caso se trataba de una empresa subcontratada, Anka Demoliciones, especializada en una actividad, la de la demolición, que por su dificultad requiere formación específica. Según los primeros informes el derrumbe pudo deberse a la excesiva acumulación de materiales, es decir, de peso, en una de las zonas del edificio. Aunque la empresa presume de una experiencia que se remonta a su fundación familiar en 1987, otra cosa es la de sus trabajadores. Según compañeros, obreros de la construcción, la demolición es un trabajo muy duro y peligroso, se hace principalmente a pico, y a falta de especialistas, las empresas usan a peones o ayudantes no preparados por salarios muy bajos. Moussa cobraba 1.100 euros al mes. 

Como el accidente que acabó con la vida de una trabajadora española, un ecuatoriano y un guineano, además de la del maliense - una imagen gráfica del “multiculturalismo” laboral - está siendo investigado, hasta aquí las alusiones al mismo, pero ¿para qué y por qué se demolía el edificio? El inmueble derrumbado, en un solar de 1.070 metros cuadrados, está en la calle de las Hileras, perpendicular a la de Arenal, calle que quienes tenemos una edad asociaremos a dos juegos de la época, el palé y el monopoly. Situado a apenas tres manzanas de la Plaza Mayor era una perita en dulce en un entorno madrileño especulativo que expulsa al vecino de toda la vida - la media del alquiler en Madrid capital es de 1.500 euros - y lo sustituye por un turista.

Para situarnos: según datos oficiales en Madrid capital hay 810 hoteles con 94.000 plazas, a las que hay que sumar las 160.000 que ofertan los 16.000 pisos turísticos que aparecen en las plataformas, los 1.131 que tienen licencia, o los 48.000 que, según estimaciones, se dedican a ello. Resumiendo, solo el 7% o el 2,35% de estos pisos turísticos son legales. 

El proyecto de hotel en la página web 
de Caler Advisory..

Pues bien, la perita en dulce es comprada a principios de 2022 por la empresa RSR Singular Assets Europe Socimi, una sociedad en la que participan como máximos accionistas un saudí, un luxemburgués, ambos conocidos en los ambientes de la especulación inmobiliaria, y dos españoles de apellido noble, los hermanos Alvaro y Carmen Escrivá de Romaní. Esta última es CEO de la empresa gestora, Caler Advisory and Asset Management, que pone sobre la mesa 24,5 millones, cambia la licencia de actividad de uso de oficinas a hospedaje en diciembre de 2024 con el beneplácito de la alcaldía, e inicia la obras de rehabilitación para convertirlo en un hotel de lujo, las que, en un accidente todavía investigado, acaban con la vida de l@s cuatro trabajador@s. 

Con el ingrediente añadido de la socimi, un modelo de inversión de gran éxito en los ámbitos inmobiliarios porque no paga impuesto de sociedades a cambio de condiciones asequibles, el itinerario de Moussa hasta su muerte es una relación endiablada del mundo que nos rodea: guerra colonial, emigración salvaje, situación irregular, malas condiciones de trabajo, accidente con sospechas de falta de medidas de seguridad, especulación inmobiliaria, pisos ilegales, inversión extranjera, turistificación, encarecimiento de la vivienda… 


Ali Farka Touré y Toumani Diabate, este especialmente conocido por un disco legendario, el que grabó con Ketama en 1988, fueron dos de los grandes músicos malienses de todos los tiempos. Antes de su fallecimiento en 2006 y 2024 dejaron preciosidades como esta "Kala Djula", que por lo que he podido averiguar significa algo relacionado con la palabra "abrir" en lengua wólof.


https://youtu.be/1PKdK_68r0A

miércoles, 8 de octubre de 2025

KID BANANA


KID BANANA
(último relato corto/deportivo)


Mi abuelo me solía decir que sin su tío Pancri, Kid Banana, nuestra familia hubiera sido anodina. Creo que usaba ese adjetivo poco común porque lo normal era preguntar de inmediato por la rareza de su uso y significado. Además añadía datos que creía o pretendía lo confirmaran.

No tenemos un contrabandista, un futbolista, un ministro o un asesino en serie que meter en el árbol genealógico - decía con cierta sorna - Los bisabuelos labradores, los abuelos albañiles, los hijos abogados y los nietos vagos de remate.

Entre esos nietos sin futuro estaba yo, que cerca de los treinta años apenas acumulaba tres de trabajo. Sin embargo mi abuelo me defendía en los pleitos familiares porque, decía, es el único que ha sacado los pies del tiesto. Todo porque sabía de mi afición y mis pinitos con el dibujo.

Este acabará triunfando, como Picasso - le decía a mi padre cuando este se quejaba de que yo siempre estaba en babia o pintarrajeado con lápices o acuarelas.

El había sido albañil y luego jefe de obra, pero también un lector ferviente que llegó a acuñar una biblioteca más que modesta. En cuanto a Kid Banana, el supuesto alias boxístico del tío Pancri, vio como su entidad corpórea se deshacía en polvo y ceniza cuando murió el abuelo. He aquí la realidad.

Hace algo más de un año, en unos de mis contados viajes a la capital, pasé por el gimnasio Galiana, auténtica catedral del boxeo dedicada a un grande, Fred, a quien en su tiempo llamaban el torero del ring. Según mi abuelo, que me había hablado una y otra vez de aquel gladiador, al que se asociaba con el arte de cúchares por los desplantes que dedicaba a sus contrincantes, allí se había forjado la figura pugilística del tío Pancri, de modo que entré con la intención de saber si aún quedaba alguien que hubiera compartido cuadrilátero con él.

¿Kid Banana? No he oído ese nombre en mi vida - me contestó el dueño del gimnasio - y te juro que no hay boxeador mínimamente bueno al que no conozca.

Eso me descolocó tanto que nada más salir de allí busqué en internet. En la nube virtual solo aparecían dos Kid Banana. Un rapero hondureño y un antiguo boxeador argentino, ya fallecido. Nadie más.

Desconcertado por el resultado negativo de mis pesquisas, consciente de que el argentino, Claudio Bechini en la vida civil, nada tenía que ver con el tío Pancri, llamé a mi madre para preguntarle por el tío-bisabuelo y ella me confesó que no le conoció.

Murió muy joven - me dijo.

Era boxeador ¿no? - le pregunté.

Qué va. No le dio tiempo. Si debió morir con quince o dieciséis años ...

Este dato me dejó definitivamente ko, nunca mejor dicho, porque mi abuelo me había contado las proezas de un púgil que, según decía, había llegado a boxear en el Luna Park de Buenos Aires, el personaje familiar que, a base de mamporrazos, nos había librado del anonimato.

Durante semanas contacté con familiares a los que había perdido de vista hacía años. Se extrañaban de que les preguntara por alguien al que, o bien no recordaban o del que apenas habían oído hablar. Me echaban en cara mi desapego familiar, me preguntaban por mis padres y prometían echarme una mano si descubrían algo relacionado con el tío Pancri. En cuanto a Kid Banana a solo a uno de mis primos sonaba nombre y dedicación.

En pocos meses comprendí que los combates ganados por ko a lo largo de toda España, las peleas encarnizadas con un púgil irlandés y otro nigeriano en el Gran Price de Barcelona, el intento de amaño de un combate que acabó con su periplo americano y una vida privada que le permitió codearse con vedettes y actrices de la época eran fruto de la inventiva del abuelo y de su ahínco por superar la grisura colectiva que creía rodearle.

Los días se dividen en agónicos y apacibles, decía mi abuelo cuando salía de casa a hacer kilómetros, pues así hablaba de sus paseos. Murió sin agonía un día apacible del otoño de hace tres años, veintidós grados y un aire que mezclaba la sombra de los abedules con una brisa que parecía venida de un mediterráneo a casi quinientos kilómetros de distancia, así que no pudo asistir a la presentación, ni saber que le había dedicado mi primer comic, "Kid Banana", la biografía apócrifa del tío Pancri que, espero, siga salvando a nuestra familia de una vida anodina.