lunes, 9 de enero de 2017

UN  POEMA DE ANGELINA GATELL, ESCRITORA REPUBLICANA Y ANTIFASCISTA, FALLECIDA EL PASADO DÍA 8 DE ENERO.

Nacida en Barcelona, el 8 de junio de 1926, guionista, productora, actriz de teatro y televisión, y principalmente de doblaje, actividad de la que vivió durante más de treinta años; fundadora de la tertulia literaria independiente Plaza Mayor, junto a José Hierro, Manrique de Lara y Aurora de Albornoz; Angelina mantuvo hasta su muerte la herida y el compromiso por el recuerdo de los vencidos.

Al final de la entrada, Angelina Gatell lee el poema en un acto republicano el 14 de abril de 2012.


A QUIEN CORRESPONDA

“devuélvenos
también
nuestros cadáveres,
enséñanos
también
los asesinos.”
(Ángel González)

Una vez más quiero volver al tiempo
del que siempre hablaré
porque le pertenezco
como el azul al mar,
como la luz al alba.

Y quiero
bajar a su memoria
como quien baja
al sótano que guarda
objetos, actos, versos, actitudes,
días, que con frecuencia hojeo
como páginas,
y con ellas pegadas a los dedos
salgo a la calle, aparto con denuedo
la oscuridad y pregunto,
-por si alguien lo supiera-
dónde están los cadáveres,
desde dónde nos mira
la ausencia de sus ojos,
en qué lugar esperan
la cercanía de una rosa,
su fragancia vedada por la ira,
el aire
que disipe el silencio.

Y pregunto también
los nombres de los asesinos,
aunque los sepa bien, sílaba a sílaba,
pero los quiero dichos en voz alta,
a gritos,
no guardados con celo en sus estuches
de dorada penumbra
desde el instante mismo en que el invierno
dejó caer su frío sobre el suelo
que ya nunca fue patria,
sino desgarradura.

Muy pocos saben de qué hablo.

Sin embargo, no falta quien se aleje
obviamente molesto.

Y están los que, confusos,
se llevan a los labios
el índice gastado por el miedo
y se alejan también
aunque más lentamente,
no sé, quizá afligidos.

Otros, susurran evasivos: hace
ya tanto tiempo... Y vuelven la cabeza,
como si alguien de pronto los llamara.

También los hay que opinan sin sonrojo,
como haciendo equilibrios
sobre el filo de la conciencia,
que sería mejor dejarlo todo
dormido en el sosiego,
cubierto de benignos crisantemos
y así nadie podría
dañarse con su roce.

Después se van a Roma y, conmovidos,
debajo de los pórticos
donde Bernini,
hace ya más de cuatro siglos
guardó la luz del mármol,
recogen, con unción, sin miedo a herirse,
los nombres trémulos de gracia
de otros cadáveres,
los guardan en sus dijes con cuidado
y sonríen en paz.

No consigo entenderlo. Escucho. Miro.
Me quedan ya muy lejos las palabras
que con el tiempo cambian de sentido,
y acomodan sus dúctiles metales
a la oscilante
valoración de los conceptos.
Y más lejos aún, mucho más lejos,
perdida entre la niebla,
la luz que fue habitada por la idea,
o el aroma, no sé, tal vez por nada.

No consigo entenderlo.
Reúno amargamente mis preguntas
y releo las páginas
donde mi tiempo amarillea y sufre.
Como yo está cansado. Y como yo no entiende.
Y como yo, se niega a ser destruido
por esa desmemoria
más grave que el olvido porque en ella
crece y se ramifica,
estercolada por la indiferencia,
la planta obscena

de la conformidad y el beneplácito.

martes, 3 de enero de 2017

La chaqueta

LA CHAQUETA

Me he enterado de que Cruz Roja no admite juguetes usados en su anual recogida de navidad. Uno de los argumentos (hay otros) tiene su lógica, que los niños pobres no se sientan discriminados con restos en desuso,  pero este hecho me ha llevado a reflexionar sobre determinadas conductas dominantes en este nuestro “primer mundo”, relacionadas con el consumo desorbitado y el despilfarro, también, y mucho, en ese ámbito.

Quienes no somos primogénitos sabemos lo que es heredar ropa, útiles, libros, etcétera, de nuestros hermanos mayores. La primera conciencia solía darse en mis tiempos con el traje de primera comunión, que dependiendo de la diferencia de hechuras te sobraba o ceñía, y en fecha tan señalada, no te hacía puta gracia. Conservo el recuerdo de otros objetos más que bienvenidos, unos patines, una bicicleta, y también de algo que fue entonces un hecho traumático pero el tiempo ha convertido en materia de chanza: la chaqueta.

Creo que yo tendría unos diez años, y hasta entonces, con la excepción del traje de comunión, nunca me había sentido discriminado por llevar cosas de mi hermano. En algunos casos hasta era motivo de orgullo, pues me hacía sentir mayor, pero con la chaqueta no pude. Además de venirme grande era de un color entre ocre y verdoso, con un pequeño punteado que me parecía horrible.  Mi madre insistía en que la llevara, pero yo me hacía el remolón y mediante diversas y complejas estratagemas la volvía a dejar en su sitio, así que creo que solo hice el “ridículo” tres o cuatro veces.

Hace años, comentando este tipo de “traumas” infantiles, un amiguete
Piuma d´oro
madrileño me habló de su piuma d´oro, un impermeable anunciado por un personaje televisivo de la época, el ratón Topo Gigio. En este caso no se trataba de una herencia, sino de una “pieza clave” contra la lluvia, una horrorosa prenda de color azul oscuro que llegaba hasta los pies, con su cinturón, y esto era lo peor de lo peor, una gorra de plátano. Decía mi amigo que por fortuna en Madrid no solía llover mucho, ya que de lo contrario no solo hubiera quedado traumatizado de por vida sino empapado un día sí y otro también.   

Como es evidente no conozco a nadie que haya acabado en el psiquiátrico por llevar cosas usadas, y cuando recordamos estas anécdotas lo hacemos para reírnos de nosotros mismos. Muchos años después he buscado y llevado ropa de segunda mano (recuerdo con añoranza una chaqueta de piel girada que compré en Florencia a finales de los años setenta) y si no lo he hecho más es empujado por el consumismo que nos hace cambiar de objetos antes de su inutilidad. Otro amigo bohemio al que le pasaba ropa usada de vez en cuando, siempre me preguntaba que por qué lo hacía, si estaba casi nueva.

En fin, no sé si la Cruz Roja hace bien en rechazar juguetes que son arrinconados la misma mañana de la celebración, a veces, ¡sorpresa! porque el niño o niña se pone a construir una casa o un vehículo con las cajas de cartón que contenían el regalo estrella. A lo mejor habría que instituir el día del “juguete usado” y hacer que esas instituciones benéficas los repartieran en las casas de los niños y niñas de clase media y alta, a ver qué pasaba.  


Claro, que antes de que acaben en nuestros vertederos siempre estará África…

Como música de fondo “Time dreams”, una canción de The Pines sobre un poema de John Trudell, escritor, músico y activista sioux fallecido en 2015, que habla de sueños y recuerdos que nacen de la tierra y vuelven a la tierra…

martes, 20 de diciembre de 2016

UN POEMA DE NAVIDAD DE GARCÍA LORCA 


Lorca dedicó unos versos de Poeta en Nueva York a la navidad, un poema que Víctor Manuel musicó e interpretó en 1986. Como la versión no me entusiasma he preferido incluir una locurilla, con pelucón y hasta bailando ( y van…) del flamante último premio Nobel de literatura, Bob Dylan.


Nacimiento De Cristo 

Un pastor pide teta por la nieve que ondula
blancos perros tendidos entre linternas sordas.
El Cristito de barro se ha partido los dedos
en los tilos eternos de la madera rota.
¡Ya vienen las hormigas y los pies ateridos!
Dos hilillos de sangre quiebran el cielo duro.
Los vientres del demonio resuenan por los valles
golpes y resonancias de carne de molusco.
Lobos y sapos cantan en las hogueras verdes
coronadas por vivos hormigueros del alba.
La luna tiene un sueño de grandes abanicos
y el toro sueña un toro de agujeros y de agua.
El niño llora y mira con un tres en la frente,
San José ve en el heno tres espinas de bronce.
Los pañales exhalan un rumor de desierto
con cítaras sin cuerdas y degolladas voces.
La nieve de Manhattan empuja los anuncios
y lleva gracia pura por las falsas ojivas.
Sacerdotes idiotas y querubes de pluma
van detrás de Lutero por las altas esquinas.


jueves, 15 de diciembre de 2016

Fuentes

FUENTES

En esta edad previa a la senectud observo que hay dos servicios públicos que mis congéneres tienen muy presentes: los urinarios y las fuentes.  Me refiero, claro, a las fuentes de beber, no a las ornamentales, aunque a estas también voy a dedicar algún espacio. De los urinarios ya hablé en su momento en una entrada gloriosa: 
http://charlievedella.blogspot.com.es/2013_06_12_archive.html

Fuente de Iturribide (BIlbao)
Las primeras fuentes que recuerdo estaban en las esquinas del patio del colegio. Solía haber una cola no respetada por los grandullones, que aprovechaban para poner el índice en el chorrito y regarnos con saña especial.  Los muy cabrones se apoderaban del elemento, mientras los pequeñajos, acojonados, nos moríamos de sed. Así que pasar a ser tú el “puteador” era, como colgar las pelotas de fútbol  de los chiquitines, un símbolo de madurez.

Y es que hay que tener en cuenta que hubo un tiempo en el que no existían las botellas de plástico, no estaban de moda las dietas líquidas, y si eras niño o adolescente y tenías sed, había que conocer al dueño de algún bar aledaño dispuesto a proporcionarte un vaso de agua del grifo o conocer el mapa de las fuentes cercanas. Como la vejez es una vuelta al exceso de tiempo y aire libre, se da como un retorno metafórico y real a las fuentes, y previamente al poteo casi diario, l@s jubilad@s rastrea/n/mos los senderos como avezados zahoríes en la perspectiva de refrescar el gaznate.

Fuente de Montjuic
También me gustan las fuentes ornamentales. Refrescan las ciudades calurosas y son, con el plácet de los urbanistas, referentes históricos y/o estéticos. Una imagen de mis veranos infantiles es presenciar embobado la que Carles Buigas diseñó en Montjuic  (Barcelona) para la celebración de la exposición universal de 1929. Supongo que ahora puede parecer algo kitsch, pero en su momento fue de lo más vanguardista. Además. No nos preocupemos. Lo kitsch sigue teniendo seguidores acérrimos. Véase si no la que, también con el plácet o la empanada de algún urbanista, padecemos en la plaza de Jado de Bilbao.

Fuente de la Plaza de Jado (Bilbao)
Si las fuentes pequeñas parecen recobrar su viveza pasada, las ornamentales encuentran nuevos usos. Así que si en el pasado eran un lugar ideal para quedar con la novia o el novio o tirar una moneda de espaldas pidiendo algún deseo, hoy son punto de celebración de aficionados al fútbol dispuestos a descabezar a la diosa Cibeles o a despeñarse en Canaletas. “Pan y circo”. Es lo que hay…



Solo habla de un manantial metafórico pero como Julio Bustamante es un habitual…: “Una casa en el sol” con Carol McCloskey https://open.spotify.com/track/3XExJgcvm2IxxlQWD5Wx2l

lunes, 28 de noviembre de 2016

EUGENIO BARONCHELLI, BIÓGRAFO BREVE

Aficionado a los textos cortos y los juegos numéricos (“Moscas de invierno.271 muertes en dos o tres gestos”, “237 vidas casi perfectas” y “Las cartas encantadas. 100 novelas de 100 palabras” son algunos de sus libros) Eugenio Baronchelli (Rávena 1944) agrupó un montón de mini biografías en 2008 bajo el título de “267 vidas en dos o tres gestos”, texto que ha sido publicado por Periférica este mismo año.

Ya eché mano de él con anterioridad y es tan divertido que vale la pena adquirirlo. Es baratejo y no tiene desperdicio. Como muestra tres botones característicos pero muy distintos, y ni siquiera los mejores:


MARIANNA DEFILIPPIS, MUDA POR AMOR
“Nació en Turín en 1952. Tuvo un único amor, el primero. Lo conoció la tarde del 21 de setiembre de 1969 en una fiesta de cumpleaños, lo besó tras las puertas chirriantes del portón de casa y vivió de golpe el colmo de la felicidad. No podía dormir. Cogió papel y pluma para escribir su primera carta de amor pero tropezó con las palabras. ¿Enamorada? Teatral. ¿Amante? Grotesco. ¿Amiga? Falso.

Otras no se le ocurrían. Al alba, decepcionada por una lengua tan poco amorosa, perdió el habla. Murió en febrero de 2002, por un tumor de colon, sin haberla recuperado”.


MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, NOVELISTA EJEMPLAR
“De joven fue a Lepanto, donde perdió el uso de la mano izquierda. Pasó cinco años prisionero de piratas turcos. Sufrió la cárcel, en Sevilla, por una complicada historia de deudas. En 1613, para distraer con una alguna ficción la incipiente melancolía de la vejez, escribió doce novelas, en una de las cuales un doctor, Tomás Rodaja, mucho más elegante que Gregorio Samsa, se despierta una mañana creyéndose transparente como el cristal”.


RENATO CESARINI, DELANTERO DANDY
“Nació en Senigallia en 1906. A los nueve meses zarpó hacia Argentina en el piróscafo Mendoza. Desembarcó en Buenos Aires cuando ya tenía diez. Fue zapatero, acróbata, púgil, locutor de radio y guitarrista. Fue también funerario, es decir, enterrador. Dio las primeras patadas en el pequeño campo del Chacarita Juniors, barrio en el que había un cementerio que daba nombre al equipo: la misma tierra para jugar y para enterrar a los muertos. Tenía talento y estilo para golear. Tenía la nariz triste del ciclista Bartali, el rostro afilado, los ojos chispeantes y un flequillo rebelde a cualquier tipo de gomina. 
En enero de 1930, fichado por la Juventus, volvió a Italia: vestía bufanda de seda, gemelos de oro y maleta de marca. Se hizo compañero de Virginio Rosetta, quien odiaba rematar de cabeza porque le arruinaba la permanente, y de Felicino Borel, que tenía los piececitos de una princesa china. Aprendió italiano en los burdeles de la plaza Castello. En Turín abrió un local de tangos y vistió a los camareros de gauchos. Más rousseliano que Roussel, cambiaba de camisa tres veces al día. Dormía en sábanas de seda y fumaba tres paquetes de cigarrillos diarios. En una ocasión llegó al entrenamiento bajando del taxi vestido de smoking. El 13 de diciembre de 1931, ya con camiseta azul dela selección, marcó su nonagésimo gol, con el cual los italianos vencimos a los húngaros y él bautizó la famosa zona que lleva su nombre. En 1935 regresó a Argentina, donde ganó dos títulos de liga como entrenador del River Plate. Murió en 1969 mientras dormía. Llevaba puesto su pijama de seda.”

Como inspirador de una entrada anterior (http://charlievedella.blogspot.com.es/2016/10/el-cigarro-puro-el-tabaco-no-mata.html), un homenaje a otro autor de brevedades: “Once piezas cortas para piano” de Anton Webern conectando con Spotify:  https://open.spotify.com/album/3itiyktqkldl1IsAbPzBTg

jueves, 17 de noviembre de 2016

UNA CANCIÓN DE VINCENT DELERM 
PARA AÑORAR PARÍS 

Entre mis cantantes fetiches de los últimos años está Vincent Delerm. Sus canciones, con ese puntito de melancolía jovial, me hacen rememorar el viaje que hicimos hace unos tres años camino de Borgoña con él de banda sonora, y ésta de su último disco, “Les chanteurs sont tous les mêmes”, que interpreta con Benjamin Biolay, un viaje muy anterior a París, cuando mis dos hijas eran adolescentes. Adoro y añoro París, no lo puedo evitar…

Vale la pena saborear el video clip. Transmite una extraña  felicidad…



Encore Paris la nuit 
Encore la fille partie 
Les amours chrysanthèmes 
Les chanteurs sont tous les mêmes 

Encore le songwriter 
Qui se recoiffe et qui pleure 
Le plongeon dans la Seine 

Encore toi et ta veste 
Encore les projecteurs et tout le reste 
Depuis le temps que je te vois traîner par là 

Tu fais le coup du lasso 
C'est toujours la chanson du vieux Joe 
Si tu crois que je t'ai pas vu 
Que je te vois pas 

Encore Paris la pluie 
L'amour l'après-midi 

La chambre au quatrième 
Les chanteurs sont tous les mêmes 

Encore le songwriter 
Qui s'écroule à cinq heures 
L'alcool fort de Verlaine 

Encore toi en concert 
Dans le gymnase de Boulogne-sur-mer 
Depuis le temps que je te vois traîner par là 

Tu refais le coup du lasso 
C'est toujours la chanson du vieux Joe 
Si tu crois que je t'ai pas vu 
Que je te vois pas 

Encore toi et ta veste 
Encore les projecteurs et tout le reste 
Depuis le temps que je te vois traîner par là 

Tu refais le coup du lasso 
Et c'est toujours la chanson du vieux Joe 
Si tu crois que je t'ai pas vu 
Que je te vois pas 

Encore Paris la nuit 
Les néons des taxis 
Encore le matin blême 
Les chanteurs sont tous les mêmes 

Jusqu'à la fin du jour 
Je chanterai mon amour 
Est-ce que c'est un problème? 
Un problème 

Non

martes, 8 de noviembre de 2016

Huéspedes

HUÉSPEDES


Me gustan los hoteles, sean de la estirpe que sean. Son como pequeños escenarios de un mundo normalmente pasajero y tienen la capacidad de ser útiles para situar algún apartado de nuestra memoria personal.

En “Las consecuencias del amor”, una de las películas de un Sorrentino en estado de gracia, el protagonista está castigado por la mafia a vivir confinado durante el resto de su vida en un hotel de Suiza y a esperar, mientras la vida, nada, según él, pasa al otro lado de un ventanal, a que le traigan una maleta llena de euros que debe ingresar en una cuenta ajena. 

Hotel Majestic
En toda mi vida he llegado a conocer a dos personas que vivían en hoteles, ambas mujeres. Una de ellas lo hacía en uno provinciano y la otra ni más ni menos que en el hotel  Majestic  de Barcelona, el mismo en el que Jordi Pujol senior y José Mª Aznar alcanzaron el famoso pacto del mismo nombre, hace ya unas cuantas diadas y delitos fiscales. Era esta  la tía de un amigo coyuntural de adolescencia a la que pude saludar en el vestíbulo de ese escenario de la historia reciente. Dos huéspedes singulares, sin duda.

En un ámbito más humilde era habitual antaño oír hablar de huéspedes, e incluso de casas de huéspedes. El primer domicilio de mis padres en Barcelona fue la casa de la señorita Eulalia, en la calle Valencia, a la que aún años después, siendo yo niño, solían llevarme de visita. Como en la mayoría de los casos se trataba de un aporte de ingresos imprescindible en una economía familiar venida a menos. 

Mi propia abuela materna, en su casa del barrio literario de Madrid, siempre tuvo huésped o huéspedes. A uno de ellos, un señor muy reservado que pasaba las horas sin salir de su habitación, dediqué parte de un poema que publiqué en el único número de la segunda época de “La mano en el cajón”, una revista y editorial por la que he sabido pasaron antes o después Raimon, Badosa, Candel, Ullán, Edmundo de Ory, Vázquez Montalbán,  entre tantos otros. Vaya puntazo…

La crisis parece haber renovado la figura del huésped, aunque estos vengan ahora de latitudes más lejanas, los pisos sean auténticas pateras y la relación con las patronas sea puntual y desafecta, porque antaño los huéspedes acababan formando parte de la familia y ahora van y vienen con maletas, y trocean el piso con biombos y tabiques de quita y pon.

Aunque el hecho de que Bob Dylan compusiera la bellísima “Sad eyed lady of the lowlands” siendo huésped del Chelsea Hotel no es motivo suficiente para
Chelsea hotel
creer que por su viejas habitaciones rondaran todo tipo de musas y ninfas, lo cierto es que por allí pasaron decenas de escritores, artistas, cineastas y músicos. En el Chelsea, desaparecido en 2011, ocurrieron además, entre otros, dos famosos hechos luctuosos: el poeta Dylan Thomas murió de sobredosis de alcohol y Sid Vicious asesinó  a su novia, Nancy Spungen, de una puñalada. 

Se dice también que Leonard Cohen compuso la canción que dedicó al Chelsea Hotel después de viajar en su ascensor con Janis Joplin. Tenía que ser la hostia desayunar con Cartier- Bresson, tomar el vermuth con Jane Fonda, fumarte un porro con Bob Marley y acabar emborrachándote con Bukowski a altas horas de la noche… 

A mí personalmente me encanta esta versión de “Chelsea Hotel” de Jabier Muguruza, en este caso interpretada en directo en Sant Cugat allá por 2007.


lunes, 24 de octubre de 2016

El cigarro puro

EL CIGARRO PURO


El tabaco no mata siempre de la misma manera. El músico atonal y dodecafónico Anton Webern sobrevivió a los nazis pese a que estos calificaran su música de “bolchevismo cultural” y siguiera en Viena hasta el final de la guerra mundial. Sin embargo, ya en setiembre de 1945 la cagó asomándose a un balcón de su casa de Mittersill empuñando un espléndido Davidoff mientras la policía militar yanqui intentaba arrestar a su yerno, un estraperlista. El soldado Andrew o Raymond Bell, “de ojos bondadosos y corazón celoso centró la mira entre ambos, cigarro y fumador” y fulminó al músico de un certero disparo. He leído este curioso suceso en un libro de biografías minúsculas escrito por Eugenio Baronchelli, al que habré de dedicar alguna que otra entrada, y me ha hecho recordar que yo también fui fumador de puros durante veinte años.

El señor Davidoff atendiendo a una cliente
en su estanco de Ginebra
Más aún. En los años ochenta del pasado siglo llegué a adquirir la biblia de los fumadores de ese formato de tabaco, “El libro del buen fumador de puros”, de Zino Davidoff, en cuyas páginas ese hijo de ruso rebelde perseguido por el zarismo, propietario del mejor “estanco” de Ginebra, recuerda a un insigne cliente y  compatriota: Vladimir Ilich Ulianov, alias Lenin. La revelación parecía confirmar los últimos versos de un poema que yo había publicado poco antes (“Neuchatel”), en el que intuía que “allí vivió Lenin, quizás, un dulce exilio”.

Gracias al libro de Davidoff aprendí a verificar la humedad del producto, a segar debidamente la bocana del artefacto, a prenderlo con cerillas de madera y a evitar que, apagándose, perdiera sus cualidades y se convirtiera en un amasijo de alquitranes. Pero todo hay que decirlo, en toda mi vida apenas he fumado media docena de davidoff, y sí miles de baratas txokorras (farias) y otros puros de escasa calidad. 

Aunque el vicio solo me daba para una dosis después de cada comida, tenía la suficiente consistencia como para amargar el momento. Me recuerdo vagando por Pontevedra a las tantas de la noche buscando un garito donde vendieran farias de A Coruña o de Oviedu (así te los ofrecían), por los canales de Venecia detrás de un toscanelli que echarme a los pulmones,  o los bares de alrededor de casa como un yonqui en pleno mono. Y también ahumando bares, centros de trabajo, hasta ascensores, como un contaminador obsesivo dispuesto a morir matando.

Así que reconozco que dejar de fumar, lo que sea, es complicado. A mí me pudo el acojono del estrés y la hipocondría hace casi veinte años. Fue, creo, una suerte.

Para los que siguen en ello, "la candela" la ponen Pío Leyva y los jovencitos de Buena Vista Social Club, aunque, es cierto, el que siguió fumando habanos respetables hasta cerca de cumplir los cien era su colega Compay Segundo. 



miércoles, 12 de octubre de 2016

UN POEMA DE GIL DE BIEDMA 
DE APABULLANTE ACTUALIDAD

Han pasado casi sesenta octubres y el poema conserva un sonido demasiado actual. O no?



Gil de Biedma más o menos por aquellos tiempos
NOCHE TRISTE DE OCTUBRE, 1959

Definitivamente
parece confirmarse que este invierno
que viene, será duro.
Adelantaron 
las lluvias, y el Gobierno,
reunido en consejo de ministros,
no se sabe si estudia a estas horas
el subsidio de paro
o el derecho al despido,
o si sencillamente, aislado en un océano,
se limita a esperar que la tormenta pase
y llegue el día, el día en que, por fin,
las cosas dejen de venir mal dadas.
En la noche de Octubre,
mientras leo entre líneas el periódico,
me he parado a escuchar el latido
del silencio en mi cuarto, las conversaciones
de los vecinos acostándose,
                                          todos esos rumores
que recobran de pronto una vida
y un significado propio, misterioso.
Y he pensado en los miles de seres humanos,
hombres y mujeres que en este mismo instante,
con el primer escalofrío,
han vuelto a preguntarse por sus preocupaciones,
por su fatiga anticipada,
por su ansiedad para este invierno,
mientras que afuera llueve.
Por todo el litoral de Cataluña llueve
con verdadera crueldad, con humo y nubes bajas,
ennegreciendo muros,
goteando fábricas, filtrándose
en los talleres mal iluminados.
Y el agua arrastra hacia la mar semillas
incipientes, mezcladas en el barro,
árboles, zapatos cojos, utensilios
abandonados y revuelto todo
con las primeras letras protestadas.

Aunque parece que Gil de Biedma quiso adelantar el invierno a octubre, un curioso o premeditado? despiste, el otoño es el otoño, así que no me he comido mucho la cabeza y me he ido directamente a buscar alguna de las cientos de versiones de “Autumn Leaves” (versión americanizada de “Las hojas muertas”).

Pues bien, solo 9 meses antes de morir víctima de un terrible melanoma a los 33 años, Eva Cassidy la interpretó tal que así. 




jueves, 29 de septiembre de 2016

DOROTHY ASHBY, LA MUJER 
QUE COLÓ EL ARPA EN EL BEBOP

Siempre he sentido algo de grima por el sonido del arpa. Quizás influido por la parafernalia y el vestuario común de sus intérpretes, habitualmente mujeres con aspecto antiguo.

Dorothy Ashby (1930-1986), Thompson de soltera, artista y compositora afro-americana también aparece en algunas fotos disfrazada para la ocasión, no en todas, lo que la confiere un valor añadido. Tras coquetear con el piano y el saxofón, Dorothy se decidió por el arpa y, a base de cabezonería, a introducirla en grupos y bandas de jazz, entre ellas las de Woody Herman y Louis Amstrong en los años sesenta del pasado siglo.

He topado con ella en Spotify y no pudiendo encontrar ningún video propio, sí esta curiosidad: una escena de “Vivre sa vie”, película de Jean Luc Godard de 1965, con la encantadora Ana Karina posando con el arpa de Dorothy de fondo. Qué felicidad…

martes, 20 de septiembre de 2016

El concursante

EL CONCURSANTE


Si uno se retrotrae a “Historias de la radio”, una entrañable película de los años cincuenta del pasado siglo, el concursante, aunque fuera el más sabio del lugar, conservaba un cierto amateurismo que propiciaba el efecto sorpresa en el espectador. En la televisión de décadas posteriores aparecieron eruditos de temas peculiares, como el conocido como “el hombre de los pájaros”, un bedel de la Universidad de Barcelona que había aprovechado sus ratos libres en la facultad de Biológicas para empaparse en ornitología. Coincidí con él en la vieja universidad y recuerdo que se rumoreaba que era chiv
El de la izquierda es
el "hombre de los pájaros"
ato de la policía político-social. Vaya usted a saber…

Como seguidor de “Pasapalabra”, no tanto por horarios de “Saber y ganar”, el programa del inmortal Jordi Hurtado, he visto este verano que uno de los concursantes del primero también lo había sido del segundo. Según me han comentado es un hecho común, lo que confirma la existencia de concursantes semi-profesionales,  dedicados durante meses y años a esa única actividad. Creo que Santiago Segura financió así parte de su primera película.

En otro orden están los habituales de realitys y concursos basurillas, cuya virtud no es precisamente la erudición, ni siquiera la inteligencia, sino el músculo, las glándulas mamarias y la ordinariez. Se pasean por los platós luciendo palmito con esperanza de dar algún campanazo relacionado con el sexo, los celos o la violencia de género. Tal es el rico abanico de temas a tratar por los medios que los producen.

Así que aunque admire y envidie a muchos de los concursantes de “Pasapalabra”, me quedo con el entrañable maestro de Horcajo de la Sierra en “Historias de la radio”, que además de sabio gana el concurso cuando, al preguntarle quién fue el primer goleador del antiguo campo del Club Ciclista de San Sebastián, proclama tras un ligero desmayo que fue él, el mismísimo “Pichirri”!!!






lunes, 5 de septiembre de 2016

El asesino del barrio

EL ASESINO DEL BARRIO

Todos los barrios tienen, además de su peluquero, tendero, ferretero o carpintero, a los que ya he dedicado algún blog, a su asesino. Puede ser un tipo orondo al que una noche cálida se le cruzan los cables y apuñala a su vecino una veintena de veces porque sí. Puede ser aquel amigo del que habías advertido una actitud violenta cuando ambos compartíais equipo de fulbito y se le escapaban palabras y patadas, y había veces que se iba del campo blasfemando y os dejaba en cuadro, él que era un defensa nato, un tío que acojonaba a los contrarios. El día menos pensado este tipo normalmente bromista y cachondo para en un semáforo y le abre el cráneo al conductor que le ha pitado y cerrado dos bocacalles más arriba.

A lo mejor es un buen profesional, un homicida puntilloso que ha estudiado durante casi un lustro la mejor manera de extirparle la pasta a un ricachón que despunta en los saraos de la ciudad. Este criminal va a tomar todo tipo de cautelas, principalmente, una buena coartada.

También están los asesinos pobres. Impulsivos, generalmente arrebatados por ira acumulada, suelen ser unos auténticos chapuzas. Dejan  un reguero de pruebas y un móvil tan evidente que parece una declaración jurada ante notario. 

Cuento hasta cuatro asesinatos en el barrio en los últimos veinte años. Del primero ya di noticias en el blog, porque se produjo el mismo día que llevamos a conocer la nieve a mi hija menor a las cercanías del vivero de Artxanda. Allí fue encontrado el cadáver de una jovencita que vivía en Ollerías Altas. Casi contemporáneos fueron el asesinato de un comerciante de la calle Fika, al parecer un ajuste de cuentas entre camellos; el de un maestro jubilado por un loco que iba acuchillando a todo el que pillaba a la salida del metro de Zabalbide; y el de un anciano a apenas 50 metros de casa. Conocíamos a dos de los asesinos y éramos amigos de una de las víctimas. Asín son los barrios… 

La antigua fábrica Tabacalera en el barrio de Santutxu (Bilbao)
Me centraré en el último por ser el más cercano y corresponder a la última modalidad, la del asesino pobre. En la primavera mayo de 2011 un hombre de 78 años fue acuchillado en cuello y abdomen en su domicilio de la calle Párroco Unceta.
En apenas unas semanas se pilló al autor, el hijo de una empleada de hogar que trabajaba en el domicilio de la víctima. Sabedor de que el  propietario lo era también de una caja con no se sabe qué caudales, no muchos, dado el lugar del hecho, la barriada conocida como casas de La Tabacalera porque allí residió una fábrica dedicada a dichos menesteres entre 1878 y 1936, al criminal se le ocurrió aprovechar la ocasión y entrar en la casa en ausencia de su propietario. 

Este asesino es, además de pobre, un aficionado torpe, empujado por la peor de las miserias, la ignorancia. Usa las llaves de su madre, es decir, no fuerza la puerta de entrada. No espera a que el viejo se ausente de forma  prolongada, lo que es un riesgo añadido, y cuando éste entra y le sorprende, no se le ocurre poner cualquier excusa, algo factible dada la relación de la madre con la víctima, sino que coge un cuchillo y se lo clava repetidas veces por un botín que realmente desconoce. Pensando que la cosa le va a ir bien unos días antes ha cogido un billete para huir a su país, lo que le sitúa claramente como sospechoso principal, por no decir único. Casi un manual de cómo no matar a nadie. Repito: asín son los barrios…

Me compadezco de la víctima, un anciano viudo que requiere la ayuda de una empleada inmigrante, con tan mala suerte de que uno de sus hijos es un miserable (de miseria) que ahora mismo, cinco después, se está chupando unos años de cárcel por un estúpido arrebato, seguramente las décadas mejores de su vida; así que también me compadezco del asesino, sin duda un pobre diablo…

Para acompañar la estampa he recordado “I pity the por inmigrant”, una canción de Bob Dylan, pero como las versiones que he encontrado en Youtube tienen un sonido  penoso, me he quedado con la de Joan Baez.

Compadezco al pobre inmigrante
que desearía haberse quedado en su casa,
que utiliza su fuerza para hacer el mal,
pero que al final siempre le dejan sólo.
Ese hombre que con sus dedos engaña
y que miente a cada suspiro,
que odia su vida apasionadamente
de igual manera que teme su muerte.
   
Compadezco al pobre inmigrante
que gasta su fuerza inútilmente,
cuyo cielo es como la Ironsides,
cuyas lágrimas son como la lluvia,
que come pero nunca está satisfecho,
que oye pero no ve,
que se enamora de la riqueza misma
y me vuelve la espalda.
   
Compadezco al pobre inmigrante
que camina sobre el barro,
que llena su boca de risas
y construye su ciudad con sangre,
cuyas visiones, en el momento final,
deben hacerse pedazos como el cristal.
Compadezco a ese pobre inmigrante
cuando su alegría va a pasar.

jueves, 25 de agosto de 2016

JAZZ, PARA NO RESPETAR LAS REGLAS


“Tocó para ella “Round Midnight” de Thelonius Monk y le compró la partitura. No era difícil tocarla. Pero la versión de Fiona, uniforme y átona, sonaba como una pieza vulgar de Debussy. Ha estado bien, le dijo Jack. Los grandes maestros del jazz le adoraban y aprendían de él. Ella escuchó de nuevo, se empeñó, tocó lo que tenía delante pero no sabía interpretar jazz. No poseía cadencia ni instinto para la síncopa, ninguna libertad, sus dedos obedecían embotados, al compás y a las notas tal como estaban escritas. Por eso estudiaba derecho, le dijo a su amante. Por respeto a las reglas.” (“La ley del menor” – Ian McEwan –Ed. Anagrama - 2015)


martes, 16 de agosto de 2016

El yayo

EL YAYO


Creo que l@s yay@s estamos sobrevalorad@s. Digo estamos porque anteayer adquirí este nuevo status al nacer mi primer nieto, Aiert, un ser minúsculo y vulnerable convertido de repente en epicentro de nuestras vidas.

Sí, sé del duro envejecimiento de esas abuelas que encadenan el cuidado de hijos, padres y nietos. Pero también escucho la satisfacción de educar en lo lúdico, algo imposible con los hijos, a los que lo normal es dedicarse full time. Pero la imagen más extendida, la que nos sobrevalora, es la del nieto embelesado cuando el yayo le cuenta batallitas o enseña oficios y experiencias. He leído bellísima escritura sobre el asunto y sentido envidia malsana al hacerlo.

Aiert cinco horas después de nacer
Solo conocí a dos de mis abuelos: el paterno y la materna. Ambos se quedaron viudos el año de mi nacimiento, lo que me hace sospechar que puedo ser fruto del consuelo, y ambos vivían demasiado lejos para ser referentes en la época en la que un abuelo puede serlo, es decir, en la infancia. Pasaban cortas temporadas en casa y tengo de ello un recuerdo vago. Al yayo, siempre de luto, llevándonos a comprar sellos a Correos, una caminata de aquí te espero, con la boca embadurnada en bicarbonato.  Pero creo que lo único que le hacía especial o relevante era su pasión por la ópera. Una de las últimas veces que le vi escuchaba Madame Buterfly  en casa de su hijo mayor, con el que vivía, ya muy anciano.

De mi abuela materna he hablado en el blog en varias ocasiones. No en vano llegó a vivir 92 años, en un tiempo en que esa edad era una frontera considerable. Suelo afirmar que una de las peores torturas infantiles era ir de compras con ella. No solo era una madrileña beligerante en una Barcelona menospreciada por el franquismo. Solía regatear por cantidades nimias después de volver locas a las dependientas, y consiguiera o no su objetivo nunca estaba satisfecha. Como tuve la oportunidad de convivir con ella cuando hacía la mili, pude saber que detrás de aquella mujer endurecida por la viudez prematura de un marido mujeriego y “viva la virgen” había otra persona, capaz de dulcificarse por la compañía de su nieto.  Esa nueva percepción me hizo olvidar las ingratas experiencias infantiles y estar más pendiente de ella y quererla mucho más hasta su muerte.

Pero volvamos a Aiert. No sé si podré contarle muchas batallitas. Sí me gustaría verle crecer y dejarle algún buen recuerdo. Pero mi mayor deseo, desde luego, es que sea buena persona y muy feliz, a fin de cuentas creo que una cosa suele llevar a la otra…

De acompañamiento musical, una curiosa mezcla de esas nanas que llevan a los niños a paisajes y situaciones lejanas e incomprensibles. Esta vez a ritmo de  tango. “Txatxamalinatxu”, de Mikel Urdangarin.



El año que nació Txatxamalinatxu 
se enfadaron el pueblo y la cofradía 
Tirikitiena negra morena 
por la mañana lo mejor una onza de chocolate
A pesar de ser pequeño se puede ser hábil 
viva el tamborilero de Elantxobe 
Tirikitiena negra morena 
por la mañana lo mejor una onza de chocolate

miércoles, 20 de julio de 2016

Marsé

“DAMA DESCONOCIDA”, 
UN VIEJO RETRATO DE JUAN MARSÉ


El escritor Juan Marsé colaboró durante toda la andadura corta pero sustanciosa de la revista “Por favor” (1974-1978), irrepetible fenómeno del periodismo, la literatura y el humor gráfico durante la transición.

Su colaboración más duradera y significativa consistía en retratar a una pareja de personajes conocidos, a menudo antagónicos, con un lenguaje imaginativo y desenfadado bajo el título de “Señoras y señores”. Por sus páginas pasaron escritores, actores, políticos y toda suerte de famosos o famosillos, incluido él mismo (…“hay en los ojos harapientos, arrimados a la nariz tumultuosa, una soñolienta nostalgia del payaso de circo que siempre quiso ser…”) junto a Marilyn Monroe (puestos a elegir…).

En el número 30 de la revista (27/1/1975) dedicó su artículo al entonces secretario de estado de USA, Henry Kissinger, y a una “dama desconocida”, una mujer escuálida junto a dos niños negros de tórax huesudos y vientres hinchados.

Me ha sido imposible rescatar la foto de esa mujer anónima y sus dos hijos, que durarían poco, pero sí, por su vergonzosa actualidad, el texto de Marsé y una foto cualquiera del África negra actual, que cuarenta años después sigue igual o peor:

“Quede por una vez en suspenso e inoperante la sarcástica adjetivación, la tramoya conceptualista y la retórica sensual de esta página. Harapos, huesos y clamor de venganza. Hablar de otra cosa sería letra muerta. Porque, a ver ¿dónde está aquel perfume, aquella oscura materia sexual que solíamos detectar? ¿De qué ansiosa boca rubia se puede hablar aquí, de qué bruma estival derramándose en qué miembros soleados ni qué puñetas? ¿Dónde está el famoso latido anhelante de las aletas de la nariz, por ejemplo, dónde la sedosa pelusilla de melocotón de la nuca o el fluido gatuno de los pómulos?
¿Qué fue de aquella delirante vida de las formas, del luminoso temblor de los senos, de las sonoras caderas? ¿Dónde está la cintura de oxígeno, la larga espalda inolvidable, las axilas suavemente depravadas? ¿Cómo se articulan en esta anatomía los nervios secretos de la fascinación y el erotismo, dónde están los ojos como estrellas furiosas, dónde la fresa y la nata de la boca? ¿Qué se hizo del alto y pueril vigor de las nalgas, de la tensa vida de las corvas, de la dulce mirada del ombligo? ¿ Qué de los ojos de corza libre, qué de los hombros de pan? ¿Dónde está aquella intimidad opaca, según solíamos decir, de la cara interna de los muslos, dónde los vestigios de la nínfula que toda mujer retiene, las manos quizá de nardo, los dientes tal vez de nieve…?
Preguntad a los miserables que gobiernan el planeta, preguntad a los miserables que gobiernan el planeta, preguntad a los miserables que gobiernan el planeta”.
(Texto sacado de “Mientras llega la felicidad – Una biografía de Juan Marsé” – Josep María Cuenca – Editorial Anagrama)

Llamada el “ruiseñor de Malí”, Oumou Sangare combina ritmos tradicionales y modernos  con letras que cantan a la libertad de las mujeres y hablan de las migraciones suicidas que genera la pobreza. He aquí un ejemplo.




martes, 5 de julio de 2016

DEDOS

Tengo una buena amiga que perdió dos dedos en un desgraciado gesto lúdico. A otros amigos o conocidos les falta un pulpejo o alguna falange por actividades relacionadas con su profesión: electricistas, fontaneros, carpinteros (por descontado), porteros de fútbol… Supongo que hay algo en mi sub consciente que me acerca al tema porque en julio de 2013 dediqué una entrada al accidente sufrido por Nery Pulido, cancerbero del River Plate http://charlievedella.blogspot.com.es/2013_07_10_archive.html

El caso es que uno de estos días ha hecho cuarenta años que vinieron a buscar al sargento con el que compartía prácticas y cena, un valenciano que estaba acabando la carrera de medicina. Al parecer se había producido un grave accidente en el campo de tiro, una granada no explotada esa misma mañana le había arrancado la mano a un soldado de guardia, y no sé por qué razón se requería la presencia de mi compañero en una ciudad, Alcoi, que entonces ya tenía unos sesenta mil habitantes y por tanto asistencia hospitalaria.

Un curioso paralelismo adorna el caso. Y es que el sargento se había ennoviado recientemente con una chica que tenía un defecto en una de sus manos, creo recordar que semejante al que padecen las afectadas por la talidomida, y me parece estar viéndole acariciársela con especial ternura.   

A la mañana siguiente, mientras descansábamos de la instrucción vi uno de los dedos mutilados del soldado. Me llamó la atención que estuviera limpio, sin restos de sangre, que siguiera allí, como abandonado, y que las hormigas u otros insectos no lo rodearan. 

Cuarenta años después he recordado la visión del dedo impoluto y pensado si el muchacho que lo perdió habrá vuelto alguna vez al lugar, no sé, a buscarlo y recobrarlo… cuántas veces habrá intuido su presencia, pues se dice que muchos años después se conserva la sensación de los miembros perdidos; cuántas habrá amagado a coger algo sin poder hacer presa; cuántas dirigido su mirada a esa parte amputada de su cuerpo. Ni siquiera sé cómo se llamaba, de donde era, qué fue de él. Al acabar la mili tampoco volví a ver al sargento, con el que creo que únicamente nos carteamos un par de veces. 

Dicen que la edad estimula la memoria lejana y una extraña melancolía por hechos y personajes que en su momento no pasaron de la categoría de anécdota. Pues eso…

He encontrado una emocionante versión de “Cette blessure” (“Esta herida”), de Leo Ferré, en la voz y guitarra austeras de una cantante griega criada en Francia, Angelique Ionatos.