EL JUEGO
Una
de las grandes ventajas de tener nietos es la posibilidad de volver a
jugar, es decir, de volver al territorio, ¿la patria?, inocente de
la infancia, en el que los mayores problemas estaban relacionados con
bolas, botones, cuerdas, tizas o balones; el futuro eran los reyes
godos o la tabla del nueve que tenías que recitar al día siguiente;
y el mundo el itinerario que separaba la escuela de tu casa.

Se
me ocurrió escribir estas líneas hace poco, cuando descubrí la
inscripción en piedra cuya imagen acompaño, en la que, pese a que
es un lugar por el que paso a menudo por razones también lúdicas,
no había reparado hasta ese día. Está en uno de los laterales de
la fue Casa Cuna de Bilbao, un pequeño pero muy bello y emblemático
edificio ideado por Ricardo Bastida, uno de los más prolíficos e
interesantes arquitectos de la villa, aunque su obra más conocida,
no la mejor, es el edificio del Banco de Bilbao, en la calle Alcalá
de Madrid.
Quiero
imaginar que ese “se prohíbe toda clase de juegos” tenía
relación con la necesidad de mantener un entorno silencioso
alrededor de la casa cuna, pero el tono imperativo nos retrotrae a
épocas, fue construida en 1912, en las que cualquier placer, entre
ellos el juego, era siempre pecaminoso. Recordemos la famosa
controversia sobre el carácter herético de la risa en “El nombre
de la rosa”, o la obsesión del franquismo por contener las fiestas
populares en términos protocolarios y oficiales, porque la gente
acababa desmadrándose, o sea, siendo feliz, aunque fuera por unas
pocas horas.
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acta de defunción de un niño de 9 años en el Museo de la Minería de Gallarta |
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La "Casa cuna", obra de Ricardo Bastida |
Tampoco era infrecuente por entonces que muchos niños
cambiaran demasiado pronto el juego por el trabajo. Hace unos días
visité por segunda vez el Museo de la Minería de Gallarta, una
buena manera de conocer parte de la micro historia, la verdaderamente
heroica, de Bizkaia, y fotografié el certificado de defunción de
Alonso Palacios, fallecido en la mina a los nueve años. Debajo, el
texto de Dolores Ibarruri, vecina e hija de esa localidad, que hace
referencia al trabajo infantil, una vergüenza que aún se da en gran
parte del mundo.
También
hay gente que se desmadra de un modo trágico en el primer mundo. A
veces contemplo con amargura seres solitarios asomados al abismo de
un tragaperras en sórdidos bares de barrio. Hablo de personas a las
que la ludopatía ha transformado hasta físicamente, amigos o
conocidas que han destruido su vida o, en el mejor de los casos, la
mayor parte de un pasado ahora irreconocible. Pero no creo que eso,
por mucho que se diga, tenga que ver con la palabra juego. Tampoco
la veo adecuada cuando se habla de jugar en bolsa, una afición que
la crisis ha demostrado situada entre la usura y el
esoterismo.
Volviendo al principio. Suelo decir que la diferencia entre la
paternidad y la “abuelidad” radica en que los padres educan y los
yayos enseñamos, y supongo que estaremos de acuerdo en que no hay
nada mejor que enseñar jugando. Yo al menos me lo paso chachi
piruli, como dice mi nieto.
René Clement dirigió "Juegos prohibidos" en 1952, un film "de" y "sobre" niños, en el marco de la segunda guerra mundial. La banda sonora del film era obra de Narciso Yepes (Lorca 1927-1997), que incluyó el famoso "Romance Anónimo". Yepes mantuvo hasta 1982 que la pieza era verdaderamente anónima, atribuyéndose hasta entonces a diferentes compositores. Para mayor información, ver https://www.libertaddigital.com/cultura/musica/2016-09-06/manuel-roman-narciso-yepes-el-compositor-de-romance-anonimo-79921/ y para su disfrute este pequeño trailer con el romance de fondo...
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