URKULLU
Y EL VERTEDERO VASCO
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Urkullu con gesto preocupado |
El
pasado 5 de febrero el lehendakari Urkullu estaba en su zénit
político. Ese hombre de movimientos seguros, capaz de articular
discursos sin necesidad de chuletas, poco tenía que ver con quien
heredó la makila en 2012. Funcionario gris de la Diputación Foral
de Bizkaia, en sus primeras intervenciones parecía imitar al rey
emérito y estar destinado a protagonizar la etapa más opaca del
partido que fundara Sabino Arana, pero ocho años más tarde,
flanqueado por una terna de excelentes comunicadores (Ortuzar,
Erkoreka, Esteban) y sustentado en centenas de buenos gestores
formados en colegios y universidades cercanas al partido, su imagen
es la de un hombre de estado que flota por los escenarios políticos
con aire de suficiencia.
Todo
se torció al día siguiente, el 6 de febrero, cuando entre tres y
cuatro mil metros cúbicos de tierra y escombros cayeron sobre la
autopista AP-8, el eje que une Donosti y Bilbao, y como una cruel
metáfora sobre el lehendakari Urkullu y su gobierno.
Imagino
que en ese momento ya había decidido adelantar las elecciones
autonómicas al 5 de abril, una decisión que, a la vista de lo
ocurrido estas últimas semanas, ha podido convertirse en un error,
porque a la hora de redactar estas líneas el cuerpo de dos
trabajadores sigue bajo los escombros. Ahora sabemos, además, que
estos contienen elementos peligrosos como el amianto y otros residuos
no autorizados que empezaron a arder a los pocos días, y los pueblos
del entorno y una parte de la sociedad vasca se han rebelado por la
falta de reflejos del ejecutivo y lo que califican de “falta de
humanidad” del lehendakari. Algo que intenta paliar los últimos
días con una avalancha de información “dulce”.
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el vertedero (fuente RTVE) |
La
Comunidad Autónoma Vasca contiene vertederos reales, como el que ha
provocado la muerte de los dos trabajadores, y cientos de pequeños
vertederos con residuos morales: corrupción institucional,
caciquismo, y una inmensa e inagotable red de clientelismo
diseminado por las distintas
administraciones, corporaciones, pueblos y ciudades de la geografía
del país.
Hablar
de esto en la sociedad vasca es complicado. Tal es el nivel de auto
complacencia conseguido por lustros de gobierno del PNV, con una
televisión dócil y unos medios de comunicación que hablan en
sordina, que el ciudadano medio no da pábulo a que sea el tercer
partido con más casos de corrupción del estado, tras PP y PSOE.
Sabe que conviene llevarse bien con el partido sea cual sea la
actividad a la que uno se dedique, más si se quiere hacer carrera en
la administración y que, en este supuesto oasis, los políticos
amortizados también disponen de amplias puertas giratorias, solo hay
que echar un vistazo a los consejos de administración de Iberdrola,
Petronor o Enagas, pero lo ve como algo menor en comparación con los
grandes casos de corrupción en el estado. Ese ciudadano medio,
principalmente el que le vota, disculpa que en un país pequeño como
este el PNV sea el partido que ha recibido más donaciones privadas y
anónimas desde 1992 hasta la fecha, siete veces más que el PSOE en
todo el estado. Huele mal, pero ¿por qué no van a ser más
generosos y altruistas los simpatizantes del partido en el poder?
La
nómina de casos de corrupción es innumerable solo desde el año
2000: casos Ibarra, Bravo, Cearsoro, Balenciaga, Zabalgarbi,
Pagaldai, Telerría, De Miguel, Fonorte, Margüello, Urazca, Hiriko,
San Antonio, Bakio d´Or, Alonsotegui y los diversos fraudes en las
oposiciones de Osakidetza. Casos que han imputado y condenado hasta a
doce ex-alcaldes, además de un ex-senador, un ex-vice lehendakari y
numerosos cargos intermedios del PNV, pero que aparecen siempre como
de menor importancia que los que puedan producirse en el estado.
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Manifestación (fuente El Insurgente) |
El
vertedero vasco no solo contiene
residuos tóxicos amagados entre pinos.
Es un modelo social no tan diferente del
que pueden tener otras comunidades con gobiernos de derecha.
Un modelo, es cierto,
con una clase media acomodada que
consume sanidad privada, puede elegir entre cinco
tipos de
educación y se ve protegido en un porcentaje importante por
pensiones complementarias; un
funcionariado muy bien pagado; un nivel
de renta medio superior al del resto
del estado; ciudades modernizadas que han sabido reconvertirse en
lugares turísticamente atractivos;
pero un modelo
que atenúa pero no consigue suprimir
la pobreza. Tres
datos preocupantes del reciente informe de FOESSA alertan
sobre este hecho:
(https://www.euskadi.eus/web01-a2estadi/es/contenidos/noticia/not_sosa_informe_foessa/es_def/index.shtml
): 1) pese a una
estructura de ingresos más igualitaria “las personas más pobres
pierden más renta que en el resto de España”; 2) una
de cada siete personas, en torno a 334.000, se encuentra en situación
de exclusión social moderada o severa; y 3) se
percibe un aumento preocupante de este
tipo de exclusión y la valoración muy
negativa de los Servicios Sociales por las personas que la sufren.
La
dicotomía social sobre la que alerta el informe de FOESSA permanece
agazapada en pueblos y barrios
que se desertizan,
que pierden cohesión social y sufren cada
vez más inseguridad. Son los vertederos sociales que, junto con
los residuos de la corrupción citados
al principio, pueden aguar la fiesta y
acabar cayendo
como un alud sobre el ensimismado “oasis vasco” del lehendakari
Urkullu.
Y un "lugar común": Los Lendakaris muertos.