jueves, 8 de mayo de 2014

El tranvía regresa a La Malvarrosa (El País 4/5/2014)
En aquella Valencia de los años cincuenta del siglo pasado, sensual, huertana, eclesiástica, reprimida bajo la bota franquista, los sentidos estaban a punto de reventar por todas las costuras del cuerpo. Sobre el color ala de mosca que envolvía todas las cosas había una línea azul que abría el horizonte. Esa línea no solo era el mar como símbolo de la libertad, también era el destino final de todos los deseos y placeres como una forma de rebeldía. Desde entonces las cosas han cambiado sin dejar de ser las mismas bajo otra sustancia.
En verano el tranvía azul con jardinera llevaba a la playa de la Malvarrosa a una gente que todo lo que esperaba de la vida era el regalo de pasar un día en el mar. Una mañana de domingo de 1956, mientras el tranvía rodaba junto al cauce del Turia hacia la avenida del Puerto iba dejando atrás un sonido de tambores y trompetas de una parada militar, que se celebraba junto al puente del Real, en la plaza de Capitanía. Sobre la alegre campana del tranvía se imponía el eco de un vozarrón oscuro, que a través del megáfono repetía una y otra vez las consignas patrióticas a una formación de excombatientes y falangistas. La brisa llevaba hacia el tranvía las palabras gangosas: victoria, caudillo, enemigos de España, comunismo. Pero poco después, sobre esta  soflama cargada de odio contra los rojos se imponía la línea azul del mar y en la playa se abría solo el rojo de las sandías.

En aquellos años  el poblado marítimo de El Cabanyal aún guardaba una de las almas más definidas de Valencia. Tal vez funcionaba allí todavía el teatro de la Marina y se oía la pianola de un baile que se celebraba en alguna villa mesocrática con fachada de azulejos y mirador historiado de art déco; los veraneantes burgueses en chaqueta de pijama, que podían ser personajes de los sainetes de Escalante, tomaban el fresco y hacían tertulias en las puertas de casa en la calle de la Reina. En el aire permanecía extasiado el espíritu de Blasco Ibáñez, de Sorolla, de Benlliure, de José Navarro, de Mongrell, de Cecilio Pla, del fotógrafo Agustí Centelles. Aún quedaban intactas muchas casas de pescadores, la piscina del balneario de Las Arenas y su Partenón pintado de azul, las termas Victoria, donde se establecieron después los salones de baile de Casablanca; los establos de los bueyes de tiro de las barcas; el sanatorio de San Juan de Dios, que recogía a los niños lisiados. Los merenderos de la explanada de Neptuno y las casetas de baños se alternaban en la playa desde el Grao hasta la Malvarrosa, que debía el nombre  a la fábrica de esencias para perfumistas extraídas de las malvas rosáceas, propiedad del francés Robillard.
Atrás quedó todo aquello. El sexo reprimido, la libertad aplastada, los sueños rotos. Más de medio siglo ha pasado. Si los pasajeros de aquel tranvía hubieran repetido uno de estos años el viaje a la Malvarrosa en el nuevo  tranvía de diseño, tal vez habrían encontrado Valencia también cortada al tráfico, pero no les hubiera sorprendido el sonido de una arenga militar franquista con tambores y trompetas, sino el clamor de una inmensa plegaria religiosa que se elevaba a coro con mil decibelios a la atmósfera desde el puente de Monteolivete sobre el cauce del Turia.
Bajo un sol tórrido allí se había montado un tinglado que no desmerecía al de los Rolling Stones, y unos  cientos de miles de fieles perfumados con sudor de colonia e incienso elevaban loas al Señor junto a un apabullante engendro arquitectónico semejante al esqueleto de un inmenso dinosaurio con las vértebras, la espina dorsal y el cráneo a la intemperie, la Ciudad de las Artes, toda de cemento blanco, a modo de cómic galáctico fallero, creado con brutal despilfarro por el arquitecto Calatrava, que también había levantado un puente nuevo de diseño espacial. Sobre este sueño de espuma manierista enloquecida ahora el pontífice romano se movía dentro de un tinglado climatizado artificialmente por seis potentes cañones de aire acondicionado que le regalaban un clima semejante al de un centro comercial donde decenas de cardenales y obispos formaban un gran estofado litúrgico.
Tal vez las calles de Valencia también estarían cortadas para  dar paso a los bramidos de los motores de la fórmula 1; tal vez en los muelles del puerto ahora se estarían celebrando los fastos de la Copa América de Vela, que sustituían al boato de la llegada en 1954 del portaviones Coral Sea de la VI Flota cuando  Franco se hizo llevar una paella a bordo para conmemorar el Pacto de las Bases y los marines desbordados por la ciudad habían reventado los precios del comercio de la carne femenina en el barrio chino.
Todo había cambiado, todo era lo mismo. En aquel tiempo los huertanos acudían al barrio chino en busca de placer, ahora el barrio chino se establecía en plena huerta con una prostituta plantada cada cien metros en medio de campos de hortalizas y naranjos.
Los restaurantes de la playa con nombres de mujer, La Pepica, La Marcelina, Amparito, La Rosa, entonces sombreados con toldos y cañizos a merced del crepitar de los arroces y mariscos a la vista del público se habían trasformado en establecimientos asépticos con puertas de PVC y el litoral salvaje con acequias había sido domesticado con un paseo marítimo con mil farolas de diseño hasta la entonces derruida casa de Blasco Ibáñez, hoy levantada desde los cimientos con los leones mesopotámicos sosteniendo la mesa de mármol y cariátides nuevas en la terraza. En el derruido balneario de Las Arenas se erige ahora un hotel de lujo para ejecutivos.
La vida ha cambiado, pero la historia es siempre la misma. La tragedia de la gran riada ocurrida en octubre de 1957 llenó de cadáveres embarrados la ciudad; ahora la tragedia se había reproducido bajo otra forma, no debida a la naturaleza sino a la miseria moral de algunos políticos de la democracia. En Valencia el accidente del suburbano en la estación de Jesús, ocurrido en julio de 2006, había generado decenas de víctimas mortales, que fueron enterradas y silenciadas como si no hubiera pasado nada, mientras sobre el tinglado del puente de Monteolivete los políticos beatos o agnósticos se extasiaban de incienso, la marihuana de los santos y unas ratas de alcantarilla elevaban la corrupción a una sagrada liturgia del poder.
De regreso de la playa los pasajeros de aquel tranvía de la Malvarrosa detenido ante este altar galáctico ya de noche, en el viejo cauce del Turia, no oirían croar a las ranas ni verían a prostitutas nocturnas que iluminaban con una cerilla un amor, a cinco pesetas el éxtasis. Ahora en el cauce del Turia también se había transformado felizmente en un largo jardín lleno de campos de deportes, parques infantiles, paseantes y ciclistas que estaban ejerciendo la modernidad como una forma de rebeldía y la ciudad se había lavado la cara.
En el tiempo del tranvía todavía quedaba el recuerdo oscuro de los maestros de escuela y profesores republicanos que habían sido fusilados o represaliados después de la guerra. Pero a partir de los años ochenta comenzaron a crearse institutos y universidades. En España se había establecido un sistema general de becas. Hijos de campesinos, de obreros, de taxistas, de pequeños tenderos pudieron ser ingenieros, abogados, científicos, economistas, informáticos.
En los tiempos del tranvía hubo un niño, hijo de jornaleros, que todos los días atravesaba la huerta a pie o en bicicleta camino de Valencia para recibir la clase particular gratuita que le había ofrecido uno de aquellos maestros represaliados. En algún paso a nivel se detenía para ver cruzar el tren eléctrico que iba a la Malvarrosa. En aquel espacio se levantó luego la Politécnica, entre cultivos de hortalizas. Aquel niño se hizo bachiller, luego estudió ciencias y tuvo que seguir sacando matrículas de honor en la universidad porque era la única forma de matricularse sin pagar las tasas. Años después, cuando el joven destinado a ser jornalero obtuvo la cátedra de Ciencias Exactas, en la lección magistral, que dio en el aula magna, citó con honor el nombre de aquel profesor que acababa de morir sin haber sido rehabilitado. También recordó a sus compañeros de escuela, tan despiertos y ávidos de aprender, que no habían podido estudiar y ahora eran jornaleros. Hoy los recortes en la enseñanza amenazan con devolver el rostro de aquella miseria de la educación destinada solo a los privilegiados.
También  El Cabanyal está a punto de perder el alma. Si el Ayuntamiento de Valencia, en lugar de ser una empresa constructora al servicio de la codicia de los tiburones, hubiera sido una empresa realmente ciudadana estos poblados marineros habrían sido cuidados, respetados, restaurados y asumidos desde  el principio como un verdadero tesoro urbano; El Cabanyal declarado conjunto histórico protegido, patrimonio de interés cultural
está a punto de ser destruido con un plan maquiavélico tramado por el Ayuntamiento.
Primero lo dejó abandonado a su aire; luego propició que lo ocuparan tribus marginales; compró viviendas a medida que las hacía inhabitables; las llenó de ratas y, finalmente, ha tentado con el señuelo de la revalorización a sus habitantes más débiles o desmoralizados mientras las palas y las hormigoneras avanzaban hacia el mar como si las guiara una fuerza lógica, moderna e imparable, cuando solo se trata de codicia unida al mal gusto que es la gracia urbanística, herencia del franquismo. Un hotel  de lujo hortera devoró el espíritu del balneario de Las Arenas; los chalés en ruinas de la calle de Eugenia Vives pronto serán sustituidos por una fachada impersonal de muchas alturas y así sucesivamente va a caer bajo la piqueta un barrio que pudo haber sido un modelo de amor a la historia por parte de ediles cultos y conscientes de que la ciudad es una empresa de los ciudadanos y no de los especuladores.
El texto de este  libro que escribí hace veinte años es una memoria sentimental de un aprendizaje. El subconsciente de aquel tiempo y de aquel espacio literario está atravesado por un tranvía azul con jardinera que iba al mar. Los años cincuenta del siglo pasado no se han sumergido por completo en la historia ni han caído totalmente bajo la piqueta; siguen todavía fermentando los nuevos mitos, los nuevos ritos y nuestros sueños bajo el aluvión del cemento armado, del oleaje de plástico y metacrilato.

Este libro tiene ya muchas páginas amarillas. La melancolía es una fuente literaria, la quintaesencia de la imaginación. Aquellas viejas canciones, visiones y placeres sencillos y efímeros, siempre conquistados contra la represión, están unidos a unas calles, esquinas, paisajes y playas que fueron en un tiempo lugares iniciáticos para varias generaciones. Esos espacios constituyen todavía la prolongación de sentimientos que han conformado los estratos más íntimos de un alma colectiva.
Manuel Vicent

Para contrastar con este paisaje un tanto desolador, un canto a la vida y a la alegría de Julio BusatamanteJulio Bustamante – El Tranvía


jueves, 24 de abril de 2014

DEL MÓVIL Y LAS REDES SOCIALES

La primera vez que vi a un tipo hablando a voz en grito en medio de la Gran Vía de Bilbao por un trasto que parecía un transmisor militar pensé que era jilipollas. En vez de esperar a llegar a casa y hablar por el teléfono de toda la vida, como las “personas normales”, se estaba haciendo el moderno. Casi veinte años después hay tíos que van hablando solos por la calle y no están locos, y ya no hay humano que pueda sobrevivir sin estar permanentemente conectado, no ya a las redes telefónicas, sino a las llamadas redes sociales, tuiteando o enviando guasaps con frases sin chicha y emoticones infantiles. No podemos aguantar más de diez minutos sin preguntar a alguien, casi desesperadamente, “qué haces”, o informarle severamente “voy en el metro, llegando a Moyúa” a voz en grito, como si importara.
Tengo conocidos con cientos y miles de amigos en el “feisbuc”, en una banalización del concepto de amistad que se extiende como el aceite. Aunque pueda parecer una definición un tanto mundana, creo que un amigo es esa persona que te puede prestar 2.000 euros a fondo perdido o hacerte cuatro noches cuando un familiar o tú mismo está en un hospital pudriéndose de asco y aburrimiento. Lo demás son fuegos de artificio.
Una de las frases tótem en mi época de estudiante malogrado de periodismo es que el exceso de información produce ruido. El nuevo modelo de información casi permanente también produce malos entendidos, murmuración o directamente acoso colectivo. Tampoco es moco de pavo que el “Gran hermano” sepa en todo momento dónde estamos y a qué dedicamos el tiempo libre, como dice la canción.
No todo son maldades, que uno es conservador pero no tanto. El móvil ha mejorado la productividad, potenciado la comunicación o salvado vidas en situaciones de emergencia. También la televisión genera obesidad e imbecilidad, y entretenimiento o cultura, según se use.
Convertidos en ordenadores personales minúsculos, los móviles, las tablet y sus redes sociales son un apéndice de nuestro cuerpo y nuestra consciencia y han alterado las relaciones sociales, los hábitos memorísticos, quién sabe si en futuro la estructura de las manos humanas, con los pulgares cada vez más diestros y el resto medio atrofiados. El problema es, como con todo, la capacidad de que el útil no se mastique al usuario, algo que la basura tecnológica ya está haciendo en los países que la recogen.
Así es. Parte de las materias primas vuelven a su lugar de origen en forma de la mierda tecnológica que pronto desechamos. A Accra, la capital de Ghana, donde la contaminación por plomo, cadmio y otras sustancias contaminantes supera hasta 50 veces los niveles de riesgo, o a otros lugares de África, porque el primer mundo les destina los cientos de miles de toneladas de residuos que considera sobrantes, entre ellos, quizás, el último o penúltimo móvil que se nos quedó “obsoleto” a los dos años.


Acompañando, una aplastante parodia de West side story: Web site story.
Vale la pena verla y oírla.

jueves, 17 de abril de 2014


INSTRUCCIONES PARA DAR CUERDA A UN RELOJ, CON LA VOZ DE JULIO CORTÁZAR Y EL SONIDO DE MIGALA.

Creo que para compartir la celebración del centenario de su nacimiento, Spotify me invitó antes de ayer a oír esta versión musicada de una de las instrucciones que Julio Cortázar incluyó entre sus maravillosas Historias de cronopios y de famas (1962): Instrucciones para dar cuerda a un reloj.

La versión es de un grupo de música electrónica al parecer desaparecido, del que, si he de ser sincero, no había oído hablar nunca, Migala. La palabra la pone el mismo Cortázar con la curiosa mezcla de fonética afrancesada y porteña que le caracterizaba.

viernes, 11 de abril de 2014

AVISHAI COHEN, CONTRABAJISTA ISRAELÍ

Belleza en expansión...

domingo, 6 de abril de 2014

EL FERRETERO DEL BARRIO

Recuerdo la ferretería del primer barrio en el que viví como un santuario con actividad casi febril. Ocupaba un chaflán entero y siempre había cola. En aquel entonces creía que no había cosa más parecida a una farmacia que una ferretería. Si uno recurría a un boticario para que le facilitara un puñadito de clavos sin cabeza para fijar un listoncillo, qué menos que pedir al ferretero un remedio para esa laringe averiada por el tabaco y la nocturnidad. O viceversa. Recuerdo al ferretero encaramado a una escalera, buscando la perfecta medicación para cualquier dolencia en las paredes o el mobiliario entre cientos de cajoncitos de madera, y si los problemas eran mayores, recomendar la herramienta precisa y dar algún consejo para resolver el embolado.
Tengo amigos que veneran las ferreterías porque han heredado la vocación o destreza de sus antepasados y pasean por los pasillos ahora fríos de las ferreterías modernas, self-service, a veces sin nadie que pueda aconsejar con certeza el útil adecuado,  acariciando con la mirada martillos, alicates, brocas, ingletadoras. En casa de mi abuela materna el metro y la caja de herramientas era para sus nietos solo nuestro juguete preferido, pero en algunas casas la caja de herramientas era, además, un tesoro que se cuidaba y traspasaba de padres a hijos como una herencia valiosa.
El actual ferretero del barrio también ha heredado el oficio. El matrimonio que lo regentaba con anterioridad puso al día a los nuevos ocupantes compartiendo el negocio durante algunas semanas. Aunque se trata de un local pequeño venden ferretería menuda y decenas de productos diversos, escobas, hules, bombillas, burletes, porque ahora se usan herramientas potentes, casi máquinas, que solo pueden encontrarse en las grandes superficies.
Aunque apenas entro cada tres o cuatro meses a comprar algo que casi nunca llega a los cinco euros, el ferretero de mi barrio me reconoce por una anécdota que vivimos hace unos tres años. Yo había ido a visitar a mi familia a Ciudad Real por semana santa, esa población que, como Teruel, también existe, aunque siempre se la confunda con Guadalajara. Estaba buscando aparcamiento cuando vi pasar al ferretero y a su mujer, seguramente camino del hotel Almanzor, solo a unos metros. Ni se me ocurrió pitarles porque pensé que les costaría reconocerme, y así lo dejé. Unos meses después, ya en el barrio, necesité alguna cosilla, seguramente tacos y escarpias para colgar alguna “obra de arte”, y le entré a lo bestia: ¿qué hacías en Ciudad Real el sábado santo? Creo que si le hubiera dicho Toledo o Venecia, por poner dos ejemplos hiper turísticos, le hubiera parecido normal. Yo también me he encontrado a gente conocida en esos sitios, pero ¿en Ciudad Real? Así que me miró sobresaltado, como si yo fuera un agente de la CIA que hubiera descubierto a un suministrador clandestino de tornillería, y me preguntó por qué. Para aliviarle le expliqué inmediatamente el inocente motivo de mi presencia. Entonces se relajó y me confesó que fue una casualidad visitar esa ciudad anodina, cuyo mejor atractivo turístico, una muralla medieval de cinco kilómetros de perímetro solo conserva un par de puertas, un torreón y apenas cien metros de empalizada, una espléndida prueba de fuego para un amante del bricolaje con una buena caja de herramientas…
No hemos vuelto a hablar del tema. Ahora ya sabe que no soy un agente secreto, y se limita a atenderme y darme algún consejo, un hueco que no pueden rellenar los contratados temporales de las grandes superficies. 
Para acompañar el texto he recordado la primera canción que me hizo bailar cuando era un crío: “Si yo tuviera un martillo” (“If a had hammer”) de Trini López. Salut. 





viernes, 28 de marzo de 2014

JONATHAN WILSON, ESPECIALISTA EN COMBINADOS

En un momento en que cada vez es más difícil hacer algo nuevo hay tipos que no se lo piensan dos veces. Como todo está inventado, nada mejor que meter en una coctelera todo tipo de influencias e inventar un nuevo combinado. Este es el caso de Jonathan Wilson, para mi la revelación de 2013. 

“Fanfare”, su último disco, contiene bastante de lo mejor de los años sesenta y setenta. Desde Pink Floyd hasta Dylan o viceversa, pasando por Supertramp, Steely Dan, Soft Machine, Tom Petty o Alan Parsons, y desde luego Crosby , Nash y Jackson Browne, que para más aquello colaboran directamente. Para oírlo ( Jonathan Wilson) y para más información la crítica de Exile Magazine. 
( http://www.exileshmagazine.com/2013/12/jonathan-wilson-fanfare-2013.html ).

domingo, 16 de marzo de 2014

REIVINDICACIÓN DE CIRIACO PÁRRAGA
PAISAJE Y PINTURA INTIMISTA (y III)

Viejo sol de la Ribera
Aunque su habilidad de dibujante le hizo destacar como retratista, Ciriaco Párraga dejó también numerosos paisajes de buena calidad. Los más reconocidos por la crítica son paisajes con contenido humano, de imágenes de pueblos como Ondarroa, Bermeo, Areatza, Elantxobe, o urbanos, de París, a donde viajó en varias ocasiones, y principalmente del entorno de Bilbao, en La Peña, Buya, El Bolinchu, Miraflores, Bolueta, Santo Domingo, Galdakao, Monte Abril, la Ribera. Uno de los más conocidos y valorados es “Viejo sol de la Ribera”, un cuadro que muestra una luminosidad especial, tan propia de un Bilbao  todavía reconocible. Entre los de ambiente puramente natural cabe citar los que realizó durante una larga y provechosa estancia en Mallorca, con un toque Cezanne muy mediterráneo. Hay que repetir que Párraga amaba pintar al aire libre, y si incluso en los retratos huía del trabajo de estudio, qué mejor que buscar la luz y el aire en espacios abiertos.

Perdimos la guerra
He dejado para el final una referencia a su obra intimista, la que dedica a los lugares más cercanos, su  barrio, la casas en las que vive, los retratos de Amaya, su compañera. Hay tres obras en este apartado que han sido destacadas en el libro que le dedicó Goyo, su hijo. Se trata de  “Perdimos la guerra”, una obra que Blas de Otero usó para homenajear a Párraga tras su muerte, “Maternidad 1940” e “Interior”. Los dos primeros tienen a Amaya como protagonista única y en ambos es una mujer melancólica, quizás triste, con la mirada ajena. Párraga pretendía que esa pintura intimista transmitiera el estado de ánimo de las mujeres que habían perdido la guerra, plasmando su desánimo y abatimiento. “Interior”, pintado ya en los años cincuenta, es una obra curiosa por su contenido y composición, una estampa serena de la vida cotidiana.

Ciriaco Párraga

En fin, pese a sus formas clasicistas, apartadas de los movimientos de vanguardia estética, Ciriaco Párraga es desde luego un artista representativo y un hombre comprometido con la época que le tocó vivir, “nuestro Velázquez encendido”, que decía Blas de Otero, alguien merecedor de que alguna de sus mejores obras cuelgue en las paredes del Museo de Bellas Artes de Bilbao. Lo dicho.

jueves, 6 de marzo de 2014

VANDALISMO


La portada de El Correo del pasado martes día 4 de marzo se abría con un titular que anunciaba que los vándalos habían pasado por Bilbao. La mañana anterior una compañera que acababa de recorrer la Gran Vía desde el juzgado me describía una calle arrasada, con las lunas de bancos y comercios destrozadas. Por motivos familiares y laborales no pude participar en ninguna de las manifestaciones que sindicatos y movimientos sociales habían convocado domingo y lunes, y desde mi puesto de trabajo, por encima del Parque de Doña Casilda, solo pude ver el dispositivo policial desplegado como un cinturón alrededor de la zona del Guggenheim, los cristales rotos de la Renault y algunas carreras de jóvenes airados. Un grupo organizado había discurrido en paralelo a la marcha ensañándose con todo lo que oliera a multinacional o capital financiero, también, es cierto, con algún que otro mobiliario urbano. Cuando le dije que ni me molestaba ni me extrañaba se avino a reconocer que, teniendo en cuenta la fauna que estaba reunida en el museo, tampoco era para escandalizarse demasiado.

Efectivamente, el día 3 de marzo Bilbao acogió al que de forma grandilocuente se anunció como Foro Global España, una de esas reuniones “turísticas” para empresarios y banqueros VIP, dirigentes de la OCDE,  comisarios europeos, a las que no suele faltar esa señora elegante y permanentemente morena que responde al nombre de Christine Lagarde. Como es obvio tampoco faltó el monarca, patético, y alguien que parece imitar su forma de hablar, el actual lehendakari del gobierno vasco. Carezco de datos estadísticos, pero me atrevo a afirmar que el sentir mayoritario de los bilbaínos era que los bárbaros del norte eran quienes estaban reunidos en el Museo Guggenheim hablando de sus cosas, “La competitividad europea en un mundo global”, “Reformas en Europa; avances y desafíos” u “Oportunidades de la globalización para las empresas europeas”, en fin, estrategias para seguir haciendo caja a nuestra costa.

Pese a que el ruido de las pelotas de goma de la ertzaina llegaría a sus oídos la Sra. Lagarde, inasequible al desaliento, siguió a lo suyo y recomendó a un pletórico Mariano Rajoy que hay que darle otra vuelta de tuerca a la reforma laboral. Al día siguiente, el segurata del edificio nos comenta que en 2013 le han bajado el sueldo un 30% y ahora el plus de nocturnidad es de un euro la hora. En 2014 ya no llega a mileurista. Esa misma mañana el flamante ministro de Interior, ese señor que abrazó el ultracatolicismo en Las Vegas, nos avisa de que hay que defender las fronteras de Ceuta y Melilla porque hay 80.000 subsaharianos dispuestos a asaltarnos. Cualquiera que conozca mínimamente el África subsahariana sabe que se ha quedado muy corto. Son millones… Según datos de uno de los últimos informes de Médicos sin Fronteras solo en la República Centroafricana y Sudán el Sur hay 1.368.000 desplazados por sus conflictos bélicos. Para que dejen de “invadirnos” han bajado la Ayuda Oficial al Desarrollo de los 465 millones de euros de 2009 a los poco más de 50 millones de 2013.


Sin cauces democráticos ni alternativas, con la gente cada vez más empobrecida y desesperada, el desahogo vandálico de los maltratados seguirá creciendo, sea en el Gamonal, Bilbao o Alcázar de San Juan, por no hablar de los países y pueblos del tercer mundo, secularmente desposeídos, donde la ira se desata con una crueldad similar a la de las mafias que gobiernan el mundo. No es una amenaza, es un diagnóstico. 

lunes, 3 de marzo de 2014

REIVINDICACIÓN DE CIRIACO PÁRRAGA
LOS RETRATOS DE ERCORECA, AZKUE Y MARCOS ANA (II)

El retrato de Franco fue una penosa anécdota que Párraga purgó pintando y dibujando a numerosos personajes del bando republicano. Así, entre los retratos de la sucesión de alcaldes de Bilbao que hay en uno de los pasillos de la primera planta del viejo ayuntamiento de Bilbao, hoy en pleno debate sobre la oportunidad de su mantenimiento, figura el que dedicó a Ernesto Ercoreca, último regidor republicano.

Delineante de profesión, Ercoreca fue elegido alcalde en las elecciones de 1931, a las que acudió en las filas de Izquierda Republicana. Tenía ya sesenta y cinco años pero aún le quedaban un montón de experiencias por vivir.

Participó en la asamblea de ayuntamientos que aprobó el Estatuto de Autonomía  de 1933, por lo que fue detenido y encarcelado en la cárcel de Larrínaga por el gobierno de la Confederación Española  de Derechas Autónomas (CEDA) hasta la victoria del Frente Popular en febrero de 1936. Repuesto por éste  en la alcaldía, vuelve a ser detenido en Miranda de Ebro por las fuerzas fascistas que sustentan el golpe de estado  y condenado a muerte junto a otros 65 presos republicanos, ejecutados en el monte de Valdecalderas.  Ercoreca salva la vida, al ser canjeado por el líder carlista Esteban Bilbao, que más tarde sería ministro y presidente de las cortes franquistas, pero vuelve a la cárcel al ser entregado poco después por el gobierno colaboracionista de Vichy. Tras cuatro años de cárcel y destierro vuelve a Bilbao, donde fallecería en 1957.

Ercoreca era amigo de Párraga, ambos compartían ideas y vivencias, y éste, que pintó el retrato en 1948, quiso y supo envolver la figura del alcalde, su rostro sereno, las manos apoyadas plácidamente en una butaca aterciopelada, en una atmósfera que es la prolongación de un personaje en el que destaca el humanismo y la dignidad de su figura histórica.

El retrato de Azkue
A Resurrección María de Azkue, primer director de Euskaltzaindia (Academia de la Lengua Vasca) lo pinta solo dos años después. Lo hace por voluntad propia, movido únicamente por la personalidad del filólogo, en el despacho que éste ocupa en la antigua sede de la academia, primera planta de la calle Ribera. Allí trabaja durante  varios meses con una pincelada cuidada y concisa que acaba dotando de movimiento al gesto serio y la mirada atenta del académico.

Para la mayoría de críticos de la obra de Párraga se trata de su mejor retrato, incluso de su obra cumbre, pero Camón Aznar va más allá y lo califica como uno de los mejores retratos de todos los tiempos. Como en la mayoría de ellos, en un porcentaje altísimo pintados del natural, el pintor exalta la personalidad del personaje, que parece que en cualquier momento va a poder levantarse o simplemente cambiar de postura, en una ademán que le hace partícipe activo del trabajo del artista.

El poeta Marcos Ana

 Durante su última estancia en la prisión de Burgos, tras su detención en la jornada de reconciliación nacional convocada por el PCE el 23 de abril de 1958, Párraga dibujó y pintó numerosas cabezas de militantes y dirigentes antifranquistas, principalmente del propio partido. Entre éstas destaca la que dedicó al poeta Marcos Ana, que llevaba en la cárcel desde el fin de la guerra en 1939. La mirada del poeta en el cuadro de Párraga parece atravesar la frontera del lienzo como si éste fuera una ventana al futuro. Es quizás un cuadro de pequeña proporción pero en ningún caso un cuadro menor. 

Continuará...

lunes, 24 de febrero de 2014

Ciriaco Párraga

REIVINDICACIÓN DE CIRIACO PÁRRAGA
 EL PINTOR COMUNISTA QUE RETRATÓ A FRANCO  (I)

Hace casi un par de décadas. Victoria, la hija de Ciriaco Párraga, nos invitó a pasar unos días en la casa familiar de El Coto, los suficientes para que no recuerde uno a uno el contenido temático de los cuadros de su padre, pero sí la luz que reinaba en casi todos. Así que de vez en cuando comentamos el impacto que supuso vivir, comer y dormir, aunque solo fuera por unos días, rodeados de la obra de un pintor reconocido.

La verdad es que es así. Ciriaco Párraga es un pintor reconocido. Figura en las enciclopedias, su biografía fue en su día recogida en la Colección de temas vizcaínos, y algunas de sus obras gozan de buena salud crítica, pero ni la que se considera obra maestra, el retrato de Resurrección Mª de Azkue, ni ninguna otra, entre ellas las que dedicó a Bilbao, cuelgan de los muros de su Museo de Bellas Artes, el lugar que merecen, quizás porque se trató de un pintor contracorriente, realista en una época en la que primaban las vanguardias. 

Sea como sea, pueda tratarse o no de un pintor alejado de las modas imperantes, parece de justicia que el museo de la ciudad en la que decidió echar raíces haga hueco a quien, en su momento, se calificó como uno de los mejores retratistas del siglo XX.

Efectivamente. Aunque Ciriaco Párraga nació en Torrelavega y por razones diversas vivió en distintas ciudades del Estado, siempre tuvo a Bilbao como referencia y aquí desarrolló la mayor parte de su obra, nacieron sus hijos y yacen sus restos. También fue en Bilbao donde se afilió al Partido Comunista, deslumbrado por los logros iniciales de la revolución rusa, y tras una crisis artística que le había hecho abandonar la pintura. En 1934 participa directamente en la revolución de octubre y es detenido por primera vez. Es el preludio de la actividad que desarrollará durante la guerra civil, poniendo grafitos y pinceles al servicio de la defensa de la república, trece carteles que poblarán las paredes y publicaciones de Bilbao hasta que la ciudad caiga en manos de los militares franquistas.

Tras pasar por los penales de Santoña y Castellón y salir en libertad, Párraga llega a Zaragoza por pura casualidad. Un alférez al que ha retratado en la cárcel de Castellón le da una carta de presentación para Ángel García Jalón, fotógrafo oficial de Franco. El fotógrafo ha visto los dibujos y óleos de Párraga y se interesa por su obra, de modo que le cede un hueco en su estudio para que le ayude a retocar e iluminar retratos, una actividad un tanto peculiar que dura poco, porque el pintor encuentra pronto clientela.

En Zaragoza conocerá a la que será su compañera de por vida, Palmira Julia Tello, una joven militante de las JSU (Juventudes Socialistas Unificadas) que había huido de los fusilamientos de compañeras en las tapias del cementerio del Este de Madrid, entre ellas las conocidas como 13 rosas.  Tello, “La Tellito”, había aparecido en la portada de Estampa en octubre de 1936 arengando a las juventudes del partido y se había visto obligada a cambiar de nombre y personalidad. Cuando Párraga la conoce ya se llamaba Amaya, nombre vasco que adopta en homenaje a su abuelo, Lázaro Landeta, dueño de un caserío de Buia, casi un barrio de Bilbao, y a una hija de Dolores Ibárruri, La Pasionaria.

En semejante entorno, seguramente lleno de temores, dada la violenta represión que los franquistas están desarrollando a lo largo de toda la península, Párraga recibe un encargo estrambótico de la Academia Militar: retratar al que ya se había autoproclamado Caudillo de España, ex director de la misma.

Párraga lo pone en conocimiento de su mujer y del partido, y ambos coinciden en que debe aceptarlo. La negativa sería motivo de sospecha y de indagaciones sobre su pasado y el de su compañera, pero no se ve pintando al dictador durante semanas sin lanzarse a su cuello para retorcérselo. Es el propio García Jalón, con el que ha hecho amistad pese a sus diferencias ideológicas, quien le anima y le da la solución. No es necesario que le retrate en vivo, mediante tediosas y odiosas sesiones de posado. Él mismo elegirá las fotografías en las que debe basarse para pintar al “Caudillo de verde y fajín”, como años más tarde lo describirá Francisco Umbral al referirse al cuadro en “La leyenda del César Visionario”.



Según me ha contado su hijo Goyo, Párraga hizo ni más ni menos que cuatro óleos distintos y dos carbones, dos de los cuales se mantuvieron expuestos, incluso después de la aprobación de la Constitución “democrática”, en la sala de banderas y el despacho del director de la Academia. No sabe qué habrá sido de ellos ni parece importarle demasiado, pues, con independencia de su contenido, no parece que estuvieran entre sus obras de mayor mérito. 

Lo que sí sabe es que fueron “devotamente” pagadas por la Academia con un dinero que siempre remordió al pintor y a su compañera “porque no había sido ganado de buena manera”, pero que le permitió pintar durante un tiempo lo que le apetecía, en aquel momento paisajes alrededor del Ebro y el Gállego, y más adelante, en 1942, volver a Bilbao, la ciudad que añoraba.

...continuará...

lunes, 17 de febrero de 2014

LA POLIO

Fue una plaga de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo que afectó de manera más cruda a las capas pobres de la sociedad. En aquellos tiempos era normal que un familiar, un compañero de colegio o un amigo muriera o quedara incapacitado por la enfermedad.

El pasado 13 de febrero, TV3 programó un emocionante documental sobre la polio y sus víctimas: Polio, crónica de una negligencia. El enlace es en su versión subtitulada en castellano. 

miércoles, 12 de febrero de 2014

Mascota

LA MASCOTA

Hoy he visto un anuncio callejero en el que un pequeño perro comunicaba que se había perdido. Lo decía así, en primera persona, mostrando su imagen y dando razón del lugar de su extravío, en un parque cercano, y de su número de móvil.

Dada la situación económica de muchas familias, que apenas pueden dar de comer a sus hijos, he imaginado que tal vez “le habían perdido”. Del mismo modo que antaño las madres pobres abandonaban a sus criaturas recién nacidas a la puerta de los orfanatos o casas de misericordia, qué mejor que “perder” el perro en un parque, a mano de otro amante de las mascotas con más posibles.

El hecho me ha recordado un poema de José Agustín Goytisolo que me impresionó cuando se publicó hace casi cuarenta años. Habla del abandono de perros en una coyuntura muy distinta, las elecciones que siguieron a la revolución portuguesa de los claveles de 1974. Helo aquí:

LOS PERROS VAGABUNDOS MÁS LUJOSOS DE LA TIERRA ESTABAN TRISTES
¿Conocéis los matices del brillo del sol de un perro afgano
sabéis lo que cuesta tener en casa a una pareja de chihuahuas
de un pedigrée probado hasta diez generaciones
recordáis el ladrido inigualable de un setter irlandés pintado
la mirada altiva de los galgos rusos
o el temblor en las ingles de un braque alemán?
Pues bien
yo vi en Lisboa a estos vagabundeando con los ojos tristes y
como perdidos
oliendo las esquinas de los barrios de postín de la ciudad
y a pesar de su hambre se negaban a revolver en los cubos
de basura
o a encontrar un cobijo más seguro en las zonas periféricas
y en los suburbios de hojalata y madera
y buscaban a sus antiguos amos en las puertas de los grandes hoteles
el Sheraton el Ritz el Avenida Palace el Embaixador
saltaban luego o se arrastraban hasta restaurantes como el Ahmad
el Londres el Seaford o el Asia
y desde allí continuaban hacia las boites como Frou-Frou Carrousel
Souk o Barracuda
para regresar una vez más ya con el alba a sus casas vacías
y atrancadas persiguiendo aún con un latido de esperanza
a los hombres y mujeres que fueron sus amos
y que ya no estaban allí sino muy lejos
y todo esto ocurría porque ellos los perros vagabundos más lujosos
/de la tierra no sabían
que sus dueños les habían dejado precipitadamente
como luego se ha visto ya que hubo marcha atrás
cuando huyeron del país al conocer el resultado de unas elecciones
/mínimamente libres
y tampoco sabían
que los burgueses aunque juren lo contrario después y digan que
/esto es una calumnia
solo aman su dinero
-que es lo primero que ponen a salvo cuando olfatean un peligro
/que no es tal peligro
sino únicamente la posibilidad de que se instaure un poco de justicia
/y libertad en cualquier parte de la tierra-
y que no aman tampoco a sus mujeres ni a sus hijos ni a sus amantes
/ni a la madre que los parió a todos
y que los dejarían abandonados si fuera preciso lo mismo que a ellos
/y vagabundeando
y esto lo escribo porque creo que es bueno que se repita y lo
/conozcan los que aún no lo sabían
y porque aunque increíble por lo simple resulta esplendorosamente verdadero
elemental como las amapolas del desierto.


Y ya que hemos empezado con José Agustín Goytisolo, por qué no acabar con la versión apabullante del "Palabras para Julia" de Los Suaves...

miércoles, 5 de febrero de 2014

EL PARAGUAS

Hace ya unos años me soplaron el paraguas mientras desayunaba. Pese a la cercanía del lugar donde trabajo,  llegué empapado y una compañera se burló de mi buenismo. Según ella tenía que haber hecho otro tanto con cualquiera de los que poblaban el paragüeros del local. 
Un ejemplo sublime del “el que vaya detrás que arree”.

Parecería que el paraguas es un instrumento fundamental en Bilbao, y es verdad que subsisten clásicas paragüerías y que los días lluviosos los senegaleses aparecen con una colección de los ídem para sacarse unas monedas, pero no hay lugar del mundo donde puedan verse más temerarios andando sin prisa bajo una lluvia recia. A un barcelonés acostumbrado a guarecerse a la mínima, ver a esos tipos a veces encorbatados pisando charcos mientras miran al tendido, acojona, pero forma parte de la idiosincrasia de este pueblo aguerrido.

Decía que hay, no obstante, un mercado paralelo, en el que no faltan los chinos. Se trata de un modelo distinto de paraguas, por llamarles algo, con varillas frágiles, dispuestas a doblarse y explotar a la mínima corriente de aire. Un chino a la defensiva podría alegar que él vende paraguas, no paravientos, pero lo real es que, pequeño huracán mediante, el número de paraguas abandonados en aceras y papeleras como extraños híbridos de antena y tendedero es más que múltiple. 

La evolución del paraguas es un ejemplo gráfico de lo que está suponiendo la globalización. Antes del proceso que ahora nos permite comprar productos asiáticos a dos euros, el paraguas era un artefacto resistente. Igual servía para guarecerte de la lluvia que para apoyar la andadura con un ritmo de gentleman inglés. Entre decenas de paraguas perdidos o despedazados por el viento o un simple mal enganchón, aún conservo el último paraguas de mi suegro, que falleció hace ya veintiséis años. Con solo una ligera desviación de la punta metálica, conserva  la tela impermeable, las varillas y el mango de madera noble como el primer día. Responde a una forma de producir con materiales duraderos y trabajadores que habían conseguido un salario y una jornada digna.  Se trataba de empresas casi familiares, principalmente ubicadas en pequeños pueblos del norte, Galicia, Asturias, Catalunya o el País Vasco, que amaban y mimaban el producto que fabricaban. Algunos de los que proceden de China se producen en centros de detención con trabajos forzados de quince horas diarias. ¿Será el siguiente paso de la reforma laboral para que nuestras empresas puedan competir?

Para acabar aligerando un poco el texto me referiré a otra de mis preocupaciones relacionadas con el paraguas: los dispensadores de fundas que hay en tiendas y grandes almacenes. ¿Hay datos estadísticos sobre el número de fundas que cumplen su función? Mi impresión personal es que, ante la imposibilidad mayoritaria de enfundar el paraguas en este sucedáneo de condón, solo se consigue que la entrada de los locales quede hecha un cristo, con el suelo encharcado y lleno de plásticos . La reflexión más extendida sobre el asunto se la dejo a Luis Piedrahita, que sabrá dar un diagnóstico más preciso.

Eso sí, todos estaremos de acuerdo en que cuando uno está locamente enamorado como Gene Kelly, para qué paraguas…