lunes, 5 de junio de 2017

Viajar

VIAJAR

Un conocido me dijo hace unas semanas que en pocos días se iba a Corea del Sur. “Es un país complicado”, me indicó, “porque no acostumbran a hablar inglés y no hay quien entienda su vocabulario escrito. Prefiero la India”. La penúltima vez que habíamos coincidido se iba a un país del este de Europa a “deslocalizar” y ahora negociaba la compra de una empresa coreana en horas bajas, algo que supongo relativamente habitual en un ejecutivo de empresa multinacional.

Como de esos tres países solo conozco la India de los años ochenta del pasado siglo, le dije que recordaba un país caótico y le puse como paradigma el ejemplo de Benarés. Lo conocía, me dijo, pero cuando le hablé de la doble cola de leprosos que abrían el camino del Ganges, del desfile de cadáveres embalados en plásticos porque sus familiares no tenían dinero para quemarlos, de los que ardían lentamente en sus laderas y mezclaban el olor a carne asada con el de los perfumes y especias que impregnan el país, de esas mismas laderas convertidas en “cagaderos” públicos, de un tipo que se tiró 24 horas tumbado con una almorrana del tamaño de una ciruela al aire, rodeado de cebús  putrefactos, de la hermosura multicolor de los saris secándose al sol, de la multitud que se baña, se masajea, se afeita y rasura el cráneo, ora,
El Ganges a su paso por Benarés
ríe, maldice, muere, de la simbiosis de la belleza, la muerte, el dolor, la alegría, la podredumbre, es decir, de lo que somos, me reconoció que no era el Benarés que él visitó.

Así que cuando me explicó que por razones de seguridad no se alejaba demasiado de los hoteles de cinco estrellas, pensé que yo gozaba de una especie de superioridad de mochilero y que él no conocía la India real. Soy un iluso. No nos engañemos: para conocer un país hay que vivir en él, y entre ambos, alguien que compra y subcontrata empresas en la India porque sus trabajadores cobran 160 euros al mes (me confesó que él llevaba haciéndolo hace tiempo con la nariz tapada), lo conoce sin duda mejor que un joven ( yo lo era entonces) a la busca de lugares exóticos.  

Por esa misma época coincidí en un viaje en tren con un chico que leía “El camino”, el libro del fundador del opus-dei. Cuando se enteró de que yo había estudiado filosofía como él y le hablé de que mi última lectura del género era un libro de Eugenio Trías, supongo que para él un peligroso filo marxista, dio un respingo y se puso entre chulito y faltón. A esas alturas de la conversación él sabía que yo estaba a punto de emprender un viaje en bicicleta por la costa gallega y soltó una frase entre insultante y lapidaria que le hizo engordar un par de kilos: “viajar es dilapidar espacio”.  

Es sin duda una frase brillante. Aún mejor, era entonces una premonición. Tres décadas después viajar se ha convertido cada vez más en eso, en dilapidar espacio. Leo en relación con el tema que el año pasado visitaron les Illes Balears 15 millones de turistas. Mi querida Barcelona es cada vez más un parque temático por la que es difícil pasear, un concepto que también está perdiendo calidad (ahora todo el mundo camina a toda hostia) y para ver un monumento es preciso comprar la entrada con meses de antelación y hacer cola con el fin de recorrerlo en pocos minutos, no vaya a ser que se embotelle. En las zonas turísticas ya no hay lugareños, ni tiendas de barrio, es decir, es todavía más imposible saber cómo viven los autóctonos porque no hay. El fenómeno ha generado un nuevo vocablo,”gentrifición”, un anglicismo que hace referencia al desclasamiento de un barrio con el consiguiente desplazamiento y expulsión de sus vecinos.

La contradicción es que mientras nos quejamos de la invasión de nuestros territorios cotidianos, planificamos viajes a ciudades en las que ya no vive gente común. Ciudades repetitivas, con comercios, productos, mobiliario urbano, arquitectura estandarizada…

El tema me ha hecho recordar una frase, o mejor, una presunción del padre de Pío Baroja: la hazaña de no haber visto jamás un drama de Echegaray ni haber estado nunca solo en la Puerta del Sol. Una hazaña, esta última, que todo el mundo puede repetir en cualquiera de los cientos o miles de objetivos turísticos del planeta.


También he recordado unos versos de Pata Negra. Esos que dicen que ”Sevilla tiene dos partes, dos partes bien diferentes, una la de los turistas y otra donde vive la gente”. Nada mejor que oírlos para cerrar el blog.

viernes, 19 de mayo de 2017

"L´HOME QUE DOBLA EN BRUCE WILLIS", 
UNA CANÇÓ DE "ELS AMICS DE LES ARTS" 
PARA EL FIN DE SEMANA

Como son de mi pueblo y me ha dado la morriña, una canción para "dobladores y segundones varios" de "Els amics de les arts" para este fin de semana.

Salut



A l'escena final,
fa aterrar un avió a Central Park.
I la gran patacada,
dóna pas a un silenci brutal.

Els vianants s'hi aproximen,
primer atònits després expectants.
Que cada segon que passa,
té més números d'haver-la palmat.

I quan la porta finalment s'obre,
la gent crida i comença a aplaudir.
Tots dos saluden, es besen i ell li diu:
"Nena, ara ja som més que amics?".

Sóna una orquestra i el pla fon a negre,
i surten les lletres finals.
Recull la carpeta i els auriculars,
s'abraça amb el tècnic i marxa cansat.

I es que l'home que dobla en Bruce Willis,
que viu aventures només amb la veu.
L'home que dobla en Bruce Willis,
que no és de Manhattan, que és de Cardedeu.

Avui nit d'estrena, de comiat,
un actor posa el punt i final.
El nostre home té una idea, no si val dubtar.
Potser és l'última oportunitat.

Tothom es gira i una limusina s'atura entre flaixos i tweets.
S'obre pas entre entre els fotògrafs,
es treu el barret tremolant,
se'l posa contra el pit i diu:

"Hello dear Mr. Willis,
it's such a big pleasure to meet you at last".
No és pas un crack en idiomes,
però almenys aquest tros se'l porta preparat.

Tots dos es miren i el món s'atura.
"Ai l'as si tingués un minut".
Per dir-li gràcies per les aventures,
per tot el camí que hem recorregut junts.

Però la cara que posa en Bruce Willis
no deixa cap marge per l'ambigüitat.
I es que l'home n'hagués tingut prou
amb un gest, un somriure de complicitat.

Que no arribarà mai perquè hi ha un gaurdaespatlles,
que el paguen per això, que li fot una empenta i que cau en rodó.
Que queda estès a terra que es pensen que és boig.
"Oh, my god! Oh, my god! Oh, my god!".

L'home que dobla en Bruce Willis
de fora el cinema sent la seva veu.
Uns vianants intenten reanimar-lo. Entre dos l'agafen i el posen d'empeus.
L'home els hi diu que en Bruce Willis és un amic seu,
però ningú no se'l creu.
En la escena final
hace aterrizar un avión en el Central Park
y la gran hostia
da paso a un silencio brutal

Los viandantes que se aproximan
primero atónitos después expectantes.
Que cada segundo que pasa,
tiene más números de haberla palmado.

Y cuando finalmente se abre la puerta
la gente grita y empieza a aplaudir.
Los dos saludan, se besan y ella le dice:
“Nena, ahora ya somos más que amigos?”.

Suena una orquesta y el plano funde en negro
y salen las letras finales.
Recoge la carpeta y los auriculares,
se abraza al técnico y se va cansado.

Y es que el hombre que dobla a Bruce Willis,
que vive aventuras solo con la voz.
El hombre que dobla a Bruce Willis,
que no es de Manhattam, que es de
Cardedeu.

Hoy noche de estreno, de despedida,
un actor pone el punto y final.
Nuestro hombre tiene una idea, no
vale dudar.
A lo mejor es la última oportunidad.

Todo el mundo se gira y una limusina se para entre
flases y tweets.
Se abre paso entre fotógrafos,
se quita el sombrero temblando,
se lo pone contra el pecho y dice:
"Hello dear Mr. Willis,
it's such a big pleasure to meet you at last".
No es un crack en idiomas,
Pero por lo menos esta parte la lleva preparada.

Los dos se miran y el mundo se para.
“Ay el astro si tuviese un minuto”.
Para decirle gracias por las aventuras,
por todo el camino que hemos recorrido juntos.

Pero la cara que pone Bruce Willis
no deja ningún margen para la ambigüedad,
Y es que el hombre hubiera tenido suficiente
Con un gesto, una sonrisa de complicidad.
Que no llegará nunca porque hay un guardaespaldas,
al que pagan para eso, que le da
un empujón y le tira en redondo.
Que queda tirado en tierra que piensan que está loco.
"Oh, my god! Oh, my god! Oh, my god!".

El hombre que dobla a Bruce Willis
fuera del cine siente su voz.
Unos viandantes intentan reanimarlo. Entre dos
lo cogen y lo ponen de pie.
El hombre les dice que Bruce Willis es
amigo suyo
pero nadie se lo cree.





lunes, 15 de mayo de 2017

Roger Mc Gough

UN POEMA ANTIPATRIÓTICO 
DE ROGER MC GOUGH

A veces me acerco a las librerías de casa y repaso viejos libros. Veo en ellos fechas y dedicatorias ancianas, puntos de página improvisados, textos subrayados, apuntes al margen, páginas con un vértice doblado a modo de aviso, muchas veces billetes o abonos de tren, metro o autobús. Amo especialmente los de cartón marrón de los Ferrocarriles Catalanes por su diseño y resistencia, pero sobre todo porque me recuerdan una etapa especialmente activa de mi juventud. Una vez encontré la carta de una antigua novia que me había regalado un libro de teatro. Me decía que el libro le había costado varios desayunos y me dio vergüenza reconocer que yo ni siquiera lo había leído. Lo cierto es que tengo bastantes libros sin leer. En determinadas épocas los compraba por si acaso… Cuando no había bibliotecas virtuales, los libros que desaparecían de las librerías entraban en un agujero negro que hacía difícil su reencuentro, así que los adquiría por ese temor arcano a perderlos de vista para siempre. Pero debo aceptar que en la mayoría de los casos los libros que no he leído es porque al poco tiempo dejaban de interesarme.

Roger McGough en la actualidad
Tampoco recordaba haber leído el libro que rescaté hace unos días: una antología bilingüe de poesía inglesa contemporánea. Gracias a mi manía de señalar la fecha de adquisición pude comprobar que lo había hecho en febrero de 1980, es decir, hace una eternidad, de modo que, puestos a curiosear, he dedicado estos días a ver qué ha sido de aquellos entonces jóvenes poetas contemporáneos y elegir, de momento, porque hay varios de interés, a uno de entre todos ellos: en esta ocasión Roger Mc Gough.

El elegido bien merece esta página por una obra dilatada y alguna curiosidad o coincidencia que desconocía y luego veremos, pero el motivo principal de su inclusión es el tema del poema, el patriotismo, y la mirada irónica del autor, con la que coincido.

Y es que Roger Mc Gough (Litherland – 1937), que sigue en activo conduciendo el programa “Poetry please” en la BBC, ha escrito en este tiempo varias decenas de libros, siempre teñidos de un humor crítico. Ligado inicialmente al mundo musical, colaboró en el text
Los McCartney
o del film de los Beatles, “Yellow submarine” y fue uno de los integrantes del grupo Poetas de Liverpool, con los que publicó un primer libro de resonancias  pop, “Mersey sound”.

Pero esa no es su única relación con la música. Mc Gough estuvo integrado en los años sesenta del pasado siglo en la banda musical The Scaffold junto a John Gorman y Mike McCartney. ¿Os suena este último? Pues sí, efectivamente, este es hermano del beatle Paul McCartney, conocido en el mundo musical, que abandonó  tras una corta carrera no muy exitosa, como Mike McGear.


Leamos pues el poema que McGough dedicó a los patriotas en 1967 y oigamos luego a ambos en una de su canciones de la época, "Lily the pink".

PORQUE LOS PATRIOTAS SON UNOS ALCORNOQUES
Los patriotas son unos alcornoques
porque tienen
anteojos azules y blancos y rojos
(rojo para la sangre
blanco para la gloria
azul…
si sale niño)
y andan en peligro efervescente
de terminar sus vidas
las vidas son buenas para usted
cuando usted está vivo
puede comer y beber un montón
y salir con muchachas
(y con algo de suerte
acostarse con ellas)
pero no puede hacerlo
si le revientan de un tiro en la barriga
y sus semillas
vuelan por los campos extranjeros
para abonar
con el tiempo y con las aguas
un sembrío de arena en ultramar
cuando usted es póstumo todo
es frío y oscuro
y por eso los patriotas son

apenas alcornoques.



martes, 25 de abril de 2017

Felicidad


FELICIDAD, 
UN CUADRO DE DIONÍS BAIXERAS


reproducción autorizada por el Museo de Bellas Artes de Asturias

Este es el primer cuadro que se ve al entrar en el Museo de Bellas Artes de Asturias (Oviedo). Por sus proporciones (1,65 x 2,60 mts.), su luz y una perspectiva que lo llena de una atmósfera y un horizonte limpio, es como una ventana por la que uno podría pasar casi sin agacharse, incluso acompañado. Así que dan muchas ganas de hacerlo. 

Si eso fuera posible pisaríamos la arena aún sin el ardor del verano y accederíamos a una playa mediterránea cercana a Barcelona entre 1886 y 1888. Todavía no arrasada por miles y miles de lugareños y turistas con una extraña propensión a ennegrecerse, nos sentaríamos a charlar con pescadores, rederas, campesinos que se acercan a almorzar, descansar, bromear con alguna muchacha, como ese joven tumbado que parece buscar con sus pies una humedad subterránea. Como en tantos otros cuadros de Dionís Baixeras (Barcelona 1862-1943) se trata de grupos siempre pequeños, familiares, que conversan y trabajan con sosiego.

Baixeras retratado por Ramón Casas
Durante la elaboración del cuadro, Barcelona, que ya ha alcanzado el medio millón de habitantes, es un hervidero de emigrantes que trabajan en condiciones deplorables para acabar las obras de la Exposición Universal de 1888. Allí mismo y en esas fechas se celebra el Congreso Obrero y se funda la UGT. Sin embargo Baixeras, hombre conservador, burgués de tradición católica, mantiene su obra alejada del mundo urbano, de las primeras migraciones y del surgimiento del movimiento obrero. Su mundo pictórico refleja mayoritariamente una Catalunya rural, de pescadores y payeses aparentemente felices, respirando una serenidad que se confunde con paisajes que nada tienen que ver con el naciente universo fabril y el urbanismo desbocado, mediante una pincelada impermeable al modernismo y más tarde a las vanguardias.

Pero hagamos como que no conocemos que el autor sostiene esa percepción tan reduccionista y poco comprometida con un entorno que augura un siglo XX lleno de conflictos (el redactor de su página en la “wiki” dice que “no le tentará nunca un tema escabroso ni convertirá en obra de arte la figura de un personaje inconveniente”). Limitémonos a deleitarnos con la placidez de unos personajes que parecen vivir en un estado permanente de reposo, y casi seguro que  desearemos cruzar la frontera del lienzo y sentarnos a convivir con ellos.  A fin de cuentas ¿a quién no le hubiera gustado residir permanentemente en el escenario idílico,  hermoso, de un cuadro que encima se llama FELICIDAD? 

Para un mejor conocimiento de la obra de Dionís Baixeras, el enlace a un blog específicamente dedicado a él: http://dionisbaixeras.blogspot.com.es/

Y para acompañar el cuadro, un clásico del blog, Paolo Fresu interpretando con Richard Galiano y Jan Lundgren un tema dedicado al Mediterráneo: “Mare nostrum”.






lunes, 10 de abril de 2017

Urinario 2

EL URINARIO 2

Desde hace unos diez años soy un hombre tremendamente común. Padezco la misma vicisitud que más de un cincuenta por ciento de mis coetáneos, displasia  benigna de próstata, “malformación” que suele incrementar la frecuencia en el desahogo de aguas menores.

En una entrada anterior dedicada a los urinarios (http://charlievedella.blogspot.com.es/2013/06/el-urinario-como-la-altura-delos.htmlmanifesté mi animadversión a los públicos, esos habitáculos herméticos que parecen destinados a encerrarte de por vida, de modo que poco a poco me he ido haciendo un experto en materia de servicios en bares de jerarquía diversa. Creo, incluso, que ahora mismo sería capaz de imitar a críticos gastronómicos y calificar la higiene y limpieza de los sanitarios, su mantenimiento, la calidad de los alicatados, el ingenio de grafitis y avisos, el civismo de clientes y usuarios, su ubicación, proporciones, accesos…

Inodoro turco descubierto recientemente en Bilbao
Pues bien, hace unas semanas encontré un inodoro turco, el viejo váter de doble huella de la foto, para entendernos, y tengo que confesar que para un aficionado como yo a la arqueología urbana y contemporánea, fue uno de esos hallazgos por los que, como la luna para Neil Amstrong, merece la pena seguir vivo. Ese era el modelo habitual hasta no hace tantas décadas, y según expertos colono-rectales induce a la posición perfecta para una evacuación satisfactoria de aguas mayores. Por cierto, dada la calidad del diseño antropomórfico nunca he entendido el porqué de restos de mierda, hablemos claro, desperdigados por el entorno, salvo que sea  “pa joder”.

También tengo que reconocer que hay algo que enaltece el valor de los urinarios públicos: su exclusividad, porque no hay cosa que me moleste más que ese tío al que golpeas con la puerta simplemente porque no la cierra mientras mea y encima se mosquea por algo que él mismo provoca.

Hay otras dos modalidades de váteres que me parecen especialmente ingratos: el servicio con temporizador de luz y lo que denominaría micro-inodoro, hoy día de uso común.

El baño con temporizador de luz (por qué narices llamamos baño a retretes infectos?) es una gruta oscura en la que acabas meando de oído (literal) y sales tanteando paredes que rezuman una humedad sospechosa. En cuanto a los micro-inodoros son pequeños féretros verticales a los que se accede con un doble escorzo en el estrecho espacio que queda entre puerta y retrete. Normalmente se mea haciendo equilibrio y no es infrecuente salir con una contractura muscular.


Bueno, hasta aquí esta segunda entrega sobre urinarios. Ahora una canción de Patti Smith sobre el fenómeno: “Pissing in a river” (Meando en el río).

miércoles, 22 de marzo de 2017

La mesa

LA MESA


Creo que la mesa es equiparable a la rueda como motor de la evolución de nuestro mundo, y que desde que alguien nos aúpa para acercarnos a una mesa o nos cuela en una trona, su sucedáneo para bebés, nos incorpora de algún modo a lo que se entiende por civilización.

He tenido y compartido mesas de materiales, calidades y usos diversos. Mesas de estudio, de comedor, de trabajo, y la que genera mis mejores recuerdos, la mesa camilla familiar cuando era niño y adolescente. Bajo sus faldones, coronados cada cuatro o cinco años con una nueva  filigrana de ganchillo, estaba otro de los grandes inventos de la civilización: el brasero. La mesa camilla daba continuidad a esa imagen de la tribu alrededor del fuego y agrupaba a la familia, aunque fuera para pelearse.
55 euros en la web de Segunda Mano

Otro sucedáneo de la mesa, tengo entendido que hoy casi en desuso, era en el siglo pasado el pupitre. Se trataba de un mueble macizo de una o dos plazas, y dado el número de horas que pasabas en él (yo lo hice 10 horas diarias durante seis años) era una segunda casa, con sus heridas, desperfectos, despensa, grafitis, rincones secretos…; allá donde se sufría, gozaba, temía, trampeaba, incluso donde se forjaban amistades que perduran a lo largo de la vida.

A propósito del pupitre rescato esta  reciente lectura de uno de los relatos breves de Lucia Berlin en el que habla de otra de sus características peculiares, su sorprendente sonido interior: Cuando sonaba una sirena en la calle, cerca o lejos, sor Cecilia nos pedía que interrumpiéramos los que estábamos haciendo y apoyáramos la cabeza en el pupitre para rezar un avemaría. Aún lo hago. Rezar un avemaría quiero decir. Bueno, también suelo apoyar la cabeza en los escritorios de madera y los escucho, porque hacen ruidos, similares a las ramas mecidas por el viento, como si todavía fueran árboles. La verdad es que en aquellos tiempos me inquietaban muchas cosas, como qué insuflaba vida a las velas y de dónde procedían los sonidos de los pupitres.” (Estrellas y santos – Lucia Berlin)

En la administración pública la mesa es la cancha, el campo de juego del empleado, el lugar en el que defiende, construye, ataca o especula, según su posición, características, capacidades…

Cuando yo entré en la administración, la tipología de las mesas era tan variada como la de los personajes que las ocupábamos, destinados a tareas con capacidades muy diversas, inmersos en una escala jerárquica casi infinita. El tamaño, material y ubicación de la mesa estaba acorde al lugar en la escala jerárquica del ocupante, y había codazos, traiciones y peloteo vario para pillar una mejor. Con el tiempo las mesas, como las tareas, se socializaron, y priorizaron su funcionalidad, adaptándose a las nuevas tecnologías, teléfonos, pantallas planas, reposamuñecas, escaners...

Pero lo que nunca pensé es que después de jubilado, es decir, cuando uno puede por fin pasar de todo, me enteraría, incluso de primera mano, que hay tipos y tipas mezquinas que siguen disputándose una puta mesa en voluntariados de diverso pelaje como si ello les salvara de la grisura de la que huyen o de la pompa que ya perdieron, porque son incapaces de ser felices siendo simplemente lo que son, sin una mesa más o menos grande de por medio. Lo que hay que ver…



Mi amigo “Trespa”, con un oído privilegiado para captar excelencias, me aconsejó hace unas semanas que oyera el último disco de los Rolling Stones, en el que volvían a sus primeros vinilos con versiones de clásicos del blues.  He aquí unos de sus cortes.

lunes, 6 de marzo de 2017

Hettie Jones

UN POEMA DE HETTIE JONES 
PARA EL 8 DE MARZO

Hettie Jones
La historia de los apellidos de Hettie, poeta de la generación beat nacida en 1934, es la historia de una identidad complicada, algo que muestra en su obra autobiográfica, “Cómo me convertí en Hettie Jones” (Grove Press -1990).  Su apellido original es Cohen, de ascendencia judía, pero casada en 1958 con el poeta afroamericano Leroi Jones, asumió un apellido que ha seguido manteniendo tras su divorcio en 1966. Ello se debe a que el propio Leroi cambió a su vez nombre y apellido por el de Amiri Baraka, al convertirse al islam en 1965.

La obra de Hettie Jones, referente editorial de la generación beat a través de la legendaria revista Yugen (1957-1963), destila ternura y melancolía en un entorno de mujeres poetas generalmente beligerantes. El poema escogido creo que representa muy bien esos dos aspectos y me parece un ejemplo de empatía con otra mujer.

PORQUE HE SIDO ELLA
En el bus
de Newark a Nueva York
el bebé vomita
en el cuello de zorro
de su único abrigo.

Ella limpia el cuello
y el rostro suave del bebé
luego coge al crío
de la mano
y se dirige al metro

donde el crío
duerme
sobre su rodilla
y ella
ella misma
posa su mirada perdida
a través de la ventana
por encima de la cabeza
del bebé que duerme

Tiene veintisiete años
y está muy cansada
Permíteme
ayudarla siempre
porque he sido ella, permíteme
ser su amiga


En 2004 Hettie Jones dio brillo literario a la autobiografía de Rita Marley. Así que enlazo con una actuación de la cantante versionando “Guava Jelly” y “No woman, no cry”.





martes, 21 de febrero de 2017

EL NOTARIO

Lo siento, no me caen bien los notarios. En un relato corto que escribí hace años el protagonista consigue, mediante una especie de “fe laica”, que el titular de la notaría en la que trabaja, un impresentable que desprecia a la plebe, acabe como un vegetal en una silla de ruedas. En otro relato un notario bribón se dedica a adueñarse de herencias de personas que viven solas.

La primera historia es fruto de la invención y la segunda es traslación de un hecho real.

Sí, he oído hablar de notarios que, fuera de la mesa de juntas en la que con voz átona te describen la ubicación y medida exacta de la propiedad que acabas de vender o adquirir, la cuantía y condiciones de la transacción y salen como una exhalación tras la firma y un protocolario apretón de manos, son gente normal. Pero yo no los conozco.

Pues bien, recientemente he tenido que recurrir a los servicios de un fedatario, lo que ha removido y confirmado mi animadversión. En esta ocasión el acto era oficiado por un profesional jovenzuelo que con una sonrisa entre estúpida y de autosuficiencia nos leyó como en coña el texto documental más o menos de esta guisa: beeebeee y tal y cual adquiere la propiedad beeebeee y tal y cual – interrupción mirando a la pasante - ¿ya se lo has leído, no?, beebeee, el beeebeee de 2016. Finalmente, Don Miguel, así le trataban en el despacho (ya les vale con tanto vasallaje…) nos dio una mano blandengue y salió, imagino que a sestear, mientras la pasante, que es la que sabe un huevo, se lo curra y le gana la morterada al ex-opositor, nos seguía informando de los pasos y trámites a seguir.

Creo que la explicación de algunas de las patologías de los notarios reside en la magnitud y características de la criba salvaje que les da condición. Tuve una compañera de trabajo que mantuvo durante cinco años a un futuro notario. Siempre nos decía que estaba invirtiendo y era verdad. El día que su marido, un tipo simpático, sin duda, pero que cuando lo conocí en pleno periodo de estudios ya estaba un poco pirado, consiguió la notaría de un pueblo de Lleida, la tía colgó los bártulos y se convirtió en simple consorte. Conozco un par de casos de opositores a los que su madre y compañera dejaba comida y cena junto a la puerta durante años para no interrumpir. Uno de ellos se me quedó mirando fijamente una mañana y me preguntó mientras se reía histéricamente si creía que estaba loco. Esa larga fase de encierro voluntario, aprendiendo de memoria articulados de literatura grandilocuente recitados en tiempos rigurosamente limitados, hace perder el oremus al más pintado, y se nota…

Bueno, igual me he pasado, pero es que cada vez que me acuerdo de Don Miguel me da un apretón.


Y como creo que a ningún músico o cantautor se le ha ocurrido jamás dedicar algo a un fedatario he elegido esta pieza de un “negatario”: “Lo niego todo” por Joaquín Sabina.


miércoles, 1 de febrero de 2017

Enanos

ENANOS


En la ikastola en la que estudiaban mis hijas había una chica con acondroplasia, para entendernos una enana. Recuerdo a esa muchacha aún adolescente con un extraño artilugio metálico rodeándole ambas tibias para crecer apenas diez centímetros, sufriendo fuertes dolores, montada en una silla de ruedas durante un largo periodo,  pero supongo que esperanzada de alcanzar eso que llamamos “normalidad”.

Creo que Augusto Monterroso tenía cierta experiencia cuando, con evidente humor negro, decía  que los enanos tienen un sexto sentido porque se reconocen entre ellos, ya que creo recordar que él, como sus cuentos, era más bien breve. Pero de cualquier forma lo de la altura, como tantas otras cosas, es relativo. 

Coincidí en mi época universitaria con un militante antifranquista acondroplásico. Una mañana, después de una manifestación, nos dijo que se tenía que cambiar de ropa para que la policía no le reconociera. O lo dijo de coña o tenía muy interiorizado que su aspecto externo no dependía enteramente de su medida, o en fin que, como defendía Monterroso, sólo podía ser reconocido por alguien minúsculo como él.

Peter Dinklage
Años después el enanismo puso a prueba mis prejuicios sobre la normalidad. Desarrollaba por entonces una actividad comercial y fui citado telefónicamente por un empresario interesado en el producto. Se trataba de un local público con una oficina anexa. La puerta estaba entreabierta, y al empujarla accedí a un elegante y espacioso despacho con una mesa de juntas. Desde su cabecera más lejana oí la voz de alguien que se asomaba con esfuerzo. Reconozco que la presencia me incomodó, más cuando al ir a darle la mano me di cuenta de que además de acondroplásico era invidente. Dentro del estándar de empresario que yo tenía en la cabeza no estaba desde luego aquel prototipo y ahora, ya mucho después, me veo ridículo y estúpido al recordar aquella incomodidad.

No he visto ni un solo episodio de “Juego de tronos” pero me alegro del éxito de Peter Dinklage, al que descubrí en la preciosa “Vías cruzadas”, también una parábola sobre “anormalidades”, descubriendo que ser enano no está reñido con la belleza y la elegancia. A fin de cuentas solo hace un par de décadas había un impresentable en el País Vasco, alguien que se creía normal,  que se dedicaba a organizar pruebas de lanzamiento de enanos…

Tampoco pude ver en directo a Michel Petrucciani, pero un compañero de trabajo que asistió a uno de sus conciertos me contó que le ayudaban a subir al taburete, desde el que se convertía en un gigante musical al piano. Veamos y oigamos…


lunes, 9 de enero de 2017

UN  POEMA DE ANGELINA GATELL, ESCRITORA REPUBLICANA Y ANTIFASCISTA, FALLECIDA EL PASADO DÍA 8 DE ENERO.

Nacida en Barcelona, el 8 de junio de 1926, guionista, productora, actriz de teatro y televisión, y principalmente de doblaje, actividad de la que vivió durante más de treinta años; fundadora de la tertulia literaria independiente Plaza Mayor, junto a José Hierro, Manrique de Lara y Aurora de Albornoz; Angelina mantuvo hasta su muerte la herida y el compromiso por el recuerdo de los vencidos.

Al final de la entrada, Angelina Gatell lee el poema en un acto republicano el 14 de abril de 2012.


A QUIEN CORRESPONDA

“devuélvenos
también
nuestros cadáveres,
enséñanos
también
los asesinos.”
(Ángel González)

Una vez más quiero volver al tiempo
del que siempre hablaré
porque le pertenezco
como el azul al mar,
como la luz al alba.

Y quiero
bajar a su memoria
como quien baja
al sótano que guarda
objetos, actos, versos, actitudes,
días, que con frecuencia hojeo
como páginas,
y con ellas pegadas a los dedos
salgo a la calle, aparto con denuedo
la oscuridad y pregunto,
-por si alguien lo supiera-
dónde están los cadáveres,
desde dónde nos mira
la ausencia de sus ojos,
en qué lugar esperan
la cercanía de una rosa,
su fragancia vedada por la ira,
el aire
que disipe el silencio.

Y pregunto también
los nombres de los asesinos,
aunque los sepa bien, sílaba a sílaba,
pero los quiero dichos en voz alta,
a gritos,
no guardados con celo en sus estuches
de dorada penumbra
desde el instante mismo en que el invierno
dejó caer su frío sobre el suelo
que ya nunca fue patria,
sino desgarradura.

Muy pocos saben de qué hablo.

Sin embargo, no falta quien se aleje
obviamente molesto.

Y están los que, confusos,
se llevan a los labios
el índice gastado por el miedo
y se alejan también
aunque más lentamente,
no sé, quizá afligidos.

Otros, susurran evasivos: hace
ya tanto tiempo... Y vuelven la cabeza,
como si alguien de pronto los llamara.

También los hay que opinan sin sonrojo,
como haciendo equilibrios
sobre el filo de la conciencia,
que sería mejor dejarlo todo
dormido en el sosiego,
cubierto de benignos crisantemos
y así nadie podría
dañarse con su roce.

Después se van a Roma y, conmovidos,
debajo de los pórticos
donde Bernini,
hace ya más de cuatro siglos
guardó la luz del mármol,
recogen, con unción, sin miedo a herirse,
los nombres trémulos de gracia
de otros cadáveres,
los guardan en sus dijes con cuidado
y sonríen en paz.

No consigo entenderlo. Escucho. Miro.
Me quedan ya muy lejos las palabras
que con el tiempo cambian de sentido,
y acomodan sus dúctiles metales
a la oscilante
valoración de los conceptos.
Y más lejos aún, mucho más lejos,
perdida entre la niebla,
la luz que fue habitada por la idea,
o el aroma, no sé, tal vez por nada.

No consigo entenderlo.
Reúno amargamente mis preguntas
y releo las páginas
donde mi tiempo amarillea y sufre.
Como yo está cansado. Y como yo no entiende.
Y como yo, se niega a ser destruido
por esa desmemoria
más grave que el olvido porque en ella
crece y se ramifica,
estercolada por la indiferencia,
la planta obscena

de la conformidad y el beneplácito.