martes, 4 de julio de 2017

VERANO 1

VERANO 1
“LOS P.P. Y EL VERANO”, UN POEMA 
DE CARLOS BARRAL SOBRE EL IDEM

Carlos Barral (Barcelona 1928-1989) incluyó este poema autobiográfico (puede decirse que toda su obra lo es) en “Diecinueve figuras de la historia civil”, libro publicado en 1961.

Los P.P. eran los padres jesuitas que regentaban el colegio d
Carlos Barral
e la calle Caspe de Barcelona, un centro de enseñanza de cierta categoría, por el que han pasado numerosos personajes de la ciencia (Ignasi Barraquer) política (Jordi  Portabella), cultura (Josep  M. de Sagarra, Jaume Cabré…), y cómo no, de la delincuencia (Javier de la Rosa, Iñaki Urdangarín…).

Barral estudió seis cursos en ese colegio, al que describe en “Años de penitencia”  como “imponente y lúgubre”. Yo pasé once en el de los Maristas de la calle Valencia, no muy lejos de allí, y aunque nunca viví la imagen inicial de ese cura de cuerpo presente, por delante del que pasan los alumnos en hilera, me siento identificado con la contraposición del escenario lúgubre y carcelario del colegio con la luz y la sensación de libertad de las vacaciones de verano, con “el timbre alegre de las bicicletas” y esa leyenda de que “en las noches azules, en la playa, se oyen crecer de cerca los cabellos”. Pues eso, a disfrutarlo…

LOS P.P. Y EL VERANO
Todos temblamos al entrar.
Hedía
a monda de naranja y a recreo,
delante de la puerta en que ordenaron
la hilera.
Lámparas amarillas,
aceite musitado por el techo,
sudor de voz…, y vivimos
la deseada aparición horrible.
Era una cosa triste, algo muy viejo
y ya sin importancia. Como un mueble
antiguo en el desván o el interior
de los armarios condenados.
Unas manos
como de tierra y cirio, inexpresivas
o demasiado suplicantes…
Mas luego en las palabras
vino la muerte auténtica, nos tuvo
sujetos. El no vivir
ya más, el ser invierno
y estar por siempre dentro
esperando que vengan a sacarnos.

Nos hicieron la cuenta
de los amaneceres imposibles:
el aire, pasajero,
era un regalo entre dos penas
capitales.
El agua libre,
aquel color, cada deseo…
¡Qué riesgo la blancura
en la cama regada de lágrimas!
Y lo peor: los días del verano
tan peligrosos junto al árbol
solar, y aquellos juegos sin excusa.

Me puse a meditar:
las ramas, en efecto,
tan blancas hacia el sol,
a mediodía,
que pudieran no verse, que pudiera caer.
Y entonces no sería
la tarde verde, abierta,
y la excursión al bosque con mis primas.
Y nunca más, entonces,
vería entre las franjas
de su vestido almidonado.
-          ¿recuerdas, en la fuente
solos, que tú bebías
colgando tu cintura de mis brazos?
Oh, nunca más, ya nunca
más las hojas
abarquilladas y brillantes, turba
de espejos que nos ahorraban las palabras…
Las cosas que quedaron
a medio hacer,
pendientes de volver a repetirse:
saber si tú venías por costumbre
o era con amistad. O si era cierto
que en las noches azules, en la playa,
se oyen crecer de cerca los cabellos.

Pensé en el cuerpo exangüe,
en aspa al pie del árbol poderoso,
y alrededor las voces, los silbidos
y el timbre alegre de las bicicletas
que parten tarde adentro, a la aventura.

Entonces como un fuego súbito,
como el sol de repente en aquel patio
de pelotas de trapo, parecieron
altas, blancas las tapias, que encerrasen
lo triste con nosotros, porque afuera
un verano sin límites, abierto,
de riesgos esperados, sin peligro,
nos aguardaba para todo el tiempo.
Comprendí que era grave,
gravísimo estar muerto, estar presente
de aquel extraño modo
(el aire es diferente,
ligero, como si hubiese huido)
o ya no estar. Pero hasta entonces
nos queda tanto para hacer. En cada día
de libertad, en cada hora
libre. Por ejemplo,
subir el monte fatigoso
con un perro, imaginando
que cumplimos con un difícil deber.
O estar tendidos de espaldas,
en serio, sin mirar,
cuando la muchacha que se mojó jugando con nosotros
ha puesto su ropa al sol y le contamos
exageradas historias del invierno,
mientras las nubes se deshacen…

No recuerdo a Barral como un poeta habituado a las referencias musicales, y le hago más bien amante de la canción francesa de la época, pero en el año de la creación de “Los P.P. y el verano" seguro que escuchó alguna vez “Moon river”, que cantada por Audrey Hepburn en “Desayuno con diamantes”, película de ese mismo año, sería con el tiempo uno de los standars más interpretados de la historia.


martes, 27 de junio de 2017

Querido extraño...

PRESENTACIÓN DE 
QUERIDO EXTRAÑO (y 2)


El martes 20 me lo pasé pipa. Aunque los nervios y una constante emoción nublaran mi capacidad comunicativa, para mí fue un día grande. Allí estabais la mayor parte de mis amigos y amigas, a uno y otro lado de la barricada, es decir, en la mesa y como espectadores, y quienes no habían podido venir me telefonearon o enviaron un guasap. Gran éxito de convocatoria, más de sesenta personas, y por lo que me habéis transmitido felices de haber asistido. Nuevamente gracias, a los/as actuantes y a los/as espectadores/as. Yo repetiría todas las semanas…


Roberto López en plena presentación


Pero hablemos del libro. Prometimos un ejemplar a todo/a asistente y no hubo suficientes. Lo prometido es deuda, así que cumpliremos, lo que posibilitará que nos volvamos a ver. 



Lectura de María Uriarte

Para quienes no estuvisteis en la presentación y lo queráis adquirir o regalar, le hemos puesto un precio casi de coste, 12,50 euros, y está empezando a distribuirse (esto es lo más complicado cuando se publica y ya hemos tenido algún problema). De momento en:




LIBRERÍA TINTAS: San Mames Zumarkalea, 40 - Bilbao

LIBRERÍA CIENTO VOLANDO: Calle Divino pastor nº 13 - Madrid
LLIBRERIA DE LA FILMO: Pza. Salvador Segui, 1-9, - Barcelona


También pidiéndolo directamente a la distribuidora: LIBER DISTRIBUCIONES EDUCATIVAS: info@dlibros.es

martes, 13 de junio de 2017

PRESENTACIÓN QUERIDO EXTRAÑO

EL 20 DE JUNIO, PRESENTACIÓN 
DE "QUERIDO EXTRAÑO..." 
EN BILBAO


Se puede adquirir en :

LIBRERÍA TINTAS: San Mames Zumarkalea, 40 - Bilbao
LIBRERÍA CIENTO VOLANDO: Calle Divino pastor nº 13 - Madrid
LLIBRERIA DE LA FILMO: Pza. Salvador Segui, 1-9, - Barcelona

También pidiéndolo directamente a la distribuidora: LIBER DISTRIBUCIONES EDUCATIVAS: info@dlibros.es

lunes, 5 de junio de 2017

Viajar

VIAJAR

Un conocido me dijo hace unas semanas que en pocos días se iba a Corea del Sur. “Es un país complicado”, me indicó, “porque no acostumbran a hablar inglés y no hay quien entienda su vocabulario escrito. Prefiero la India”. La penúltima vez que habíamos coincidido se iba a un país del este de Europa a “deslocalizar” y ahora negociaba la compra de una empresa coreana en horas bajas, algo que supongo relativamente habitual en un ejecutivo de empresa multinacional.

Como de esos tres países solo conozco la India de los años ochenta del pasado siglo, le dije que recordaba un país caótico y le puse como paradigma el ejemplo de Benarés. Lo conocía, me dijo, pero cuando le hablé de la doble cola de leprosos que abrían el camino del Ganges, del desfile de cadáveres embalados en plásticos porque sus familiares no tenían dinero para quemarlos, de los que ardían lentamente en sus laderas y mezclaban el olor a carne asada con el de los perfumes y especias que impregnan el país, de esas mismas laderas convertidas en “cagaderos” públicos, de un tipo que se tiró 24 horas tumbado con una almorrana del tamaño de una ciruela al aire, rodeado de cebús  putrefactos, de la hermosura multicolor de los saris secándose al sol, de la multitud que se baña, se masajea, se afeita y rasura el cráneo, ora,
El Ganges a su paso por Benarés
ríe, maldice, muere, de la simbiosis de la belleza, la muerte, el dolor, la alegría, la podredumbre, es decir, de lo que somos, me reconoció que no era el Benarés que él visitó.

Así que cuando me explicó que por razones de seguridad no se alejaba demasiado de los hoteles de cinco estrellas, pensé que yo gozaba de una especie de superioridad de mochilero y que él no conocía la India real. Soy un iluso. No nos engañemos: para conocer un país hay que vivir en él, y entre ambos, alguien que compra y subcontrata empresas en la India porque sus trabajadores cobran 160 euros al mes (me confesó que él llevaba haciéndolo hace tiempo con la nariz tapada), lo conoce sin duda mejor que un joven ( yo lo era entonces) a la busca de lugares exóticos.  

Por esa misma época coincidí en un viaje en tren con un chico que leía “El camino”, el libro del fundador del opus-dei. Cuando se enteró de que yo había estudiado filosofía como él y le hablé de que mi última lectura del género era un libro de Eugenio Trías, supongo que para él un peligroso filo marxista, dio un respingo y se puso entre chulito y faltón. A esas alturas de la conversación él sabía que yo estaba a punto de emprender un viaje en bicicleta por la costa gallega y soltó una frase entre insultante y lapidaria que le hizo engordar un par de kilos: “viajar es dilapidar espacio”.  

Es sin duda una frase brillante. Aún mejor, era entonces una premonición. Tres décadas después viajar se ha convertido cada vez más en eso, en dilapidar espacio. Leo en relación con el tema que el año pasado visitaron les Illes Balears 15 millones de turistas. Mi querida Barcelona es cada vez más un parque temático por la que es difícil pasear, un concepto que también está perdiendo calidad (ahora todo el mundo camina a toda hostia) y para ver un monumento es preciso comprar la entrada con meses de antelación y hacer cola con el fin de recorrerlo en pocos minutos, no vaya a ser que se embotelle. En las zonas turísticas ya no hay lugareños, ni tiendas de barrio, es decir, es todavía más imposible saber cómo viven los autóctonos porque no hay. El fenómeno ha generado un nuevo vocablo,”gentrifición”, un anglicismo que hace referencia al desclasamiento de un barrio con el consiguiente desplazamiento y expulsión de sus vecinos.

La contradicción es que mientras nos quejamos de la invasión de nuestros territorios cotidianos, planificamos viajes a ciudades en las que ya no vive gente común. Ciudades repetitivas, con comercios, productos, mobiliario urbano, arquitectura estandarizada…

El tema me ha hecho recordar una frase, o mejor, una presunción del padre de Pío Baroja: la hazaña de no haber visto jamás un drama de Echegaray ni haber estado nunca solo en la Puerta del Sol. Una hazaña, esta última, que todo el mundo puede repetir en cualquiera de los cientos o miles de objetivos turísticos del planeta.


También he recordado unos versos de Pata Negra. Esos que dicen que ”Sevilla tiene dos partes, dos partes bien diferentes, una la de los turistas y otra donde vive la gente”. Nada mejor que oírlos para cerrar el blog.

viernes, 19 de mayo de 2017

"L´HOME QUE DOBLA EN BRUCE WILLIS", 
UNA CANÇÓ DE "ELS AMICS DE LES ARTS" 
PARA EL FIN DE SEMANA

Como son de mi pueblo y me ha dado la morriña, una canción para "dobladores y segundones varios" de "Els amics de les arts" para este fin de semana.

Salut



A l'escena final,
fa aterrar un avió a Central Park.
I la gran patacada,
dóna pas a un silenci brutal.

Els vianants s'hi aproximen,
primer atònits després expectants.
Que cada segon que passa,
té més números d'haver-la palmat.

I quan la porta finalment s'obre,
la gent crida i comença a aplaudir.
Tots dos saluden, es besen i ell li diu:
"Nena, ara ja som més que amics?".

Sóna una orquestra i el pla fon a negre,
i surten les lletres finals.
Recull la carpeta i els auriculars,
s'abraça amb el tècnic i marxa cansat.

I es que l'home que dobla en Bruce Willis,
que viu aventures només amb la veu.
L'home que dobla en Bruce Willis,
que no és de Manhattan, que és de Cardedeu.

Avui nit d'estrena, de comiat,
un actor posa el punt i final.
El nostre home té una idea, no si val dubtar.
Potser és l'última oportunitat.

Tothom es gira i una limusina s'atura entre flaixos i tweets.
S'obre pas entre entre els fotògrafs,
es treu el barret tremolant,
se'l posa contra el pit i diu:

"Hello dear Mr. Willis,
it's such a big pleasure to meet you at last".
No és pas un crack en idiomes,
però almenys aquest tros se'l porta preparat.

Tots dos es miren i el món s'atura.
"Ai l'as si tingués un minut".
Per dir-li gràcies per les aventures,
per tot el camí que hem recorregut junts.

Però la cara que posa en Bruce Willis
no deixa cap marge per l'ambigüitat.
I es que l'home n'hagués tingut prou
amb un gest, un somriure de complicitat.

Que no arribarà mai perquè hi ha un gaurdaespatlles,
que el paguen per això, que li fot una empenta i que cau en rodó.
Que queda estès a terra que es pensen que és boig.
"Oh, my god! Oh, my god! Oh, my god!".

L'home que dobla en Bruce Willis
de fora el cinema sent la seva veu.
Uns vianants intenten reanimar-lo. Entre dos l'agafen i el posen d'empeus.
L'home els hi diu que en Bruce Willis és un amic seu,
però ningú no se'l creu.
En la escena final
hace aterrizar un avión en el Central Park
y la gran hostia
da paso a un silencio brutal

Los viandantes que se aproximan
primero atónitos después expectantes.
Que cada segundo que pasa,
tiene más números de haberla palmado.

Y cuando finalmente se abre la puerta
la gente grita y empieza a aplaudir.
Los dos saludan, se besan y ella le dice:
“Nena, ahora ya somos más que amigos?”.

Suena una orquesta y el plano funde en negro
y salen las letras finales.
Recoge la carpeta y los auriculares,
se abraza al técnico y se va cansado.

Y es que el hombre que dobla a Bruce Willis,
que vive aventuras solo con la voz.
El hombre que dobla a Bruce Willis,
que no es de Manhattam, que es de
Cardedeu.

Hoy noche de estreno, de despedida,
un actor pone el punto y final.
Nuestro hombre tiene una idea, no
vale dudar.
A lo mejor es la última oportunidad.

Todo el mundo se gira y una limusina se para entre
flases y tweets.
Se abre paso entre fotógrafos,
se quita el sombrero temblando,
se lo pone contra el pecho y dice:
"Hello dear Mr. Willis,
it's such a big pleasure to meet you at last".
No es un crack en idiomas,
Pero por lo menos esta parte la lleva preparada.

Los dos se miran y el mundo se para.
“Ay el astro si tuviese un minuto”.
Para decirle gracias por las aventuras,
por todo el camino que hemos recorrido juntos.

Pero la cara que pone Bruce Willis
no deja ningún margen para la ambigüedad,
Y es que el hombre hubiera tenido suficiente
Con un gesto, una sonrisa de complicidad.
Que no llegará nunca porque hay un guardaespaldas,
al que pagan para eso, que le da
un empujón y le tira en redondo.
Que queda tirado en tierra que piensan que está loco.
"Oh, my god! Oh, my god! Oh, my god!".

El hombre que dobla a Bruce Willis
fuera del cine siente su voz.
Unos viandantes intentan reanimarlo. Entre dos
lo cogen y lo ponen de pie.
El hombre les dice que Bruce Willis es
amigo suyo
pero nadie se lo cree.





lunes, 15 de mayo de 2017

Roger Mc Gough

UN POEMA ANTIPATRIÓTICO 
DE ROGER MC GOUGH

A veces me acerco a las librerías de casa y repaso viejos libros. Veo en ellos fechas y dedicatorias ancianas, puntos de página improvisados, textos subrayados, apuntes al margen, páginas con un vértice doblado a modo de aviso, muchas veces billetes o abonos de tren, metro o autobús. Amo especialmente los de cartón marrón de los Ferrocarriles Catalanes por su diseño y resistencia, pero sobre todo porque me recuerdan una etapa especialmente activa de mi juventud. Una vez encontré la carta de una antigua novia que me había regalado un libro de teatro. Me decía que el libro le había costado varios desayunos y me dio vergüenza reconocer que yo ni siquiera lo había leído. Lo cierto es que tengo bastantes libros sin leer. En determinadas épocas los compraba por si acaso… Cuando no había bibliotecas virtuales, los libros que desaparecían de las librerías entraban en un agujero negro que hacía difícil su reencuentro, así que los adquiría por ese temor arcano a perderlos de vista para siempre. Pero debo aceptar que en la mayoría de los casos los libros que no he leído es porque al poco tiempo dejaban de interesarme.

Roger McGough en la actualidad
Tampoco recordaba haber leído el libro que rescaté hace unos días: una antología bilingüe de poesía inglesa contemporánea. Gracias a mi manía de señalar la fecha de adquisición pude comprobar que lo había hecho en febrero de 1980, es decir, hace una eternidad, de modo que, puestos a curiosear, he dedicado estos días a ver qué ha sido de aquellos entonces jóvenes poetas contemporáneos y elegir, de momento, porque hay varios de interés, a uno de entre todos ellos: en esta ocasión Roger Mc Gough.

El elegido bien merece esta página por una obra dilatada y alguna curiosidad o coincidencia que desconocía y luego veremos, pero el motivo principal de su inclusión es el tema del poema, el patriotismo, y la mirada irónica del autor, con la que coincido.

Y es que Roger Mc Gough (Litherland – 1937), que sigue en activo conduciendo el programa “Poetry please” en la BBC, ha escrito en este tiempo varias decenas de libros, siempre teñidos de un humor crítico. Ligado inicialmente al mundo musical, colaboró en el text
Los McCartney
o del film de los Beatles, “Yellow submarine” y fue uno de los integrantes del grupo Poetas de Liverpool, con los que publicó un primer libro de resonancias  pop, “Mersey sound”.

Pero esa no es su única relación con la música. Mc Gough estuvo integrado en los años sesenta del pasado siglo en la banda musical The Scaffold junto a John Gorman y Mike McCartney. ¿Os suena este último? Pues sí, efectivamente, este es hermano del beatle Paul McCartney, conocido en el mundo musical, que abandonó  tras una corta carrera no muy exitosa, como Mike McGear.


Leamos pues el poema que McGough dedicó a los patriotas en 1967 y oigamos luego a ambos en una de su canciones de la época, "Lily the pink".

PORQUE LOS PATRIOTAS SON UNOS ALCORNOQUES
Los patriotas son unos alcornoques
porque tienen
anteojos azules y blancos y rojos
(rojo para la sangre
blanco para la gloria
azul…
si sale niño)
y andan en peligro efervescente
de terminar sus vidas
las vidas son buenas para usted
cuando usted está vivo
puede comer y beber un montón
y salir con muchachas
(y con algo de suerte
acostarse con ellas)
pero no puede hacerlo
si le revientan de un tiro en la barriga
y sus semillas
vuelan por los campos extranjeros
para abonar
con el tiempo y con las aguas
un sembrío de arena en ultramar
cuando usted es póstumo todo
es frío y oscuro
y por eso los patriotas son

apenas alcornoques.



martes, 25 de abril de 2017

Felicidad


FELICIDAD, 
UN CUADRO DE DIONÍS BAIXERAS


reproducción autorizada por el Museo de Bellas Artes de Asturias

Este es el primer cuadro que se ve al entrar en el Museo de Bellas Artes de Asturias (Oviedo). Por sus proporciones (1,65 x 2,60 mts.), su luz y una perspectiva que lo llena de una atmósfera y un horizonte limpio, es como una ventana por la que uno podría pasar casi sin agacharse, incluso acompañado. Así que dan muchas ganas de hacerlo. 

Si eso fuera posible pisaríamos la arena aún sin el ardor del verano y accederíamos a una playa mediterránea cercana a Barcelona entre 1886 y 1888. Todavía no arrasada por miles y miles de lugareños y turistas con una extraña propensión a ennegrecerse, nos sentaríamos a charlar con pescadores, rederas, campesinos que se acercan a almorzar, descansar, bromear con alguna muchacha, como ese joven tumbado que parece buscar con sus pies una humedad subterránea. Como en tantos otros cuadros de Dionís Baixeras (Barcelona 1862-1943) se trata de grupos siempre pequeños, familiares, que conversan y trabajan con sosiego.

Baixeras retratado por Ramón Casas
Durante la elaboración del cuadro, Barcelona, que ya ha alcanzado el medio millón de habitantes, es un hervidero de emigrantes que trabajan en condiciones deplorables para acabar las obras de la Exposición Universal de 1888. Allí mismo y en esas fechas se celebra el Congreso Obrero y se funda la UGT. Sin embargo Baixeras, hombre conservador, burgués de tradición católica, mantiene su obra alejada del mundo urbano, de las primeras migraciones y del surgimiento del movimiento obrero. Su mundo pictórico refleja mayoritariamente una Catalunya rural, de pescadores y payeses aparentemente felices, respirando una serenidad que se confunde con paisajes que nada tienen que ver con el naciente universo fabril y el urbanismo desbocado, mediante una pincelada impermeable al modernismo y más tarde a las vanguardias.

Pero hagamos como que no conocemos que el autor sostiene esa percepción tan reduccionista y poco comprometida con un entorno que augura un siglo XX lleno de conflictos (el redactor de su página en la “wiki” dice que “no le tentará nunca un tema escabroso ni convertirá en obra de arte la figura de un personaje inconveniente”). Limitémonos a deleitarnos con la placidez de unos personajes que parecen vivir en un estado permanente de reposo, y casi seguro que  desearemos cruzar la frontera del lienzo y sentarnos a convivir con ellos.  A fin de cuentas ¿a quién no le hubiera gustado residir permanentemente en el escenario idílico,  hermoso, de un cuadro que encima se llama FELICIDAD? 

Para un mejor conocimiento de la obra de Dionís Baixeras, el enlace a un blog específicamente dedicado a él: http://dionisbaixeras.blogspot.com.es/

Y para acompañar el cuadro, un clásico del blog, Paolo Fresu interpretando con Richard Galiano y Jan Lundgren un tema dedicado al Mediterráneo: “Mare nostrum”.






lunes, 10 de abril de 2017

Urinario 2

EL URINARIO 2

Desde hace unos diez años soy un hombre tremendamente común. Padezco la misma vicisitud que más de un cincuenta por ciento de mis coetáneos, displasia  benigna de próstata, “malformación” que suele incrementar la frecuencia en el desahogo de aguas menores.

En una entrada anterior dedicada a los urinarios (http://charlievedella.blogspot.com.es/2013/06/el-urinario-como-la-altura-delos.htmlmanifesté mi animadversión a los públicos, esos habitáculos herméticos que parecen destinados a encerrarte de por vida, de modo que poco a poco me he ido haciendo un experto en materia de servicios en bares de jerarquía diversa. Creo, incluso, que ahora mismo sería capaz de imitar a críticos gastronómicos y calificar la higiene y limpieza de los sanitarios, su mantenimiento, la calidad de los alicatados, el ingenio de grafitis y avisos, el civismo de clientes y usuarios, su ubicación, proporciones, accesos…

Inodoro turco descubierto recientemente en Bilbao
Pues bien, hace unas semanas encontré un inodoro turco, el viejo váter de doble huella de la foto, para entendernos, y tengo que confesar que para un aficionado como yo a la arqueología urbana y contemporánea, fue uno de esos hallazgos por los que, como la luna para Neil Amstrong, merece la pena seguir vivo. Ese era el modelo habitual hasta no hace tantas décadas, y según expertos colono-rectales induce a la posición perfecta para una evacuación satisfactoria de aguas mayores. Por cierto, dada la calidad del diseño antropomórfico nunca he entendido el porqué de restos de mierda, hablemos claro, desperdigados por el entorno, salvo que sea  “pa joder”.

También tengo que reconocer que hay algo que enaltece el valor de los urinarios públicos: su exclusividad, porque no hay cosa que me moleste más que ese tío al que golpeas con la puerta simplemente porque no la cierra mientras mea y encima se mosquea por algo que él mismo provoca.

Hay otras dos modalidades de váteres que me parecen especialmente ingratos: el servicio con temporizador de luz y lo que denominaría micro-inodoro, hoy día de uso común.

El baño con temporizador de luz (por qué narices llamamos baño a retretes infectos?) es una gruta oscura en la que acabas meando de oído (literal) y sales tanteando paredes que rezuman una humedad sospechosa. En cuanto a los micro-inodoros son pequeños féretros verticales a los que se accede con un doble escorzo en el estrecho espacio que queda entre puerta y retrete. Normalmente se mea haciendo equilibrio y no es infrecuente salir con una contractura muscular.


Bueno, hasta aquí esta segunda entrega sobre urinarios. Ahora una canción de Patti Smith sobre el fenómeno: “Pissing in a river” (Meando en el río).

miércoles, 22 de marzo de 2017

La mesa

LA MESA


Creo que la mesa es equiparable a la rueda como motor de la evolución de nuestro mundo, y que desde que alguien nos aúpa para acercarnos a una mesa o nos cuela en una trona, su sucedáneo para bebés, nos incorpora de algún modo a lo que se entiende por civilización.

He tenido y compartido mesas de materiales, calidades y usos diversos. Mesas de estudio, de comedor, de trabajo, y la que genera mis mejores recuerdos, la mesa camilla familiar cuando era niño y adolescente. Bajo sus faldones, coronados cada cuatro o cinco años con una nueva  filigrana de ganchillo, estaba otro de los grandes inventos de la civilización: el brasero. La mesa camilla daba continuidad a esa imagen de la tribu alrededor del fuego y agrupaba a la familia, aunque fuera para pelearse.
55 euros en la web de Segunda Mano

Otro sucedáneo de la mesa, tengo entendido que hoy casi en desuso, era en el siglo pasado el pupitre. Se trataba de un mueble macizo de una o dos plazas, y dado el número de horas que pasabas en él (yo lo hice 10 horas diarias durante seis años) era una segunda casa, con sus heridas, desperfectos, despensa, grafitis, rincones secretos…; allá donde se sufría, gozaba, temía, trampeaba, incluso donde se forjaban amistades que perduran a lo largo de la vida.

A propósito del pupitre rescato esta  reciente lectura de uno de los relatos breves de Lucia Berlin en el que habla de otra de sus características peculiares, su sorprendente sonido interior: Cuando sonaba una sirena en la calle, cerca o lejos, sor Cecilia nos pedía que interrumpiéramos los que estábamos haciendo y apoyáramos la cabeza en el pupitre para rezar un avemaría. Aún lo hago. Rezar un avemaría quiero decir. Bueno, también suelo apoyar la cabeza en los escritorios de madera y los escucho, porque hacen ruidos, similares a las ramas mecidas por el viento, como si todavía fueran árboles. La verdad es que en aquellos tiempos me inquietaban muchas cosas, como qué insuflaba vida a las velas y de dónde procedían los sonidos de los pupitres.” (Estrellas y santos – Lucia Berlin)

En la administración pública la mesa es la cancha, el campo de juego del empleado, el lugar en el que defiende, construye, ataca o especula, según su posición, características, capacidades…

Cuando yo entré en la administración, la tipología de las mesas era tan variada como la de los personajes que las ocupábamos, destinados a tareas con capacidades muy diversas, inmersos en una escala jerárquica casi infinita. El tamaño, material y ubicación de la mesa estaba acorde al lugar en la escala jerárquica del ocupante, y había codazos, traiciones y peloteo vario para pillar una mejor. Con el tiempo las mesas, como las tareas, se socializaron, y priorizaron su funcionalidad, adaptándose a las nuevas tecnologías, teléfonos, pantallas planas, reposamuñecas, escaners...

Pero lo que nunca pensé es que después de jubilado, es decir, cuando uno puede por fin pasar de todo, me enteraría, incluso de primera mano, que hay tipos y tipas mezquinas que siguen disputándose una puta mesa en voluntariados de diverso pelaje como si ello les salvara de la grisura de la que huyen o de la pompa que ya perdieron, porque son incapaces de ser felices siendo simplemente lo que son, sin una mesa más o menos grande de por medio. Lo que hay que ver…



Mi amigo “Trespa”, con un oído privilegiado para captar excelencias, me aconsejó hace unas semanas que oyera el último disco de los Rolling Stones, en el que volvían a sus primeros vinilos con versiones de clásicos del blues.  He aquí unos de sus cortes.