miércoles, 22 de marzo de 2017

La mesa

LA MESA


Creo que la mesa es equiparable a la rueda como motor de la evolución de nuestro mundo, y que desde que alguien nos aúpa para acercarnos a una mesa o nos cuela en una trona, su sucedáneo para bebés, nos incorpora de algún modo a lo que se entiende por civilización.

He tenido y compartido mesas de materiales, calidades y usos diversos. Mesas de estudio, de comedor, de trabajo, y la que genera mis mejores recuerdos, la mesa camilla familiar cuando era niño y adolescente. Bajo sus faldones, coronados cada cuatro o cinco años con una nueva  filigrana de ganchillo, estaba otro de los grandes inventos de la civilización: el brasero. La mesa camilla daba continuidad a esa imagen de la tribu alrededor del fuego y agrupaba a la familia, aunque fuera para pelearse.
55 euros en la web de Segunda Mano

Otro sucedáneo de la mesa, tengo entendido que hoy casi en desuso, era en el siglo pasado el pupitre. Se trataba de un mueble macizo de una o dos plazas, y dado el número de horas que pasabas en él (yo lo hice 10 horas diarias durante seis años) era una segunda casa, con sus heridas, desperfectos, despensa, grafitis, rincones secretos…; allá donde se sufría, gozaba, temía, trampeaba, incluso donde se forjaban amistades que perduran a lo largo de la vida.

A propósito del pupitre rescato esta  reciente lectura de uno de los relatos breves de Lucia Berlin en el que habla de otra de sus características peculiares, su sorprendente sonido interior: Cuando sonaba una sirena en la calle, cerca o lejos, sor Cecilia nos pedía que interrumpiéramos los que estábamos haciendo y apoyáramos la cabeza en el pupitre para rezar un avemaría. Aún lo hago. Rezar un avemaría quiero decir. Bueno, también suelo apoyar la cabeza en los escritorios de madera y los escucho, porque hacen ruidos, similares a las ramas mecidas por el viento, como si todavía fueran árboles. La verdad es que en aquellos tiempos me inquietaban muchas cosas, como qué insuflaba vida a las velas y de dónde procedían los sonidos de los pupitres.” (Estrellas y santos – Lucia Berlin)

En la administración pública la mesa es la cancha, el campo de juego del empleado, el lugar en el que defiende, construye, ataca o especula, según su posición, características, capacidades…

Cuando yo entré en la administración, la tipología de las mesas era tan variada como la de los personajes que las ocupábamos, destinados a tareas con capacidades muy diversas, inmersos en una escala jerárquica casi infinita. El tamaño, material y ubicación de la mesa estaba acorde al lugar en la escala jerárquica del ocupante, y había codazos, traiciones y peloteo vario para pillar una mejor. Con el tiempo las mesas, como las tareas, se socializaron, y priorizaron su funcionalidad, adaptándose a las nuevas tecnologías, teléfonos, pantallas planas, reposamuñecas, escaners...

Pero lo que nunca pensé es que después de jubilado, es decir, cuando uno puede por fin pasar de todo, me enteraría, incluso de primera mano, que hay tipos y tipas mezquinas que siguen disputándose una puta mesa en voluntariados de diverso pelaje como si ello les salvara de la grisura de la que huyen o de la pompa que ya perdieron, porque son incapaces de ser felices siendo simplemente lo que son, sin una mesa más o menos grande de por medio. Lo que hay que ver…



Mi amigo “Trespa”, con un oído privilegiado para captar excelencias, me aconsejó hace unas semanas que oyera el último disco de los Rolling Stones, en el que volvían a sus primeros vinilos con versiones de clásicos del blues.  He aquí unos de sus cortes.

lunes, 6 de marzo de 2017

Hettie Jones

UN POEMA DE HETTIE JONES 
PARA EL 8 DE MARZO

Hettie Jones
La historia de los apellidos de Hettie, poeta de la generación beat nacida en 1934, es la historia de una identidad complicada, algo que muestra en su obra autobiográfica, “Cómo me convertí en Hettie Jones” (Grove Press -1990).  Su apellido original es Cohen, de ascendencia judía, pero casada en 1958 con el poeta afroamericano Leroi Jones, asumió un apellido que ha seguido manteniendo tras su divorcio en 1966. Ello se debe a que el propio Leroi cambió a su vez nombre y apellido por el de Amiri Baraka, al convertirse al islam en 1965.

La obra de Hettie Jones, referente editorial de la generación beat a través de la legendaria revista Yugen (1957-1963), destila ternura y melancolía en un entorno de mujeres poetas generalmente beligerantes. El poema escogido creo que representa muy bien esos dos aspectos y me parece un ejemplo de empatía con otra mujer.

PORQUE HE SIDO ELLA
En el bus
de Newark a Nueva York
el bebé vomita
en el cuello de zorro
de su único abrigo.

Ella limpia el cuello
y el rostro suave del bebé
luego coge al crío
de la mano
y se dirige al metro

donde el crío
duerme
sobre su rodilla
y ella
ella misma
posa su mirada perdida
a través de la ventana
por encima de la cabeza
del bebé que duerme

Tiene veintisiete años
y está muy cansada
Permíteme
ayudarla siempre
porque he sido ella, permíteme
ser su amiga


En 2004 Hettie Jones dio brillo literario a la autobiografía de Rita Marley. Así que enlazo con una actuación de la cantante versionando “Guava Jelly” y “No woman, no cry”.





martes, 21 de febrero de 2017

EL NOTARIO

Lo siento, no me caen bien los notarios. En un relato corto que escribí hace años el protagonista consigue, mediante una especie de “fe laica”, que el titular de la notaría en la que trabaja, un impresentable que desprecia a la plebe, acabe como un vegetal en una silla de ruedas. En otro relato un notario bribón se dedica a adueñarse de herencias de personas que viven solas.

La primera historia es fruto de la invención y la segunda es traslación de un hecho real.

Sí, he oído hablar de notarios que, fuera de la mesa de juntas en la que con voz átona te describen la ubicación y medida exacta de la propiedad que acabas de vender o adquirir, la cuantía y condiciones de la transacción y salen como una exhalación tras la firma y un protocolario apretón de manos, son gente normal. Pero yo no los conozco.

Pues bien, recientemente he tenido que recurrir a los servicios de un fedatario, lo que ha removido y confirmado mi animadversión. En esta ocasión el acto era oficiado por un profesional jovenzuelo que con una sonrisa entre estúpida y de autosuficiencia nos leyó como en coña el texto documental más o menos de esta guisa: beeebeee y tal y cual adquiere la propiedad beeebeee y tal y cual – interrupción mirando a la pasante - ¿ya se lo has leído, no?, beebeee, el beeebeee de 2016. Finalmente, Don Miguel, así le trataban en el despacho (ya les vale con tanto vasallaje…) nos dio una mano blandengue y salió, imagino que a sestear, mientras la pasante, que es la que sabe un huevo, se lo curra y le gana la morterada al ex-opositor, nos seguía informando de los pasos y trámites a seguir.

Creo que la explicación de algunas de las patologías de los notarios reside en la magnitud y características de la criba salvaje que les da condición. Tuve una compañera de trabajo que mantuvo durante cinco años a un futuro notario. Siempre nos decía que estaba invirtiendo y era verdad. El día que su marido, un tipo simpático, sin duda, pero que cuando lo conocí en pleno periodo de estudios ya estaba un poco pirado, consiguió la notaría de un pueblo de Lleida, la tía colgó los bártulos y se convirtió en simple consorte. Conozco un par de casos de opositores a los que su madre y compañera dejaba comida y cena junto a la puerta durante años para no interrumpir. Uno de ellos se me quedó mirando fijamente una mañana y me preguntó mientras se reía histéricamente si creía que estaba loco. Esa larga fase de encierro voluntario, aprendiendo de memoria articulados de literatura grandilocuente recitados en tiempos rigurosamente limitados, hace perder el oremus al más pintado, y se nota…

Bueno, igual me he pasado, pero es que cada vez que me acuerdo de Don Miguel me da un apretón.


Y como creo que a ningún músico o cantautor se le ha ocurrido jamás dedicar algo a un fedatario he elegido esta pieza de un “negatario”: “Lo niego todo” por Joaquín Sabina.


miércoles, 1 de febrero de 2017

Enanos

ENANOS


En la ikastola en la que estudiaban mis hijas había una chica con acondroplasia, para entendernos una enana. Recuerdo a esa muchacha aún adolescente con un extraño artilugio metálico rodeándole ambas tibias para crecer apenas diez centímetros, sufriendo fuertes dolores, montada en una silla de ruedas durante un largo periodo,  pero supongo que esperanzada de alcanzar eso que llamamos “normalidad”.

Creo que Augusto Monterroso tenía cierta experiencia cuando, con evidente humor negro, decía  que los enanos tienen un sexto sentido porque se reconocen entre ellos, ya que creo recordar que él, como sus cuentos, era más bien breve. Pero de cualquier forma lo de la altura, como tantas otras cosas, es relativo. 

Coincidí en mi época universitaria con un militante antifranquista acondroplásico. Una mañana, después de una manifestación, nos dijo que se tenía que cambiar de ropa para que la policía no le reconociera. O lo dijo de coña o tenía muy interiorizado que su aspecto externo no dependía enteramente de su medida, o en fin que, como defendía Monterroso, sólo podía ser reconocido por alguien minúsculo como él.

Peter Dinklage
Años después el enanismo puso a prueba mis prejuicios sobre la normalidad. Desarrollaba por entonces una actividad comercial y fui citado telefónicamente por un empresario interesado en el producto. Se trataba de un local público con una oficina anexa. La puerta estaba entreabierta, y al empujarla accedí a un elegante y espacioso despacho con una mesa de juntas. Desde su cabecera más lejana oí la voz de alguien que se asomaba con esfuerzo. Reconozco que la presencia me incomodó, más cuando al ir a darle la mano me di cuenta de que además de acondroplásico era invidente. Dentro del estándar de empresario que yo tenía en la cabeza no estaba desde luego aquel prototipo y ahora, ya mucho después, me veo ridículo y estúpido al recordar aquella incomodidad.

No he visto ni un solo episodio de “Juego de tronos” pero me alegro del éxito de Peter Dinklage, al que descubrí en la preciosa “Vías cruzadas”, también una parábola sobre “anormalidades”, descubriendo que ser enano no está reñido con la belleza y la elegancia. A fin de cuentas solo hace un par de décadas había un impresentable en el País Vasco, alguien que se creía normal,  que se dedicaba a organizar pruebas de lanzamiento de enanos…

Tampoco pude ver en directo a Michel Petrucciani, pero un compañero de trabajo que asistió a uno de sus conciertos me contó que le ayudaban a subir al taburete, desde el que se convertía en un gigante musical al piano. Veamos y oigamos…


lunes, 9 de enero de 2017

UN  POEMA DE ANGELINA GATELL, ESCRITORA REPUBLICANA Y ANTIFASCISTA, FALLECIDA EL PASADO DÍA 8 DE ENERO.

Nacida en Barcelona, el 8 de junio de 1926, guionista, productora, actriz de teatro y televisión, y principalmente de doblaje, actividad de la que vivió durante más de treinta años; fundadora de la tertulia literaria independiente Plaza Mayor, junto a José Hierro, Manrique de Lara y Aurora de Albornoz; Angelina mantuvo hasta su muerte la herida y el compromiso por el recuerdo de los vencidos.

Al final de la entrada, Angelina Gatell lee el poema en un acto republicano el 14 de abril de 2012.


A QUIEN CORRESPONDA

“devuélvenos
también
nuestros cadáveres,
enséñanos
también
los asesinos.”
(Ángel González)

Una vez más quiero volver al tiempo
del que siempre hablaré
porque le pertenezco
como el azul al mar,
como la luz al alba.

Y quiero
bajar a su memoria
como quien baja
al sótano que guarda
objetos, actos, versos, actitudes,
días, que con frecuencia hojeo
como páginas,
y con ellas pegadas a los dedos
salgo a la calle, aparto con denuedo
la oscuridad y pregunto,
-por si alguien lo supiera-
dónde están los cadáveres,
desde dónde nos mira
la ausencia de sus ojos,
en qué lugar esperan
la cercanía de una rosa,
su fragancia vedada por la ira,
el aire
que disipe el silencio.

Y pregunto también
los nombres de los asesinos,
aunque los sepa bien, sílaba a sílaba,
pero los quiero dichos en voz alta,
a gritos,
no guardados con celo en sus estuches
de dorada penumbra
desde el instante mismo en que el invierno
dejó caer su frío sobre el suelo
que ya nunca fue patria,
sino desgarradura.

Muy pocos saben de qué hablo.

Sin embargo, no falta quien se aleje
obviamente molesto.

Y están los que, confusos,
se llevan a los labios
el índice gastado por el miedo
y se alejan también
aunque más lentamente,
no sé, quizá afligidos.

Otros, susurran evasivos: hace
ya tanto tiempo... Y vuelven la cabeza,
como si alguien de pronto los llamara.

También los hay que opinan sin sonrojo,
como haciendo equilibrios
sobre el filo de la conciencia,
que sería mejor dejarlo todo
dormido en el sosiego,
cubierto de benignos crisantemos
y así nadie podría
dañarse con su roce.

Después se van a Roma y, conmovidos,
debajo de los pórticos
donde Bernini,
hace ya más de cuatro siglos
guardó la luz del mármol,
recogen, con unción, sin miedo a herirse,
los nombres trémulos de gracia
de otros cadáveres,
los guardan en sus dijes con cuidado
y sonríen en paz.

No consigo entenderlo. Escucho. Miro.
Me quedan ya muy lejos las palabras
que con el tiempo cambian de sentido,
y acomodan sus dúctiles metales
a la oscilante
valoración de los conceptos.
Y más lejos aún, mucho más lejos,
perdida entre la niebla,
la luz que fue habitada por la idea,
o el aroma, no sé, tal vez por nada.

No consigo entenderlo.
Reúno amargamente mis preguntas
y releo las páginas
donde mi tiempo amarillea y sufre.
Como yo está cansado. Y como yo no entiende.
Y como yo, se niega a ser destruido
por esa desmemoria
más grave que el olvido porque en ella
crece y se ramifica,
estercolada por la indiferencia,
la planta obscena

de la conformidad y el beneplácito.

martes, 3 de enero de 2017

La chaqueta

LA CHAQUETA

Me he enterado de que Cruz Roja no admite juguetes usados en su anual recogida de navidad. Uno de los argumentos (hay otros) tiene su lógica, que los niños pobres no se sientan discriminados con restos en desuso,  pero este hecho me ha llevado a reflexionar sobre determinadas conductas dominantes en este nuestro “primer mundo”, relacionadas con el consumo desorbitado y el despilfarro, también, y mucho, en ese ámbito.

Quienes no somos primogénitos sabemos lo que es heredar ropa, útiles, libros, etcétera, de nuestros hermanos mayores. La primera conciencia solía darse en mis tiempos con el traje de primera comunión, que dependiendo de la diferencia de hechuras te sobraba o ceñía, y en fecha tan señalada, no te hacía puta gracia. Conservo el recuerdo de otros objetos más que bienvenidos, unos patines, una bicicleta, y también de algo que fue entonces un hecho traumático pero el tiempo ha convertido en materia de chanza: la chaqueta.

Creo que yo tendría unos diez años, y hasta entonces, con la excepción del traje de comunión, nunca me había sentido discriminado por llevar cosas de mi hermano. En algunos casos hasta era motivo de orgullo, pues me hacía sentir mayor, pero con la chaqueta no pude. Además de venirme grande era de un color entre ocre y verdoso, con un pequeño punteado que me parecía horrible.  Mi madre insistía en que la llevara, pero yo me hacía el remolón y mediante diversas y complejas estratagemas la volvía a dejar en su sitio, así que creo que solo hice el “ridículo” tres o cuatro veces.

Hace años, comentando este tipo de “traumas” infantiles, un amiguete
Piuma d´oro
madrileño me habló de su piuma d´oro, un impermeable anunciado por un personaje televisivo de la época, el ratón Topo Gigio. En este caso no se trataba de una herencia, sino de una “pieza clave” contra la lluvia, una horrorosa prenda de color azul oscuro que llegaba hasta los pies, con su cinturón, y esto era lo peor de lo peor, una gorra de plátano. Decía mi amigo que por fortuna en Madrid no solía llover mucho, ya que de lo contrario no solo hubiera quedado traumatizado de por vida sino empapado un día sí y otro también.   

Como es evidente no conozco a nadie que haya acabado en el psiquiátrico por llevar cosas usadas, y cuando recordamos estas anécdotas lo hacemos para reírnos de nosotros mismos. Muchos años después he buscado y llevado ropa de segunda mano (recuerdo con añoranza una chaqueta de piel girada que compré en Florencia a finales de los años setenta) y si no lo he hecho más es empujado por el consumismo que nos hace cambiar de objetos antes de su inutilidad. Otro amigo bohemio al que le pasaba ropa usada de vez en cuando, siempre me preguntaba que por qué lo hacía, si estaba casi nueva.

En fin, no sé si la Cruz Roja hace bien en rechazar juguetes que son arrinconados la misma mañana de la celebración, a veces, ¡sorpresa! porque el niño o niña se pone a construir una casa o un vehículo con las cajas de cartón que contenían el regalo estrella. A lo mejor habría que instituir el día del “juguete usado” y hacer que esas instituciones benéficas los repartieran en las casas de los niños y niñas de clase media y alta, a ver qué pasaba.  


Claro, que antes de que acaben en nuestros vertederos siempre estará África…

Como música de fondo “Time dreams”, una canción de The Pines sobre un poema de John Trudell, escritor, músico y activista sioux fallecido en 2015, que habla de sueños y recuerdos que nacen de la tierra y vuelven a la tierra…

martes, 20 de diciembre de 2016

UN POEMA DE NAVIDAD DE GARCÍA LORCA 


Lorca dedicó unos versos de Poeta en Nueva York a la navidad, un poema que Víctor Manuel musicó e interpretó en 1986. Como la versión no me entusiasma he preferido incluir una locurilla, con pelucón y hasta bailando ( y van…) del flamante último premio Nobel de literatura, Bob Dylan.


Nacimiento De Cristo 

Un pastor pide teta por la nieve que ondula
blancos perros tendidos entre linternas sordas.
El Cristito de barro se ha partido los dedos
en los tilos eternos de la madera rota.
¡Ya vienen las hormigas y los pies ateridos!
Dos hilillos de sangre quiebran el cielo duro.
Los vientres del demonio resuenan por los valles
golpes y resonancias de carne de molusco.
Lobos y sapos cantan en las hogueras verdes
coronadas por vivos hormigueros del alba.
La luna tiene un sueño de grandes abanicos
y el toro sueña un toro de agujeros y de agua.
El niño llora y mira con un tres en la frente,
San José ve en el heno tres espinas de bronce.
Los pañales exhalan un rumor de desierto
con cítaras sin cuerdas y degolladas voces.
La nieve de Manhattan empuja los anuncios
y lleva gracia pura por las falsas ojivas.
Sacerdotes idiotas y querubes de pluma
van detrás de Lutero por las altas esquinas.


jueves, 15 de diciembre de 2016

Fuentes

FUENTES

En esta edad previa a la senectud observo que hay dos servicios públicos que mis congéneres tienen muy presentes: los urinarios y las fuentes.  Me refiero, claro, a las fuentes de beber, no a las ornamentales, aunque a estas también voy a dedicar algún espacio. De los urinarios ya hablé en su momento en una entrada gloriosa: 
http://charlievedella.blogspot.com.es/2013_06_12_archive.html

Fuente de Iturribide (BIlbao)
Las primeras fuentes que recuerdo estaban en las esquinas del patio del colegio. Solía haber una cola no respetada por los grandullones, que aprovechaban para poner el índice en el chorrito y regarnos con saña especial.  Los muy cabrones se apoderaban del elemento, mientras los pequeñajos, acojonados, nos moríamos de sed. Así que pasar a ser tú el “puteador” era, como colgar las pelotas de fútbol  de los chiquitines, un símbolo de madurez.

Y es que hay que tener en cuenta que hubo un tiempo en el que no existían las botellas de plástico, no estaban de moda las dietas líquidas, y si eras niño o adolescente y tenías sed, había que conocer al dueño de algún bar aledaño dispuesto a proporcionarte un vaso de agua del grifo o conocer el mapa de las fuentes cercanas. Como la vejez es una vuelta al exceso de tiempo y aire libre, se da como un retorno metafórico y real a las fuentes, y previamente al poteo casi diario, l@s jubilad@s rastrea/n/mos los senderos como avezados zahoríes en la perspectiva de refrescar el gaznate.

Fuente de Montjuic
También me gustan las fuentes ornamentales. Refrescan las ciudades calurosas y son, con el plácet de los urbanistas, referentes históricos y/o estéticos. Una imagen de mis veranos infantiles es presenciar embobado la que Carles Buigas diseñó en Montjuic  (Barcelona) para la celebración de la exposición universal de 1929. Supongo que ahora puede parecer algo kitsch, pero en su momento fue de lo más vanguardista. Además. No nos preocupemos. Lo kitsch sigue teniendo seguidores acérrimos. Véase si no la que, también con el plácet o la empanada de algún urbanista, padecemos en la plaza de Jado de Bilbao.

Fuente de la Plaza de Jado (Bilbao)
Si las fuentes pequeñas parecen recobrar su viveza pasada, las ornamentales encuentran nuevos usos. Así que si en el pasado eran un lugar ideal para quedar con la novia o el novio o tirar una moneda de espaldas pidiendo algún deseo, hoy son punto de celebración de aficionados al fútbol dispuestos a descabezar a la diosa Cibeles o a despeñarse en Canaletas. “Pan y circo”. Es lo que hay…



Solo habla de un manantial metafórico pero como Julio Bustamante es un habitual…: “Una casa en el sol” con Carol McCloskey https://open.spotify.com/track/3XExJgcvm2IxxlQWD5Wx2l

lunes, 28 de noviembre de 2016

EUGENIO BARONCHELLI, BIÓGRAFO BREVE

Aficionado a los textos cortos y los juegos numéricos (“Moscas de invierno.271 muertes en dos o tres gestos”, “237 vidas casi perfectas” y “Las cartas encantadas. 100 novelas de 100 palabras” son algunos de sus libros) Eugenio Baronchelli (Rávena 1944) agrupó un montón de mini biografías en 2008 bajo el título de “267 vidas en dos o tres gestos”, texto que ha sido publicado por Periférica este mismo año.

Ya eché mano de él con anterioridad y es tan divertido que vale la pena adquirirlo. Es baratejo y no tiene desperdicio. Como muestra tres botones característicos pero muy distintos, y ni siquiera los mejores:


MARIANNA DEFILIPPIS, MUDA POR AMOR
“Nació en Turín en 1952. Tuvo un único amor, el primero. Lo conoció la tarde del 21 de setiembre de 1969 en una fiesta de cumpleaños, lo besó tras las puertas chirriantes del portón de casa y vivió de golpe el colmo de la felicidad. No podía dormir. Cogió papel y pluma para escribir su primera carta de amor pero tropezó con las palabras. ¿Enamorada? Teatral. ¿Amante? Grotesco. ¿Amiga? Falso.

Otras no se le ocurrían. Al alba, decepcionada por una lengua tan poco amorosa, perdió el habla. Murió en febrero de 2002, por un tumor de colon, sin haberla recuperado”.


MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, NOVELISTA EJEMPLAR
“De joven fue a Lepanto, donde perdió el uso de la mano izquierda. Pasó cinco años prisionero de piratas turcos. Sufrió la cárcel, en Sevilla, por una complicada historia de deudas. En 1613, para distraer con una alguna ficción la incipiente melancolía de la vejez, escribió doce novelas, en una de las cuales un doctor, Tomás Rodaja, mucho más elegante que Gregorio Samsa, se despierta una mañana creyéndose transparente como el cristal”.


RENATO CESARINI, DELANTERO DANDY
“Nació en Senigallia en 1906. A los nueve meses zarpó hacia Argentina en el piróscafo Mendoza. Desembarcó en Buenos Aires cuando ya tenía diez. Fue zapatero, acróbata, púgil, locutor de radio y guitarrista. Fue también funerario, es decir, enterrador. Dio las primeras patadas en el pequeño campo del Chacarita Juniors, barrio en el que había un cementerio que daba nombre al equipo: la misma tierra para jugar y para enterrar a los muertos. Tenía talento y estilo para golear. Tenía la nariz triste del ciclista Bartali, el rostro afilado, los ojos chispeantes y un flequillo rebelde a cualquier tipo de gomina. 
En enero de 1930, fichado por la Juventus, volvió a Italia: vestía bufanda de seda, gemelos de oro y maleta de marca. Se hizo compañero de Virginio Rosetta, quien odiaba rematar de cabeza porque le arruinaba la permanente, y de Felicino Borel, que tenía los piececitos de una princesa china. Aprendió italiano en los burdeles de la plaza Castello. En Turín abrió un local de tangos y vistió a los camareros de gauchos. Más rousseliano que Roussel, cambiaba de camisa tres veces al día. Dormía en sábanas de seda y fumaba tres paquetes de cigarrillos diarios. En una ocasión llegó al entrenamiento bajando del taxi vestido de smoking. El 13 de diciembre de 1931, ya con camiseta azul dela selección, marcó su nonagésimo gol, con el cual los italianos vencimos a los húngaros y él bautizó la famosa zona que lleva su nombre. En 1935 regresó a Argentina, donde ganó dos títulos de liga como entrenador del River Plate. Murió en 1969 mientras dormía. Llevaba puesto su pijama de seda.”

Como inspirador de una entrada anterior (http://charlievedella.blogspot.com.es/2016/10/el-cigarro-puro-el-tabaco-no-mata.html), un homenaje a otro autor de brevedades: “Once piezas cortas para piano” de Anton Webern conectando con Spotify:  https://open.spotify.com/album/3itiyktqkldl1IsAbPzBTg

jueves, 17 de noviembre de 2016

UNA CANCIÓN DE VINCENT DELERM 
PARA AÑORAR PARÍS 

Entre mis cantantes fetiches de los últimos años está Vincent Delerm. Sus canciones, con ese puntito de melancolía jovial, me hacen rememorar el viaje que hicimos hace unos tres años camino de Borgoña con él de banda sonora, y ésta de su último disco, “Les chanteurs sont tous les mêmes”, que interpreta con Benjamin Biolay, un viaje muy anterior a París, cuando mis dos hijas eran adolescentes. Adoro y añoro París, no lo puedo evitar…

Vale la pena saborear el video clip. Transmite una extraña  felicidad…



Encore Paris la nuit 
Encore la fille partie 
Les amours chrysanthèmes 
Les chanteurs sont tous les mêmes 

Encore le songwriter 
Qui se recoiffe et qui pleure 
Le plongeon dans la Seine 

Encore toi et ta veste 
Encore les projecteurs et tout le reste 
Depuis le temps que je te vois traîner par là 

Tu fais le coup du lasso 
C'est toujours la chanson du vieux Joe 
Si tu crois que je t'ai pas vu 
Que je te vois pas 

Encore Paris la pluie 
L'amour l'après-midi 

La chambre au quatrième 
Les chanteurs sont tous les mêmes 

Encore le songwriter 
Qui s'écroule à cinq heures 
L'alcool fort de Verlaine 

Encore toi en concert 
Dans le gymnase de Boulogne-sur-mer 
Depuis le temps que je te vois traîner par là 

Tu refais le coup du lasso 
C'est toujours la chanson du vieux Joe 
Si tu crois que je t'ai pas vu 
Que je te vois pas 

Encore toi et ta veste 
Encore les projecteurs et tout le reste 
Depuis le temps que je te vois traîner par là 

Tu refais le coup du lasso 
Et c'est toujours la chanson du vieux Joe 
Si tu crois que je t'ai pas vu 
Que je te vois pas 

Encore Paris la nuit 
Les néons des taxis 
Encore le matin blême 
Les chanteurs sont tous les mêmes 

Jusqu'à la fin du jour 
Je chanterai mon amour 
Est-ce que c'est un problème? 
Un problème 

Non

martes, 8 de noviembre de 2016

Huéspedes

HUÉSPEDES


Me gustan los hoteles, sean de la estirpe que sean. Son como pequeños escenarios de un mundo normalmente pasajero y tienen la capacidad de ser útiles para situar algún apartado de nuestra memoria personal.

En “Las consecuencias del amor”, una de las películas de un Sorrentino en estado de gracia, el protagonista está castigado por la mafia a vivir confinado durante el resto de su vida en un hotel de Suiza y a esperar, mientras la vida, nada, según él, pasa al otro lado de un ventanal, a que le traigan una maleta llena de euros que debe ingresar en una cuenta ajena. 

Hotel Majestic
En toda mi vida he llegado a conocer a dos personas que vivían en hoteles, ambas mujeres. Una de ellas lo hacía en uno provinciano y la otra ni más ni menos que en el hotel  Majestic  de Barcelona, el mismo en el que Jordi Pujol senior y José Mª Aznar alcanzaron el famoso pacto del mismo nombre, hace ya unas cuantas diadas y delitos fiscales. Era esta  la tía de un amigo coyuntural de adolescencia a la que pude saludar en el vestíbulo de ese escenario de la historia reciente. Dos huéspedes singulares, sin duda.

En un ámbito más humilde era habitual antaño oír hablar de huéspedes, e incluso de casas de huéspedes. El primer domicilio de mis padres en Barcelona fue la casa de la señorita Eulalia, en la calle Valencia, a la que aún años después, siendo yo niño, solían llevarme de visita. Como en la mayoría de los casos se trataba de un aporte de ingresos imprescindible en una economía familiar venida a menos. 

Mi propia abuela materna, en su casa del barrio literario de Madrid, siempre tuvo huésped o huéspedes. A uno de ellos, un señor muy reservado que pasaba las horas sin salir de su habitación, dediqué parte de un poema que publiqué en el único número de la segunda época de “La mano en el cajón”, una revista y editorial por la que he sabido pasaron antes o después Raimon, Badosa, Candel, Ullán, Edmundo de Ory, Vázquez Montalbán,  entre tantos otros. Vaya puntazo…

La crisis parece haber renovado la figura del huésped, aunque estos vengan ahora de latitudes más lejanas, los pisos sean auténticas pateras y la relación con las patronas sea puntual y desafecta, porque antaño los huéspedes acababan formando parte de la familia y ahora van y vienen con maletas, y trocean el piso con biombos y tabiques de quita y pon.

Aunque el hecho de que Bob Dylan compusiera la bellísima “Sad eyed lady of the lowlands” siendo huésped del Chelsea Hotel no es motivo suficiente para
Chelsea hotel
creer que por su viejas habitaciones rondaran todo tipo de musas y ninfas, lo cierto es que por allí pasaron decenas de escritores, artistas, cineastas y músicos. En el Chelsea, desaparecido en 2011, ocurrieron además, entre otros, dos famosos hechos luctuosos: el poeta Dylan Thomas murió de sobredosis de alcohol y Sid Vicious asesinó  a su novia, Nancy Spungen, de una puñalada. 

Se dice también que Leonard Cohen compuso la canción que dedicó al Chelsea Hotel después de viajar en su ascensor con Janis Joplin. Tenía que ser la hostia desayunar con Cartier- Bresson, tomar el vermuth con Jane Fonda, fumarte un porro con Bob Marley y acabar emborrachándote con Bukowski a altas horas de la noche… 

A mí personalmente me encanta esta versión de “Chelsea Hotel” de Jabier Muguruza, en este caso interpretada en directo en Sant Cugat allá por 2007.


lunes, 24 de octubre de 2016

El cigarro puro

EL CIGARRO PURO


El tabaco no mata siempre de la misma manera. El músico atonal y dodecafónico Anton Webern sobrevivió a los nazis pese a que estos calificaran su música de “bolchevismo cultural” y siguiera en Viena hasta el final de la guerra mundial. Sin embargo, ya en setiembre de 1945 la cagó asomándose a un balcón de su casa de Mittersill empuñando un espléndido Davidoff mientras la policía militar yanqui intentaba arrestar a su yerno, un estraperlista. El soldado Andrew o Raymond Bell, “de ojos bondadosos y corazón celoso centró la mira entre ambos, cigarro y fumador” y fulminó al músico de un certero disparo. He leído este curioso suceso en un libro de biografías minúsculas escrito por Eugenio Baronchelli, al que habré de dedicar alguna que otra entrada, y me ha hecho recordar que yo también fui fumador de puros durante veinte años.

El señor Davidoff atendiendo a una cliente
en su estanco de Ginebra
Más aún. En los años ochenta del pasado siglo llegué a adquirir la biblia de los fumadores de ese formato de tabaco, “El libro del buen fumador de puros”, de Zino Davidoff, en cuyas páginas ese hijo de ruso rebelde perseguido por el zarismo, propietario del mejor “estanco” de Ginebra, recuerda a un insigne cliente y  compatriota: Vladimir Ilich Ulianov, alias Lenin. La revelación parecía confirmar los últimos versos de un poema que yo había publicado poco antes (“Neuchatel”), en el que intuía que “allí vivió Lenin, quizás, un dulce exilio”.

Gracias al libro de Davidoff aprendí a verificar la humedad del producto, a segar debidamente la bocana del artefacto, a prenderlo con cerillas de madera y a evitar que, apagándose, perdiera sus cualidades y se convirtiera en un amasijo de alquitranes. Pero todo hay que decirlo, en toda mi vida apenas he fumado media docena de davidoff, y sí miles de baratas txokorras (farias) y otros puros de escasa calidad. 

Aunque el vicio solo me daba para una dosis después de cada comida, tenía la suficiente consistencia como para amargar el momento. Me recuerdo vagando por Pontevedra a las tantas de la noche buscando un garito donde vendieran farias de A Coruña o de Oviedu (así te los ofrecían), por los canales de Venecia detrás de un toscanelli que echarme a los pulmones,  o los bares de alrededor de casa como un yonqui en pleno mono. Y también ahumando bares, centros de trabajo, hasta ascensores, como un contaminador obsesivo dispuesto a morir matando.

Así que reconozco que dejar de fumar, lo que sea, es complicado. A mí me pudo el acojono del estrés y la hipocondría hace casi veinte años. Fue, creo, una suerte.

Para los que siguen en ello, "la candela" la ponen Pío Leyva y los jovencitos de Buena Vista Social Club, aunque, es cierto, el que siguió fumando habanos respetables hasta cerca de cumplir los cien era su colega Compay Segundo. 



miércoles, 12 de octubre de 2016

UN POEMA DE GIL DE BIEDMA 
DE APABULLANTE ACTUALIDAD

Han pasado casi sesenta octubres y el poema conserva un sonido demasiado actual. O no?



Gil de Biedma más o menos por aquellos tiempos
NOCHE TRISTE DE OCTUBRE, 1959

Definitivamente
parece confirmarse que este invierno
que viene, será duro.
Adelantaron 
las lluvias, y el Gobierno,
reunido en consejo de ministros,
no se sabe si estudia a estas horas
el subsidio de paro
o el derecho al despido,
o si sencillamente, aislado en un océano,
se limita a esperar que la tormenta pase
y llegue el día, el día en que, por fin,
las cosas dejen de venir mal dadas.
En la noche de Octubre,
mientras leo entre líneas el periódico,
me he parado a escuchar el latido
del silencio en mi cuarto, las conversaciones
de los vecinos acostándose,
                                          todos esos rumores
que recobran de pronto una vida
y un significado propio, misterioso.
Y he pensado en los miles de seres humanos,
hombres y mujeres que en este mismo instante,
con el primer escalofrío,
han vuelto a preguntarse por sus preocupaciones,
por su fatiga anticipada,
por su ansiedad para este invierno,
mientras que afuera llueve.
Por todo el litoral de Cataluña llueve
con verdadera crueldad, con humo y nubes bajas,
ennegreciendo muros,
goteando fábricas, filtrándose
en los talleres mal iluminados.
Y el agua arrastra hacia la mar semillas
incipientes, mezcladas en el barro,
árboles, zapatos cojos, utensilios
abandonados y revuelto todo
con las primeras letras protestadas.

Aunque parece que Gil de Biedma quiso adelantar el invierno a octubre, un curioso o premeditado? despiste, el otoño es el otoño, así que no me he comido mucho la cabeza y me he ido directamente a buscar alguna de las cientos de versiones de “Autumn Leaves” (versión americanizada de “Las hojas muertas”).

Pues bien, solo 9 meses antes de morir víctima de un terrible melanoma a los 33 años, Eva Cassidy la interpretó tal que así.