lunes, 1 de junio de 2020

Pérez Andújar y Max Aub


VEROSÍMILES, HETERÓNIMOS 

Y OTRAS RAREZAS (1)


Cuando la construcción del personaje de una novela te hace dudar de su existencia es que el autor ha hecho bingo. Recuerdo que en mis tiempos de estudiante estuvo de moda un texto del filósofo Della Volpe sobre el concepto de verosimilitud en el cine, que él, cuestionando el dogmatismo neorrealista, ampliaba al terreno de lo poético.

La actualidad, si bien no adornada precisamente por la lírica, parece darle la razón. ¿Alguien en su sano juicio hubiera creído verosímil hace un año que los ciudadanos de todo el mundo paseáramos protegidos por una mascarilla porque un virus maligno se había extendido por los confines de la tierra? ¿Alguna persona minímamente cuerda hubiera considerado verosímil que la primera potencia mundial fuera gobernada durante cuatro años por un ignorante atrevido y temerario como Donald Trump? Pues ahí lo tenéis. La realidad siempre supera a la ficción.

No es el caso de la entrañable “Todo lo que se llevó el diablo”, de Pérez Andújar (San Adriá del Besós 1965), en la que la construcción prolija del ficticio Arcos Paulín, pertrechada de excelentes y bien documentados trampantojos históricos, me llevó a buscar su existencia real por internet. No podía ser que ese dibujante de cómics, que posó junto al mítico Hervé, autor de Tintín, al que no consideraba amigo sino competidor, fuera solo un fantasma de papel tintado. 

el auténtico piloto sin rostro
Pero P. Andújar es un equilibrista del homenaje y la verosimilitud. Así que veamos el laberinto extenuante de nombres fingidos y robados, lo que llamamos heterónimos, que fragua para acreditar al personaje: “El piloto sin rostro”, la obra más famosa de Paulín, que en Bélgica adopta el nombre de Paul D`Arc, existe, pero su autoría le corresponde a un autor real secundario, Jean Graton. P. Andújar convierte al piloto de coches Michel Vaillant, el personaje original, en un piloto de aviones que, como aquel, esconde su rostro en la visera opaca del casco. Para rizar el rizo Paul D`Arc, instalado en París y afiliado al PCF, pasa a colaborar asiduamente en una editorial comunista que, y esto también es verdad, se llamaba curiosamente Vaillant. En la ficción coincide con otro dibujante, José Cabrero, también real, que como Paulín en la novela sobrevivió al campo de concentración de Mauthausen dibujando viñetas pornográficas para los guardianes del campo. 

Como puede apreciarse la mejor forma de hacer caer al lector es acompañar al personaje de un cierto número de trampas reales que finjan veracidad. ¿No os suena? Está de moda. Es lo que actualmente llamamos bulos o, en algunos casos, investigación judicial.




Max Aub: No es extraño que Pérez Andújar recoja la figura de Arcos Paulín de un

Foto de los "padres" y de
Torres Campalans con Picasso
curioso relato de Max Aub, “Manuscrito Cuervo”,memoria sobre su estancia en el campo de concentración de Vernet D`Ariége. 

Max Aub (París 1903 . México 1972) es el bromista por antonomasia del heterónimo. He sabido preparando este blog que, además de sus dos conocidos autores imaginarios, el escritor Luis Petreña y el pintor cubista Jusep Torres Campalans, tuvo la osadía de inventarse una antología de poetas de diversas lenguas y nacionalidades, hasta 69, adornándolos con pequeñas notas biográficas. Habrá que conseguirla como sea porque seguro que da de sí.

Mientras, me ceñiré al caso de Torres Campalans, que es el que conozco porque compré el libro cuando Destino publicó una extraordinaria edición en 1999, pero sobre todo por lo redondo del resultado. 

Ya en las primeras páginas coloca Aub el señuelo que acompañará el resto de la historia: un poeta mejicano le presenta a un “hombre, alto de color, seco”, José Torres, que se dedica a no hacer nada y vive “en el monte, con los chamulas”. El escritor tiene dos conversaciones con el pintor, y tiempo después, de vuelta a París, le habla de él a Jean Cassou, en aquellos tiempos el hispanista y crítico de arte de moda, que se sorprende y le enseña catálogos y notas propias. Ya está. Max Aub se mete “de hocico en su vida”, es decir, se ve empujado a escribir su biografía. 

No soy un erudito bibliográfico, pero de lo que conozco y he tenido noticia, la biografía imaginaria de Jusep Torres Campalans es el más completo fake new de la literatura, en palabras suyas una historia que tuvo que reconstruir como un rompecabezas. Por el libro pasan multitud de críticos, escritores y artistas reales (además de Cassou, Gris, Picasso, Renau y Malraux, a quien dedica el libro, entre otros). Algunos de ellos le facilitan documentos, incluso catálogos. 

Pero los elementos que apuntalan la ficción, los que hicieron dudar de la existencia real del pintor son dos: 1) el hecho de que tanto Cassou como otros críticos y artistas que aparecen en la trama no la desmintieran y 2) la reproducción de cuadros, dibujos, bocetos e incluso fotos de Torres Campalans, así como un catálogo detallado de la obra conservada (58 trabajos), con medidas, material empleado, pequeña descripción y hasta supuesto propietario. Para enredar más la cosa Aub pone en duda la autoría de alguno de los cuadros, lo cual es ya la repera: poner en cuestión la autenticidad de la obra que uno mismo ha inventado.

El cuadro "La venganza será terrible"
obra de...
obra"
La duda sobre la existencia real del pintor duró dos años, y ello pese a que Max Aub, bromista hasta la sepultura, dejó huellas del engaño, como esos asesinos en serie que buscan reconocimiento retando y dejando rastros a sus perseguidores, principalmente en fechas o con la recreación de artículos periodísticos reales.

Para un mayor divertimento se puede curiosear el trampeo literario en el siguiente trabajo analítico: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-broma-literaria-en-nuestros-das—max-aub-francisco-de-ayala-ricardo-gulln-carlos-ripoll-csar-tiempo-0/html/ff121e92-82b1-11df-acc7-002185ce6064_5.htm

Continuará…







Le he dado muchas vueltas al coco para recordar algún caso musical que pudiera servir para la ocasión y he corroborado algo que creía recordar del último LP de Cream, en el que aparecía entre los créditos un desconocido “angelo misterioso”, identidad que por problemas legales ocultaba al beatle George Harrison. El video juega con la querella amorosa por Pattie Boyd, un tanto de revista rosa, pero es el único en el que, aunque en foto, aparece l´angelo.



viernes, 15 de mayo de 2020

Cebras


CEBRAS

He descubierto que podría pertenecer a la tribu de los cebras hace muy poco, en concreto en el último film de François Ozon, un cineasta que sigo por su capacidad analítica y de creación de dilemas morales.

En “Gracias a Dios”, aconsejable incursión en el universo de los abusos sexuales en el seno de la iglesia católica, uno de las víctimas es un cebra. Tengo que subrayar que una de las mejores virtudes de la película es la gama de “abusados”, que van desde un ultracatólico, precisamente el que inicia el proceso de denuncia, a un medio anarquista ateo, pasando por el cebra, curiosamente el personaje más marginal y fracasado.

Pues bien, la tribu de los cebras la forman las personas con coeficiente intelectual superior a 130. La verdad es que nunca me había puesto a pensar en ello, seguramente porque tampoco he logrado mostrar esas supuestas capacidades. De hecho mi familia se ríe sospechosamente cuando hablamos de ello. Me considero, eso sí, un mediocre excelente (qué oxímoron…) y ha sido a raíz de conocer el palabro que me ha dado por bucear en él y también, por qué no, en ver si algunas cosas de mi vida pudieran tener explicación en esa hipótesis.

Mientras cursaba cuarto curso de bachillerato fui valorado por un departamento de psicometría con un coeficiente intelectual de 145. Con independencia de la más que discutible  validez de ese tipo de test, y a la vista de mi curriculum, he pensado más de una vez que se trató de un traspapele que me adjudicó la inteligencia de J.Q o M.C, los más brillantes de mis compas de colegio. Pero si no fue así, mi evolución posterior es un caso evidente de desescalada cognitiva, en la línea del título de un libro de Rafael Alberti: "Yo era un  tonto y todo lo que he visto me han hecho dos tontos".

En cualquier caso, aquella valoración excelsa y discutible no impidió que al año siguiente batiera el récord del centro, al ser expulsado de clase por todos los profesores excepto el de gimnasia, la única disciplina en la que aspiraba a sacar matrícula (tengo entendido que una década después lo batió un tal Laporta, que llegó y quiere volver a ser presidente del Barça). Especialmente duro fue el castigo del fraile tutor: una semana desterrado y un cero en religión por comer maíces tostados durante el rosario, un “terrible” pecado del que, como es obvio, ni me arrepentí ni me arrepiento. Creo que el hecho de tener retentiva, que no memoria, sí me sirvió para salir airoso del reto, porque saqué un 10 en el examen trimestral y me libré de volver en setiembre.

Ni hasta entonces ni en el tiempo que siguió fui un estudiante excepcional. Solo obtuve dos matrículas en todo el bachillerato y mi puesto entre la media de 42 alumnos que embutíamos las aulas del colegio marista era un diente de sierra que me llevaba de ser el primero de la clase al veintitantos de una quincena a otra. No quiero pasar por alto que yo, como una buena parte de mis compañeros, también sufrí abusos: en segundo de bachillerato, con solo once años de edad, un cura salvaje me apalizó por “hacer gestos”, en ese caso encoger los hombros, otra terrible herejía. Recuerdo como una de las mayores heroicidades de mi vida haber conseguido mantener el tipo y las lágrimas en tan sórdida ocasión.

Se dice de los cebras que son “hiper” casi todo, hipersensibles, hiperestimulados, hiperestesiados, hiperidealistas, hiperjustos…, pero también es habitual que no acaben por conseguir su sitio en el mundo. No sé en cuál de esos “hiper” podría llegar a ubicarme, pero sí me reconozco en dos de sus características: la dificultad de compaginar una cierta capacidad de concentración, o de abstra/distracción, con la necesidad de frenar la cabeza, algo que siempre me ha impedido centrarme en algo definitivo, y el miedo al fracaso. Es como si desde muy joven te pudiera la sensación de que no vas a tener tiempo ni capacidad para hacer todo lo que quieres hacer, que no puedes perder mucho tiempo en “esto” porque también quieres hacer “aquello”, y encima no vas a ser capaz, y así indefinidamente. Algo que te rebela contra el paso de tiempo, que es tanto como tener siempre presente que te acabarás muriendo. Si esto es lo de ser cebra y “no tener sitio en el mundo”, me apunto: detesto la manía de morir que tenemos los humanos.


Creo que esta escena de “Blade runner” refleja como ninguna otra la ira contra un dios creador que te coloca un chip de obsolescencia. No sé si la secuencia está bien traída, pero creo que el asunto planea a lo largo del blog y no deja de ser un buen desahogo.



viernes, 1 de mayo de 2020

Burocracia


BUROCRACIA


Suelo poner como ejemplo de la complejidad legislativa y de la necesidad de hacerlo bien, algo que viví en primera persona cuando estaba en activo.

Sede del BOE
Para no aburrir lo simplificaré. Con el fin de ajustar el acceso y reparto de la pensión de viudedad de ex cónyuges separad@s o divorciad@s, en 2007 se modificó la ley general, condicionándolo a que est@s cobraran pensión compensatoria del/la fallecid@. El problema es que el legislador utilizó un gerundio, “siendo”, en vez de un subjuntivo, “sea”.

Un grupo de avispadas abogadas de Vitoria se dieron cuenta del error y protagonizaron decenas de demandas que ganaron en todo el escalón judicial, lo que finalmente obligó a la administración a mover la semántica legislativa y adoptar el subjuntivo para restablecer el fin perseguido. Fin del rollo introductor.

Ligo esto con las dificultades que la administración, no hablo de los gobiernos, hablo de la administración, es decir, de los servicios públicos, sufren desde que se desató la pandemia. Esta ha puesto en la palestra a un colectivo habitualmente denostado, el de los empleados públicos, dándonos cuenta de que a él pertenece el personal sanitario, el de correos, los cuerpos de seguridad, la enseñanza pública, pero también quienes tramitan, resuelven y pagan Ertes y prestaciones sociales.

Y bien, ahora sabemos que el estado español es el quinto por la cola de la UE en porcentaje de funcionarios por cada mil habitantes. Por cierto, un tercio son interinos o temporales, algunos con hasta 35 años de servicios; por cierto de nuevo, en la Administración del Estado el personal laboral perteneciente a la última categoría profesional es mileurista (14.573,86 euros anuales + trienios); por cierto, finalmente, la edad media de ese colectivo está alrededor de los 55 años.

Con pocos recursos humanos – en los últimos días hemos sabido que el Ministerio de Sanidad, es decir, el que está llevando el peso coordinador de la pandemia solo tiene 6.202 empleados públicos entre todos sus organismos, y únicamente 1.044 en su núcleo central – las distintas administraciones se están enfrentando no solo a la falta de medios sanitarios, de protección, etc., sino también a una avalancha de normas que tienen que aplicar sobre la marcha, y ahora enlazo con los primeros párrafos, redactadas bajo presiones múltiples y contra reloj, es decir, con casi inevitables errores y contradicciones.

A efectos comparativos señalaré que en estos cuatro meses el Gobierno del Estado ha publicado en el BOE 370 órdenes ministeriales, 15 reales decretos ley y 491 reales decretos. En el caso de los reales decretos ley se han publicado tantos como los de todo 2019 y ya un 70% en el de los reales decretos.

A quienes desde diversos estamentos peleamos cuando estábamos en activo por la mejora de lo que despectivamente llamamos burocracia nos apena el tiempo perdido: la mengua progresiva de efectivos, su envejecimiento, el aparcamiento de los proyectos eternos de “ventana única” y claridad competencial, de desarrollo del teletrabajo, del repliegue del acercamiento al ciudadano, sustituido por webs no ya poco amables, sino absolutamente laberínticas e incapaces de combinar seguridad y accesibilidad, etc.etc.etc. Recortes, carencias, falta de herramientas que ahora echamos de menos. 

Pero como dicen los colegas de Eragin, un colectivo de jóvenes peleones del País Vasco, en un animoso y ojalá no ingenuo slogan: NO ES LO QUE HAY”.

Ah, me olvidaba, y ¡VIVA EL PRIMERO DE MAYO!



Y para animar otro poco más, un bailable todavía más esperanzador que he pillado por casualidad.




miércoles, 22 de abril de 2020

A la ville de...


“A LA VILLE DE...”, FOTOGRAFÍAS DE 
EUGENI GAY PARA EL DÍA DEL LIBRO

Creo que si tuviera idea de fotografía intentaría hacer cosas parecidas a las que va dejando Eugeni Gay (Txeni) a través de sus libros y exposiciones. No le veo como esos cazadores de instantáneas que persiguen estresados lugares propicios, sino más bien merodeando, paseante como los abuelos de antes, con las manos recogidas en la espalda, esperando que las imágenes transcurran. Recuerdo las primeras fotos que le vi en un reportaje sobre el accidente del Yak que publicó en “El País”, principalmente la de un exprimidor con el zumo de una naranja en la mesa de la cocina. Esa imagen cotidiana de los familiares daba una perspectiva personal e íntima de algo que conocíamos a través de una iconografía truculenta, con restos de fuselaje, cuerpos y pertenencias desperdigadas por una ladera envuelta en la niebla.
Su nuevo libro, “A la ville de...” hace referencia a la frase pronunciada por Juan Antonio Samaranch cuando Barcelona fue elegida sede olímpica. Corría el año 1986. Como en su anterior publicación apenas usa palabras, acaso una corta referencia a la alegría del momento, perdida en una ciudad que incluso para él, que entonces solo tenía ocho años, es, ahora, cada vez más irreconocible.
Veo el libro como un itinerario que empieza en las afueras, quizás el delta del Llobregat, con imágenes de marismas, nubes, cañaverales, plantas invasoras. Tarda en aparecer la mano humana en un bloque de hormigón, una torre de alta tensión y una primera persona, una mujer con cachaba sentada en la cuneta de lo que parece un camino asfaltado. Solo entonces se acelera la aparición del elemento humano, inicialmente a través de rasgos simbólicos, señales de tráfico, espejos, huellas, pero con personas casi siempre sedentarias.
A medida que avanza el libro nos acercamos por fin a la ciudad, a la Barcelona heredada de los juegos olímpicos del 92, desde las laderas y los barrios anteriores, los del desarrollismo, a la nueva ciudad, que apenas se atisba en imágenes de fachadas de cristal, aceras, cemento, vehículos, los colores y las formas de la modernidad. En el centro de esa urbe abigarrada las personas transcurren, caminan, muchas veces parece que deprisa y casi siempre solas, aunque lo hagan entre una aparente muchedumbre y en el marco de una nueva simbología tecnológica e industrial.
Quizás echo a faltar alguna imagen de los nuevos habitantes de Barcelona, aunque sepamos que son, o eran, como los contratos, temporales, turistas que mayoritariamente van a “estar”, no a conocer esa ciudad que para mí, que la abandoné hace treinta y cinco años, ya es pura y simple añoranza.
Bueno, Txeni, es mi aportación de “profano” a un libro que me parece francamente bello. Además, el que quiera peces que se moje, es decir, ¡¡que lo compre!! He hecho coincidir este blog con la cercanía al “día del ídem” con toda intención. He aquí la página web para pedirlo y hacer un buen regalo: http://www.eugenigay.com/books

Vídeo presentación del libro con este link:  https://vimeo.com/user78447834

viernes, 10 de abril de 2020

Voces y sonidos


VOCES Y SONIDOS

Creo que una de las pocas cosas buenas que aporta este tiempo de confinamiento, lo que algunos “confiados” y optimistas definieron inicialmente como “ejercicios espirituales”, es la ausencia de dos poluciones, la medioambiental y la sonora. Respecto de la primera ya se habla de una disminución de más del 25% de las emisiones de CO2, pero como no soy experto no me extenderé.

En cuanto a la segunda, la ausencia de ruido ambiental y la coincidencia de la primavera nos reconcilia estas semanas con las voces vecinales. Bueno, con la voces y los sonidos. Creo que es un universo sonoro que hemos ido perdiendo a embestidas de modernidad, circulación, electrodomésticos, incluida la que transportan turistas y viandantes gritones.

Ilustración de Ana Basarte
para mi relato "Patio interior"
Como una parte de los veranos infantiles los pasé en un lavadero que daba a un patio interior, identifico ese tiempo con los olores y sonidos que salían de las ventanas, y vuelven ahora, tanto tiempo después, con menos diferencias de lo que cabría esperar.

Tengo que decir que, además de los sonidos caseros, de los que luego hablaré, hay tres externos pero no muy lejanos que asocio a mi vivienda actual: el ruido del tren, que solo se oye los días de viento sur cuando traspasa la curva de La Peña y bordea el parque de Ollargan; las campanas de la iglesia del Karmelo; y los cohetes con que se celebran los goles del Athletic. El resto es habitualmente una mezcolanza monocorde difícil de diseccionar.

De modo que es tiempo de recobrar las voces y sonidos de nuestro vecinos, aunque a veces impertinentes, un “te dejo, que me estoy cagando”, la discusión de una pareja o a ese niño rarito que no para de llorar por las mañanas. Todo tan real como que en nuestra pacífica escalera (lo digo en serio) ha habido tres intervenciones policiales. La primera la instamos cuando en plena madrugada y bronca se empezó a oír la eclosión de objetos pesados. La segunda, en el mismo piso, pero con otros inquilinos como instigadores, acabó igual, con el tipo en la comisaria por violencia de género. La tercera fue un clásico, reyerta entre hermanos por una herencia con final sangriento. Pero insisto, pese a lista un tanto truculenta, se trata de una vecindad amistosa y tranquila.

La cadena radiofónica, la música, como el olor de las cocinas, nos describe la idiosincrasia y hasta el poder adquisitivo de los moradores. Por el patio de manzana, el que da a otras viviendas, se suele oír música balcánica, supongo que restos de la oleada de rumanos y búlgaros que llegó al barrio con el milenio; en un piso cercano canciones amorosas para adolescentes; y pared con pared, donde hace años soportamos a Laura Pausini a toda pastilla porque al vecino le había dado por mal beber, se oye la protesta infantil de su nieta.

Desde que empezó el confinamiento nos asomamos todas las tardes a las ventanas y balcones de la calle a aplaudir y vernos la cara. Ahí están los gemelos. Ya tienen barba y las últimas vergüenzas de quienes están saliendo de la adolescencia. El tipo del biscuter, el forofo athlético, no falla ninguna tarde. Saca a pasear el sombrero rojiblanco y dos pequeños altavoces con el inevitable y combativo “Resistiré”, dicen que la canción que un tal Toro dedicó a su padre, un militante comunista, en homenaje a los años de cárcel que se chupó. Hablando de comunistas, el chico de las juventudes que tenía al Ché y a Bob Marley pegados en su ventana los quitó poco después de pasar por el juzgado tras una algarada del 15-M. Y es que los disgustos represivos siempre moderan. Manolo nos saluda de lejos, desde los juveniles ochenta y tantos años que ha pactado con el diablo. Es la hora alborozada de los niños, como ese del segundo de enfrente, tiene una cara de listo que asusta y es el que más grita cuando llega el estribillo y toca hacerlo: ¡Resisitiré!. Chaval, tuyo es el futuro, no lo dudes. De esta saldremos.

Tiene todo esto un aire épico, una suerte de extraño abrazo colectivo, el chute de solidaridad que se merecen los pringados del Covid19: los ancianos, los trabajadores, los pequeños autónomos y la gente de los servicios públicos, los que de verdad sostienen el país. Que no decaiga y que no se nos olvide.


Como “Resistiré” está un poco sobadita y tenemos la esperanza de que esto se acabe para junio a más tardar, una “canción del verano”, la de este grupo popero, Villagers, del que recomiendo especialmente su último cuatro canciones, “The sunday walker”. 



domingo, 29 de marzo de 2020

Agnes Varda


UN AÑO SIN AGNES VARDA


Hoy hace un año que falleció la directora de cine Agnès Varda (Bruselas 1928-2019). Ese día le dediqué una entrada de “feisbuc” en la que alababa su eterna juventud y el estado de gracia de sus últimos años, así que he aprovechado el parón vital en el que estamos inmersos para ver su testamento cinematográfico y artístico (en su última época ideó exquisitas instalaciones llenas de originalidad), el documental “Varda per Agnès”. En realidad gran parte de su obra, incluso la de ficción, es un documental que va engarzando sus intereses artísticos con la realidad que va conociendo y viceversa, una obra a menudo etnográfica que nos acerca a personas sencillas, seres anónimos, recreándolos con una ternura que les confiere belleza y dignidad.

En el plano estilístico hay dos características de su obra con los que me identifico: el uso del collage, la mezcla de elementos distintos para reelaborarlos; y el énfasis que da a los itinerarios, a las ubicaciones, de modo que sus escenarios, sean estos campos, pueblos, fábricas o calles, acaban siendo una parte consustancial de sus personajes, muchas veces colectivos.

Hay que decir que su obra es muy vital, de colores alegres, pero a menudo también melancólica. Casi al final de su penúltimo film, “Caras y lugares”, Varda se acerca a la casa de Jean Luc Godard, creo que único superviviente de la Nouvelle Vague, el grupo más emblemático para mi generación. Es una escena muy triste, sobre todo analizada tras su muerte, y en estos momentos de incertidumbre me ha hecho pensar en una palabra que ha dado nombre a varias personas de mi familia, entre ellas a mi abuela materna, a la que no conocí: consuelo. Una palabra que me gusta porque resume lo mejor de lo que podemos dar a los demás, ahora con un significado más profundo que nunca. Supongo que Varda buscaba el consuelo que da recuperar el abrazo de alguien que ha sido tu colega y amigo sabiéndose herida de muerte por el cáncer, pero Godard, al que tanto admiré en mis años jóvenes, no le abre la puerta, es decir, le niega el consuelo que todos, pero sobre todo gente como Agnès Varda, merecemos.

Creo que el enclaustramiento que sufrimos es una buena oportunidad para acercarnos a su obra (no es difícil acceder a ella por internet en versión original y yo puedo pasar alguna por We Transfer al que me lo pida). 



Y para acompañar musicalmente, otro melancólico y habitual de este blog, Vincent Delerm, invitándonos a vivir como ella, en una canción que he traducido con la ayuda de mi amiga Marie Thérèse Robillard.





VIE VARDA

Si on peut oublier tout ça
Le stadium Défense Arena
Les charrues le concours sous la douche
Si on peut ce soir effacer
Le carton trois millions d’entrées
Simplement dire ce qui nous touche
Si on peut vivre comme Agnès
Se parler à deux dans la pièce
Et ressentir une émotion
Si on peut vivre une vie Varda
Marcher sur le sable comme ça
Faire une vie hors compétition
Si on peut regarder ailleurs
Pas le clash pas les chroniqueurs 
Quelquefois chercher l’élégance
Si on peut trouver la beauté
Un visage par le temps froissé
Dans la nuit un danseur qui danse
Si on peut vivre comme Agnès
Se parler à deux dans la pièce
Et ressentir une émotion
Si on peut vivre une vie Varda
Marcher sur le sable comme ça
Faire une vie hors compétition
Si je peux dormir contre toi
Si je peux t’aimer dans le froid
Si je peux jusqu’à la fin des temps
Dans les rues te photographier
À Lisbonne un matin d’été
Si je peux encore un instant
Si je peux vivre comme Agnès
Parler avec toi dans la pièce
Et ressentir une émotion
Si je peux vivre une vie Varda
Marcher sur le sable avec toi
Faire une vie hors compétition
Si je peux vivre comme Agnès
Si je peux vivre une vie Varda
VIDA VARDA

Si podemos olvidar todo
El estadio Défense Arena
El festival de canciones bajo la ducha
Si podemos borrarlo esta noche
El éxito, tres millones de entradas
Simplemente decir lo que nos corresponde
Si podemos vivir como Agnes
Hablar los dos en la habitación
Y volver a sentir una emoción
Si podemos vivir una vida Varda
Caminar sobre la arena como ella
Llevar una vida no competitiva
Si podemos mirar hacia otro lado
Sin flashes, sin cronistas
Buscando a veces la elegancia
Si podemos encontrar la belleza
En una cara arrugada por el tiempo
En un bailarín que danza de noche
Si podemos vivir como Agnes
Hablar los dos en la habitación
Y volver a sentir una emoción
Si podemos vivir una vida Varda
Caminar sobre la arena como ella
Llevar una vida ajena a la competición
Si puedo dormir contra ti
Si puedo amarte en el frío
Si puedo hasta el final de los tiempos 
Fotografiarte en las calles
En Lisboa una mañana de verano
Si puedo por un momento
Vivir como Agnes
Hablar contigo en la habitación
Y volver a sentir una emoción
Si puedo vivir una vida Varda
Caminar en la arena contigo
Hacer una vida ajena a la competencia
Si puedo vivir como Agnes
Si puedo vivir una vida Varda



martes, 17 de marzo de 2020

Corona virus


EL CORONA VIRUS ACABÓ CON EL 

PAPEL DE WÁTER

¿Y CON LA CORONA...?

La coincidencia temporal entre el virus maligno, el papel de wáter y la monarquía es un regalo de los dioses para pasar el confinamiento. Hasta el nombre del maldito virus viene al pelo.

uno de los cientos de chistes sobre papel higiénico que corren estos días
Empecemos por el papel de wáter. Lo primero que me gustaría subrayar es que no es un hábito únicamente carpetovetónico, es decir “español, mucho español”. Leo en un artículo de la BBC que en Australia la poli tuvo que intervenir porque dos fulanos estaban dispuestos a acuchillarse por un quítame unos rollos. Según el artículo ( https://www.bbc.com/mundo/noticias-51893598 ), la obsesión por la compra de papel higiénico ha traspasado todas las fronteras y tiene sus explicaciones, otra cosa es que sean “lógicas”. Dos de ellas convergen: que la gente tiende a comprar aquello que cree que va a faltar y que eso es más evidente en los productos grandes. Como dice el estudio, no es lo mismo cincuenta paquetes de doce rollos que 50 latitas de frijoles.

Pero también advierte algo que yo había comentado entre mis allegados recordando a mi anciano padre racionándolo, y es que se trata de un producto bastante moderno, urbano y de “confort”. Los que rebasamos los sesenta años hemos conocido recortes de papel de periódico colgados de un gancho, y en países lejanos, y no hace tanto, latas de agua como todo ingrediente.

A otra cosa. Hace unos días oí a una tertuliana que la crisis del coronavirus no es sistémica. Menos mal...Además de las estanterías de los supermercados el “bichito” ha puesto patas arriba los sistemas económicos, de salud, de circulación de personas y mercancías, territorial, de relaciones sociales, derechos fundamentales (no se me ocurren más pero haberlos haylos), y resulta que la crisis no es sistémica. Bueno, habrá que dejarles unos meses, el tiempo que tardemos en salir de esta, para que nos lo expliquen, si quieren. No olvidemos que tras el crack de 2008 Sarkozy aventuró que el capitalismo tenía que refundarse, y hasta ahora…

La que sí es claramente sistémica es la que le ha caído al monarca. Tras años de
el campechano y el chavalote en alegre charla
fuente: república.com
“infundados” rumores se confirma que el emérito trincaba cada vez que se reunía con su colega saudí, y está por saberse si también lo hace o hacía con Mohamed, el alauita. El chavalote, Felipe, viéndolas venir se fue hace unos meses al notario y renunció a la pasta suiza, pero no a la corona y quién sabe (esto no ha hecho más que empezar) si al corona virus. En fin, esto sí que es una crisis sistémica, la del 78, que apalancó a la monarquía con la “inviolabilidad” y hace aguas mayores a diestro y siniestro. Ahora entiendo mejor lo del papel higiénico…









Para relajar y animar al personal he elegido esta canción colorida, festiva y callejera de un grupo neoyorquino que mezcla el funky con todo lo que pesca, en este caso aire de samba.