Además
de servir de música de fondo a la publicidad de una cerveza, “Dulce
introducción al caos”, de Extremoduro, está considerada una de
las mejores canciones de la historia de la música española. He
llegado a leer que la segunda, siempre detrás de la intocable
“Mediterráneo”, aunque como hay para todos los gustos en alguna
lista la intocable es “Ni tú ni nadie”, de Alaska y Dinarama
(???) y en la misma aparecen otras tres canciones de Extremoduro pero
no ésta. Pues eso, contra gustos…
Primer
corte de “La ley innata”, noveno disco de Extremoduro, obra
conceptual que marca una frontera entre la primera época del grupo,
caracterizada por lo que ellos llamaban rock transgresivo, y la
posterior, con composiciones y letras mucho más complejas que
derivan hacia el rock progresivo, cuasi sinfónico, ya la traje al
blog en su momento hablando de bondades, porque hacia su mitad
incluye un fragmento de la bellísima “Jesús, alegría de los
hombres”, de Juan S. Bach
(https://charlievedella.blogspot.com/2016/06/buenismo-para-la-gente-de-mi-generacion.html).
Y no me cuesta mojarme, esta canción está entre las mejores.
Como aficionado a
la arqueología urbana llevaba tiempo pensando en fotografiar una
cabina telefónica que sobrevive cerca de casa, cuando se ha cruzado la noticia de
la muerte de Antonio Mercero, seguramente, y a su pesar, su mejor
propagador.
cabina a apenas 100 metros de mi casa
La cabina, medio
destartalada, con el logo del antiguo monopolio en el frontispicio,
permanece en una plazoleta próxima, frente a la terraza de dos bares
habitualmente concurridos. Llama la atención su estatura y amplitud,
que en su momento, antes de perder la puerta de acceso, era un
espacio habitable que permitía cierta intimidad. No recuerdo si
podían cerrarse por dentro, aunque ese fue el componente decisivo de
“La cabina”, el corto televisivo que dio fama a Mercero.
La película, con un tono eminentemente kafkiano, pretendía hacer
crítica de una modernidad que asaltaba plazas y aceras. El encierro
involuntario de López Vázquez era una metáfora del poder injusto y
arbitrario; también de la creciente despersonalización. Ahora, su final, en un
aparcamiento de cabinas rellenas de humanos, es casi naif.
El móvil, con sus distintas capacidades (twitter, guasap, etc.) es un cepo virtual que nos confina a un espacio aún más reducido y
a una aparente comunicación, impulsiva y obsesiva, carente
normalmente de reflexión, en la que todo quisque pone lo primero que se le ocurre. Ahí
tenemos al “nou honorable” con sus twitters xenófobos; al otro
lado del espectro a Iglesias conquistando los cielos desde un chalet
de Galapagar; y a la mafia de la Gürtel, perdón, del PP, dejando un
sendero de conversaciones grabadas que pondrían rojo a Capone. ¿Solo se
libra Rivera, comodín ideológico, socialdemócrata y ultraliberal,
español y europeísta? Vaya joya… Si no te valen sus firmes
principios, no hay por qué preocuparse, como decía Groucho, tiene
más.
Con semejante
panorama, hasta dan ganas de comprar “Matildes” (*)…
(*) Precisamente
por anuncios de López Vázquez en televisión, las acciones de Telefónica eran
popularmente conocidas como Matildes.
En esta ocasión
qué mejor homenaje a Mercero y a la arqueología urbana y televisiva
que revisar “La cabina”.
Cuando
leí hablar a Modiano de las fronteras invisibles que separan los
barrios, me di cuenta, rebobinando, de que el barrio de mi infancia
acababa a apenas 400 metros de casa. Si cerraba los ojos era capaz de
recordar las porterías, los comercios, bares, quioscos, de un
espacio físico de unas doce manzanas, pero mi memoria se perdía al
atravesar su limite virtual. Apenas era capaz de recordar algún
itinerario ajeno, el que llevaba al colegio o a algún lugar de
encuentro.
Gracias
a mi pequeño nieto he traspasado recientemente una de las fronteras
invisibles de mi barrio actual con el fin de acercarle al nuevo
parque infantil de la Mina del Morro, en una de las plazoletas de sus
viviendas de protección oficial. En la primera visita me di cuenta
de que mi nieto era, con Alba e Isaac y sus primos de etnia
gitana, el único autóctono entre una veintena de niños que jugaban
felices en aquel nuevo espacio lúdico. Entre ellos María Ángeles y
Hansel, nicaragüenses con apenas un mes en nuestro país, o el grupo
de africanos de cuerpos esbeltos y sonrisa amplia que amparaban a mi
nieto, uno de los niños más pequeños del parque. La experiencia
demuestra que las peores fronteras, las de los prejuicios, no existen
para los niños que apenas conocen todavía las palabras mío, tuyo,
nosotros y vosotros.
Les
supongo clientes de la escuela cercana de la Mina del Morro y no de
la que, trasladada desde la otra punta del barrio, conserva su nombre
primigenio de ikastola, que intuyo, alberga a niños del centro de
Santutxu, porque los veo transcurrir en procesión por las calles que
ascienden hacia el centro del barrio. Cuando sean mayores imagino que
recordarán ese itinerario y sus detalles, pero quizás desconozcan
la existencia de ese parque cercano y la desolación de las calles
laterales, con decenas de lonjas vacías que vanamente se venden o
alquilan desde hace años.
Yendo
al otro lado del barrio por la calle Fika, también abatida por
locales en alquiler o venta, hacia allí donde antes se ubicaba la
ikastola, transcurre la calle Zabalbide, dicen y creo que la más
larga de Bilbao, porque une el casco viejo con la ladera del monte
Artxanda. Hace años la parte que une Santutxu con el casco viejo era
una vía medianamente comercial con bares y tiendas. Yo mismo trabajé
en en un centro hoy cerrado en el cruce entre ambas. Pues bien, hoy
es una calle desangelada, con los bajos en estado de abandono.
el grupo Garamendi, con el cerrado centro del INSS al fondo, en el cruce de las calles Fika y Zabalbide
Los
construccionistas sociales insistían en la importancia de las vías
de paso como elementos de desarrollo que, ya obsoletos, carecen de su
sentido primigenio. Ya hablé en un blog anterior de algunos puentes
de Bilbao (http://charlievedella.blogspot.com.es/search?q=puentes)
como medios de enlace entre conventos de uno u otro lado de la ría,
algo que hoy no tendría sentido. El caso más claro se da en la
economía de pueblos que, por culpa de circunvalaciones, perdieron su
condición de zonas de paso. Recuerdo el caso de Arenys de Mar, en
la costa del Maresme, donde vendedores ambulantes de peladillas y
garrapiñadas hacían el agosto gracias a un par de semáforos. Por
contra, el poyecto de Zorrozaure, en Bilbao, con amplia oferta de
nuevo terreno urbanizable y puentes reales y metafóricos, va a
condicionar el desarrollo de las zonas o barrios colindantes y
servirá, sirve, para una creciente especulación.
No
me gustaría acabar sin hablar de otro fenómeno novedoso: el rechazo
a la peatonalización en algunas zonas de Bilbao. Hace unas decenios
los vecinos reivindicábamos lo que suponíamos dulcificación de los
barrios mediante el desalojo del automóvil, hoy hay manifestaciones
y recogidas de firmas para que el ayuntamiento no convierta
determinadas calles en un inmenso bar sin fronteras. Ah!, perdón,
con la frontera invisible que separa a clientes y turistas de
habitantes y ciudadanos.
Hace unos meses, revisando papeles, trastos, desechos, encontré la
última agenda de mi padre, que falleció hace más de dos años.
Cada dos o tres, también cuando alguien le regalaba una nueva,
quizás haciendo juego con una cartera de bolsillo, mi padre dedicaba
una o varias jornadas a actualizarla con curiosa dedicación
artesana. Quitaba las grapas que cosían el abecedario, extraía cada
una de sus letras, y después de mecanografiar nombres apellidos,
teléfonos y direcciones con una vieja, pesada y panzuda Lexycon 80,
volvía a zurcirla con una paciencia que nunca fue su fuerte.
Al ojearla me di cuenta de que estaba, como la elegante Porky
francesa de la que hablaba Eduardo Galeano en “Días y noches de
amor y de guerra”, “llena de muertos”. Ahí figuraban sus
mejores amigos, sus hermanos, sus cuñados, algunos compañeros de
trabajo y profesión...números de teléfono fijo, por supuesto, y
domicilios que dejaron de serlo hace ya muchos años. Leyendo
nombres y direcciones podía recomponer la mayor parte de la vida de
mi padre y recordar los rostros y las voces de quienes la poblaban.
Ya no había anotaciones con citas o tareas pendientes, porque
imagino que fue la última agenda que rellenó, ya definitivamente
jubilado.
La vieja fábrica Hispano Olivetti de Barcelona
Cuando yo lo hice, hace ya dos años, eché de menos la función
recordatoria de la agenda de trabajo. Durante meses me perdía entre
los días de la semana, los horarios de mañana y tarde, y el cambio
de rutinas. No habituado a hacerlo en mi portátil, estuve a punto de
agenciarme una moleskine, pero antes descubrí que el móvil no solo
contiene un espléndido almacén de contactos, sino un
calendario/notificador con imágenes coloridas y alarmas de signo
diverso. El de los tiempos...
En cuanto a la Lexycon 80 forma parte del progreso de la segunda
mitad del pasado siglo. En su momento fue, junto a otra histórica,
la Lettera 22 (conservo una), la máquina de escribir más vendida de
Hispano Olivetti, empresa que contó con una impresionante fábrica
cerca de la plaza de las Glorias de Barcelona. Una fábrica que llegó
a dar trabajo a más de 3.000 obreros. En la época de las históricas huelgas
que compartió con Motor Ibérica, Roca, La Seda, Seat etcétera...me
tocó hacer alguna pintada por la zona, todo un honor, aunque tengo
entendido que actualmente, vencida por el tsunami de las nuevas
tecnologías y replegada Olivetti, la empresa matriz, el edificio es
hoy un Centro Comercial. Otro signo de los tiempos...
Apoyo el texto con “Life´s work”, de The Weather Station, alias de
la cantante canadiense Tamara Lindeman, uno de mis últimos
descubrimientos. Aunque ésta sea una canción de su penúltimo
disco tiene un toque nostálgico sobre la avatares de la vida y el trabajo que acompañan bien a lo anterior.
Cuando
adquirimos la vivienda en la que vivimos teníamos treinta y seis
años, y esa era más o menos la edad media de sus inquilinos. Como
el inmueble era nuevo, durante algunas semanas solo estuvieron
habitados dos pisos, un primero y el nuestro, en lo más alto del
edificio. Recuerdo que a los pocos días me quedé encerrado en el
ascensor. Pulsé el botón de emergencia, pero no me oyó nadie, ni
nadie supo interpretar el sentido de una alarma desconocida. De
repente me di cuenta de que llevaba un destornillador. Creo que
durante esos días el taladro, un metro, escarpias, el martillo,
aquel destornillador, eran extensiones naturales de mi propio cuerpo,
de modo que, no sé muy bien cómo, conseguí salir valiéndome de la
herramienta.
La
casa fue llenándose poco a poco de gente joven que ya vivía en
general en el barrio. Nos encontrábamos en la escalera y nos
saludábamos y dábamos ánimo con la alegría que da empezar una
nueva vida. Nos invitábamos mutuamente a ver los pisos, e íbamos
sabiendo del perfil de unos y otros a través del mobiliario, el
color de las paredes, la calidad de los cuadros, el número de
libros, el olor de las cocinas… Pero había entonces una
característica casi común, algo que acabó perdiéndose con los
años: el llanto de los niños. También nosotros, o mejor, nuestra
hija mayor, aportaba entonces su granito de arena a un sonido que en
ese momento solo cabe asociar al descubrimiento de la enfermedad, el
daño físico, la adversidad, pero que cuando desaparece del todo,
como así ocurrió hace ya bastantes años, es el rasgo inequívoco
de que la casa ha envejecido al ritmo de quienes la habitan. Ya ha
sufrido varias operaciones quirúrgicas, y a menudo renquea víctima
de una artrosis progresiva. También se ha paseado la parca por la
escalera y se ha llevado por delante a algunas vecinas y vecinos
queridos, a mis padres en los últimos tres años, pero el edificio
ha enraizado profundamente y es ya tan del barrio como las cercanas
casas de La Tabacalera, la escuela de la Mina del Morro o la iglesia
de San Francisquito.
Esas
raíces, las de los vecinos que persistimos, aferrados los unos a los
otros, solidarios, creando memoria, son la fuerza que rebrota: vuelve
a oírse llorar. Oigo por las mañanas el llanto de esa niña que
lleva mal lo de levantarse para ir al colegio y el nocturno de la
nieta de la vecina que tiene pesadillas, y algunas veces, cuando mi
hija nos trae a nuestro primer nieto, él se añade al llanto coral y
colma la casa de savia nueva.
Lou
Reed sacó su tercer disco, “Berlin”, en 1973, una obra
conceptual que incluía “The kids”. La canción está dedicada a
una joven yonqui a la que los servicios sociales quitan a sus hijos
porque es incapaz de cuidarlos. Aunque Jack Bruce era el bajo oficial
del LP, Toni Levin le sustituyó para protagonizar uno de los, para
mí, mejores momentos del disco, cuando hacia el minuto 5´11”
acompaña el llanto desolado de un niño. Sirva de contrapunto…
La posibilidad de husmear en la vida de los demás que te da facebook
satisface otra de mis vocaciones, la de detective, o será voyeur?
Dejémoslo en un mix de ambas facetas.
Así que, lejos de la patria de la infancia y el espacio geográfico
del colegio que cubrió once años de mi vida, facebook me permite
saber qué fue de algunos de los compas a los que no he vuelto a ver.
J.S. está entre los triunfadores. Siempre he pensado que la
psicología es un campo abonado para gente con problemas que la
estudia para sanarlos. J.S. tenía ese perfil. Su tartamudez y una
cierta dificultad con el castellano le abocaban a ser de esos alumnos
que procuran esconderse y pasar desapercibidos, pero eso no solo no
le impidió ser siempre un alumno aventajado, sino que según
facebook debió curar esas carencias llegando a ser un profesional
muy valorado, incluso internacionalmente.
El colegio en nuestra época de alumnos
En
la red solo aparecen cuatro fotos. En una, con el pelo largo y
bigotón, figura tal como le recuerdo, sentado en una terraza de la
calle Mallorca de
Barcelona a
finales de los años setenta del pasado siglo. En otra, ya mayor,
algo sobrado de peso, aparece bañándose en una piscina. Curiosa
estampa…
La
mayor parte de comentarios, una necrológica firmada por otro
compañero del reducido grupo de “letras” del bachillerato
superior, le bendicen como hombre bueno y comprometido, pero una
vieja novia despechada le lanza un puyazo post mortem: “gran
profesional pero a algunas de sus parejas nos malogró”. Una frase
que rompe la tesis de que siempre hablan bien de uno cuando te
mueres, pero también confirma lo cruel e
indiscreto que
puede ser facebook.
Aprovecho
conocer que J.S. estuvo exiliado y encarcelado durante el franquismo
para enlazar con J.L., de quien, intermediado por un personaje
ficticio, conté una anécdota en mi único relato semi
largo,
“Para después de la nada”.
J.L.
era el nazi de
la
clase. No digo nazi ideológico únicamente. Creo
que incluso
antes de terminar nuestro periodo colegial militaba
en un grupo, ya
desaparecido, que realizaba acciones contra militantes
antifranquistas, librerías progres, etc. y
editaba una revista con cierta difusión en aquella época.
En
los estertores del franquismo me tocó sacar de casa una
multicopista por razones de seguridad. Se trataba de un artefacto
grande y pesado que conseguí embutir a duras penas en una bolsa de
deportes. Yo la tenía que acercar a un parque cercano a casa y allí
se encargaba un compañero de llevarlo en coche (yo no tenía) a otro
lugar seguro. Pues bien, la última persona a la que hubiera querido
encontrar mientras esperaba en un banco con
el artilugio
a mis pies era
a
J.L.,
y
éste
fue el que apareció saludándome efusivamente.
No recuerdo de qué hablamos mientras
acariciaba seguramente nervioso la bolsa con el aparato clandestino,
pero imagino que por algún momento se me pasó por la cabeza que
aquel pedazo de nazi abriera la bolsa y me denunciara a la policía.
Golpearme no, porque creo recordar que no tenía ni media hostia…Pero
el caso es que J.L. no debió sospechar que el bulto contuviera parte
del “aparato de propaganda” de una de los cientos de grupúsculos
obstinados en acabar con el franquismo, porque terminó despidiéndose
sin más.
Y bien, hace poco, recordando aquel episodio,
busqué a J.L. en facebook y vi que había evolucionado. Abandonada
la cruz gamada se asoma a las redes con una rara mezcla de esoterismo
y nacionalismo post convergente. Eso sí, parece que la izquierda se
le sigue atragantando, aunque no creo que a día de hoy la
multicopista peligrara.
PD: Mientras corregía esta entrada se suscita
internacionalmente la polémica por el uso indebido de datos y
noticias falsas teledirigidas en la red social de Facebook. En este
momento me planteo seriamente desaparecer de semejante mundillo. La
pega: de ser así, estos dos últimos blogs no hubieran existido...
Otro “compa” y en este caso amigo que sigue
dedicándose a la música, publicó con varios colegas esta maravilla
de disco en 1979, hoy día una joya buscada y cotizada en las
subastas. El título de tres de sus canciones, “Rendits a vostres
plantes”, “Las misiones” y “Amílcar Barca”, rememoran el
ambiente épico-religioso del colegio.
Desde que me inicié siempre he pensado que las redes sociales son
como la vida misma pero a lo bestia, con un inconveniente, dejan acta
notarial de éxitos y bondades, pero también de errores y ruindades.
Recién alumbrado al mundo de Facebook me lleve un par de sorpresas
sucesivas. A una de ellas hice alusión en una entrada anterior, así
que no me extiendo. A la otra me pongo porque tiene su cosa
nostálgica.
Creo que corría 2008 cuando A.M., con el que había perdido
contacto veinte años antes, me solicitó que le añadiera a su lista
de amigos de Facebook. Cómo no…!! A.M. no solo había sido compañero
de trabajo, sino de sueños. Acabábamos de pasar la oposición tras
un periodo combativo como contratados eventuales y ya estábamos
anhelando dedicarnos a lo que nos gustaba de verdad, escribir, a
poder ser poesía.
las tertulias pasaron por Casa Isidro, El Raval, locales con dueños que escribían poesía y participaban en la tertulia, y el mítico Els quatre gats, con el espléndido cuadro de Ramón Casas
En poco tiempo congregamos a un grupo de aspirantes a escritores, y
entre tertulia y tertulia literaria y vino, mucho vino, creímos
llegado el momento de montar nuestra propia editorial. Sin llegar a
los veinticinco años de edad y con un equipaje casi vacío
conseguimos una entrevista con Enrique Badosa, poeta reconocido y aún
en activo. Creo recordar que en un despacho del desaparecido El
Noticiero Universal de Barcelona. Nos atendió con una amabilidad y
respeto envidiables, porque nosotros le veíamos entonces como un
poeta más o menos pasado de moda y él, imagino, como dos gilipollas
que se creían capaces de comerse el parnaso. Recuerdo que se echó
las manos a la cabeza cuando le anunciamos el nombre que augurábamos
a la colección, ”Moco de pavo”. Todo entre underground y
populachero... Como es evidente el sueño, perdón, el proyecto, no
se materializó, aunque ambos publicamos poco después nuestros
primeros libros.
A.M. era un tipo raro, creo que marcado por determinados aspectos
trágicos de su infancia y adolescencia, así que no me extrañó que
tras veinte años de desconexión volviera a desaparecer de Facebook
después de media docena de pequeñas y algo peculiares
conversaciones. En el intervalo le pregunté si había seguido
escribiendo pero no llegó a contestarme. No me choca. Poco tiempo
después una amiga común me comunicó que había fallecido. Las
fechas coincidían con su desaparición en la red.
He buscado en los registros si hay alguna publicación más que su
primer y único libro y no es así. Es una pena. Tenía una
imaginación desbordante, capaz de escribir un relato de un tirón
sin corregirlo, y con algo de disciplina creo que hubiera llegado a
crear algo sonado.
Hace unas semanas busqué a otro de aquellos escritores noveles en el
mismo facebook. Fue el primero en publicar y pronto se hizo una
tarjeta de visita que bajo los apellidos señalaba con petulancia la
profesión que le adornaba: poeta. Tampoco ha vuelto a publicar y
ahora, casi cuarenta años después, supongo que abandonado por la
inspiración, se presenta en su perfil como actor figurante.
Sueños…
Canté muchas veces a viva voz este “Rosa rosae” de José Antonio
Labordeta con A.M., cuya letra resume muy bien parte de nuestra
infancia.
Mi
madre falleció el pasado 28 de febrero. Tenía 95 años, así que
presenció y vivió en primera persona los grandes desastres del
siglo XX, principalmente la guerra civil. No hizo grandes cosas, si
entendemos que no hacer grandes cosas es haber sido una buena madre y
abuela, además de ser una “manitas” en todo tipo de bricolaje, y
moderna a su manera, se sacó el carnet de conducir en
los años sesenta, cosa nada habitual entre las mujeres de su época.
En los últimos años ambos pudimos disfrutar de una cercanía que
pienso que nos hizo felices. Como no creo en el más allá me quedo
con el más acá, que son los buenos recuerdos que uno se lleva de
por vida.
Y como hablar de la muerte de una madre es lo más difícil, aprovecho unos versos que le dediqué en vida y un retrato que le hice hace unos pocos años:
ROSELLÓN
– VILADOMAT ( BARCELONA )
Yo
nunca estuve allí, quiero decir,
en
aquel tiempo, porque no había nacido,
pero
a veces, cuando el otoño empuña
su
bandera granate
parece
que te incitara a volver
donde
nunca estuviste,
posar
frente al portal que fue nuevo entonces
esperando
quizás que una señal remota
te
muestre los orígenes,
la
que será mi madre algún tiempo después,
mientras
oye en la radio
que
el Sabaté volvió a fugarse,
y
prepara la mesa con afán diligente,
colmando
la vivienda de olor a bechamel.
He
pensado mucho qué música dedicarle. Entre sus preferidos estaba
Jorge Sepúlveda, que imagino la hizo bailar en su juventud; en los
últimos tiempos, cuando aún tenía bien la cabecita, descubrí que
se sabía muchas letras, un don que yo no he heredado. Pero si me voy
al cajón de su casa en el que guardaba los cassettes descubro que
conservaba tres discografías bastante copiosas: la de María
Dolores Pradera, a la que no se perdía cuando actuaba en Barcelona,
y las de Chavela Vargas y Cecilia. Cuando a los 25 años de su muerte
le dedicaron a esta última un curioso disco de duetos le grabé una copia.
Creo que esta canción era una de sus preferidas y de las de mis dos hijas,
que la cantaban durante los viajes que hacíamos para ir a verla.
De
entre los analgésicos que aliviaron el periodo de mili que sufrí en
Alcoi hace ya cuarenta años hay dos que suelo destacar porque además
tienen mucho que ver entre sí. Un concierto de Ovidi Montllor en
aquel, su pueblo natal, y el recital de poesía de uno de sus
“letristas” habituales, Vincent Andrés Estellés.
curiosa foto de Montllor con Estellés y una desconocida
A
Estellés (Burjassot 1924-1993) ya le he paseado por el blog porque
es uno de de mis poetas preferidos
Escritor
y periodista, es autor de una poesía sumamente personal, casi
siempre autobiográfica, crítica, desgarrada, hay quien dice que
vulgar. Como dije en aquella ocasión, algunos de sus poemas son la
vida misma y esa es su grandeza: convertir lo vulgar en una belleza
que te hace reír, llorar, siempre emocionar.
Como
su obra está rociada de sexo, me ha parecido el autor ideal para
celebrar como debe ser el día de los enamorados con dos poemas que
se complementan y tienen unos mismos vocablos iniciales: “Els amants” (“Los amantes”) y “No escric
èglogues” (“No escribo églogas”). El segundo en una versión
musicada en la voz de Juli Mira que aconsejo escuchar y leer a un tiempo porque contagia
alegría a ritmo de pasodoble.
ELS
AMANTS
No
hi havia a València dos amants com nosaltres.
Feroçment ens
amàvem des del matí a la nit.
Tot ho recorde mentre vas
estenent la roba.
Han passat anys, molts anys; han passat
moltes coses.
De sobta encara em pren aquell vent o l'amor
i
rodolem per terra entre abraços i besos.
No comprenem l'amor
com un costum amable,
com un costum pacífic de compliment i
teles.
Es desperta, de sobta, com un vell huracà,
i ens
tomba en terra els dos, ens ajunta, ens empeny.
Jo desitjava,
a voltes, un amor educat
i en marxa el tocadiscos,
negligentment besant-te,
ara un muscle i després el peçó
d'una orella.
El nostre amor és un amor brusc i salvatge,
i
tenim l'enyorança amarga de la terra,
d'anar a rebolcons
entre besos i arraps.
Què voleu que hi faça! Elemental, ja
ho sé.
Ignorem el Petrarca i ignorem moltes coses.
Les
Estances de Riba i les "Rimas" de Bécquer.
Després,
tombats en terra de qualsevol manera,
comprenem que som
bàrbars, i que això no deu ser,
que no estem en l'edat, i
tot això i allò.
No hi havia a València dos amants
com nosaltres,
car d'amants com nosaltres en són parits ben
pocs.
LOS
AMANTES
"No
había en Valencia dos amantes como nosotros.
Ferozmente
nos amábamos de la mañana a la noche.
Lo recuerdo todo
mientras tiendes la ropa.
Han pasado años, muchos años; han
pasado muchas cosas.
De pronto aún me atrapa aquel viento o
el amor
y rodamos por el suelo entre abrazos y besos.
No
comprendemos el amor como una costumbre amable,
como una
costumbre pacífica de cumplidos y telas.
Se despierta, de
pronto, como un viejo huracán,
y nos tumba a los dos en el
suelo, nos junta, nos empuja.
Yo deseaba, a veces, un amor
educado
y el tocadiscos en marcha, negligentemente
besándote,
ahora un hombro y después el lóbulo de una
oreja.
Nuestro amor es un amor brusco y salvaje,
y
tenemos la añoranza amarga de la tierra,
de andar a
revolcones entre besos y arañazos.
¡Qué queréis que haga!
Elemental, ya lo sé.
Ignoramos a Petrarca e ignoramos muchas
cosas.
Las Estancias de Riba y las Rimas de
Bécquer.
Después, tumbados en el suelo de cualquier
manera,
comprendemos que somos unos bárbaros, y que esto no
puede ser,
que no estamos en la edad, y todo esto y aquello.
No
había en Valencia dos amantes como nosotros,
porque amantes
como nosotros se han parido muy pocos."
NO
ESCRIBO ÉGLOGAS
No
había en Valencia dos piernas como las tuyas.
Dulcemente
las recuerdo, con los ojos llenos de lágrimas,
con
una telaraña de lágrimas en los ojos.
¿Dónde
estás? ¿Dónde tus piernas tan adorables?
Recorro
la Alameda, aquellos lugares familiares.
Cruzo
las noches. Evoco los pretiles del río.
Un
cadáver verdoso. Un cadáver fosfórico.
El
espectro de Francisco de la Torre, quizás.
No
había en Valencia dos piernas como las tuyas.
Largamente
escribiría sobre tus piernas.
Como
si anduvieses por el agua, entre un agua invisible,
entre
un agua clarísima, venías por la calle.
La
carne graciosa y fresca como un cántaro de Serra.
Y
yo te evoco erguida sobre tus piernas.
Cargaban
los hombres los ventrudos camiones.
Venían
autobuses de Gandía y Paterna.
Salían
voces de los bares, olor de aceite frito.
Tú
venías solemne sobre tus piernas.
¡Oh
la solemnidad de tu carne tierna,
de
tu cuerpo adorable sobre tus largas piernas!
Calle
abajo, venías entre los solares, los gritos,
los
niños que jugaban al salir de la escuela,
la
mujer recogía la ropa en la azotea,
el
hombre recomponía lentamente un reloj
mientras
un amigo hablaba de sus años de prisión
por
cosas de la guerra, tú venías solemne,
con
más solemnidad que el crepúsculo, o con una
dignidad
que el crepúsculo recibía solamente de tí.
Toda
la majestad amada del crepúsculo.
No
había en Valencia dos piernas como las tuyas,
con
la viva alegría de la virginidad.
Siempre
venías, nunca llegabas del todo,
y
yo te quería así, y yo lo quería así:
Nací
para esperarte, para ver cómo venías.
Inútilmente
recorro los crepúsculos, las noches.
Veo
los hombres que cargan lentamente camiones.
Veo
los bares, el aceite frito, las parejas de amantes.
Hace unos días
le oí decir al cocinero Ferrán Adriá que sus mayores placeres
culinarios eran la centolla, a la que definió como araña amiga, el
caviar, la sardina, la tortilla de patatas de su madre y el cuscurro
de la baguette que te comes antes de llegar a casa. Me quedo con este
último porque en mi familia es motivo de controversia y me sirve para
seguir hablando de las cosas secundarias de este mundo, a las que por
suerte o por desgracia sigo abonado.
Ya sé que más
de uno no estará de acuerdo, tratándose como se trata de un bien
tan elemental, histórico y con connotaciones religiosas, pero al
lado de lo de Puigdemont y el vídeo de Felipe VI, todo parece filfa.
Escuchando a varios tertulianos y periodistas quejarse de que un
señor les marque el sumario desde Bruselas, cuando el día anterior
la fiscalía del reino consideraba que el borrado de los discos duros
del PP no era cosa relevante y no dedicaban a semejante
escándalo ni un sola palabra, constaté que lo noticiable es tan
voluble y subjetivo como el valor de la centolla o el cuscurro, así
que a lo mío, a lo del pan.
En el mundo
católico el pan tiene buena prensa, al tratarse del alimento de la
transustanciacion, el que el sacerdote hace dios en la eucaristía, y tal
como dice el padre nuestro, la oración standard, el bocado necesario. Supongo que es la razón por la que se dice de
alguien bondadoso que es un pedazo de pan, y de un trabajo sencillo que es pan comido. Cuando yo era niño me podía llevar una reprimenda si
se me caía alguna sobra de comida al suelo, pero si lo caído era
el pan de dios el accidente se convertía en pecado. Podía sobrar o estropearse algo
de comida pero el pan nunca acababa en la basura. Para eso estaba mi
madre sumergiendo las sobras troceadas en un tazón de café con
leche a la mañana siguiente o aprovechándolas para sopas varias.
El pan vuelve a
estar de moda. En Bilbao se hace cola en los comercios que usan masa
madre, tienen horno de leña o elaboran todo tipo de formas (hogaza,
mollete, pistola, baguette…) y contenidos (de maíz, centeno,
espelta, trigo…), y las panaderías de franquicia se acomodan a la
moda con sucedáneos de buena apariencia. Una de esas franquicias, de
nombre vasco también aparente, ha llenado el centro de expendedurías.
Según las malas lenguas detrás del apellido autóctono hay un fondo
de inversión alemán. Así que a por el currusco (en casa lo
nombramos así y dice la RAE que también es correcto).
Silvia Pérez Cruz ofreció esta versión de “No hay tanto pan” en el Auditòrium de Palma de Mallorca el 2 de junio de 2016. Esta frase, cerrada con “para tanto chorizo”, era y es una de las consignas que los desahuciados de la crisis dedican a corruptos y banqueros. Toma currusco!!!
Durante los últimos dos o tres meses he estado trabajando en hacer
el retrato de Emilio González. Para mí ha sido un orgullo, porque
además de ser el padre de nuestro amigo Alfonso, Emilio era un ser
admirable. No fue premio Nobel, ni doctor cum laude, ni le
concedieron la medalla del Mérito Civil. No sale en ninguna
enciclopedia, ni tiene página de Wikipedia, pero era una de esas
personas que ayudan a cambiar el mundo. Nacido en Orozko en 1920, es
decir, perteneciente a la quinta del biberón, sobrevivió a la
guerra y a la dictadura con la dignidad de la gente sencilla:
trabajando sin bajar la cabeza ni doblar la cerviz.
Obrero manual pero sabio autodidacta, estudió no solo la mejor de
las carreras, la de la honradez, en las calles de Pamplona y Bilbao,
sino todo cuanto pudiera aprender de la lectura, la conversación o
cuánto estuviera a su alcance. Cuando le conocí, ya mayor y
jubilado, peleaba en la asociación de vecinos por la urbanización
de su barriada, y si había que hablar con el alcalde o el concejal
de urbanismo, Emilio era el más indicado por su capacidad y su
sensatez. Tuve la fortuna de ser su amigo y compartir muchas charlas
sobre lo que fuera. Era un gran conversador. Mi último recuerdo,
semanas antes de que muriera, convaleciente en el hospital, me
confirmaron la serenidad y bonhomía que caracterizó su vida. Como
solo soy un pintor aficionado no sé si habré estado a su altura.
Por siempre, Emilio!!!
Como Emilio vivió en una de la siete calles de Bilbao, fue
chiquitero y amante de las bilbainadas que cantan las lindezas del
vino y el buen vivir. Aunque parezca mentira hay poca cosa de calidad
auditiva en youtube. Este “Beber, beber”, de Los Chimberos es de
lo mejor.
El pasado día 15 de enero cerraron un centro de la Seguridad Social en el que trabajé a principios de los años noventa del pasado siglo. No es el primero ni el último. Hace un mes más o menos estuve allí para hacer una consulta y ya encontré una oficina destartalada y medio desértica. Me dio pena, aunque no es algo que no se viera venir.
El modelo de descentralización administrativa y acercamiento al ciudadano en la seguridad social se inició a mediados de los años ochenta. Era la época en la que Felipe González quería ser Willy Brandt u Olof Palme, alentaba el sistema de pensiones y desarrollaba una administración cercana al ciudadano, con jóvenes que, no relevados, se acercan ahora a los sesenta años de edad.
El símbolo de la marea marrón de los jubiletas
Más o menos por aquellos tiempos asistí a un acto convocado por una conocida aseguradora. El ponente daba cifras sobre el peso de los fondos de pensiones en los Estados Unidos, que en aquel momento ya igualaba al PIB (ahora es el 127%), y casi babeaba intentándonos convencer del consumo de fondos y planes de pensiones. La perorata venía acompañada de las primeras campañas de los agoreros interesados de la banca, que vaticinaban que el sistema público no llegaría a los años noventa. No solo no acertaron, sino que poco a poco, y gracias a un lenguaje olvidado, el del pacto, y sucesivas reformas legales, el sistema tuvo superávit y creó un fondo de reserva para tiempos peores (el mismo que están liquidando), de modo que el funcionamiento más que potable del sistema desbarató el proyecto de bancos y aseguradoras.
Relaciono estos dos hechos porque el primero, el cierre de la oficina de la seguridad social, es una metáfora de lo que se pretende: el arrumbamiento del sistema público y el triunfo, por fin, de los sistemas privados (fondos y planes). Hay que pensar que el mercado español de fondos y planes solo suponía un 9,5% del PIB en 2016, una birria para los que manejan el cotarro.
Y es que la estrategia de quienes no soportan que las pensiones no formen parte de su cartera de negocio está por fin llegando a buen término. Se dilapida la hucha, se vende la inviabilidad del sistema, es decir, se convence a los trabajadores en activo que ellos pagan a sus mayores pero no cobrarán ni en broma lo mismo que ellos, y se les ofrece la alternativa feroz del sálvese quien pueda: los fondos y planes de pensiones. Con ese futuro, ¿para qué oficinas?
Como no soy economista no me veo capaz de dar soluciones, pero parece penoso que a mayor productividad (robotización, economía 4.0…), menor viabilidad del sistema. Por cierto, y ya acabo, en países más o menos boyantes, Francia, Alemania o Italia, el mercado de los fondos de pensiones es aún menor que en España con respecto al PIB. Supongo que ese hecho confirma en gran parte un análisis nada sospechoso, el de Ignacio Fuentes, técnico del Banco de España: “los sistemas privados tienden a estar más desarrollados en aquellas economías en las que la cobertura pública es menor y en las que las autoridades han tomado medidas para fomentarlos, incluso introduciendo en algunos casos la obligatoriedad de establecer planes ocupacionales”. Que la marea marrón nos proteja!!!
Como es de mi quinta y una de las mejores voces que conozco, he escogido de acompañamiento al siempre joven Luis Pastor, con su hijo Pedro y su mujer Lourdes, cantando a eso que nunca dejamos de buscar, nuestra libertad.
Hace
un montón de años que no veía un HOLA (*). En las peluquerías de caballeros
(vuelve a usarse este genérico) la revista habitual era el Interviú hasta su
recientísima desaparición. Descansaba junto al perchero y entre diarios deportivos.
El HOLA me pareció de un formato más grande que como yo lo recordaba, pero
siempre con su elegante papel cuché y sus fotografías de más de media página.
Estaba abierto de par en par en la residencia de ancianos en la que vive mi
madre desde hace casi un año. Seguramente abandonada por algún familiar, porque
ya son pocos los ancianos capaces de pasar las páginas, menos, como es
evidente, de captar su contenido.
Al
pensar en ese contenido concluí que hay dos universos paralelos. El de ellos
y ellas en el escenario, siempre triunfando, elegantes, bellos y bellas,
aparentemente felices, y el exterior de la gente común, ocupando la grada. Allí
estaba nuestro monarca asistiendo a la boda de una ahijada junto a Marta Gayá,
dicen que amante de su viejo, el emérito, y Rodrigo Rato (qué hostias hace Rato campando libre por
esos mundos como si nada hubiera pasado). Tías y tíos buenísimos, vestidas y
trajeados con ropajes para mí excesivos, pero joder, qué envidia! a todos les
queda como un guante. Es gente que ha nacido para ser rica, vivir del cuento o
de lo que sea, ser fotografiada y envidiada. También había múltiples fotos de
pijos y pijas haciéndose selfies, riéndose a carcajada limpia, quiero pensar
que no de nosotros, los lacayos de la plebe, porque en el fondo nos ignoran. El
maestro Vicent contaba que un día una aristócrata se asustó al ver a un pobre
mientras paseaba por el Paseo de Recoletos de Madrid, y exclamó sobresaltada:
¡¡pero qué le pasa a este hombre!!
El
HOLA también me ha hecho recordar a un personaje familiar, un anticuario amigo de
mis abuelos paternos que se coló en los saraos de la gente muy bien y vivió de
ella creo que casi hasta su muerte. Cuando yo lo conocí ya era setentón, y
aunque en horas bajas, conservaba el porte elegante que le había permitido
moverse entre nobles y burgueses de postín, a los que vendía joyas, muebles y
pieles que, imagino, compraba a bajo precio a gente venida a menos. Por
entonces ya usaba ropa pasada de moda y parecía un personaje salido de una
película.
Pero
por lo que veo la corte no ha desaparecido. Han cambiado las formas pero no su
contenido. Están los aristócratas que salen en las revistas (en el HOLA digital
hay una sección dedicada a Casas Reales), y todavía sus bufones, futbolistas,
toreros, jugadores de golf, cómicos, cantantes… y los pillos y pillas que
flirtean y hacen pequeños negocios para sobrevivir. Como decía aquel, ¡¡¡joder, qué fauna!!!
(*) Según
datos de OJD la revista HOLA tira una media de 368.613 ejemplares semanales y
en 2016 tuvo una facturación de 87 millones
de euros, con un beneficio de 1,7 millones (tras algunos años de pérdidas en el peor momento de la crisis).
Como
viejo fan de The Kinks (el primer disco que me compré fue el "All
Day and All of the Night") he
recordado este “A well respected man” que habla de un hombre respetable, conservador,
que compra acciones y valores, adora las regatas, y espera hacerse con la
fortuna de su padre cuando pase a mejor vida.